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ESCULTORES VALLISOLETANOS OLVIDADOS: Dionisio Pastor Valsero (1869-1937)

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Con Dionisio Pastor Valsero ocurre otro tanto a lo que ocuría con el escultor Ángel Díaz, y es que pese a no haber nacido en Valladolid, aquí desarrollaron gran parte de su vida y su obra. Hay una diferencia: Ángel Díaz vino a Valladolid ya formado y con un puesto ya garantizado, mientras que Dionisio Pastor Valsero se formó en la propia ciudad, a la que llegaría muy joven, y a la que volvería años después como maestro.
Nacido en Zaragoza en 1869, no se sabe cuáles fueron los motivos que obligaron a su familia a establecerse en Valladolid ni en qué momento se produjo el cambio de residencia, pero lo cierto es que en 1883, a los catorce años, el joven Dionisio estaba matriculado en la Escuela de Bellas Artes dirigida por la Academia de la Purísima.
Debía de poseer grandes cualidades para la escultura cuando aquel mismo año obtuvo en el concurso anual el premio de la clase de dibujo de adorno por una Cabeza, en barro cocido, copiada de una acuarela de Pradilla. En 1884 volvió nuevamente a ganar en el certamen, en esta ocasión por un bajo relieve, en barro cocido, cuyo tema había sido copiado de la revista La Ilustracióny que tenía por título Vendedora de periódicos.
Cabeza
Vendedora de periódicos
Pastor Valsero consideró siempre como a su primer maestro a don José Martí y Monsó y bajo su dirección estaba cuando en 1886 asistió a la Exposición de la Academia con una serie de obras entre las que figuraba la titulada Una precocidad que aunque mereció de Ortega y Rubio el calificativo de “trabajito”, la Corporación juzgó merecedora de recompensa.
Una precocidad
En 1887 realizó una nueva obra que mereció premio. Se trataba de Dar de comer al hambriento, con la cual obtuvo la primera distinción en el concurso de aquel año y supuso el anuncio de que la personalidad artística de Pastor Valsero estaba madurando, como se demostró en el curso siguiente cuando a sus diecinueve años consigue nuevamente la máxima calificación del jurado por su bellísima obra La vuelta de la pesca, presentando también el grupo de La lección.
Dar de comer al hambriento
La vuelta de la pesca
La leccióm
Aunque se ha pensado que Martí y Monsó le aconsejó marchar a estudiar a Madrid, es de suponer que los motivos que le llevaron a marchar a la capital fueron el éxito obtenido y el convencimiento de que debía ampliar su horizonte. Allí en Madrid estuvo durante una época “enfermo y desvalido”, aunque fue durante ese tiempo en el que conoció al escultor Jerónimo Suñol, a quien eligió por maestro. Tal vez fuera Suñol quien le aconsejó que hiciese un viaje a París donde hizo una nueva versión de la Vuelta de la pesca que presentó a la Exposición Nacional de 1890 ganando tercera medalla de plata. Parece ser que este viaje a Francia le sirvió para “depurar el gusto y buscar los efectos en esa extrema sensibilidad estética a que aspiran con sus obras los artitas franceses”.
En una de las ocasiones en que presenta obras a una exposición local la prensa vallisoletana lo definía como “Estudia con ahínco y adelanta de una manera notable”. A esa exposición acudió con dos retratos, un estudio y el grupo Un cazador atrevido, con el que se deshacen en elogios (“primoroso estudio del desnudo hecho con libertad y modelado con talento. La postura es violentísima y sin embargo ha sabido vencer los obstáculos propios de este muchacho que se dispone a echar mano a la lagartija que ha descubierto, no puede demostrar mejor el gozo que experimenta por verse ya dueño del pequeño animalito”). La prensa no carecía de razón pues en 1892 Pastor vuelve a ser premiado por su grupo Revelación en la Nacional de Bellas Artes, y nuevamente es tercera medalla la que le otorgan. La composición representaba a “una joven adolescente, totalmente desnuda, en actitud de curiosa sorpresa ante el grupo que a sus pies forman dos palomas arrullándose”.
La vuelta de la Pesca (segunda versión. Realizada en París)
El 20 de enero de 1892 fue nombrado por Real Orden como profesor Ayudante de Dibujos de Adorno, Modelado y Vaciado de Adorno y Figura en la Escuela vallisoletana de Bellas Artes. Cuando se encontraba a punto de concursar en Madrid para una cátedra de Modelado y Vaciado tuvo que incorporarse en 1893 al ejército como reservista activo, marchándose a Tarragona en donde tuvo problemas, por haber abandonado el servicio para venir a Valladolid a seguir impartiendo sus clases.
El escultor, que por entonces vivía en la calle Colón, expuso en Madrid, en la IV Bienal del Círculo de Bellas Artes, una escultura titulada Un remendón y en Valladolid el busto en barro de una Gitanilla muy conocida entonces en la ciudad por entonar canciones mientras practicaba la mendicidad en el Campo Grande.
Sepulcro del Obispo Bertrán (Convento de San Esteban, Salamanca)
En 1895 el Consistorio vallisoletano le encargó la realización del busto-medallón de Zorrilla. La obra, que tenía acabada el 1 de mayo, debía ser realizada en mármol, debiendo instalarse en la fachada de la casa donde nació en poeta, lugar en el que aún se encuentra. Hay que señalar que el 16 de febrero de ese año Valsero tenía modelado en barro el busto del poeta y debía pretender vaciarlo en bronce en contra de la opinión de la comisión gestora del homenaje.
A la Exposición Nacional de este año de 1895 envió su composición titulada ¡Qué fría está!, otro estudio de desnudo que esta vez no consigue destacar por encima de otras obras presentadas. Representa a un muchacho introduciendo un pie en el agua antes de arrojarse al baño. Es de tamaño natural, la figura aparece desnuda, de pie y apoyada contra una roca, teniendo el brazo derecho extendido hacia adelante.

Busto-Medallón de Zorrilla (Casa-Museo Zorrilla, Valladolid)
Retrato del niño Carlos Gómez
Retrato de Luciano Sánchez Santarén
Pastor Valsero no volvería a ser premiado en ningún otro certamen nacional, parece como si a partir de entonces su estrella se hubiera apagado. En los últimos años que residió en Valladolid modeló para el palacio de Capitanía General una figura alegórica titulada España, y se ofreció para modelar gratuitamente la estatua que se determinó dedicar en 1897 al poeta Zorrilla pero su oferta fue declinada, eligiéndose la de Carretero.
Consiguió finalmente ser nombrado Profesor titular de su asignatura y en 1901 abandonó Valladolid. La última obra que realizó aquí fue la decoración de figuras de angelotes y cariátides de la fachada del antiguo Círculo de la Victoria que después se convertiría en Círculo de Recreo; y acababa de modelar por entonces el busto de Don Germán Gamazo. Al despedirse regaló a la Academia, que no le había contado nunca entre sus miembros, una figura de San Sebastián (la escultura, en yeso, debe de ser la misma que le correspondió realizar en 1899 cuando se presentó a la oposición para becario en la Academia Española de Bellas Artes en Roma). Después tomó posesión en la Escuela de Almería para seguidamente, en el mismo año, ir a trabajar a Sevilla, y finalmente a Palma de Mallorca en donde se encontraba en 1930.
San Sebastián
Aún en Palma, el 17 de noviembre de 1936 fue encarcelado en el campo de concentración de Son Catlar (Campos), debido a su ideología progresista, a su apoyo al gobierno legal de la República, y a su militancia en una logia masónica. El 27 de enero fue puesto en libertad, aunque ese mismo día fue asesinado por los que le habían encarcelado.
Su obra, por lo general, se basa tanto en retratos como en temas anecdóticos o de género, siendo muy escasas sus producciones religiosas y alegóricas. Su colección de retratos cuenta con un buen número de ejemplos. Así por ejemplo, tenemos el medallón de Alberto Macías Picavea (Valladolid. Colección particular) efigiado de perfil, modelado en barro cocido en 1897, y el busto de Germán Gamazo (1901), que sería su última obra vallisoletana; con anterioridad había modelado otros dos, más el busto de una gitanilla muy popular que cantaba en el Campo Grande, y el medallón de Zorrilla (1895) en una placa de mármol colocada en la casa natal del poeta, al que representó con el realismo que siempre practicó, de perfil y en edad ya madura. Del mismo año es el retrato del pintor Luciano Sánchez Santarén, con el que coincidió en la docencia en la Escuela de Bellas Artes de Valladolid. Es un buen retrato realista realizado en barro cocido.
Retrato de Alberto Macías Picavea

BIBLIOGRAFÍA
  • ALONSO PONGA, José Luis (coordinador): La semana santa en la tierra de campos vallisoletana,Grupo Página, Valladolid, 2003.
  • PLAZA SANTIAGO, Francisco Javier de la (coord.): Historia del Arte de Castilla y León. 7, Del Neoclasicismo al Modernismo, Ámbito, Valladolid, 1998.
  • URREA, Jesús: La escultura en Valladolid (1850-1936), Caja de Ahorros Popular de Valladolid, Valladolid, 1984.
  • URREA, Jesús: Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción: pinturas y esculturas, Diputación Provincial de Valladolid, Valladolid, 1998.

LAS PINTURAS MURALES DE LA IGLESIA PARROQUIAL DE SAN BARTOLOMÉ DE FOMPEDRAZA

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Hoy vamos a hablar sobre uno de los conjuntos más interesantes, y mejor conservados, de pintura mural de la provincia. Se trata del que guarda la iglesia de San Bartolomé de Fompedraza, la cual, ya por sí sola, merece una visita.
Las pinturas murales, descubiertas en 2005 al desmontar el retablo mayor para su restauración, se localizan en el muro testero de la capilla mayor de la iglesia, cuyos orígenes se remontan al siglo XIII. Así, a pesar de las diversas reformas y procesos constructivos llevados a cabo en los siglos sucesivos, el muro testero así como la capilla mayor no han sufrido modificación alguna.
Con todo la conservación de la capilla mayor, así como la decisión en el siglo XVIII de cubrir el testero con un retablo, han permitido que el conjunto mural haya llegado en muy buen estado hasta nuestros días.

Iglesia de San Bartolomé de Fompedraza
Retablo mayor de la iglesia en su nueva ubicación. Tras él se descubrieron las pinturas murales
La singularidad del conjunto mural radica en el amplio programa iconográfico que ha sido representado, pues en él se recogen diversas escenas relativas a la vida de tres santos. Cada ciclo narrativo, con sus respectivos episodios, se organiza siguiendo la estructura de un retablo, pues además de la calle central, donde se ubica la efigie del santo correspondiente, cuenta con sus calles y cuerpos superpuestos en los que se disponen los referidos pasajes, los cuales se articulan por medio de un arco trilobulado, a excepción de las dos escenas de los extremos del cuerpo superior del ciclo de San Bartolomé y la segunda comenzando por la derecha de dicho cuerpo.

Aunque esta organización es frecuente en otros conjuntos hispanos, entre los que se sitúan los retablos aragoneses de advocación triple (Retablo de San Blas, de la Virgen de la Misericordia y de Santo Tomás Becketde la iglesia parroquial de Aneto de Zaragoza realizado por Blas de Grañén o el Retablo de Santa Catalina, San Lorenzo y San Prudencio de la capilla de los Pérez Calvillo de la catedral de Tarazona ejecutado por Juan de Leví), en las pinturas murales de la iglesia de Fompedraza, al igual que en los retablos aragoneses anteriormente citados, cada ciclo mantiene una relativa independencia dentro del conjunto, por lo que, al final, es como se si combinaran tres retablos en uno.

Retablo de Aneto de Zaragoza
Retablo de la capilla de los Pérez Calvillo de la catedral de Tarazona. Fotografía obtenida de http://lagartorojo13.files.wordpress.com
El hecho de que el templo parroquial esté bajo la advocación de San Bartolomé influyó en que el ciclo narrativo de este santo sea el de mayor preeminencia, estatus que consiguió mediante la disposición de su hagiografía en la parte más alta del conjunto mural y la representación de ocho escenas relativas a su vida distribuidas en cuatro calles y dos cuerpos. Por debajo de escenas y ocupando una posición central existe una hornacina que en origen debió de ser la ventana con la que se iluminaba el presbiterio, pues la presencia en su interior de dos ángeles, en este caso ceroferarios, es un convencionalismo utilizado en la ornamentación de vanos durante el periodo medieval. A ambos lados de la hornacina se ubican los ciclos de Santa Lucía (a la izquierda) y el de San Antonio Abad (a la derecha), los cuales cuentan, cada uno, con cuatro escenas distribuidas en dos calles y dos cuerpos.

Primitiva ventana que iluminaba el presbiterio
Los rasgos de indumentaria y del armamento representado en las escenas permiten datar el conjunto en el siglo XV. Debido a otros elementos se piensa que la fecha más concreta para la realización de las pinturas fue la década de 1470.

HAGIOGRAFÍA DE SAN BARTOLOMÉ
En la calle central se sitúa la efigie del santo. Ataviado con túnica blanca y manto blanco por el anverso y rojo por el reverso, su fisionomía está influida por la descripción que realiza el ídolo Berith en La leyenda dorada de Santiago de la Vorágine. Además, aparece son sus atributos personales: el cuchillo, con que fue despellejado, en la mano derecha, aunque sin la piel, y un libro en la mano izquierda (indica su condición de apóstol). A sus pies, y encadenado, se representa un demonio, cuya presencia procede del Evangelio Apócrifo de San Bartolomé.

El ciclo narrativo de la leyenda de San Bartolomé lo conforman ocho escenas, cuyo origen de lectura correcto será de izquierda a derecha y de arriba abajo. 

San Bartolomé libera a un endemoniado de la posesión diabólica en presencia de un grupo de enfermos. La escena sigue el pasaje contenido en La leyenda dorada. San Bartolomé de pie y a la izquierda se dirige con la mano derecha hacia un hombre, probablemente el enfermo, de barba y pelo blanco, arrodillado y vestido con un sayo verde cubierto con un manto rojo. Detrás de él se sitúan otros tres personajes arrodillados.

San Bartolomé arroja al suelo al ídolo del templo
Esta escena se podría interpretar como la expulsión de los ídolos de los templos abogada por el propio San Bartolomé, el cual se convierte en el auténtico defensor de la religión y la fe cristiana. De acuerdo esta interpretación, San Bartolomé con la mano izquierda derriba al ídolo situado en lo alto de una columna del templo. Es interesante la forma de representar el nimbo del santo, puesto mientras que en el resto de escenas es dorado, en este caso surgen rayos, pretendiendo destacar la figura de San Bartolomé como defensor de la doctrina cristiana frente al paganismo plasmado por el ídolo.

San Bartolomé libera a la hija de Polimio de los males que la afligían
Este episodio también está representado en las pinturas murales de la iglesia de Santa María de Arbás de Gordaliza del Pino (León). Este pasaje, contenido en La leyenda dorada, representa la petición por parte del monarca Polimio para que San Bartolomé curara a su hija endemoniada.
San Bartolomé, a la izquierda de la escena, ha sido representado con la mano izquierda levantada y bendiciendo con la derecha, dirigiéndose hacia la hija del rey Polimio, quien está sentada con un vestido blanco por delante de su padre. El instante en que la hija queda liberada de todos los males ha sido representado por tres pequeños demonios que, como símbolo del mal, tendrían forma de murciélago y estarían huyendo hacia el cielo.

Los pontífices del templo celebran un acto religioso en el templo
La escena representa un episodio en el que los pontífices celebrando un acto religioso en el templo sin increpados por el propio ídolo cuando le estaban ofreciendo sacrificios en su honor. Siguiendo lo indicado, en el centro de la composición se encuentra el ídolo, quien representado con alas y garras, está situado en lo alto de una columna. Los personajes que rodean al ídolo, podrían ser identificados como los pontífices del templo. Las cuatro escenas que hemos visto aluden al “ciclo de la predicación de San Bartolomé”, las otras cuatro que vienen ahora hacen referencia al “ciclo de la pasión” del santo.

El Prendimiento de San Bartolomé
Tras ser curada la hija de Polimio y recibir éste la doctrina cristiana por parte de San Bartolomé, el rey renunció al trono convirtiéndose en discípulo del apóstol. El nuevo monarca Astiages, enterado de la destrucción de los ídolos promovida por el santo, ordenó prender a San Bartolomé.

San Bartolomé ante el rey Astiages
Tras haber sido prendido por los soldados y llevado a palacio, San Bartolomé comparece ante Astiages. En un primer plano aparecen representados el rey y el santo, mientras que el resto de figuras están en un lugar secundario. La figura del monarca destaca al ser sentada, posición reservada para las grandes dignidades, pues otorgaba una consideración de privilegio. Astiages, a la izquierda, va ataviado con un amplio manto, tocado con una corona y con una espada en la mano derecha, símbolo de justicia en la Edad Media, mientras que con la mano izquierda se dirige al propio San Bartolomé. Éste con la mano izquierda sujeta el libro mientras que con la mano derecha alza la mano dirigiéndose al monarca Astiages. Por detrás del santo se sitúan dos soldados blanco entre ellos mientras que un tercero aparece sujetando al santo apóstol. Detrás del monarca se sitúa un escribano.

La crucifixión y el desollamiento de San Bartolomé
El pintor ha plasmado dos formas de martirio en una sola, pues el santo apóstol, al tiempo que está siendo desollado, aparece crucificado a la inversa, lo cual respondería a la tradición oriental.  El cuerpo del santo está completamente lleno de heridas, haciendo referencia a la flagelación previa. A los lados del santo se encuentran dos personajes que efectúan el desollamiento del mismo.

San Bartolomé llevando su piel a cuestas
El santo apóstol aparece llevando su piel, atributo en el que se ha reflejado su rostro barbado, y con el que se cubre su cuerpo en carne viva, lo que indica su desollamiento previo.

HAGIOGRAFÍA DE SANTA LUCÍA
Como ya se ha dicho, este “retablo” se forma mediante una calle central y dos calles laterales organizadas en dos cuerpos superpuestos. En la calle central aparece la santa, quien viste una larga túnica roja decorada con roleos blancos, encima de la cual lleva una mantonina. Además de con el nimbo dorado, aparece con dos de sus atributos característicos: en la mano derecha, la palma del martirio; mientras que con la izquierda sostiene, aunque prácticamente perdido, un cáliz, en cuyo interior se sitúan sus ojos.

Santa Lucía y Eutaquia rezan ante el sepulcro de Santa Águeda
Representa el pasaje en que Santa Lucía y su madre Eutaquia, peregrinaron para ver el sepulcro de Santa Águeda. Santa Lucía aparece al fondo, y con el nimbo dorado, mientras que Eustaquia en un primer plano y aparentando una edad más avanzada. Ambas están de rodillas y con las manos juntas en actitud de rezo. Por encima del sepulcro se ha representado una luminaria, permitiendo ubicar el pasaje en un interior.
La visión de Santa Águeda por parte de Santa Lucía
Sólo se conserva la figura de Santa Águeda y un elemento que sirve para recalcar la existencia de una conversación entre dos figuras, quizás el referido en la fuente textual: una mano que, perteneciente a una figura perdida, tiene un gesto similar al de la mano derecha de Santa Águeda, gesto que indicaría el diálogo entre ambas figuras.
Santa Lucía es arrastrada en vano por una serie de bueyes
La representación de esta escena supone un salto en su hagiografía, pues no narra que Pascasio, su prometido, al enterarse de que el dinero reservado para su dote de matrimonio iba destinado a obras piadosas y de caridad y no a negocios lucrativos, denunció a Santa Lucía ante el cónsul acusándola de su acercamiento a la doctrina cristiana. El cónsul la obligó a rendir culto a dioses paganos pero no pudieron moverla del sitio, razón por la cual, el cónsul llamó a mil hombres quienes “fueron sustituidos por mil parejas de bueyes”. Aunque la figura de la santa no se conserva, sí que lo ha hecho la cabeza de uno de los bueyes y tres figuras en la izquierda del registro.

La decapitación de Santa Lucía
Al no ser movida ni por una yunta de bueyes ni por magos, fue sometida a una serie de tormentos  (la rociaron con orina hirviendo, plomo fundido en las orejas, le arrancaron los dientes y los pechos e incluso se levantó una hoguera), pero al comprobar que la santa seguía sin estar dispuesta a abandonar la doctrina cristiana, “atravesaron con una espada la garganta de Santa Lucía”. La santa va ataviada con una amplia túnica y con el nimbo dorado, se encuentra en actitud de rezo. A su derecha está el verdugo que va a efectuar la ejecución de la santa, en cuya mano derecha sostiene la espada. Todo el conjunto se completa con la presencia de una mano bendiciendo en la enjuta derecha del arco trilobulado. Esta mano se identifica con la “Dextera Dei”, concebida como “señal de recepción del sacrificio del santo”.


HAGIOGRAFÍA DE SAN ANTONIO ABAD
El análisis de este ciclo narrativo se ve condicionado por la pérdida de parte de la superficie pictórica, aunque por los restos que se han conservado, es muy probable que las distintas escenas se organizaran como en el ciclo de Santa Lucía.
En la calle central se encuentra la figura de San Antonio Abad, imagen muy perdida. San Antonio estaría representado según su forma más habitual: como un anciano, de larga barba, con un nimbo dorado sobre la cabeza y ataviado con una túnica blanca y sayal con capucha de color pardo. Con la mano derecha sujeta el bastón rematado en forma de tau. No es posible saber si el cerdo, la esquila o las llamas del fuego de San Antonio fueron representados junto a la escena del santo.

La única escena conservada corresponde a San Antonio Abad en el desierto haciendo vida eremítica, episodio que hace referencia al instante en que San Antonio Abad, tras desprenderse por completo de sus riquezas, debido a la influencia de unas palabras realizadas por un predicador, “se retiró al desierto para hacer vida eremítica”.

Probablemente el pasaje relatado fueran el primero de la hagiografía del santo. Seguramente el resto de escenas fueran: San Antonio tentado por un demonio en figura de hermosa mujer, San Antonio siendo apaleado por los demonios y San Antonio arrebatado en los aires por los demonios.

BIBLIOGRAFÍA
  • NÚÑEZ MORCILLO, Sergio: “La pintura mural tardogótica en la provincia de Valladolid: iglesia de San Bartolomé de Fompedraza”, Anales de Historia del Arte, nº 23, 2013.

EL ESCULTOR JUAN GURAYA URRUTIA (1893-1965). Vida y obra del "maestro de la Sagrada Cena"

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El escultor Juan Guraya Urrutia, aunque perteneciente a la escuela vasca, ocupa un lugar fundamental dentro de la imaginería vallisoletana del siglo XX al tallar, para mi gusto, el paso más importante y de mayor calidad después de todos los elaborados por la escuela vallisoletana durante los siglos XVII y XVIII.
Juan Guraya Urrutia ocupa un merecido lugar entre los maestros de la imaginería vasca, siendo su “gubia litúrgica”, como la denominó Mario Ángel Marrodán, de gran perfección. Cultivó fundamentalmente la escultura religiosa, aunque también tocó las obras de carácter civil y cultural entre las que cabe citar varias esculturas del Capitolio de la Habana o el monumento a los marinos mercantes de la misma capital cubana, el monumento a la Reina María Cristina en San Sebastián. De su legado quedan obras en Getxo (como las tallas de la parroquia de San José de Romo o las de la iglesia  de Las Mercedes), Elorrio, Deusto, Bilbao, La Habana, Texas, y por supuesto Valladolid.

Juan Guraya Urrutia
Juan Guraya Urrutia, que nació en Bilbao en 1893, inicia su formación artística a los once años, cuando circunstancias familiares obligaron a que dejara el Colegio en donde recibía enseñanza básica para ponerse a trabajar con su padre, un reconocido ebanista de cuyas manos salieron los espléndidos muebles que llenaron los salones de los palacios y chalets de Getxo y Bilbao a comienzos del siglo XX.
Fue precisamente en uno de estos palacetes, el perteneciente a la familia Lezama-Leguizamón, situada en la cornisa de Arriluce, entre Algorta y Las Arenas, donde las habilidades del joven Juan Guraya fueron percibidas por primera vez por alguien que, por fortuna para él, tenía los medios económicos y la intuición suficientes para considerar que las virtudes potenciales del aprendiz de ebanista Guraya debían ser desarrolladas y estimuladas.

Buen Pastor (La Peña-Bilbao. Iglesia del Buen Pastor)
Busto a mi nueva hija (Las Arenas)
Busto de Elosegui (Tolosa)
Busto de Insausti (Tolosa)
Esta persona fue la Sra. de Lezama-Leguizamón, la cual hizo reanudar los estudios al muchacho, tras pasar cuatro años como ayudante de su padre. En el Colegio de los Padres Salesianos de Barakaldo, en donde ingresó, empezó a manifestar su interés por la escultura y a evidenciar unas cualidades apreciables para su práctica. Hasta el punto estaba clara esta vocación que los propios Salesianos sugirieron que Juan Guraya fuera trasladado a su Colegio de Sarriá, en Barcelona, para dedicarse allí exclusivamente al arte. Ni él, ni su padre, ni su mecenas encontraron desacertada la propuesta, de modo que hacia los diecisiete años ya estaba en Barcelona especializándose.
Su aprendizaje catalán no duró más de tres o cuatro años, ya que tras ese tiempo regresó a Bilbao. Pudo deberse a su carácter independiente, deseoso de no sujetarse a demasiadas normas rígidas y a aprendizajes rutinarios, ya fuera por insatisfacción personal o por la distancia que le separaba del País Vasco, el hecho fue que puso fin a esa experiencia, con lo que perdió el amparo y la pensión de los que hasta entonces habían sido sus protectores.

Busto de San Francisco (Bilbao. Padres Franciscanos)
Busto de su hermana (Bilbao)
Cabeza de Cristo (Bilbao)
Cristo abrazando a San Bernardo (Bilbao. Padres Franciscanos)
No resulta apreciable en la escultura de Guraya una influencia catalana adquirida en estos momentos en que Barcelona era sede de una intensa actividad escultórica representada por Eusebi Arnau, Enric Clarasó, Josep Clará, Josep Llimona, Carles Maní y otros muchos. Referencias familiares, sin embargo, dan cuenta de una relación con Miquel Blay. Podría decirse que Guraya pudo adoptar de este grupo de artistas modernistas y simbolistas el gusto por dotar a la escultura de la capacidad transmisora de variados conceptos espirituales o religiosos.
De nuevo en Bilbao, con cerca de veinte años, se aproximó al entorno de la Escuela de Artes y Oficios de Achuri, en la cual vivían todo su apogeo una generación de escultores, como Quintín de la Torre, Moisés Huerta, con quien Guraya colaboró en Cuba erigiendo monumentos públicos, Higinio Basterra, a quien ayudó a partir de 1913 en el Monumento a los Niños del Ensanche, para el cementerio de Derio, así como en uno de los más populares Gargantúasde Bilbao y también en las cuadrigas del Banco de Bilbao en Madrid, Federico Sáenz… Trabajó, asimismo, durante 1918-1919 con León Barrenechea en la realización del Monumento a la Reina María Cristina, en San Sebastián.
Antes de asentar su carrera se esforzó por informarse en aquellos lugares en donde creía poder encontrar las claves que le ayudaron a centrarse para realizar “su escultura”. De esta manera, realizado el servicio militar, se trasladó a Madrid y colaboró con escultores como Mateo Inurria y Collaut Valera, quien en colaboración con el arquitecto Muguruza ganó en 1923 el concurso para el Monumento al Sagrado Corazón de Bilbao. No debió de sentirse muy satisfecho con lo que Madrid le proporcionaba y regresó a Bilbao, si bien fue únicamente para volver a salir, esta vez en dirección a París.

Cristo Crucifiacdo (Santurce. Colegio de San Francisco Javier)
Cristo Crucificado (Bilbao. Padres Franciscanos)
Cristo Crucificado (Etxebarri. Iglesia de San Esteban)
Cristo Crucificado (Romo-Getxo. Iglesia de San José Obrero)
Si París, tras Barcelona y Madrid, era en verdad la meta acertada por ser el centro artístico que más actividad renovadora y creativa desarrollaba en la Europa de aquel momento, sin embargo, ello no quiere decir que Guraya entrara de lleno en esos ambientes experimentadores. Bien al contrario, se mantuvo en un clima de relaciones bastante similar al que podía haberse creado en cualquier ciudad de provincias.
El paso por la capital francesa pone de manifiesto un hecho que merece la pena destacar: un artista puede encontrarse en el centro de la vorágine creativa y renovadora más potente y mirar tranquilamente en dirección contraría sin percatarse de qué está sucediendo a su alrededor, o bien de percatarse pero no llegar a sentir interés por ello.
El contacto más importante, por su posterior repercusión, fue el realizado con el escultor ruso-francés Droucker. Casi con seguridad él fue el responsable del viaje que Guraya realizó a Cuba en 1924. En la isla realizó varios monumentos públicos (al Maine, al General Máximo Gómez –ambos en colaboración con Moisés Huerta–, a la Marina Mercante…) y, sobre todo, colaboró en la decoración escultórica del Capitolio, llevada a cabo junto con Droucker y el también escultor Angelo Zanelli. Además, trabajó para diversos particulares, así como para órdenes religiosas como las Clarisas y los Franciscanos que ya le empezaban a demandar una iconografía religiosa que después se haría habitual en él. Con todo, el mundo de imágenes religiosas no le era ajeno, puesto que su primera obra conocida, aunque desaparecida, es un busto de Baltasar.

San Francisco Javier yacente (Elorrio. Panteón de la Familia González Lund)
Detalle de San Francisco Javier yacente
San José y el Niño (Santurce)
De la isla pasó al continente; México y Estados Unidos conocieron de su trabajo, y como prolongación de los encargos religiosos, realizó una Nuestra Señora de Fátima para la iglesia de los Padres Oblatos de San Juan, en Texas.
Al regresar a Bilbao recibió encargos para ejecutar él solo y otros paralelos para colaborar ocasionalmente con los Basterra, Huerta, Torre y otros, además de mantener relaciones con Victorio Macho, Julio Beobide, Enrirque Barros, Juan de Avalos, Garrós, Larrea… Como se puede observar, su círculo de amistades y relaciones explican parte del por qué de su escultura.
Su colaboración fue demandada por diversos arquitectos para detalles de ornamentación escultórica de los edificios que proyectaban, siendo concretamente edificios de carácter público en su mayoría. Así, Antonio Araulce le encargó el escudo de la fachada del Ayuntamiento de Getxo; Emiliano Amann le solicitó seis piezas para el Colegio de los Salesianos de Deusto, distribuidas por fachada, patios y capilla; colaboró también con Amann en el Hospital de San Juan de Dios, de Santurce, en la parroquia del Buen Pastor, en La Peña-Bilbao, en las Trinitarias de Deusto, en la parroquia de San Bartolomé y otras más; por encargo de Manuel María Smith trabajó para la parroquia de Echévarri, y para la de San Luis Beltrán, en Torre-Urizar, Bilbao; Ricardo Bastida le encomendó en 1916 el frontón con cuarenta y dos figuras de las Escuelas de Félix Serrano, en Indauchu-La Casilla, Bilbao.

Piedad Izaguirre de Urquijo (Deusto-Bilbao)
San Luis Beltrán (Bilbao. Iglesia de San Luis Beltrán)
Santísima Trinidad (Lejona. Iglesia de San Bartolomé)
Tuvo estudios y talleres en diversos emplazamientos: en Zabálburu, en la marmolería Ribechini, en el muelle de La Naja, en Zugastieta, en Neguri, naturalmente en La Habana, y por último, en el barro de Romo, en Getxo. Un singular taller montó transitoriamente en la segunda planta de la Escuela de Artes y Oficios al objeto de realizar su obra más importante: La Sagrada Cena.
Trabajó con alabastro, marfil y mármoles de Carrara, Bélgica y Almería. Las variadas maderas que utilizó procedían siempre de lugares concretos: el pino, de Soria y del norte de Europa; la caoba, de Cuba; el limoncillo, del Brasil; el ébano y el palosanto, de América Central; el tejo y el enebro, de las montañas de León; el boj, de Navarra; y el nogal, de Asturias y de León. Acostumbraba a abocetar y a modelar todas sus obras en barro.
Guraya gustaba de trabajar, siempre que podía, con modelos del natural. De ahí esa cierta sensación de fisionomía reconocible que se tiene ante sus figuras, de realismo extraído directamente del entorno inmediato, de caras escultóricas que uno sospecha ver cotidianamente en algún lugar de la calle. Bien es cierto que ese realismo está teñido, principalmente en las figuras religiosas más dramáticas –Cristos en la cruz, algún San Francisco…– de una soterrada tensión expresionista, lograda a base de afilar y enfatizar los rasgos corporales o faciales.

Sin embargo, los retratos de niños y familiares carecen de esta carga tensa y dura; por el contrario, muestran caras delicadas y facciones suaves ejecutadas en la mejor y más clásica tradición retratística del Durrio joven trabajando para la familia Echevarrieta.
Esta importancia concedida por Guraya al modelo le hizo viajar a Tetuán en busca de hombres norteafricanos, de origen judío, que pudieran servirle para la gran composición de La Sagrada Cena. El escultor valoraba la precisión y la exactitud de la imagen portadora de una idea. Si él era capaz de reproducir con nitidez la realidad –por puro dominio técnico–, la realidad tenía que aproximarse lo más posible a la idea. No le bastaba con que el modelo se pareciera a lo que quería reproducir, tenía que ser exactamente el mismo que había imaginado, y sí para encontrarlo era preciso viajar al Norte de África, viajaba allí.


BIBLIOGRAFÍA 
  • VV.AA.: Homenaje a Juan Guraya, escultor, Parroquia de San José Obrero, Getxo, 1990.


LOS CRUCIFICADOS DE JUAN DE JUNI EN LA PROVINCIA DE VALLADOLID

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La provincia vallisoletana cuenta entre su inmenso patrimonio con una buena colección de crucificados de Juan de Juni, tanto documentados como atribuidos. Aunque todos presentan el inconfundible estilo personal del maestro, es posible señalar entre ellas una diversidad, surgida no sólo de su diferente tamaño sino también del canon utilizado y del mayor o menor contenido expresivo, oscilante entre el más extremado patetismo y la serenidad clásica.
Las imágenes de Cristo en la cruz las podemos hallar de dos maneras, ya sea como escultura aislada o bien formado parte de un conjunto más amplio como es el Calvario, es decir junto a la Virgen y a San Juan. Las conservadas se incluyen fundamentalmente en el primer grupo.
La principal característica que tienen en común todos estos crucificados es que están tallados en madera, cosa que puede parecer sin importancia, pero es que Juni no solo trabajo este material, también utilizó el barro, la piedra, etc… Todos ellos, salvo una excepción, presentan a Cristo muerto aunque parecen que acaban de expirar, sin que a sus cuerpos, desplomados, haya llegado la laxitud de la muerte. La cuidada policromía, a pulimento, subraya el efecto de la sangre de una manera natural, tiñendo en parte el paño de pureza, las más de las veces blanco con borde dorado y dispuesto generalmente de forma diagonal aunque su relevancia es diversa: en algunos casos muy ostensible y de gran barroquismo; más blando y desapercibido en otros. Todos los crucificados tienen los pies cruzados, traspasados con un único clavo, de dedos muy crispados en ocasiones; las extremidades inferiores, por su disposición de notable retorcimiento, pueden parecer cortas muchas veces. Todos también tienen incorporada la corona de espinas, en la mayor parte de los casos muy integrada en el cabello. La mayoría de las réplicas no pueden fecharse exactamente. A falta de identificar -si es que se conserva- el Crucificado al que alude el cardenal Tavera, que parece estaba hecho en 1537, los demás que han llegado hasta nosotros fueron encuadrados por el profesor Martín González en el periodo central y en los últimos años de su producción.

CALVARIO(Valladolid. Museo Nacional de Escultura, 1556)
Este Calvario es el que en 1556 se comprometió a realizar Juni para la capilla funeraria que D. Antonio del Águila, obispo de Zamora, poseía en el convento de San Francisco, en Ciudad Rodrigo, podía considerarse como una de las obras más difíciles de su producción, hasta el punto que Gómez Moreno al referirse a ella dice que Juni "no supo crear aquel sino grotesca agitación sin profundidad ni alma". La razón principal estaba -ahora se puede constatar- en la espantosa policromía de chirriantes colores que, sobre una gruesa capa de yeso, recubría las figuras impidiendo apreciar su valor escultórico. Su eliminación ha supuesto que las imágenes de la Virgen y San Juan, cuya policromía estaba prácticamente perdida, hayan quedado "en blanco", es decir en el color de la madera de nogal en que están talladas, conservando sólo algunos restos de color. Se ha revelado así la calidad de las piezas, especialmente en el caso de la Virgen, que deben asignarse a la mano del maestro, desechando la idea de que pudiese ser obra de taller. El Cristo ha conservado en parte su excelente policromía original, con algún repinte. En consecuencia el Calvario resulta, a juicio de Fernández del Hoyo, obra destacadísima entre la producción juniana, precisamente por su profunda expresividad.

Parece lógico que Juni cuidara este encargo pues estaba destinado a un lugar donde la contemplación no sería muy lejana, a un cliente ilustre y a una Orden de su predilección: la franciscana. Se da la circunstancia de que en la escritura de concierto, fechada el 8 de junio de 1556, se incluye un compromiso autógrafo del propio Juni, el más largo escrito que de su mano se conserva, y datado dos días antes. Dio noticia del contrato de "ciertas obras" Llaguno, recogiéndola sin más precisión el conde de la Viñaza, pero lo publicó Martí y Monsó. En él se dice que  la obra debe ser "labrada estofada y encarnada y acabada en la perfección y buena orden... para que su señoría Reverendísima esté de mi satisfecho y de la obra muy contento" insistiendo en que "esté fecha conforme a la perfección de mi arte y habilidad que Dios me da a contento de su señoría". Las figuras serían "de proporción natural" que se estimaba en seis pies de vara (1,68 m.) de alto. Seguramente el comitente vería colmadas sus exigencias porque es obra de profundo sentimiento y muy representativa del momento de plenitud de Juni.
La figura de Cristo, que mide dos metros desde los pies hasta las manos, está entre las versiones más singularmente junianas de esta iconografía. Está muerto, con la poderosa cabeza ceñida con llamativa corona de espinas e inclinada sobre el hombro derecho y el cuerpo, de potente anatomía, muy desplomado. Especialmente llamativo es el detalle del paño de pureza, que aparece desanudado, sosteniéndose caprichosamente por delante y volando libremente tras el costado izquierdo, en un inverosímil equilibrio propio de la creatividad del escultor.

La imagen de la Virgen María es magnífica. Aparece envuelta en una cascada de abundosas y blandas telas que en sucesivas capas recubren su cabeza y su cuerpo pero sin ocultar su corporeidad. A ellas se aferra con sus manos convulsas, mientras que el rostro dolorido se eleva hacia su Hijo. Al poder apreciar la escultura sin la policromía disminuye la fuerza de la imagen devocional en beneficio de la pura técnica escultórica.
Quizá resulte más inquietante, por su rebuscada postura de forzado manierismo, la figura de San Juan que Azcárate tachó de "desagradable", y que sin embargo desempeña un importante papel en el drama sacro invitando al espectador a contemplarlo como lo hace José de Arimatea en el Entierro del obispo Guevara. El ademán de su mano derecha, que eleva la punta de su manto, es muy inequívocamente juniano.

Tras la Desamortización y la ruina del convento, el Calvario se trasladó al palacio que en esa población poseía el Marqués de Espeja, heredero de los Águila donde lo identificó Gómez Moreno. En 1997 fue adquirido por el Estado a sus propietarios y asignado a las colecciones del Museo Nacional de Escultura, de Valladolid. Mirad que bonito estaba el Calvario antes de llegar al museo y ser restaurado (la foto no está trucada):


CALVARIO (Valladolid. Catedral, 1545-1561)
Esta imagen ya fue tratada en. Se trata de uno de los Crucifijos más clásicos y serenos entre los realizados por Juni; en contraste, la Virgen, abatida por el dolor, se desploma en el suelo en total desmayo, de tal modo que su brazo derecho, abandonado, pende hacia el vacío; San Juan trata de incorporarle mientras que la Magdalena, a sus pies, solloza.


CRUCIFIJO (Valladolid. Monasterio de las Huelgas Reales)
Imponente obra, de tamaño natural (177 cm.). En el Tumbo Nuevo, que se conserva en el archivo monasterial, se cita en la Sala Capitular "Un Christo Crucificado de escultura muy grande y muy devoto, el cual está con mucha decencia por haberlo adornado de arquitectura suficiente la señora doña Aldonza de Navarra, hija de Juan de Navarra, monja de este monasterio". El Cristo, conservado hoy en una de las naves que sirven de deambulatorio al coro bajo, estuvo en la Sala Capitular, hoy desaparecida, que se construiría a mediados del siglo XVI y se adornaba con escudos en que figuraban las cadenas de Navarra. Acerca de doña Aldonza de Navarra, dice Masoliver que en 1572, por expreso deseo del rey Felipe II, fue enviada como abadesa al monasterio de San Clemente, de Toledo, con objeto de impulsar su observancia. De allí pasaría al cenobio de Jesús, de Salamanca, donde murió en 1587.

Identificado por García Chico, fue dado a conocer por Martín González quien lo supone realizado al final del periodo central. Muy manierista, es quizá el más estilizado de los realizados por el maestro, aunque musculoso, con las extremidades inferiores más largas de lo que suele hacer pero resultando los brazos  algo cortos. La cabeza difiere de otros por su rostro más juvenil, la barba rematada en dos puntas y el mayor relieve de la corona de espinas. Aunque tiene la herida del costado, parece acabar de expirar. La anatomía del trono es de potente modelado y el paño de pureza, que presenta un gran nudo frontal, vuela tras el muslo derecho.
En la actualidad, ubicado en el museo conventual, escoltan al Cristo de Juni, completando la representación del Calvario, las figuras de la Virgen, San Juan y la Magdalena, obras atribuidas al escultor romanista Adrián Álvarez.


CRUCIFIJO (Olivares de Duero. Iglesia parroquial de San Pelayo, h. 1550)
El presente Crucifijo (97 cm.), dado a conocer en 1955 por Martín González, estaba situado en un retablo barroco de la iglesia de Olivares de Duero (Valladolid). Al evidente patetismo de la escultura, se unía su lamentable estado de conservación porque, además de repinte y enyesado, había sufrido el corte de los brazos a la altura del hombro para, mediante un elemento introducido en la fractura, convertirlo en articulado seguramente con destino a una ceremonia de descendimiento y entierro. La completa restauración a que fue sometida la pieza por la campaña 1998-99 de restauraciones llevadas a cabo por la Diputación Provincial de Valladolid con la colaboración de la Junta de Castilla y León y el Arzobispado de Valladolid, ha devuelto a la obra toda la grandeza original. Hoy se venera en un retablo de la nave del evangelio en la parroquia de San Pelayo, donde forma un Calvario junto a un San Juan y una Virgen María de hacia 1600.

La escultura, que Martín González sitúa en el periodo central juniano, conceptuándola próxima al Cristo del Calvario de Ciudad Rodrigo, es dramática sobre todo en la crispación de las extremidades inferiores, muy nervudas; sin embargo el torso muestra sobre todo un apurado estudio anatómico, blandamente trabajado, y la expresión del rostro es serena. El paño de pureza, de notables dimensiones, se anuda en la parte delantera y vuela por detrás de la cadera derecha.

CRUCIFIJO (Valladolid. Museo Diocesano y Catedralicio)
Aunque hallado en la iglesia de San Andrés, este Crucifijo (95 cm.) procede de la desaparecida Cartuja de Aniago (Valladolid). Su estado de deterioro, debido al ataque de la carcoma -ahora controlado- dificulta pero no impide apreciar su cualidad de obra personalísima del escultor. Más enjuto que la mayoría de los tallados por Juni es también uno de los más patéticos su retorcida figura, en especial las combadas piernas, evocan el expresionismo de Grünewald. La policromía es mate.


CRUCIFIJO (Valladolid. Museo Nacional de Escultura, h. 1550)
Este crucifijo (101 x 81 cm.) de pequeño tamaño fue dado a conocer por Martín González en 1974, cuando pertenecía a una colección del escultor vallisoletano José Luis Medina de Castro, de quien lo adquirió el Estado, en 1981, con destino al Museo Nacional de Escultura. Aunque está sin documentar, es obra indudable de Juni, respondiendo a las características del arte del maestro, como muy acertadamente analiza Arias Martínez.
Para Martín González, que lo fecha en torno a 1550, dentro del periodo central de la producción del artista, presenta, no obstante, similitudes con el existente em Mojados, algo posterior. Se trata de un Cristo muerto, con el sereno rostro inclinado sobre el pecho, formas redondeadas y miembros cortos. La disposición del paño de pureza, más sucinto y blando en este caso, se subraya por la sangre que fluye del costado mezclándose con el orillo dorado que lo bordea y resbalando luego entre las piernas.

 

CRUCIFIJO (Mojados. Iglesia de Santa María, h. 1560)
Este pequeño crucifijo (88 cm.) fue dado a conocer, como otros muchos, por Martín González, en 1955, quien lo clasificó en el periodo central del artista y una fecha próxima a 1560, en razón a su gran parecido con el Cristo del Calvario situado en el retablo de la Antigua. No obstante, es de las tallas de mayor serenidad de esta iconografía, tanto en el cuerpo, de potente modelado, como en el tratamiento del paño de pureza, acusando la inclinación hacia el clasicismo que experimenta el estilo de Juni al avanzar su carrera. La policromía muestra algunas deficiencias de conservación.


CRISTO DE LA EXPIRACIÓN (Valladolid. Convento de Santa Teresa, h. 1570)
Pieza singular entre los crucificados de Juni es el Cristo, llamado de la Expiración (118 cm.), de tamaño menor del natural, que se encuentra en el claustro del convento de carmelitas descalzas de Valladolid. Es obra personal de Juan de Juni, que Martín González fecha en la década de los setenta. Le distingue de las restantes imágenes de esta iconografía creadas por Juni el hecho de que esté aún vivo, si bien parece al final de su agonía, quizá en el momento de pronunciar una de sus últimas palabras: "Padre ¿por qué me has abandonado?".
 
Entre la documentación conservada en el archivo conventual no hay constancia sobre la procedencia de la obra, sin embargo la historia del convento puede ayudar a esclarecer algunas circunstancias y a establecer una hipótesis. La fundación de Valladolid, realizada por Santa Teresa gracias al apoyo y mecenazgo de doña María de Mendoza, viuda de don Francisco de los Cobos y hermana de don Álvaro de Mendoza, obispo de Ávila y decidido protector de la reformadora, tuvo lugar en un primer emplazamiento, a las afueras de la villa el 15 de agosto de 1568. Sin embargo, muy poco después, en febrero de 1569, las monjas pudieron adquirir una casa para su establecimiento definitivo merced a los 2.600 ducados que la Mendoza donó. La estrecha relación que esta señora y su hermano el obispo mantuvieron con Santa Teresa y la protección que la dama dio al convento, adquiriendo el patronazgo de su capilla mayor, hacen razonable suponer que fuese ella también quien costease la escultura. En contra de esta hipótesis está el que no se menciona en los libros del convento, donde tantas veces aparece el nombre de doña María, pero a favor el hecho de que la dama fuese cliente de Juni a quien en 1572 encarga la realización de la escultura de San Segundo, patrono de Ávila, para la ermita de su nombre. En torno a esa fecha, antes o después pudo regalar a su amiga Teresa la impactante escultura.

Poco conocido precisamente por su permanencia en la clausura conventual, lo que ha favorecido también su buena conservación, este Crucifijo es obra de excelente calidad y profundo sentimiento. El cuerpo potente y crispado, realzado por una policromía muy clara, está lleno de tensión que se incrementa por el violento giro de la cabeza hacia arriba. No es posible saber si esta particularidad iconográfica pudo deberse a una sugerencia de la comitente o responder a un personal deseo de Teresa de Jesús, que vería así plasmada algunas de sus místicas revelaciones.

CRUCIFIJO (Valladolid. Convento de San Pablo [procedente del Convento de Santa Catalina])
Un valor añadido, de índole biográfica, tiene este Crucifijo, respecto a los demás: el ser hecho para el convento donde, aunque sin precisar el lugar, se encuentra sepultado Juni junto a parte de su familia, conforme a sus disposiciones testamentarias. Como se ha dicho, es posible que razones de índole familiar pesasen en esta decisión de enterrarse allí ya que su suegro, padre de María de Mendoza su tercera mujer, fue durante años mayordomo del convento. El Cristo estuvo hasta hace no mucho en un sencillo retablo de medio punto, en una pared del evangelio de la pequeña iglesia dominica, un lugar que no estaba pensado inicialmente para él sino para otro crucifijo de menor tamaño; por eso resulta excesivamente grande para el arco que lo cobijaba, superponiéndose a su moldura.

Fotografía de cuanto el Crucifijo se encontraba en la iglesia de Santa Catalina
La imagen, que había pertenecido a doña Elvira Rojas, marquesa de Alcañices, fue donada en 1584 por su hijo y heredero D. Luis Enríquez de Almansa, probablemente en razón de que su hermana doña Aldonza de Castilla, era entonces la priora del convento y que su propia hija, María, ingresó también en él. Aunque la voluntad del donante fue que el Cristo estuviese siempre en el retablo mayor "para que todos los que entraren en la iglesia le vean y recen a él", la adquisición del patronazgo de la capilla mayor por otra familia debió forzar el traslado a su nuevo emplazamiento, donde, por otra parte, era sumamente visible. La primera y segura atribución a Juni se debe a Gómez Moreno, quien lo comunicó a Agapito y Revilla.
Se cuenta esta escultura entre las versiones más clásicas y serenas de su autor, lejos del patético retorcimiento y del expresionismo de otras imágenes del Crucificado, como han destacado Weise y Martín González. Bastante estilizado, tiene un cuidado estudio anatómico que el paño de pureza deja ver generosamente, aunque quizá es excesivamente plano. La excelente policromía semimate y la buena conservación general contribuyen a la perfección de esta obra.
A causa del traslado de las religiosas de Santa Catalina, el Crucifijo se encuentra actualmente en la capilla mayor del convento dominico de San Pablo.


BIBLIOGRAFÍA
  • FERNÁNDEZ DEL HOYO, María Antonia: Juni de Juni, escultor, Universidad de Valladolid, Valladolid, 2012.

UN OASIS PLATERESCO EN VALLADOLID: Los medallones del patio del Palacio Real

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El tema que abordaremos hoy son los medallones del Palacio Real de Valladolid, asique para ello creo conveniente centrar el tema mediante una pequeña introducción relativa al dicho edificio, aunque tampoco muy extensa puesto que podría ser objeto de nuevos posts. Antes de comenzar con el desarrollo: Quiero dedicarle este post a -Noelia-, espero que te guste.
El palacio de don Francisco de los Cobos –posteriormente Palacio Real– fue proyectado hacia los años 1525-1527 en plena plaza de San Pablo por el prestigio arquitecto clasicista Luis de Vega, arquitecto del Emperador. Aunque aún existen algunas dudas sobre la paternidad del edificio, no cabe duda de que es obra suya pues encaja perfectamente dentro de su producción conocida. Por los mismos años edificaba el palacio del Doctor Beltrán, luego de los Dueñas en Medina del Campo. La afinidad entre ambos, no deja lugar a dudas.

El palacio ha servido como alojamiento de la familia real en sus estancias en Valladolid. Así, por ejemplo, en 1528 la emperatriz Isabel da a luz al infante Don Juan, hijo de Carlos V. En 1592 se alojó Felipe II, cuando la jornada de Aragón, siendo necesario que Pedro de Mazuecos realizara algunos aderezos.
El 17 de septiembre de 1600 se firmó la venta del palacio a favor del Duque de Lerma, más poco tiempo retuvo la propiedad, pues a su vez éste se lo enajenó a favor de Felipe III, una vez que el rey hubiera decidido el restablecimiento de la Corte en Valladolid Pese a todo, el Duque conservó la alcaldía y ciertas dependencias del edificio, hasta el extremo que en ellas murió, ya de Cardenal, el 17 de mayo de 1625. Posteriormente seguirían alojándose en el palacio, o bien visitándolo otros muchos monarcas o personajes de la familia real. Como anécdota señalar que también vivió en él durante algunos días el emperador Napoleón Bonaparte.

La suntuosa casa realizada por Vega, fundamentándonos en la fecha en que se construía, constituye una clave principal por la que con valor primerizo se confina en el plateresco vallisoletano las dependencias goticistas del siglo anterior y se abren con valerosa fuerza las características del primer manierismo en la región. En la estructura y en la decoración de los capiteles “itálicos” resurge la figura de Bramante, recordando aquellos otros del claustro de Santa María de la Paz de Roma. Los que aparecen en el patio de la abadía de Fiésole o los de la casa Falinetti de Bolonia tampoco son ajenos a éstos. En España se encuentran muy parecidos en el monasterio de Lupiana, en el colegio Fonseca de Salamanca, en el Convento de la Piedad de Guadalajara y en Alcalá de Henares, donde Luis de Vega se formó; en el Palacio Arzobispal, en el convento de los Carmelitas y en el colegio de San Ildefonso. Martín González ha señalado la incidencia que produjeron éstos en numerosos patios de la ciudad de Valladolid.

El patio es sin ninguna dudo uno de los más importantes de todos los que se construyeron en Castilla en la primera mitad del siglo XVI. Se trata de una obra clave y significativa del primer manierismo español debido a sus proporciones y capacidad expresiva. Siempre levantó la admiración de los historiadores antiguos que lo consideraron como “imperial” unos, otros como el más rico y hermoso de Valladolid, méritos a los que hay que añadir el de ser el que posee mayores dimensiones de los que conserva la ciudad.
Mantiene extraordinariamente su carácter primitivo, incluso a pesar de que Nicolás de Campis labrara los antepechos de los balaustres que decoran la galería alta con los escudos de los diferentes reinos que en tiempos de Felipe III comprendía España, motivo por el que también aparece entre ellos el de Portugal. Con el paso del tiempo sufrió sus inclemencias y también algunos graves incidentes, tales como un incendio que se produjo en el año de 1683, y en el de 1926 tuvo que someterse a serias reparaciones debido a que las columnas y galerías amenazaban desplomarse por la contracción de fuerzas que entre sí ejercían, pero en ambos casos la solución llegó con rapidez.

Antepechos con los escudos de los reinos de Felipe III labrados por Nicolás de Campis
Su planta es cuadrangular, presentando en los pares alternancia de cinco y seis huecos respectivamente. En altura se compone de dos órdenes de galerías articuladas por esbeltas columnas que en la inferior portan basas de garras y en ambas capiteles iconográficos sobre los que descansan arcos carpaneles.
Son muy interesantes los capiteles que poseen decoración agrutescada, “itálicos” como los denominó el tratadista toledano Diego de Sagredo. Su trazado es estilizado y muestra labores minuciosas de trofeos, cintas, formas vegetales, etc., que cubren sus frentes; los ángulos de estos capiteles están decorados a manera de volutas por cabecitas de ángeles alados, monstruos, varias clases de animales, infantes, etc., y los del piso inferior tienen de particularidad de que figuras de niños arrancan de ellos enjarjándose en las piedra y ascendiendo por los ángulos de los salmeres. En el piso superior, para dotarle de una mayor altura y establecer con el de abajo la proporción de 1,6 : 1 sobre los capiteles colocó el arquitecto ábacos decorados con triglifos.

El piso superior se remata por una greca decorada con ovas y palmetas sobre las que destaca una airosa cornisa que muestra gárgolas monstruosas para el desalojo de las aguas de las lluvias, éstas se colocan en una cadencia rítmica alternante, es decir: a: b: a: b:…
De extraordinario interés se pueden clasificar los medallones figurados que ocupan las enjutas de ambas galerías. Constituyen un rico muestrario de representaciones humanas conferidas de un hondo sentido simbólico que se complementa con la expresividad de los capiteles itálicos.
Su calidad es muy irregular y desde el punto de vista estético se aprecia que no formuló un criterio definido en la colocación estratégica de los mascarones ya que en ambos pisos se entremezclan unos con otros. Técnicamente los del piso inferior están labrados de forma plana, e incluso algunos aparecen rehundidos, mientras que el resto llegan a alcanzar un medio relieve en la mayoría de los casos, sin duda para equilibrar la perspectiva óptica que se infiere al observarlos desde el suelo.

La mayoría de estos medallones son de difícil interpretación ya que salvo algunos, muy pocos, el resto carece de indicadores, además, los que los tienen, han sido fuertemente erosionados por los agentes atmosféricos, aparece de que los escultores que los labraron utilizaron para señalarlos cualquier parte del ropaje. No obstante, en algunos, así como en un par de capiteles, se han podido precisar conjunciones de letras similares a estas composiciones: “FORTUNE”, “A:V:B:E”, “A:V:I:F”, OPUS PAULIO”, “A.V.”, “A:V:E”, etc. De todas las maneras la identificación de estos personajes de ambos sexos es harto dudosa; tomando por base los atuendos que muestran y el parecido que se aprecia al comprarlos con grabados de los Promptuarios de medallas de insignes barones que entonces circulaban por Europa con gran profusión sirviendo de modelo para numerosos edificios platerescos, se puede deducir con cierta proximidad que Lucreciaparece estar figurada en un medallón que representa a una mujer suicidándose con un puñal; que al aparecer otra figura con una inscripción que parece aludir a la Fortuna junto a ella estarán las Virtudes; será Aquiles un varón coronado con casco y con penacho de plumas; acaso sea Moisés otro en el que un hombre porta una especie de tablero, y así sucesivamente un prelado que pudiera ser el Cardenal Cisneros; Judith otra de las mujeres; Aníbal, Príamo, Carlomagno y Augusto serían sendos guerreros e incluso podría ser que estuvieran representados los propios patronos de la construcción, doña María de Mendoza y don Francisco de los Cobos, así como el Emperador Carlos V, los reyes Católicos y algunos de los familiares o ascendientes militares que en el pasado honraron a la familia.

Entre los tallistas, canteros y escultores que labraron los medallones capiteles, etc., se pueden citar algunos nombres conocidos, aunque es lástima no poseer la lista completa, pues a buen seguro y tal como indica la calidad irregular de los trabajos, debieron ser numerosos los que los realizaron. En primer lugar se puede señalar aquél que firma un medallón de la galería alta y que representa a una mujer, está firmado “OPUS PAULIO”, modismo que ha hecho pensar en un maestro italiano. Por testimonio escrito de Cristóbal de Villalón (1539) es sabido que el secretario del Emperador contó con varios italianos para decorar su casa, certifica en fecha tan próxima a las obras que dos hábiles jóvenes Julio de Aquiles y Alejandro Mayner, labraron en su casa “al gentil y antigüedad”.

También del escultor Esteban Jamete se tiene constancia de que trabajara para el arquitecto Luis de Vega en Valladolid, pues en una audiencia se le concedió como reo en la causa de herejía que le incoó el tribunal de la Inquisición de Cuenca declaró que hacia 1536 había residido en “Medina del Campo e estuvo allí dos o tres meses labrando unas medallas en casa del doctor Beltrán e unas gárgolas e armas e otras cosas de talla, e de allí se fue a Valladolid donde estuvo fasta mes y medio e trabajó en las casas de Cobos a su oficio de entallador”.
En definitiva, es evidente que Francisco de los Cobos gracias a su cultura pretendió rodearse de artífices avanzados y en buen número de los casos que tuvieran serios conocimientos del arte italiano coetáneo. Zarco del Valle documentó la tentativa que tuvo el poderoso comendador de traer a Valladolid a Bartolomeo Ramenghi “il Bagna Cavallo” y Biagio delle Lame “il Pipini”, pintores boloñeses, con la intención de que trabajaran en su palacio.


BIBLIOGRAFÍA
  • MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: Catálogo Monumental de la provincia de Valladolid. Tomo XIII. Monumentos civiles de la ciudad de Valladolid,Diputación de Valladolid, Valladolid, 1983.
  •  RIVERA BLANCO, José Javier: El Palacio Real de Valladolid, Institución Cultural Simancas, Valladolid, 1981.

LA PUERTA DE LA MAGDALENA O DEL PALACIO DE MARÍA DE MOLINA

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La presente puerta es el único resto subsistente de arquitectura militar del Valladolid medieval. Su conocimiento viene de lejos, pues ya en el siglo XIX es representada por Parcerisa, como una de las construcciones más singulares de la ciudad, en una litografía en sus Recuerdos y Bellezas de España. La puerta fortificada del palacio de María de Molina fue declarada Bien de Interés Cultural el 3 de junio de 1931.
El rey Sancho IV nació en Valladolid, señorío tradicional de las reinas de Castilla. Aquí vivía su madre Violante de Aragón como, después de la muerte de Sancho, lo haría su mujer María de Molina durante largas temporadas. El Rey residió en unas casas cercanas a la iglesia de la Magdalena, aportación del propio monarca, aunque la tradición las haya vinculado a su esposa que, sin embargo, fue responsable de sus principales transformaciones. Dichas casas se ubicaban en un barrio rico poblado por canónigos, oficiales del rey y miembros de la oligarquía urbana a uno de los cuales se las adquirió el monarca en el tercer cuarto del siglo XIII para adaptarlas como residencia real, y no como alcázar, término que los textos antiguos aplican casi exclusivamente al situado en el ángulo SO de la muralla, en San Benito.
Don Sacho falleció en 1295 y las casas de la Magdalena dejaron de ser palacios urbanos, integrados en la ciudad, para convertirse en palacios fortificados, separados de la misma debido no sólo a la gran inestabilidad política durante la minoría de Fernando IV (regencia de María de Molina) sino al propio crecimiento de Valladolid en los siglos XII y XIII. Su testimonio más fidedigno es la puerta monumental mudéjar del monasterio de las Huelgas.

Su carácter militar, con acceso en recodo, se puso de manifiesto durante la inconclusa restauración de los años setenta, lo que hizo suponer a Martín González que formaría parte de la segunda de las cercas con las que contó la ciudad, construida a fines del XIII y principios del XIV. Por emplazamiento y orientación, la puerta se situaba, según Gutiérrez Baños, en el muro que separaba el entorno de la iglesia de la Magdalena de las casas del Rey. Se trataría de un acceso desde el interior de la ciudad al recinto murado del palacio lo que permitiría a la reina buscar el amparo de aquélla, pero también aislarse de la misma, situación nada descartable ya que Valladolid durante los primeros años de la regencia negó la entrada a María de Molina y a su hijo Fernando IV.
Se trata de una estructura defensiva, pero de carácter áulico, cuya fachada sirve hoy de divisoria de propiedades entre la iglesia de la Magdalena y el monasterio de Las Huelgas. El carácter defensivo que deriva de modelos almohades, resulta de su disposición en recodo, esto es, con cambio de eje entre la entrada y salida de la puerta, según costumbre islámica, en cuyo interior hay dos huecos a ambos lados que Martín González interpreta como garitas de guardia. Tiene planta rectangular y se alinea con el muro de la segunda cerca medieval de la ciudad, de ruda argamasa que contrastaría con la monumentalidad, diseño y materiales de la puerta. Su fábrica de ladrillo en la fachada, con zócalos de piedra y los más pobres tapiales de las otras tres caras, con cadenas latericias en las esquinas, irían enfoscados por revoco del que restan vestigios en el intradós den gran arco central.

Dicha fachada se ordena a partir de un monumental arco túmido ciego, con despiezo a la base del mismo que inscribe otro menor, puerta de acceso, con despiece horizontal a partir de los riñones, sobremontado por ventana, igualmente túmida, correspondiente a un adarve, según Represa. Los tres vanos se perfilan por recuadro rehundido a guisa de alfiz. Todo el conjunto, por fin, se flanquea por dos pilastras rematadas en canes de piedra para recibir alero de madera –organización típica de las puertas toledanas posteriores– que culminaría en un almenado.

BIBLIOGRAFÍA
  • DUQUE HERRERO, Carlos: Rutas del Mudéjar en la Provincia de Valladolid, Castilla Ediciones, Valladolid, 2005.

LAS "HALLENKIRCHE" o IGLESIAS-SALÓN EN LA PROVINCIA DE VALLADOLID

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El año 1953 fue el punto de partida para el estudio en profundidad de las Hallenkirche o iglesias de planta de salón. En ese año George Weise publicaba en Tubinga un pequeño libro dedicado a la iglesia-salón española (Hallenkirche). El hispanista especializado en escultura española del siglo XVI fue el primero en emprender el trabajo de dar a conocer el amplio desarrollo que tuvo este modelo, de probable origen alemán, en la España de siglo XVI. Desde entonces otras muchas publicaciones han ido poniendo al día las distintas facetas del conocimiento de la arquitectura española del Renacimiento, en los que se hacen distintas puntualizaciones sobre este tipo de planta y se dan a conocer otras nuevas, no citadas por Weise. Entre los ejemplos más significativos del modelo de iglesia de salón en la provincia de Valladolid se encuentran: las parroquias de Santa María de Mediavilla y Santiago de los Caballeros de Medina de Rioseco, Santiago de Cigales, el Salvador de Simancas, o Santiago de Villalba de los Alcores, entre otros…
Ambos templos, -Santa María de Mediavilla y Santiago-, representan dos momentos en la evolución de las formas arquitectónicas de nuestro siglo XVI, al tiempo que también ejemplifican la evolución del modelo a lo largo de la primera mitad del siglo, y, de alguna manera, los cambios de mentalidad religiosa existentes en el período.

Iglesia de San Wolfgang en Schneeberg (Alemania)
CARACTERÍSTICAS GENERALES
La iglesia de planta de salón es aquélla que dispone de tres naves a la misma altura, de manera que dibujan un espacio inferior diáfano, en el que no existe diferenciación emocional entre los tres espacios. Es decir, elimina el espacio tensión del edificio gótico, en el que se canaliza persuasivamente la atención del espectador sólo en la capilla mayor, al situar el eje longitudinal como dominante. Por el contrario, el sistema de salón crea un espacio preparado para la asamblea cristiana dispuesta en un plano de igualdad ante el misterio sagrado.
Lo primero que destaca en la iglesia salón castellana ese el hecho de que se emplea generalmente para iglesias parroquiales y colegiatas, es decir para templos que poseen un cierto rango en importancia. Sólo se usa para catedrales en el medio andaluz (Málaga, Guadix, Baeza, Jaén). En muchos casos, especialmente en los primeros ejemplos cronológicos, aparece en ciudades que tenían un apreciable movimiento comercial y por lo tanto con una vida burguesa en formación. Esto puede significar, al igual que sucede en las regiones alemanas en donde fructifica por primera vez el tipo, o en el mundo levantino español, (tan aficionado a los espacios diáfanos, sean o no de salón), que la iglesia salón sea portadora de un mensaje ciudadano propio de los ambientes en los que la mentalidad de reunión comercial se une al sentido de reunión parroquial.

Interior de la catedral de Guadix. Fotogafíia tomada de http://lugaresquever.blogspot.com.es/

Interior de la catedral de Baeza
Este tipo de templos no usan deambulatorios. Por lo tanto las naves se unen directamente a la cabecera, Este hecho origina que los presbíteros se acercan visualmente hacia la zona en donde están los fieles y por lo tanto buscan la inmediatez directa de éstos al altar mayor, de manera que se estimula la vivencia personal del misterio cristiano. Esta proximidad ideológica de la relación entre el fiel y el altar mayor en donde se realiza la liturgia principal indicaría en cierto modo un nuevo concepto religioso antropocéntrico, y por lo tanto en relación con las ideas renacentistas. La comparación del edificio religioso con el cuerpo humano aparece en los tratadistas italianos, y se advierte también en Rodrigo Gil de Hontañón, a través de sus escritos teóricos, codificados por Simón García en el siglo XVII. El propio Rodrigo Gil creará el sistema más perfecto de cabecera de un templo de salón al colocar tres ábsides semicirculares casi del mismo tamaño rematando cada una de las naves, como se puede advertir en las iglesias de Santiago de Cigales (Valladolid) y, sobre todo, en la de Santiago de Medina de Rioseco.

Cabacera de la iglesia parroquial de Santiago de Cigales
Otro rasgo que pudo potenciar el uso de este sistema es su versatilidad, es decir su capacidad para adaptarse a distintas funcionalidades, variados sistemas constructivos y a los cambios de gusto, si se preveía que el edificio podía ir prolongando su tiempo de construcción por previsibles dificultades económicas. Así se pone de manifiesto en la variedad de soluciones de las cabeceras. En Medina de Rioseco se advierten dos tipos de soluciones distintas, que se pueden explicar en el contexto histórico en el que nacen cada una de ellas. El sistema ya tiende a esa unión de naves y cabecera en templos como el de Melgar de Fernamental (Burgos), con tres capillas de paños, muy profunda la central, que dan paso al uso de un concepto más renaciente en planta en Rodrigo Gil de Hontañón, con la ya citada solución de triple ábside semicircular poco profundo en la iglesia de Santiago de Cigales y la iglesia de Medina de Rioseco, que luego abandonará este arquitecto en otras iglesias de salón. De igual manera, la capacidad de adaptación del sistema de planta de salón a cualquier concepción arquitectónica, permite una variada gama de soluciones en el sistema de apoyos.
Pero siendo conscientes de que muchos templos tardaban años en construirse, se permitía los cambios de estilos y de soluciones estructurales cuando el templo prolongaba mucho tiempo su edificación. Por ese motivo, se advierte cómo en la iglesia de Santiago el hastial de los pies introduce ya elementos clasicistas y luego se pueden utilizar abovedamientos barrocos, que armonizan bien con el resto de la construcción, y además sin problemas constructivos. Pero de igual manera, el sistema de iglesia salón admitía soluciones variadas desde el punto de vista de la organización formal de sus estructuras: el modelo era gótico, y de hecho los canteros que trabajaron el mismo en Castilla y en el País Vasco eran de formación goticista. Pero al mismo se incorporaron paulatinamente elementos propios del renacimiento italiano, con mayor o menor precisión y corrección del canon, según el ambiente de gusto para el que fueron creados. De esta manera se establecen distintas soluciones formales para estas iglesias, que subrayan el carácter original de la arquitectura renacentista española, situad en la dicotomía entre el modelo nórdico y el modelo italiano, sobre los cuales se buscaron síntesis muy variadas.

EVOLUCIÓN
El modelo de planta de salón ya estaba plenamente configurado en 1512, año en que se reúne en Salamanca una junta de arquitectos de todo el reino para discutir el emplazamiento y la forma que debía tener la futura catedral nueva de aquella ciudad. Se discutió si mantener la traza dada en 1510 por Antón Egas y Alfonso Rodríguez, que suponía un plan tradicional de tres naves escalonadas o, y esto es lo que nos importa aquí, si hacerla con las tres naves a igual altura”, es decir, lo que se considera característico del tipo de iglesia salón. Se decidió por la primera solución, y así se prefirió el modelo más tradicional para una catedral de gran envergadura, que luego (a partir de 1525) se seguirá en la catedral de Segovia.

Catedral Nueva de Salamanca
A finales del siglo XV el tipo de iglesia salón se introduce en Castilla, no pudiéndose precisar con exactitud ni el momento exacto ni cuál pudo ser el edificio pionero de esta modalidad. En la Mancha se encuentra la iglesia de San Martín de Lillo, fechada en el último tercio del siglo XV, una de las primeras en las que aparece esta tipología, sin que se pueda por ello indicar que sea la primera. De igual manera, la de San Juan de Castrojeriz(Burgos) pudo comenzar a edificarse en este último tercio de siglo, si bien las bóvedas parecen ya del siguiente. De ese momento temprano sería también la de Santa Cruz de Medina de Pomar (Burgos).

Iglesia de San Juan de Castrojeriz
Interior de la iglesia de San Juan de Castrojeriz
Iglesia de Santa Cruz de Medina de Pomar
En la misma provincia de Valladolid encontramos la de Santiago de Villalba de los Alcores. Reedificada sobre un templo de estilo cisterciense, del que aprovecha la capilla mayor y el muro bajo del lado del Evangelio, presenta pilares poligonales, habituales en soluciones de apoyos de salón de finales del siglo XV hasta principios del siglo XVI. Es probable que la de Villalba sea del primer momento, dado el recurso a colocar arcos diafragmas en el apoyo de los fajones de las naves laterales y en sus bóvedas de nervios rectos. El uso de los arcos de refuerzo parece indicar un titubeo a la hora de plantear la estabilidad del sistema y eso le presta el característico arcaísmo a este templo.
Es difícil precisar de dónde se pudo tomar el tipo en Castilla. Las alemanas son las únicas anteriores, pero no hay constancia de contactos profundos por razones políticas o comerciales entre el medio castellano y el alemán hasta una fase avanzada del reinado de los Reyes Católicos. Tampoco consta que algún personaje español pudiera importar el modelo como sucede con la catedral italiana de Piacenza. Ciertamente llegan a Castilla artistas nórdicos, entre ellos alemanes, que pudieron dar a conocer este tipo de templo, si bien en la zona renana influyen más los postulados franceses, y no conocemos ninguna iglesia de tipo salón trazada por ellos en España. Por otro lado, la unión de los dos reinos de Castilla y Aragón en tiempos de los Reyes Católicos, pudo poner en contacto al medio castellano con el concepto espacial aragonés, y en especial con sus Lonjas, las cuales pudieron servir de referencia también a los modelos castellanos. No hay duda de que la iglesia salón alemana tiene un concepto espacial distinto al español, con su tendencia a hacer naves laterales muy estrechas, la verticalidad de sus proporciones y el frecuente empleo de deambulatorios. En cambio es más próximo el concepto espacial de nuestros edificios con esos edificios de lonjas aragonesas.
El sistema tuvo tal éxito que se siguió usando, al menos en Castilla y León durante el siglo XVII. E incluso aparece en algún ejemplo neoclásico, como en la reconstrucción de la iglesia parroquial de Santa María de Villabrágima (Valladolid).

HALLENKIRCHE EN LA PROVINCIA DE VALLADOLID:
MEDINA DE RIOSECO. Iglesia de Santa María de Mediavilla
Se trata de un edificio gótico, en piedra, que cierra el lado norte de la plaza de Santa María, antigua plaza de la Contratación. Debió de comenzarse a edificar en la última década del siglo XV, pues en 1516 Gaspar de Solórzano, Miguel de Lagorta y Pascual de Jaén se conciertan con la parroquia para proseguir una obra ya iniciada.
Posee las típicas tres naves a igual altura, y cuatro tramos pronunciados al exterior por elegantes contrafuertes que muestran en su tercio superior ornamentación de tracería y gárgolas. Cabecera con ábside poligonal de tres lados, prolongados hacia la nave por un tramo recto donde se adosan las capillas de Benavente y Palacios. Las bóvedas son de crucería con terceletes y combados. Descansan sobre pilares compuestos y columnas adosadas. En el arranque de las bóvedas, medallones de yeso con representaciones de profetas y sibilas, obra de Jerónimo de Corral.

En cada tramo de las naves hay ventanales con arco apuntado rebajado, mainel y tracería. Tiene dos portadas laterales enfrentadas. La principal, en el lado de la Epístola, se enmarca en contrafuertes y muestra arco conopial entre columnas rematadas por pináculos, en el que se cobijan arco carpanel, tímpano con imagen en bulto de la Virgen y arquivoltas apuntadas. Configuran la parte superior de la portada dos cuerpos de arquerías ciegas, el superior con almohadillado sobre el que aparecen los escudos del Almirante de Castilla y de la villa. En el muro norte, lado del Evangelio, portada de arco carpanel y arquivoltas lisas que descansan sobre columnillas, sólo la central con decoración geométrica. Su diseño se compara con la del desaparecido palacio de los Almirantes, que estuvo situado frente al monasterio de San Francisco.

Portada principal
Portada del lado del Evangelio
La torre, a los pies, centrada en el eje del edificio, tiene planta cuadrada y cinco cuerpos. Arruinada en gran parte en 1703, de lo que queda testimonio en su interior, fue reconstruida, pero no se vería culminada hasta que, entre 1737 y 1739, el escultor riosecano Pedro de Sierra añade la coronación con el campanario ochavado y linterna, ejecutando una obra un tanto diferente de la proyectada en la traza, hoy conservada en el Museo de San Francisco.


MEDINA DE RIOSECO. Iglesia de Santiago de los Caballeros
La antigua iglesia de Santiago debió de comenzarse con anterioridad al año 1476. La traza del nuevo templo es encargada a Rodrigo Gil de Hontañón y parece presentarse en 1533, aunque la relación directa de este maestro con la parroquia no se documenta hasta el año 1543 en que se le efectúan pagos de salario. Figuran como aparejadores Rosillo y Juan de Rivas, a quienes sucedió en algún momento Hernando Zorrilla tal y como consta en datos de 1571.
A la muerte de Rodrigo Gil de Hontañón, en 1577, el riosecano Juan de Hermosa, aparejador y criado de Alonso de Tolosa en las obras de la cuarta Colegiata de Valladolid, se hace cargo de la fábrica, siendo el propio Alonso de Tolosa quien años más tarde, en 1586, daría la traza de “como se había de hacer y acabar la obra de la iglesia”, en lo referido a la parte de los pies del templo: fachada, portada y torres.

En 1580 y en 1585 se constata la permanencia de Hermosa en las obras. Labra y asienta un arco, y realiza gradas y altares. Es igualmente este maestro quien, en 1596, lleva a cabo las obras del cementerio y atrio. En 1608 se continuaba la obra de cantería y se abrían los cimientos de la torre, en la que Hernando de Nates realizaba poco después de 1614 veintisiete hiladas de piedra.
El edificio consta de tres naves de igual altura y cuatro tramos. Cabecera con tres ábsides semicirculares y coro sobre arco escarzano. Los pilares son cruciformes, rompen su esbeltez con una moldura y rematan en capiteles toscanos. A este nivel, a modo de imposta, recorre todo el perímetro interior del templo un balcón corrido o pasarela de servicio al que se accede por una escalera de caracol abierta en el lado del Evangelio. Los ventanales son bíforos, con arcos que se interceptan a la altura de la imposta.

En distintos puntos de los muros figuran fechas que señalan el progreso de la edificación: AD 1556, sobre la cancela de la puerta norte. 1626, sobre el arco del coro. 1670, sobre la cancela de la puerta sur. 1672, en el muro sur sobre los altares de Santa Lucía y de la Virgen Marinera. García Escobar anota la fecha de 1607 en “los colosales cubos del testero”.
La iglesia cuenta con tres portadas, todas ellas diferentes:
La fachada principal posee una clara inspiración herreriana, sigue fielmente aunque con alguna variación, el diseño de los cuerpos laterales de la fachada principal de la catedral de Valladolid. La portada es de dos cuerpos. Tiene puerta adintelada sobre la que se sitúa un óculo moldurado que ilumina el coro. En el segundo cuerpo, sobre el ventanal rectangular que también da luz al coro, hornacina con escultura del santo titular, que realiza Manuel Ordóñez en 1698. Ambos cuerpos incorporan pares de columnas corintias cuyos capiteles, realizados por Lucas Ortiz en 1699, aportan una nota de personalidad al conjunto de la fachada. Esta se flanquea por dos cuerpos, a modo de torres, de los que sólo el del lado de la Epístola se completa con campanario.

La portada meridional se atribuye a Rodrigo Gil de Hontañón y sigue de cerca el esquema que poco antes realizara el arquitecto salmantino para la Universidad de Alcalá. La labra Miguel de Espinosa en 1547, fecha que consta en una cartela. Se estructura en tres cuerpos rematados por un frontón con la imagen del Padre Eterno, similar al que corona los retablos que Espinosa realizara en el crucero de la iglesia de San Francisco. Tiene puerta de arco carpanel, imagen de Santiago peregrino en hornacina avenerada, escudos de la ciudad de los Almirantes y profusión de grutescos. En 1770 se incorporan las imágenes de los evangelistas y el relieve de la Virgen del Pilar, de Juan Canseco, con la aparición de la Virgen al apóstol Santiago en Zaragoza, ordenándole la construcción de su templo.

La portada norte es de estilo gótico-renacentista, tiene puerta de arco rebajado con anagrama de Jesús sobre la clave y arquivoltas molduradas, arropadas por arco conopial. Muestra juegos de líneas curvas, florones, cardinas y escudos con el blasón peregrino. Todo ello entre estilizados pináculos góticos. Hoag la atribuyó a Rodrigo Gil, opinión que rebate Casaseca al sugerir que su labra pudo ser obra de canteros que trabajaban en Santa María de Mediavilla.

CIGALES. Iglesia de Santiago
La iglesia parroquial de Cigales posee unas grandes proporciones, lo que la llevan a ser una de las más importantes de la provincia vallisoletana. Es un edificio renacentista del siglo XVI, que fue concluido en su totalidad avanzado el siglo XVIII. Labrado todo él en piedra caliza, extraída de los cercanos páramos, consta de tres naves, que terminan en cabecera tripartida, separadas entre sí por pilares cilíndricos que soportan bóvedas cubiertas a la misma altura, originando una planta de salón. Las bóvedas son de arista decoradas con yeserías de triángulos de placa y puntas de diamante, obra del siglo XVII.

La construcción de la iglesia se desarrolló en dos etapas. Rodrigo Gil de Hontañón daba su traza en 1535, llevada a efecto por lo que respecta a la cabecera y primer tramo de las naves por el maestro Juan de Saravia, en estilo renacimiento purista. El resto del templo pertenece al estilo post-herreriano de Diego y Francisco de Praves que concluyeron las obras.
La iglesia tuvo tres puertas, habiéndose cegado la lateral del Evangelio. La fachada de la nave de la Epístola, está inspirada directísimamente en la catedral vallisoletana. Viene a ser un gran arco triunfal, decorado en su mitad superior con un relieve de Santiago matamoros.
A los pies, la fachada principal, con arco de medio punto cobijando puerta adintelada, está flanqueada por dos torres, de cuatro cuerpos rematados en cúpula y linterna. La torre del lado del Evangelio contiene una bella escalera de tipo claustral, con balaustres arriñonados, que sería construida por el arquitecto Manuel Godoy. La torre del lado de la Epístola será obra del siglo XVII. En el tímpano del arco de la fachada principal una inscripción recuerda a quien con su apoyo económico se pudo terminar la iglesia: “Se hizo a expensas del Ilmo. Sr. D. Fr. Antonio Alcalde natural de esta villa, Obispo de Yucatán, oy de Guadalaxara, en América. Año de MDCCLXXII”.


SIMANCAS. Iglesia del Santísimo Salvador
El edificio tiene tres naves, conforme al plan de salón; los apoyos son severos cilindros, que reciben la carga de bóvedas de crucería estrellada. A los pies hay una torre románica, cuyo segundo cuerpo está abierto hacia el templo para alojamiento del coro. La puerta se sitúa a mediodía. Se constituye por dos arquerías, con apoyo común. Los arcos son flamígeros y cruzados. En una hornacina que hay entre ellos estuvo una escultura en piedra del Salvador, que hiciera Juan de Cambray y Miguel de Espinosa, imagen sustituida en el siglo XVIII por otra realizada por Pedro de Bahamonde.
El templo se fechará en el primer tercio del siglo XVI. El tipo es el habitual de salón, el más frecuente en el Renacimiento hasta la aparición del tipo jesuítico. En 1546 se hacían obras de recalzo de uno de los estribos del templo. Fue preciso encimbrar la capilla de Santiago para efectuar la obra. Las obras se alargaron hasta 1569, año en que comparece el arquitecto Juan de Escalante para indicar cómo se había de recibir el estribo.


VILLALBA DE LOS ALCORES. Iglesia de Santiago
La iglesia posee tres naves, con capilla mayor muy baja, cubierta con sencilla bóveda de ojivas sobre columnas adosadas de capiteles esquemáticos y bóveda de horno apuntado en el ábside. Al exterior, ventanal apuntado con derrame y canes de decoraciones muy sencillas. Todo el muro del lado del evangelio es del mismo momento que la capilla mayor, con canes sencillos y contrafuertes situados a una altura tres metros por debajo del alero. Pero la zona superior del muro corresponde a la ampliación de la iglesia.
El interior se convirtió en un templo de tres naves separadas por pilares poligonales, que señalan tres tramos. Cubre con bóvedas de crucería octopartita en el centro del crucero, y terceletes en las naves. El último tramo de la central lleva crucería estrellada. Los ventanales son de medio pinto, con baquetones goticistas. La portada del lado de la Epístola es de medio punto, con decoración de baquetones. Está protegida por un pórtico de cinco tramos entre pilastras toscanas, con varios ojos de buey placados. La entrada es más alta y remata en frontón. Cubre con bóvedas de arista.
La parte más antigua es la capilla mayor, los dos muros colaterales adyacentes y todo el muro del lado del Evangelio. Toda esta zona presenta un estilo cisterciense del siglo XIII. El resto se debió hacer a partir de una fecha cercana a 1500, planteándose una iglesia de tres naves a igual altura.




VILLABRÁGIMA. Iglesia de Santa María
Se encuentra situada en la plaza principal de la localidad. La iglesia ha llegado hasta nosotros como fruto de diversas reformas, motivadas por distintas vicisitudes que sucedieron en el templo, de manera que se advierten elementos que abarcan desde el primer cuarto del siglo XVI hasta finales del siglo XVIII.
Es una iglesia de tres naves dividida en cuatro tramos. Las naves se sitúan a igual altura, por lo que se forma un espacio en forma de salón. Los apoyos son pilares compuestos formados por un núcleo de planta cuadrangular, con pilastras jónicas adosadas a cada lado. El friso de los entablamentos es abombado. Sobre ellos se voltean grandes arcos de medio punto que sostienen bóvedas de arista en las tres naves, a excepción del crucero que tiene cúpula sobre pechinas. Un arco triunfal de medio punto da paso a la capilla mayor de planta rectangular.
La estructura interior de la iglesia fue destruida por el incendio de finales del siglo XVIII, de manera que se habría salvado la planta general del edificio, de salón, creada en el primer tercio del siglo XVI y respetada por Juan de Nates en la construcción de finales del mismo siglo, pero la estructura actual de pilares y cubiertas es fruto de la reconstrucción neoclásica. Esta obra, realizada a partir de 1784, está documentada como obra del arquitecto neoclásico vallisoletano Pedro González Ortiz.



BIBLIOGRAFÍA
  • MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: Catálogo Monumental de la provincia de Valladolid. Tomo VI. Antiguo partido judicial de Valladolid, Diputación de Valladolid, Valladolid, 1973.
  • PARRADO DEL OLMO, Jesús María: “Las Hallenkirche en Medina de Rioseco: dos edificios significativos en el medio español”. En PÉREZ DE CASTRO, Ramón y GARCÍA MARBÁN, Miguel: Cultura y Arte en Tierra de Campos: Jornadas Medina de Rioseco en su Historia, Medina de Rioseco, 2000, pp.69-88.
  • PARRADO DEL OLMO, Jesús María: Catálogo Monumental de la provincia de Valladolid. Tomo XVI. Antiguo partido judicial de Medina de Rioseco, Diputación de Valladolid, Valladolid, 2002.
  • WATTENBERG GARCÍA, Eloísa: Catálogo Monumental de la provincia de Valladolid. Tomo XVII. Medina de Rioseco, ciudad, Diputación de Valladolid, Valladolid, 2003.
  • URREA FERNÁNDEZ, Jesús: Catálogo Monumental de la provincia de Valladolid. Tomo XX. Antiguo partido judicial de Valoria la Buena, Diputación de Valladolid, Valladolid, 2004.

ÁNGELES SANTOS TORROELLA (1912-2013). Historia de una pintora surrealista "vallisoletana"

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Bien es sabido que nunca, ni siquiera hoy en día, se ha valorado igual la obra de los artistas masculinos y femeninos. Pues bien, este es un buen momento para poner en su lugar la figura de Ángeles Santos, una pintora que merece un lugar privilegiado en el Olimpo de la pintura surrealista española. Aunque su vida fue amplia, solo hablaremos de su etapa vallisoletana, que a la postre fue su etapa pictórica más importante. Una muestra de su importancia nos la indica que dos de sus obras (Un mundo y La tertulia) fueron seleccionadas para el libro “Las cien mejores pinturas del siglo XX”.
La pintura de Ángeles Santos en Valladolid se enmarca en un período muy corto, del otoño de 1928 a la primavera de 1930, años vinculados a una revitalización de la cultura española muy potente: son los años de la generación del 27, momentos en que la ciudad vive un ambiente cargado de creatividad.

Autorretrato (1928)
La figura de Ángeles Santos es comparada por Plaza Santiago con la de Van Gogh, por cuanto “produce su obra más esencial en un periodo de unos dos años para después suicidarse, mientras que María Ángeles afortunadamente no termina de manera tan trágica, pero en su período creativo podemos encontrar analogías; una crisis psicológica muy fuerte y su traslado a un sanatorio psiquiátrico de Madrid”.
Ángeles Santos en Portbou (1936)
En su caso existe un vehículo que transmite esa fuerza, se trata de un libro esencial para entender esta pintura y a quienes la cultivaron. Se trata del libro Realismo mágico: Post-expresionismo: los problemas de la más reciente pintura europea, obra realizada en 1925 por Franz Roh. Muy pronto (1927) se tradujo al español por Fernando Velasco en la revista “Occidente”, produciendo un impacto sorprendente al dar a conocer un mundo prácticamente inédito que se conectaría con ese “realismo mágico” y a su vez con la tendencia denominada como “le rappel à l´ordre” o “la vuelta al orden” frase que se atribuye al pintor André Derain, donde se ponía freno a una cadena de rupturas radicales que habían marcado la pintura occidental desde 1914.
Ángeles Santos
Tras el Fauvismo, el Futurismo, el Expresionismo más radical, se creó una necesidad de volver al orden, de recuperar una mirada clásica, que acabará dando lugar a una serie de nuevos realismos que se extienden por Europa. Se originará una reconstrucción de la imagen real, de la imagen persuasiva después de los descoyuntamientos de la imagen abstracta o cubista, dando lugar a una nostalgia de la imagen visual, reconocible pero que ya no sería la misma que se manejaba en las academias antiguamente, sino una imagen con un halo de misterio, un clima metafísico, un clima inquietante como característica de este movimiento.
La pintura de Ángeles Santos suscitó mucho interés a todos los niveles, así Francisco de Cossío, su “descubridor”, y que entonces era director del Museo Nacional de Escultura. Cossío tuvo la visión de que en Ángeles Santos se encerraba un talento temprano aconsejando a su padre para que la dedicara exclusivamente a la pintura. Su padre tomó en serio el consejo de Cossío y la proporcionó todo el material, así como un profesor, Juan Cellino Perotti, cuyo estudio se encontraba en la calle de la Liberad donde enseñaba a pintar  jovencitas vallisoletanas de la alta sociedad a pintar cuadros que imitaban tapices antiguos, un hombre hábil, formado en la restauración, nada imaginativo sino absolutamente académico y muy útil para enseñar todos los secretos técnicos de la pintura.
Calle Alonso Pesquera (1929)
Calle Alonso Pesquera (1929)
Así “el milagro Ángeles Santos”, como lo define Plaza Santiago, es el resultado del encuentro con una ciudad en la que se vive una efervescencia literaria y artística considerablemente activa y con una serie de profesionales que de pronto la descubren, además de un temperamento, el suyo, extraordinariamente inquieto. Quizás el hecho de ser hija de un funcionario de Hacienda con varios cargos en aduanas, con una vida viajera, motivaría un posible desarraigo, o también la falta de contacto con amigos de su edad, tan importantes en esos momentos, esta soledad, debía a los continuos traslados, nos explicaría su introspección y su vuelco hacia la lectura ferviente de libros que parecen inadecuados para una muchacha de su edad. Leía clásicos alemanes, autores recientes, tenía pasión por Juan Ramón Jiménez, monografías de artistas... Se encontraba muy refugiada en su mundo interior y en una intensa inquietud por crear.

BIOGRAFÍA
Ángeles Santos nació en 1912 en Port Bou (Girona), de donde era la familia materna, mientras que padre procedía de Saucelle (Salamanca). De niña vivió con su familia en Ripoll y posteriormente en Sevilla. De formación autodidacta, su vocación por la pintura se manifiesta plenamente a partir de 1928 cuando se traslada a Valladolid. Este hecho no fue casualidad puesto que por entonces, como ya se ha dicho, existía en la ciudad un ambiente que le permitió en muy poco tiempo desarrollar su labor, definida esta última por Plaza Santiago como “meteórica, fulgurante y singularmente atractiva”.
La vocación por la pintura debió tenerla desde muy niña, todavía no segura en cuanto a su trazo, parece ser que se inicia en Sevilla en un colegio donde se halla interna, mientras sus padres están en Ayamonte, pero es básicamente Valladolid el lugar y el momento de su prodigioso desarrollo. Aquí realiza un breve aprendizaje con el pintor italiano radicado en Valladolid Cellino Perotti y tiene ocasión de conocer la obra del inglés Cristóbal Hall, así como de frecuentar el Museo de Escultura interesándose por el estudio de la forma y del volumen.
El tío Pepet (1928)
El tío Simón (1928)
La tía Marieta [Vieja haciendo calceta] (1928)
Su profesor, Perotti, trabajaba en grandes formatos, mientras que los aficionados lo hacen en tamaños pequeños que se controlan mejor, pero quizás ese gusto por los tapices educaba a sus alumnos en la pérdida del miedo a los grandes formatos  y en la obra de Ángeles Santos, a veces el tamaño es considerablemente mayor de lo que esperaríamos, confiriendo a sus obras La tertulia, Un mundo una especial capacidad de impresionar.
La Academia de la Purísima Concepción tiene el mérito de haber impulsado una exposición en octubre de 1928 de artistas vallisoletanos en el Círculo Mercantil a la que fue invitada a participar siendo el inicio de su carrera pública. Su obra llamó la atención de la crítica debido a la espontaneidad e ingenuidad de los cuadros que presenta. Sus obras constituyen para muchos la revelación de la muestra, no solo por la juventud de la artista –16 años– sino por el encanto, la simplicidad un tanto infantil y la deliciosa entonación de sus pinturas.
Anita con delantal de cuadros azules y blancos (1928)
Niños en el jardín (1928)
El principal atractivo de estas primeras obras –retratos principalmente de niños y jóvenes– residía en esa especie de inocencia estética, de impericia y desconocimiento de recetas que, al lado de una pureza de auténtico primitivo, hacía tan sugestiva y moderna su pintura.
Niña [Retrato de Conchita] (1929)
Mi hermano Rafael (1928)
Cabeza de niña (1930)
Animada por este primer éxito, al año siguiente (1929) decide celebrar su primera exposición personal, en el Ateneo de la ciudad, la cual será su consagración. El interés de dicha muestra trascendió lo meramente local. En las veinte obras que reunió en el Ateneo vallisoletano –retratos y cabezas de mujer– quedaron bien patentes sus dotes y su entusiasmo juvenil que harían afirmar a Francisco de Cossío: “Estoy seguro de que nos hallamos frente a un caso excepcional de aptitud y sensibilidad, y que cuando se conozca este caso en el mundo de la pintura, ha de producirse una gran sensación…”.
Ángeles Santos inaugurando la exposición de sus cuadros en el Ateneo de Valladolid (11-IV-1929)
En la citada exposición, al tiempo que se puso de manifiesto la originalidad e inocencia de la joven artista, que pintaba sin ambición ni prejuicios, libre de influencias y artificios, se evidenciaba asimismo cierta huida de la realidad y el refugio en un mundo de ensueño y fantasía, que vinculaban su pintura a las últimas corrientes de  vanguardia, y en especial, al surrealismo. Cossío, en admirable crítica, descubre en la artista esa marcada inclinación por lo extraño y onírico: “Diríase que esta pintura en cierto modo tiene un poco color de sueño. Todos los cuadros de Angelita Santos son como soñados, y para ella la luz aparece siempre proyectada igual que en el cinematógrafo, de modo arbitrario, olvidándose a cada paso de las leyes del sol. Huye de la realidad a otro mundo distinto, donde pudiera convertirla en sueño. La realidad para ella no es sino un punto de apoyo para lanzarse a la invención. La realidad no la sirve sino para descubrir el secreto de la forma; después la fantasía hace lo demás…”.
Las críticas favorable la animan a seguir fomentado su creatividad, tanto es así que cuando expresó su deseo de realizar el cuadro Un mundo, su padre encargó a la empresa Macarrón un lienzo de grandes dimensiones que clavó en la pared para que ella pudiera pintar sin necesidad de trasladarse a un estudio, de hecho este cuadro está recortado en sus cuadro lados. Se trata de unas dimensiones extraordinarias si pensamos que fue pintado por una joven “aficionada” en su casa.
En octubre de ese mismo año (1929) será invitada al IX Salón de Otoño de Madrid donde expondrá el cuadro Un mundo– su obra maestra y más acentuadamente surrealista–, recibiendo de los críticos antes señalados su opinión en toda la prensa importante, convirtiéndose en un mito. Su obra atrajo a numerosos escritores y artistas. En Madrid entabló amistad con Pancho Cossío, García Lesmes, Jorge Guillén, Federico García  Lorca y sobre todo Ramón Gómez de la Serna, quien aprovechó una visita a Valladolid en octubre de 1932 para conocerla. García Lorca la llevaría a la tertulia del café Pombo para que conociera a todos los intelectuales, se la pasea como un miagro, un niño prodigio y muy frágil, en un éxito súbito. También la invitarán al club feminista “Liceo” de Madrid, donde están todas las señoras importantes de Madrid: políticas, mujeres de intelectuales, las autores más cotizadas… encumbrándola dentro de la pintura femenina y finalmente, en el año 1930, se le hará una sala propia en el Salón de Otoño, algo excepcional si tenemos en cuenta la rapidez de su carrera y de su producción.
A raíz del interés que suscitó su obra Un mundo, Ángeles Santos fijó su residencia en Madrid. Prueba de la importancia que los medios artísticos de vanguardia dieron a su pintura la constituye el hecho de que los organizadores del X Salón de Otoño, celebrado en Madrid en octubre de 1930, la dedicarán una sala especial en la que figuraron treinta y cuatro obras suyas, entre ellas, algunas tan expresivas y audaces como las tituladas: Niña comiendo, Pensativa, Tertulia, Familia, Un muerto… Según Manuel Abril, la primera impresión que producían aquellas obras de Ángeles Santos era risa y conmiseración por la torpeza de técnica, la ridiculez de temas y la estridencia inarmónica del color, sin olvidar el asombro que provocaban sus estrafalarias y disparatadas composiciones entre el público. Pero el mismo crítico advertía que superada esta superficial apreciación, sus cuadros destacaban por su novedad, su fuerza, su expresión honda y dramatismo. En ellos, la artista acertaba a plasmar todo un mundo de quimérico ensueño y fantasía, descubriendo la belleza de su aparente fealdad.
Más tarde en su época de crisis, el año 1931, sus cuadros irán a París, a San Sebastián, a Pittsburgh, a Copenhague, a Berlín, se trata de una itinerancia por las ciudades más brillantes del mundo que la consagrarán de una manera definitiva, pero ella ya no es, ha desaparecido como pintora de genio y se ha convertido poco a poco en una mujer “normal”, que pinta pero sin esa tensión, esa angustia, quizás la felicidad sea ajena a la genialidad que la caracterizaba.
En 1935 contrajo matrimonio con el pintor barcelonés Emilio Grau Sala, quien vivía por estos años en París, ciudad en la que se trasladan al año siguiente. De este matrimonio nacería en 1937 el que sería también notable pintor contemporáneo Julián Grau Santos.
El estudio de Grau Sala en París
Después de realizar algunas exposiciones más (como la de Galería Estilo, de 1934), Ángeles Santos se retiró de la pintura, hasta que mucho más tarde, en 1964 volvió a retomar los pinceles, reanudando su carrera artística

LA OBRA
Antes de hablar de su obra, hay que hacer referencia a un hecho: Ángeles Santos nunca ponía títulos a sus composiciones, ni siquiera los firmaba.
Estamos ante una obra temprana, antes de su momento de plenitud, el Vaso de vino, muy relacionada con bodegones que se hacían en la época, con una mirada muy concentrada en objetos cotidianos, un poco recuperando la tradición del siglo XVII. El vaso está realizado con cierta inseguridad y con la peculiaridad de presentar un cigarrillo consumiéndose sobre una mesa de mimbre trenzado sugiere quizás la posibilidad de un incendio, el paso del tiempo o bien el consumirse de las vidas.
Vaso [El vaso de vino] (1928)
La marquesa de Alquiblarepresenta a una señora que vivía por entonces en Valladolid y cuyo marido fue uno de los impulsores de la carrera de Ángeles. En sus trazos aparece esa característica incisión en los bordes que le dan esa apariencia de escultura, de biselado en sus dibujos, algo muy del momento y comparable a lo que se está haciendo en otros lugares por estos años. En esta obra traslada su rebeldía juvenil a su modelo.
La Marquesa de Alquibla (1928)
Niña durmiendo o pensativamuestra a una mujer en actitud de ensoñación, con unos misteriosos huevos sobre el tablero. Hay una iluminación extraña que viene de abajo, debida sin duda a su afición al cine que usaba iluminaciones trucadas, exageradas sobre todo en ciertos géneros como el negro o el de terror.
Niña durmiendo [Pensativa] (1929)
La aparición de lo misterioso en su obra es muy temprana, siendo una de esas primeras Niña o Anita y sus muñecas. El óleo también aparece iluminado de una forma extraña, la expresión de la niña es inquietante, las sombras de unas muñecas que eran bomboneras, de moda en la época, nada tranquilizadora. La anécdota del cuadro tiene que ver con un crimen cuya víctima fue un fabricante de estas muñecas, llamado Pablo Casado y cuyo asesinato trascendió a la prensa publicándose fotos de estas muñecas en El Norte de Castillay que seguramente vería, produciéndose en ella una conexión entre un objeto aparentemente inocuo con una muerte dramática estimulando su imaginación para hacer esta extraña pintura.
Nita [Anita y las muñecas] (1929)
La familia vivía en el edificio “Calabaza” frente al Santuario Nacional de la Gran Promesa, en esta casa probablemente se pintaron sus obras maestras como La tertuliaen la que se representan tres mujeres con un personaje a la derecha abajo bastante enigmático por el que le preguntaron y la propia Ángeles recordaba haberlo tomado del Greco, no era un retrato sino que únicamente cumplía la función de completar la composición, y ciertamente en el Pentecostés existe una figura en similar posición. Pero de estas mujeres, hermanas, no se sabe bien quienes son, posibles vecinas con las que tenía amistad, quizás la de la derecha fuera María Álvarez, mujer con presencia en la vida académica de Valladolid.
En el cuadro las mujeres aparecen ensimismadas, sin comunicarse unas con otras, fuman, en actitudes desenvueltas, se mueven en una atmósfera que evocaría esa especie de asfixia que hay en los cuadros de Balthus y ciertos pintores vinculados a una trayectoria de carácter metafísico conectado con el surrealismo.
Tertulia [El cabaret] (1929)
En el retrato de María Álvarez, ésta aparece como asustada, con una mirada nada tranquilizadora, con la boca crispada, muy perfilada con una línea muy dura, parece moverse dentro de su ropa incómoda, algo que nos trasluce esa especie de inquietud característica de su momento más temprano.
Retrato de María Álvarez (1929)
El mundo, su obra maestra, deslumbró a todos los intelectuales españoles de la época, fascinante, un plantea cúbico que flota en un espacio con nubes y estrellas, al lado de una extraña escalera a cuyos pies una serie de personajes tocan instrumentos musicales. ¿Qué razones existes para suponer el origen de esta visión extraña? Ella comentó que esta pintura de gran formato estaba relacionada con un poema de Juan Ramón Jiménez en el que se habla de ángeles que encienden o apagan las estrellas. A parte de este planeta misterioso, en el centro aparece a la derecha una escalera por la cual bajan unas figuras que tomarían fuego del sol e irían encendiendo las estrellas, haciendo un recorrido perimetral.
Un mundo (1929)
El planeta es bastante sorprendente, tiene tres caras visibles, la primera cara, la horizontal, la prioritaria es un retrato de Valladolid, con su río surcado por unos extraños barcos de vela, un cementerio, edificios sin cerramiento que nos permiten ver lo que hay entre sus paredes, una sala de exposiciones, un cine, es una ciudad convertida en un símbolo.La cara de la derecha sería Portbou, donde vivió momentos de su infancia. Es una ciudad marítima, de ahí que represente la playa, un aeropuerto, una estación con sus vías, un campo de deportes, edificios sin techo, etc. Estas dos partes son bastante relacionables, en ella está hablado de los lugares donde ha permanecido más tiempo, espacios vinculados a sus recuerdos.En cambio en la tercera cara, más oscura, alude a una ciudad sintética, que refleja aquellos lugares que recorrió en su infancia.
Este planeta se halla rodeado de ángeles entre nubes, deudoras éstas de las del Greco, fosforescencias que el maestro pinta a veces en sus cielos, y poblado por esas figuras que ella llaman las madres que se suponen habitan otro planeta, Marte, pues en ese momento se hablaba de viajes a Marte en la ficción, de ahí tomaría la idea de la Tierra vista desde Marte.Ha querido relaciona esta extraña visión del mundo donde hay lápidas con los nombres de grandes literatos como Stendhal, Goethe y otros, enterrados allí, en su mundo, que han muerto pero desde la tumba nos están llamado a través de sus libros, con su ansia por saber, por leer, con esa extraordinaria curiosidad que tenía.
Aunque no solía realizar dibujos previos para elaborar sus cuadros, en este caso sí que los preparó, lo que nos permite ver los detalles de estas mujeres que son siempre madres al tiempo que tocan instrumentos musicales.
Un mundo. Boceto (1929)
La extraña pintura Alma que huye un sueño tenía que ver con versos de García Lorca y representa algo muy enraizado con su manera de sentir. El cuerpo de esta niña aparece como un estuche que se ha roto por la mitad y dejar salir el alma, la sombra del cuerpo se proyecta, no la del alma que se escapa y enciende los luceros al amanecer. Estas almas que huyen tiene quizás que ver con esa angustia suya por lo inalcanzable que atraviesa lo mejor de su obra.
Sueño [Alma que huye de un sueño] (c. 1929)
Otra obra de esta época muy conectada con la fantasía cósmica, es la titulada La Tierra, un pueblo primitivo. Representa un extraño planeta en el que las casas en esta ocasión son esféricas, con personaje recolectando frutas o adorando a un astro que aparece en el parte superior. Tiene que ver con El Mundo pero en esta ocasión de formato y complejidad mcho menor. Continúa en ese mundo de fantasía extraordinaria en la que ella vive.
La tierra [Pueblo primitivo] (1929)
En los años treinta se produce una mutación muy fuerte, llamada “expresionismo místico”, donde hay un interés por personajes medo deformes, caricaturescos, muy vinculados con la tradición expresionista centroeuropea, como La familia comiendo patatas de Van Gogh, donde se representa a unos individuos de baja extracción social, con unos rostros embotados representando una condición social primitiva o bárbara. Relacionada con esta manera de hacer está la obra, mutilada, La habitación con unas figuras femeninas en la parte de abajo que fueron suprimidas. El talante técnico es diferente, la pintura es mucho más suelta, con un toque más esponjoso que en las pinturas anteriores.
Familia cenando [Cena familiar] (1930)
Habitación (c. 1930)
El mundo de los desasistidos también figurará en su obra, concretamente en Niños pobres. Vemos una angulación extraña, cinematográfica, los sitúa en las galerías que tenían las casas de la época, hacia el patio inferior de la manzana, donde se tendía la ropa, donde se jugaba, con dimensiones muy grandes.
Niños pobres [Dos hermanos] (c. 1930)
En 1930 está fechado La niña muerta o Héroe muerto. Sirve de modelo una niña mendiga que ella recogió, la figura está rodeada por unos personajes extraños.
Un muerto [La Niña muerta. Héroe muerto] (1930)
Un cuadro muy extraño en su producción es Niños y plantas en la que unos niños con deformidades especialmente llamativas, las manos gigantescas, ella desea representar ramas de árbol, raíces, buscando una ambigüedad que probablemente tiene que ver con los síntomas de una neurosis que se estaba apoderando de ella de una manera muy virulenta.
Niños y plantas (1930)
Lilas y calavera cerraría la serie de pinturas realizadas durante estos dos años, pues vuelve a una iluminación tenebrosa muy de la pintura española del siglo XVII, donde coloca junto a una jarra con lilas una serie de objetos de los cuales llama precisamente la atención, una calavera mutilada que se apoya sobre unos platos vacíos, conexión que resulta cuanto menos inquietante, mostrando esa obsesión por la muere que la llevó a un conato de suicidio.
Lilas y calaveras [Naturaleza muerta] (1930)

BIBLIOGRAFÍA:
  • BRASAS ÉGIDO, José Carlos: Pintura y escultura en el siglo XX (1900-1936), Ateneo de Valladolid, Valladolid, 1988.
  • CASAMARTINA I PARASSOLS, Josep: Ángeles Santos, un mundo insólito en Valladolid [exposición], Museo Patio Herreriano, Valladolid, 2003.
  • PLAZA SANTIAGO, Francisco Javier de la: “La pintura vallisoletana de Ángeles Santos”, Conocer Valladolid. IV Curso de patrimonio cultural 2010/2011, Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción, Valladolid, 2011.

ESCULTORES VALLISOLETANOS OLVIDADOS: Antonio Vaquero Agudo (1910-1974)

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Hacía ya mucho tiempo que venía buscando noticias sobre Antonio Vaquero, un escultor que me encantaba desde que vi su estatua de los Reyes Católicos. Realmente puedo decir que es de los pocos a los que verdaderamente admiro. A pesar de la gran calidad que reviste sus obras es un escultor semi-desconocido para el público en general. Por suerte para mí, hace no mucho pasé por la calle Miguel Iscar y vi un cartel que anunciaba una exposición sobre él en la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción. Desde aquí espero contribuir con este pequeño homenaje a levantar la memoria de este gran escultor e imaginero. Si conoceis alguna obra suya más os ruego me lo comenteis. Gracías!! También deciros que no os perdais la exposición, merece mucho la pena, los horarios los podeis ver en la foto del cartel.
Antonio Vaquero Agudo fue uno de los escultores más dotados y personales del panorama plástico vallisoletano. Formado en el taller local del prestigioso escultor Ramón Núñez, junto a otros jóvenes valores de la época como José Luis Medina, Baltasar Lobo o Rafael Sanz, sus obras, alargadas y manieristas, manifiestan su deseo idealizado de superación.
Comenzó diciéndose de él que, entre los artistas presentes en la primera exposición local a la que acudió con 18 años, era “el mejor orientado y el más hábil técnicamente”, reconociéndosele entonces como “escultor joven, estudioso y que se orienta, después de un cuidadoso estudio del natural, hacia nuevas concepciones, afinando su técnica para doblegarla a su fina sensibilidad”. En efecto, el tiempo acabó dando la razón a aquel crítico de arte pues, cuando Vaquero falleció, otro crítico, Antonio Corral Castanedo, recordaba que el escultor “no desdeñó nunca en sus obras la modernidad” y que “llevó hasta ellas, bien seleccionadas, bien comprendidas–no por alarde, sino cuando realmente la habían cautivado y concebido– los últimos hallazgos, las últimas búsquedas, los últimos descubrimientos”.
A su labor escultórica unió la docente. Como Profesor y Director de la Escuela de Artes y Oficios ha ejercido gran influencia en la generación posterior de escultores de Valladolid. Entre sus discípulos contamos con Leopoldo del Brío (1945, La Parrilla, Valladolid), Rafael Isla Sanz (1942, Tudela de Duero, Valladolid) o la gran Ana Jiménez López (1926, La Coruña).

Antonio Vaquero con Francisco de Cossío (28-XII-1954)
Cuando en una ocasión García Platón le preguntó cómo era su estilo, le confesó haber “querido hacer una cosa actual uniendo mi arte a la tradición que aquí existe”, de ahí que el citado Corral señalase que nunca renunció “a su estilizado y hondo clasicismo; a ése su profundizar en lo más vivo y humano de la arcilla, de la madera o del mármol, para despertar sus inquietudes más líricas, más austeras y más sinceras”.
Se sentía muy feliz siendo escultor pero reconocía que, como tal, “no había tenía ningún relieve” si se comparaba con su admirado amigo Lobo, “uno de los más importantes escultores de Europa”. Siempre se sintió descontento con el resultado de su obra, incluso, al final de sus días, en un arrebato de pesimismo, confesaba que “destruiría todo lo que ha hecho”, considerándose “el mayor enemigo de mis esculturas”. También pensaba que habría “podido ser más de lo que soy, que no soy nada” pero que, al regresar a Valladolid después de su etapa formativa en Madrid, se encontró con que su ciudad no era “el mejor sitio para estas cosas del arte”, por falta de ambiente artístico: “Tenía que haberme marchado, como Lobo, y no volver” y solo así podría haber hecho “una obra más auténtica, más mía”.

Antonio Vaquero en la entrega de la Medalla Nacional

BIOGRAFÍA
Antonio Vaquero Agudo nació en Valladolid el 7 de octubre de 1910. Sus padres, Ramón Vaquero Aznar y Enriqueta Agudo Roca, le dieron otros tres hermanos: Rafael, José Ramón y María Antonia. El matrimonio vivía por entonces en la c/ José María Lacort, nº 26, 2º. La familia paterna, originaria de Alcora (Castellón), se había dedicado desde el siglo XIX al comercio de quincalla, loza, cristal, cuadros y molduras en sus establecimientos de Fuente Dorada y Ferrari. En el local situado en los soportales de Fuente Dorada se abriría después la famosa librería Santarén.
El padre de Antonio practicaba el dibujo y la acuarela, y su abuelo era un magnífico dibujante, de ahí que sus principios fuesen titubeantes entre la pintura y la escultura, por la que también se sentía atraído.
Finalmente decidido por la escultura, en el año 1920 se matriculó en la Escuela de Artes y Oficios, centro dirigido por entonces por el escultor Ramón Núñez. En ella curso seis años de Imaginería, Modelado y Vaciado, obteniendo las máximas calificaciones y premios extraordinarios. Al mismo tiempo cursó por libre los cuatro cursos de bachillerato, según el plan de 1914, en el Instituto General Técnico.

Antonio Vaquero estudiando
Pensionado, mediante oposición, por la Diputación Provincial, se trasladó a Madrid en 1926 para continuar sus estudios en la Escuela Central de Bellas Artes de San Fernando, donde cursó los de Escultura con Miquel Blay y Miguel Ángel Trilles, así como los de Profesorado, finalizándolos en 1930. Por entonces acudió también a la Escuela de Artes y Oficios de la capital y consiguió sobresaliente en “Talla de piedra”. En San Fernando ganó, igualmente por oposición, tres premios: el de la Fundación Álvarez Pereira, el premio Madrigal y el Aníbal Álvarez, además de cinco diplomas de mérito, concediéndole el Ministerio de Fomento el último año una subvención para ampliar estudios por España.
En la citada Escuela de Bellas Artes de Madrid hizo amistad con Cristino Mallo (hermano de la pintora Maruja Mallo), Juan de Ávalos, Zabaleta y Baltasar Lobo. Con este último, siendo estudiantes ambos en la Escuela de Artes y Oficios de Valladolid, ayudó a Ramón Núñez en la estatua del Corazón de Jesús que corona la torre de la Catedral. Otras personalidades con las que entabló amistad fueron el escultor Alberto Sánchez (de quien decía que como era panadero, sus esculturas parecían “riches”), y Victorio Macho (años después, quedarían siempre en la estación de Valladolid para comer juntos cuando Victorio pasaba hacia Palencia).
Una vez finalizados sus estudios, empezó a trabajar para concursos y encargos. En 1930 obtuvo dos primeros premios en un certamen organizado por el Ayuntamiento de Valladolid (según se dice en la propuesta de la Alcaldía para conceder al escultor la Medalla de Plata de la Ciudad, en 1956).

Antonio Vaquero en una excursión con alumnos y profesores de la Escuela de Artes y Oficios
Alistado en el reemplazo de 1931, un año después se incorporó al Regimiento de Infantería de San Quintín nº 32, en Valladolid, del que fue licenciado aquel mismo año por ser soldado acogido al capítulo XVII. De regreso a Madrid, en 1934 se matriculó de nuevo en San Fernando para cursar colorido, dibujo científico y ornamentación, así como en métodos y procedimientos de enseñanza del dibujo y del arte en los centros de enseñanza primera y secundaria del extranjero. El título de Profesor oficial de Dibujo se le expidió el 20 de mayo de 1936, año en el que también obtuvo, por oposiciones, la plaza de Profesor de dibujo del Instituto General y Técnico. Fue entonces cuando tuvo clara su vocación docente.

Titulo oficial de Profesor de Dibuujo
Al estallar la Guerra Civil vivía en una pensión, con pocos medios, y por consejo de sus amigos se alistó en el ejército republicano. Daba clases de topografía y dibujo a los oficiales y generales. Él mismo contaba que lo pasó muy mal, puesto que ni siquiera sabía disparar. Poco después volvería a Valladolid, donde trabajó entre 1936-1944 como Auxiliar Temporal de la asignatura de Modelado y Vaciado en la Escuela de Artes y Oficios Artísticos y, al año siguiente, recibió el nombramiento de profesor Auxiliar Numerario de la misma materia, pasando, en 1948, a profesor Numerario de Entrada, a la vez que desde 1946 se encargaba del Taller de Imaginería de la Escuela.
En oposición libre, obtuvo plaza en 1950 como profesor de Término, con destino en la Escuela de Santa Cruz de Tenerife (por aquellas fechas obtuvo la misma plaza, pero en la Escuela de La Coruña, el escultor Ángel Trapote); sin embargo, aquel curso marchó a prestar sus servicios temporalmente, como agregado, a la Escuela de Corella (Navarra), en la enseñanza de Modelado y Vaciado, desempeñando también la dirección de aquel nuevo centro, cuya organización puso en marcha debido a su experiencia como secretario de la escuela vallisoletana durante los años 1945-1950. En este último año contrajo matrimonio, en Santander, con María Teresa Vizán Duque, natural de Medina del Campo, maestra nacional de la escuela aneja a la Normal de Valladolid. El matrimonio no tuvo descendencia.

Reintegrado a su destino de Santa Cruz de Tenerife en 1952, pudo participar del éxito alcanzado por aquel centro académico en la II Exposición Nacional de las Escuelas de Artes y Oficios Artísticos, celebrada en Barcelona, en la que consiguió 3ª medalla. En Canarias permaneció hasta 1955 en que accedió, por concurso de traslado, a la plaza de profesor de Término de la Escuela de Valladolid.
Revocado tal acuerdo ministerial a favor del profesor Ángel Trapote Mateo, con el consiguiente disgusto se le destinó a  La Coruña, en cuya Escuela se mantuvo hasta 1962 cuando, de nuevo por oposición libre, obtuvo plaza de profesor de Término de la asignatura “Imaginería Castellana” en la Escuela vallisoletana. De este centro sería nombrado director en 1969, desempeñando el cargo hasta su fallecimiento.

Antonio Vaquero en El Escorial junto a otros profesores y alumnos de la Escuela de Artes y Oficios
Al frente de la Escuela vallisoletana llevaría a cabo una gran labor, consiguiendo las nuevas instalaciones en su actual emplazamiento de la calle Leopoldo Cano. Bajo su dirección y cuidado se inició en 1948 una serie de publicaciones de arte, como complemento a las enseñanzas prácticas y para mayor estímulo de la formación estética de los alumnos, habiéndose editado las monografías dedicadas a Alonso Berruguete, Juan de Juni y Gregorio Fernández, que tuvieron una efímera continuación.
En Valladolid, siendo muy joven, tuvo su primer estudio en la c/ General Almirante, enfrente de la casa de Alonso Berruguete, después, en los años cincuenta se instaló en la avenida Ramón y Cajal nº 12, y, en 1967 construyó el definitivo en la calle Trafalgar, estudio que hoy disfruta la escultora Belén González. El domicilio familiar estuvo durante muchos años en el Paseo de España, nº 17, y más tarde, en los años setenta, en el nº 20 de la calle Panaderos, donde después de una larga y penosa enfermedad falleció a los 63 años, el 2 de abril de 1974.

PERSONALIDAD
Un testimonio, el de Eloísa García de Wattenberg, le definía como “hombre inteligente, afable, comprensivo, entrañable, trabajador y, sobre todo, de buen amigo”. Todos los que le trataron subrayan que era un hombre de conducta ejemplar, profundamente religioso, de trato de lo más afable, siempre pronto a la risa franca y a la opinión sincera; discreto, sencillo, espontáneo, sin excesivas ambiciones, “su modestia le hizo huir de toda ostentación y publicidad”; con cierta dificultad para expresarse, “modelaba con precisión sus palabras y sus ideas, tocadas siempre de trascendencia y de humor”. De físico agradable, elegante en sus modales, culto, gozó siempre de la simpatía de la sociedad vallisoletana de la época porque le reconocía como “un hombre de provincias que ha triunfado en la capital de España”.

PREMIOS
Su carrera, iniciada oficialmente en 1928, cuando la Real Academia de Bellas Artes Provincial le otorga 1ª Medalla en la Exposición Castellana organizada aquel año, se consolidó en 1954 al recibir el accésit del Premio Nacional de Escultura. En 1955 se produjo su consumación como gran artista, gracias a la concesión de la 1ª Medalla del Premio Nacional de Escultura con el proyecto de Monumento a los Papas Luna, para Játiva. En 1956 se le encargó la restauración de la escultura medieval de Nuestra Señora de San Lorenzo, patrona de Valladolid. Todos estos premios, símbolo de que había “conquistado extraordinario renombre” en España, sumado a la magnífica restauración efectuada a la Patrona, llevaron al Consistorio vallisoletano a concederle ese mismo año la Medalla de Plata de la ciudad. El premio reconocía “el gran prestigio que ha dado con sus obras a nuestra ciudad y a la provincia de Valladolid”.

Medalla de Plata de la Ciudad (1956)
En 1958, creyéndose provisto de suficientes méritos, se decidió a ingresar como Académico de número, en la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción, para la que había sido elegido doce años antes, aunque su discreción le hizo declinar la lectura del discurso. En su lugar entregó la escultura titulada Cabeza de adolescente.

ESTILO. CARACTERÍSTICAS E INFLUENCIAS
Su obra, no demasiado amplia, se encuentra en muchos puntos de España y sobre todo en Valladolid, permaneciendo su quehacer en la línea de los célebres imagineros que dieron tan alto nombre a la Escuela Castellana. La Academia; la antigua Casa Sindical; el Instituto Médico Psicopedagógico; la iglesia de San Antonio de los Padres Franciscanos; las Dominicas Francesas; la iglesia de Santo Domingo de Guzmán; las Dominicas de la Anunciata; las Madres Carmelitas y los Hermanos del Corazón de María tienen escultura suyas, de variada iconografía, realizadas en piedra o madera. Otras se reparten en Aguilar de Campoó, Saldaña, Santander, o Cáceres.

Pese a la profusión de obra de tema religioso, Vaquero se sentía más a gusto eligiendo libremente los temas, si bien es cierto que no tuvo ocasión de hacerlo muchas veces. La época en la que vivió, y el hecho de vivir en una provincia, no favorecieron el que expusiera en galerías de arte, con obras de repertorio, sino que realizara encargos o concursos. Probablemente por esa misma circunstancia ha sido casi olvidado, fuera y dentro de Valladolid, donde poco a poco vemos desaparecer sus obras: el Monumento a la División Azul fue retirado hace unos años de su emplazamiento; el Monumento a los Reyes Católicos ha sufrido varios cambios de destino, además de sufrir durante años la verdea de humedad y musgo. El gran relieve del vestíbulo de la antigua Casa Sindical, en la Calle Dos de Mayo, está semisepultado entre bancos y tablones de anuncios en perfil de aluminio. La naturaleza y la desidia siempre son más fuertes que los punteros y las gradinas.
Su producción se caracteriza fundamentalmente por tres singularidades:
  • El interés por la figura humana. En contadas ocasiones trata temas animales, vegetales, o paisajísticos.
  • La utilización preferente de la piedra y la madera como materiales. Pocas veces recurre al bronce, hierro u otros materiales.
  •  Sus esculturas suelen tener unas proporciones muy alargadas, emparentado de esta manera con la obra de El Greco, Modigliani y Giacometti, otros tres artistas que, como él, sintieron el valor de la clasicidad latina como presupuesto estético de partida para su obra. Con este alargamiento del canon busca una mayor espiritualidad de las figuras y un acento de elegancia.
Fotogafía tomada de http://www.funjdiaz.net/
Antonio Vaquero siempre dijo no ser discípulo de nadie. Aún así, siempre recordó con cariño a su profesor Ramón Núñez, reconoció su respeto por Victorio Macho, lo mismo que por Julio Antonio, aunque no lo declarase, al menos en sus comienzos, mientras que en la década de los cincuenta consideraba a Josep Clará “como el más estimable del momento”. Pero, preguntado sobre qué autores le interesaban más para su obra, contestó: “Los del período gótico, cuya escultura es anónima en su mayoría, excepto la escuela francesa. Para mí son los más expresivos y en ellos encuentro más inspiración”.
Nunca quiso parecerse ni estar vinculado a ningún maestro español, pero la obra de Giacomo Manzú o de Marino Marini suscitaba su admiración, tan clásicos y modernos al tiempo y, por encima de todos, la figura de Donatello. Las ideas estéticas de ambos escultores llamaban poderosamente su atención: unas ideas estéticas muy alejadas de lo que se considera hoy que fueron vanguardias escultóricas en España, Julio González y Pablo Gargallo, por ejemplo, o Henri Moore en el ámbito exterior.
También las figuras del escultor vallisoletano reflejan esta intención de sobriedad y de estilización que no se contradice en nada con el esquema de los italianos, sino que, paradójicamente, con quien contrasta es con los ejemplares escultóricos de tradición barroca que en los años de desarrollo profesional de Vaquero inundan el entorno castellano, y aún más, el vallisoletano.
A pesar de que no le gusta hablar mucho de sí mismo, llegó a decir: “no soy muy académico”. Este comentario nos pone sobre la pista de esta lejanía, intencionada, o ineluctable, que siente hacia las corrientes tradicionalistas de Castilla. “Pretendo que [mi escultura] sea lo más actual posible… Esto parece muy poco, pero es un deseo muy ambicioso”, le dice a Félix Antonio González en una entrevista de 1956.

Fotogafía tomada de http://www.funjdiaz.net/

PRIMERAS ESCULTURAS
Sus primeras obras tienen como protagonistas a los bustos y cabezas. Así, por ejemplo tenemos el Busto del niño Baltasar Lobo (Yeso. 1923. Paradero desconocido), una Cabeza de Castellano (Yeso. 1928. Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción) o la Cabeza de Adolescente (Piedra Rosa. 1942. Real Academia de Bellas Artes de la Purísima). Mientras que con la Cabeza de Castellano, donada  a la Academia por la viuda el artista, obtuvo la Primera medalla en la Exposición Castellana organizada por la Real Academia de Bellas Artes Provincial, con la Cabeza de Adolescente selló su ingreso en la referida Academia. Una artículo de la época describía muy gráficamente esta última obra: “Bella cabeza adolescente e infantil. Cara unipersonal, en apariencia, recordaba más bien un fragmento de estatua, recién salida de una excavación del Cerro de los Santos o de Mérida, medio ibérica, medio romana. En el fondo de estas pupilas, de este bello y enigmático rostro, ha expresado, sin embargo –queriendo o sin querer–, algo de la aridez y de la nostalgia inconmensurable de esas tierras –plenas e inmensas–, de los barbechos y de las rastrojeras de Medina de Rioseco, de Valoria la Buena, de la Mota del Marqués, de Nava del Rey, de Arroyo de la Encomienda –veo aún la hermosa mano morena de la muchacha labradora que nos señalaba, a lo lejos, el camino de cera y de añil–, de Simancas, archivo del Imperio”.
Otra obra de estos inicios, y de la cual desconocemos su paradero, es el relieve del Bautismo de Cristo (Yeso. 1931). En él aparecen representados San Juan Bautista y Cristo en el momento del bautizo de este último. A los extremos del relieve aparecen dos personas en posición orante. Personalmente me recuerda mucho, estilísticamente hablando, al arte griego.

Busto de Baltasar Lobo niño (1923)
Cabeza de Adolescente (1942)
Cabeza de Castellano (1928)
Bautismo de Cristo (1931)
OBRAS IMPORTANTES
PIEDAD(Santander, Cripta de la Catedral. 1943)
Obra sumamente pesada (2.300 kgs.) realizada en Piedra de Novelda. Fue encargada por el Ayuntamiento de Santander como monumento a los caídos en la Guerra Civil. Calificada por su autor como una “reproducción” de la Quinta Angustia de Gregorio Fernández conservada en la parroquial de San Martín de Valladolid. Sin embargo, no es una reproducción exacta ni hecha en el mismo material, además de ser algo menor que el original y mayor que el natural; su rostro es más clásico y los pliegues más flexibles. Policromada, contra su parecer: “creo que al policromar la piedra se resta calidad a la escultura”.

Piedad (1943). Fotografía tomada de internet
VIRGEN DE LA VERA CRUZ (Cáceres, Iglesia de San Mateo. 1953)
La escultura, realizada en madera de pino policromada, fue encargada, a su costa, por el párroco de la iglesia de San Mateo, y cofrade de la Cofradía de la Cruz, Santiago Gaspar. Se trata de una réplica de la escultura original de Gregorio Fernández que se conserva en la iglesia penitencial de la Vera Cruz de Valladolid. Introdujo variantes: los pies calzan sandalias, están desnudos en parte; las manos son de mayor delicadeza y finura, más femineidad en la figura. Sentada sobre unas peñas. En la policromía le ayudó el pintor Fidel Giralda.
El Dr. Luis de Castro en un artículo publicado en 1953 comentaba sobre la imagen de la Virgen: Vaquero “ha seguido la fidelidad de Fernández; y es por lo que Cossío, con gran razón, ha calificado a esta obra de réplica y no copia. Vemos en la cara de esta obra de Vaquero una cierta conjunción de Gregorio y de Juni y los pies calzados con sandalias están más a tono con la realidad”. La imagen salió en procesión por primera vez el 3 de mayo de 1953, “escoltado por las damas de la Cruz vestidas con la clásica y españolísima mantilla”.

Virgen de la Vera Cruz (1953) Fotografías tomadas de http://cofrades.hoy.es/photo/albums/quinario-dolorosa-de-la-cruz

VIRGEN DE SAN LORENZO (Valladolid. Iglesia de San Lorenzo. 1956)
Se trata de una réplica, a menor tamaño, realizado para la cofradía. En la actualidad se halla en la calle, en una pequeña hornacina situada en la parte baja de la torre.

Réplica de la Virgen de San Lorenzo (1956)
ESCULTURAS PARA LA IGLESIA DE SAN ANTONIO (1960-1965)
Existe un lugar en Valladolid donde se agrupan un gran número de sus obras. Se trata de la iglesia franciscana de San Antonio de Padua, en el Paseo Zorrilla. Su primera obra para este templo fue la Cruz y cordón franciscano (1960) que pende de la fachada de la iglesia. En 1961 realiza un gran lote de esculturas: el Sagrado Corazón, situado en el altar de la Epístola; la Inmaculada, en el del Evangelio; y un relieve representando a San Francisco de Asís y el hermano Lobo. El remate, escultóricamente hablando, llega en el año 1965 con la realización de un San Antonio de Padua, titular de la iglesia, para el altar mayor.
La Inmaculada, realizada en piedra de Novelda, es “de bellos rasgos. Suavemente modelada, en partir en cara, manos y pie… da una sensación de ingravidez, a lo que contribuye, con esa sensación de modelado, la de los pliegues de la túnica y manto. La escultura es una armónica conjunción de rasgos clásicos y otros modernos…”. Se conserva el modelo en yeso para el sacado de puntos. El relieve de San Francisco y el hermano Loboposee un gran encanto y elegancia. También se conserva el modelo en yeso para sacado de puntos. La gigantesca imagen de San Antonio de Padua, que preside el altar mayor, y del cual también se conserva el modelo en yeso, “tiene ternura y majestad. Su ingrávida, maravillosa manera de tener al Niño resulta una solución sorprendente… la ingravidez preside toda la obra: San Antonio semeja poder andar por el aire. Ni el Niño le pesa ni él parece pesar, tal es el aliento que los sostiene… Magnífica la talla, magnífica la policromía”. Según Jesús Urrea, esta escultura “puede inscribirse en el mundo de las formas que vuelan”.

Cruz y cordón franciscano (1960)
Sagrado Corazón (1961)
Inmaculada (1961)

Boceto de la Inmaculada
San Francisco de Asís y el Hermano Lobo (1961)
Boceto de San Francisco de Asís y el Hermano Lobo
En la exposición dedicada al escultor se conserva un modelo en yeso para sacado de puntos de un San Francisco de Asís. Por otra parte en el año 1961 el escultor dice tener comenzados “un frontal, un San Antonio y un San Francisco para los RR. Padres Franciscanos”. Además de todo ello, se conservan tres bocetos, totalmente diferentes entre ellos, sobre la realización de un altar a San Francisco. En uno de ellos la escultura es bastante similar al presente modelo de yeso. También es verdad que en la iglesia de San Antonio de Padua existe una escultura prácticamente idéntica a la del tercer proyecto de altar a San Francisco, y que sigue, a grandes rasgos, los San Franciscos realizados por Gregorio Fernández y Pedro de Mena. Quedan dos dudas: ¿el modelo en yeso al final se llevó a cabo?, y ¿la escultura que sigue la tipología de Mena fue realizada por Antonio Vaquero?.

San Francisco. Modelo en yeso
Los tres proyectos para el altar de San Francisco
San Francisco de Asís según el modelo de G. Fernández y P. de Mena
MONUMENTO CONMEMORATIVO DEL MATRIMONIO DE LOS REYES CATÓLICOS(Valladolid, Jardines del Palacio de Congresos Conde Ansúrez. 1968-1969)
El monumento, teñido de claras implicaciones políticas, y su inauguración constituyó uno de los puntos culminantes de una serie de actos festivos (Día de la Hispanidad; festejos populares; representaciones teatrales, cabalgatas, alegóricas, etc.) y culturales, alguno de estos últimos de cierta trascendencia por la investigación histórico-artística del período, como la Exposición Nacional, documental e iconográfica, sobre la época de los Reyes Católicos celebrada en el Museo Nacional de Escultura.
Este proyecto se había concebido como una fuente-escultura. La fuente, hoy desaparecida, era diseño de Balmori, y venía a complementar el grupo de los Reyes, elevado sobre pedestal, realizado por Vaquero. Estaba constituida por tres bandejas cuadradas, realizadas en piedra de Campaspero, la central desplazada hacia la parte izquierda del basamento, cuya superposición escalonada permitía el fluir ininterrumpido del agua de una a otra bandeja –expresión del eterno fluir de la Historia–, hasta caer en un estanque de borde recto en dos de sus lados y curvado en los extremos izquierdo y frontal.
El grupo de los Reyes Católicos se levantaba sobre un basamento cúbico de granito. Vaquero realizó en piedra de Sepúlveda un monumento pleno de elegancia y estilización. El boceto en yeso de los Reyes, de 1,25 metros de altura, se conserva hoy en el Museo de la Real Academia de Bellas Artes de Valladolid, habiendo sido donado en 1986 a dicha Institución por la viuda del escultor.
Tanto monta. Monta tanto (1969)

MONUMENTO A LA DIVISIÓN AZUL (Paradero desconocido. 1974)
En 1970 el Ayuntamiento de Valladolid encargó a su Sección de Arquitectura un proyecto de monumento que debería de haber tenido forma de obelisco. En 1971 se concretaron las características del mismo (hormigón armado y granito); finalmente se encomendó al escultor Vaquero “un proyecto de monumento… que se terminará de pagar con cargo al superávit de 1973”.
El monumento poseía un significo importante dentro del contexto político de la Dictadura y, por ello, también degradado y deteriorado hasta su retirada definitiva. El monumento, emplazado en los Jardines del Cuatro de Marzo, consistía en un bloque rectangular prismático en piedra de Campaspero con delicados y estilizados relieves de carácter simbólico alusivos a los “voluntarios” españoles de la campaña alemana en Rusia durante la Segunda Guerra Mundial. Estos relieves, modelados y vaciados en escayola por Vaquero, fueron llevados a la piedra por el sacador de puntos Fernando Chicharro, pues el escultor falleció en el transcurso de este trabajo.

Monumento a la División Azul (1974)
LA VIRGEN ENTREGANDO EL ROSARIO A SANTO DOMINGO (Valladolid. Dominicas Francesas. 1958)

PANTEÓN DE LA FAMILIA RODRÍGUEZ SANMARTÍN (Fuentes de Nava (Palencia), Cementerio Municipal. ¿1959?)
Se conserva modelo en yeso para sacado de puntos. “Un ángel como en ingrávida suspensión que, entre sus manos, cruzadas sobre el pecho, sostiene una dorada cruz. El ángel viste una severa túnica, sobria en pliegues, y por bajo de cuya orla asoman los pies desnudos. La cabeza angélica se destaca sobre un halo y toda la figura, limitada lateralmente por unas alas geométricas, resalta en un fondo de forma lanceolada, de dos metros de altura y uno de ancho”.

Proyecto para el Panteón

SAGRADA FAMILIA (Valladolid, Hermanos de San Juan de Dios. 1960)
Se trata de un altorrelieve realizado en piedra rosa de Sepúlveda. “En la composición se da preferencia al Niño Jesús, figura central del grupo, con la túnica finamente policromada con el fin de exaltar aún más la figura, a la que se ha dado el mayor relieve hasta el punto de haber quedado casi exenta. En torno suyo, compuestos en planos inferiores, las figuras de la Virgen y de San José, éste en último plano”.

Sagrada Familia (1960)
Boceto en yeso
NIÑA DE LAS PALOMAS (Valladolid, Colección Pérez González. 1962)
Realizado en piedra de Campaspero para el interior de la desaparecida Cafetería Risko en Valladolid (c/ Santiago esquina c/ Héroes del Alcázar, 2).
Niña de las Palomas (1962)

VIRGEN MILAGROSA (Paradero desconocido)
La imagen fue realizada en piedra. Se conserva el modelo en yeso para sacado de puntos.
Virgen Milagrosa
CRUCIFIJOS
En el haber de Antonio Vaquero hay algunos crucifijos, todos ellos denotan cierta influencia de Donatello. Existen ejemplares en el Colegio del Sagrado Corazón (MM. Dominicas de la Anunciata), en el Colegio de las Hermanas Carmelitas de la Caridad, en la iglesia de Santo Domingo de Guzmán, y en el Colegio de los Misioneros del Sagrado Corazón de Jesús. Finalmente, fuera de Valladolid hay otro ejemplar en la Residencia de las Hijas de Santa María de la Providencia (Hermanas Guanelianas) en Aguilar de Campoo (Palencia).

Crucifijo de la iglesia de Santo Domingo de Guzmán
VIRGEN DE LA CANDELARIA (Saldaña (Palencia). Misioneros Combonianos. 1960)

SANTA CLARA (Paradero desconocido)

RELIEVE DE LA VICTORIA SINDICAL Y OTROS TRABAJOS (Valladolid. Antigua Casa Sindical)
Los relieves representan, además de a la Victoria Sindical, a otros trabajos agrícolas y fabricas. La figura alada de la Victoria Sindical presenta cierta relación con otras Victorias del Monumento a los Caduti di Mentana en Milán, obras de Giselli.

La Victoria Sindical

RELIEVES DE LA VIRGEN CON EL NIÑO  Y ÁNGELES(Valladolid. Iglesia de San Mateo)
Realizados en piedra caliza. Se sitúan en la parte superior de la fachada.

PROYECTOS DE MONUMENTOS
Uno de los grandes apartados de la obra de Vaquero son los proyectos de tumbas o monumentos, muchos de los cuales no se llevaron a cabo, por haber ganado otras personas los respectivos conjuntos, o bien han desaparecido.
Cronológicamente, el primero es el Proyecto para la tumba del general Severiano Martínez Anido (1940). No lo llevó a cabo pues el proyecto ganador fue el del escultor conquense Luis Marco Perez. El proyecto de Vaquero constaba “en su cabecera un hombre y una mujer; ella sostiene una cruz y él una espada. Las piernas se doblan, esta vez de tristeza. Es el mausoleo de un general. Una curva de escalones invita a subir silenciosamente, y unos platos esperan que alguien prenda en ellos una luz. En esa obra se va acercando Vaquero a lo que hoy es un escultor de influencia italiana”.

En 1954 realiza un anteproyecto de Monumento a la Inmaculada (1954) con el cual consiguió el accésit/2ª Medalla nacional de Escultura en el concurso convocado por la Dirección General de Bellas Artes con motivo del Año Santo Mariano. El arquitecto Secundino Zuazo, miembro del jurado, “elogió en ella el sentido arquitectónico, a base del arco ojival gótico, pero dejando margen a las tendencias modernas dentro del estilo tradicional religioso”. Según su autor, el conjunto “está basado en un arco ojival, resuelto de un modo moderno. Un gran escalinata centra el pedestal de la imagen”, deseaba que se hiciese en Valladolid.

Otro proyecto que le reparó éxito, quizás el mayor de su carrera, fue el de Monumento a los Papas Calixto III y Alejandro VI (1955). El concurso tenía como objeto el realizar un Monumento a los dos Papas Borgia (Calixto III y Alejandro VI) en la localidad de Játiva. Vaquero se alzó con la Medalla Nacional de Escultura, que estaba premiada con una cantidad de 15.000 pts. El propio Vaquero explicaba en qué consistía su proyecto: “Un proyecto de monumento a los Papas Calixto III y Alejandro VI… se ha concebido para Játiva, cuna de los Borgias. Es un grupo simple, con un cuerpo central, a los lados las estatuas de los dos Pontífices y en el extremo de los laterales, dos ángeles. Está concebida sobre planos sintéticos y rigurosamente actuales”. “Lo considero como un anteproyecto, un avance de lo que yo pudiera hacer. Llegado el momento de su realización lo estudiaría de un modo definitivo”.
En 1970 concurre al concurso convocado por el Ayuntamiento de Ávila con motivo de la concesión del doctorado a Santa Teresa de Jesús. El Proyecto de Monumento a Santa Teresa de Ávila fue realizado conjuntamente con el arquitecto Carlos Balmori, con el cual colaboró ya en el Monumento a los Reyes Católicos. Desconozco si se llegó a realizar, y en caso afirmativo también desconozco su paradero. El Ayuntamiento de Malagón (Ciudad Real) se interesó por él pero acabó encargando otro al manchego Joaquín García Donaire (1926-2003).

Dos proyectos sobre los que desconocemos la fecha y sobre si se llegaron a materializar son los dedicados a “Los caídos por la Patria” y a Gerardo Moraleja. Del Proyecto de Monumento a los caídos por la Patria solo conservamos el dibujo de un boceto. En cambio, del Proyecto de Monumento a Gerardo Moraleja se conservan dos bocetos. En el primero de ellos podemos ver el busto prolongado de Gerardo Moraleja sobre un alto basamento en el cual aparecen escritos en relieve “GERARDO MORALEJA” y debajo un dibujo de difícil adscripción. El conjunto se completaba con un zócalo de una escalera, lo cual contribuía a su monumentalización. El otro proyecto consistía en representar al sacerdote jesuita sentado, leyendo un libro que apoyaba en sus piernas. El escultura estaría asentada sobre un pequeño zócalo en cuyo frente iría grabado “GERARDO MORALEJA” y en las dos caras laterales los años de nacimiento, “1885”, y muerte, “1948”. Debido a la perspectiva del boceto ignoramos si en la cara trasera iría esculpido algo más.
Se desconoce si fue un encargo o bien un proyecto para un concurso. Lo que no cabe dudas es que el monumento tendría como destino o Gomeznarro (su pueblo natal) o Medina del Campo (ciudad de cuya colegiata fue presbítero, además de ser un importante historiador de la localidad). Tampoco conocemos la fecha de los bocetos, aunque se puede suponer que sería poco después de 1948, año de la muerte del clérigo.
Monumento a los Caidos por la Patria
Primer Proyecto para Monumento a Gerardo Moraleja
Segundo Proyecto para Monumento a Gerardo Moraleja

BOCETOS
Conservamos unos cuantos bocetos más realizados por el artista. Desconocemos tanto si se llegaron a realizar, como el lugar para el que fueron hechos:
Altar Sacramental, Panteón de los héroes, Cristo resucitado, Niño desnudo (1929), Mujer con el Niño (realizado ya en 1958), Felipe II (realizado ya en 1958), San Juan Bautista (realizado ya en 1958) y San José con el Niño.
El catálogo editado a raíz de la exposición dice lo siguiente sobre alguna de estas estampas:
Mujer con el Niño: “Es una madre a quien se le deshace la carne a fuerza de amor por el hijo que lleva en brazos. Su cabeza se acerca mucho al siglo de los precursores del Renacimiento. El aleteo de Donatello trae aquí un aire que se ve”.
Felipe II: “Toda la figura rezuma excepcional carácter español, sin influir para nada el tema. Quiso el escultor darle al Rey un agotamiento excesivamente extremado. Las manos se le caen muertas y el pecho se le hunde. A la cabeza se le va la fuerza y en la cara hay palidez mortal”. Tengo la impresión personal de que este boceto tendría como finalidad la realización de un monumento público al rey.
San Juan Bautista: “Levanta una mano; es un joven de musculosas piernas acostumbrado a caminar sin descanso. Es figura recia y llana de elegante apostura. Los grandes planos de su vestido acusan por debajo una robustez de atleta. Hay algo de enigma en su cara, cosa indefinible”.

Altar Sacramental
Cristo Resucitado
Niño desnudo
Felipe II
Mujer con su hijo
Panteón de los Héroes
San José con el Niño
San Juan Bautista

RESTAURACIONES
Retablos de la Virgen del Carmen y de Nuestra Señora de Loreto (1954. Valladolid, Iglesia de Santiago); Virgen de San Lorenzo (1956. Valladolid. Iglesia de San Lorenzo); Virgen de las Angustias (1957. Medina del Campo. Iglesia Colegial de San Antolín); Cristo del siglo XVI (1958. Montemayor de Pililla); Cristo de la Misericordia (1959. Palencia. Iglesia de Nuestra Señora de la Calle).

BIBLIOGRAFÍA
  • CANO DE GARDOQUI GARCÍA, José Luis: La escultura pública en la ciudad de Valladolid, Universidad de Valladolid, Valladolid, 2000.
  • GARCÍA DE WATTENBERG, Eloísa: La escultura contemporánea en Valladolid: [catálogo exposición], Museo Nacional de Escultura, Valladolid, 1980.
  • GARCÍA DE WATTENBERG, Eloísa: Las obras de restauración y adaptación llevadas a cabo en el Colegio de San Gregorio, de Valladolid, hasta la instalación del Museo Nacional de Escultura en el edificio, Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción, Valladolid, 1985.
  • GONZÁLEZ, Belén: “Antonio Vaquero Agudo” en Félix Antonio GONZÁLEZ: Personajes vallisoletanos, II, Valladolid 2004, pp. 313-324.
  • GONZÁLEZ-SIMANCAS LACASA, Manuel: “Un retablo de alabastro en pleno siglo XX”. En GÓMEZ LEIRA, Manuel y GARRIDO GONZÁLEZ, Manuel: Torreciudad, Madrid, 1988, pp. 165-192.
  • LÓPEZ ANTUÑANO, José Gabriel: Valladolid, arte y cultura: Guía cultural de Valladolid y su provincia (2 tomos), Diputación de Valladolid, Valladolid, 1998.
  • URREA, Jesús: Antonio Vaquero (1910-1974). Un escultor olvidado, Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción, Valladolid, 2013.
  • URREA, Jesús: Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción: pinturas y esculturas, Diputación Provincial de Valladolid, Valladolid 1998.

MONUMENTOS DESAPARECIDOS: La iglesia de Santa María del Temple de Ceinos de Campos

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La historia de este bellísimo monumento la resumió José María Quadrado en unas pocas palabras: “La villa de Ceinos, pobre, oscura, reducida, poseía una joya capaz de envanecer a las más opulentas ciudades; y esta joya la han destruido a sangre fría, por capricho, a orillas de la carretera donde, sorprendido, el viajero se detenía a contemplarla”.
En Ceinos se encontraba la más antigua Encomienda de la Orden del Temple, en el reino de León, citada ya en 1168, comparable en importancia a las de Ponferrada y Faro. Don Gonzalo Núñez de Lara, regente de Enrique I, que se opuso a la entronización de Fernando III, hubo de exiliarse a tierras musulmanas. Murió en Baeza, en 1222, y en su testamento dispuso ser enterrado en la capilla templaria de Ceinos, donde fue trasladado a un rico sepulcro.

Vista de la iglesia según un grabado publicado en el Seminario Pintoresco Español
La iglesia, de fábrica románica, poseía una sola nave dividida en cuatro tramos, con los normales aditamentos de ábside semicircular y torre. El ábside, con excepcional riqueza escultórica en sus columnas y capiteles, tanto interior como exteriormente; la torre, con dos pisos de ventanas, decoradas sus arquivoltas con doble rosca de estrellas cuadrangulares, se cubría con chapitel de pizarra, parece que piramidal. Al exterior de la nave, los contrafuertes románicos debieron parecer débiles en época gótica, en la que se añadieron arbotantes.

Interior de la iglesia según un grabado publicado en el Seminario Pintoresco Español
La parte más hermosa y espectacular del monumento era otra, consistente en el recinto cuadrado, que se extendía al oeste de la iglesia, componiendo una capilla en la que –por no se sabe qué razón– los artistas se excedieron en primores. A media altura de la estancia, el cuadrado se convertía en octógono mediante cuatro pechinas, bajo cada una el correspondiente emblema escultórico del Tetramorfos. Desde dicho nivel, ocho columnas formaban la linterna o cuerpo de luces, y de ellas arrancaban las aristas armando la cúpula, y cerrándose en su clave con un medallón del Agnus Dei. La importancia de tal estancia y cúpula –que, por desgracia, hay que reconstruir mentalmente, puesto que no existe ningún testimonio gráfico– es evidente. Significaba una de las claras influencias del ciclo de cúpulas del Duero, encabezado por las catedrales de Zamora y Salamanca y la colegiata de Toro, y extendida al eco más tardío de Plasencia, en su Sala Capitular. Si esta de Ceinos, pertenece según parece indudable, al propio siglo XII, mostraría la adopción de dicho sistema de cubrición en templos rurales, de que no habría otros ejemplos.

Arquitectura claustral según Parcerisa
Pero las maravillas de esta capilla no terminaban aquí. Si cada tramo de la linterna iluminaba el interior por dobles ventanas, los propios muros bajos desarrollaban arquerías de medio punto albergando imágenes, y en dos de los lados se abrían al exterior. Por fortuna, en esta parte sí podemos ponderar su riqueza con conocimiento de causa, porque Parcerisa copió en cuadro al óleo, después reproducido en litografía, parte de la arquería claustral, vista desde el exterior. Se trata de tres arcos desiguales y otro más ciego, todos con arquivoltas de medio punto, de puntas de diamante, sostenidos por pilares con haces de no menos que ocho columnas, con altos capiteles florales y figurados. Junto al que sirve de puerta, otro arco, el ciego y geminado que se apoya en tres columnas, adosa a éstas cariátides de la mejor talla románica posible. Las tales cariátides las conoció ya Parcerisa descabezadas. Pero una Virgen sedente, al otro lado del arco de entrada, sí se conservaba entera.
Según palabras de Gaya Nuño: “Riqueza escultórica tal, mostrando lujo de recursos económicos y trabajos de escultores de muy primer orden dentro de un siglo XII ya bien avanzado, de lo que informa todos los detalles ornamentales, no es fácil de explicar, incluso admitiendo la relación de este monumento con la Orden del Temple. Pero, en defecto de noticias históricas, allá, en Ceinos de Campos estaba la peregrina construcción, sin duda la más notable del románico vallisoletano”.

La historia de su desaparición fue la siguiente: en 1799 ya pensó en su derribo el arquitecto neoclásico Francisco Álvarez Benavides, pero el atentado no dañó sino algunas partes del precioso monumento. Después, se aprovechó la iglesia para convertirla en cementerio. En 1853 y 1860 se va completando la ruina, y años después, el Museo de Valladolid adquirió, de los dueños de la capilla, algunos de los restos escultóricos y arcos de la galería descrita. En 4.000 pesetas fueron comprados tres arcos, dos arquitos de ventana, cuatro columnas, seis capiteles y unos pocos fragmentos escultóricos de las cariátides. Con todo ello pudo montarse en el tramo que comunicaba la entrada del Colegio de San Gregorio con la Capilla del mismo un recuerdo de lo que había sido todo un espléndido monumento. En la actualidad desconozco su paradero aunque seguramente se encuentren a salvo en los almacenes del museo. También en algunas casas de Ceinos se conservan cierto elementos arquitectónicos que pertenecieron a la iglesia, aunque son pequeños y escasos.

Fotografía tomada de: http://picotaycepo.blogspot.com.es/
Fotografía tomada de: http://picotaycepo.blogspot.com.es/
¿Resto de ménsula o canecillo? Fotografía tomada de: http://picotaycepo.blogspot.com.es/


A través de estos dibujos, o bocetos, realizados por el nunca bien ponderado Valentín de Carderera, conservados en el Museo de la Fundación Lázaro Galdiano, podemos hacernos una idea un poquito más exacta de cómo era esta joya de la Tierra de Campos.

Interior de la iglesia
Planta
Cabecera
Fachada
Galería porticada
Capiteles y molduras
Dos capiteles

BIBLIOGRAFÍA
  • GAYA NUÑO, Juan Antonio: La arquitectura española en sus monumentos desaparecidos, Espasa-Calpe, Madrid, 1961.
  • WEB  http://picotaycepo.blogspot.com.es/2008/03/quen-acab-con-el-templo-todos-una.html

EL RETABLO MAYOR DEL MONASTERIO DE NUESTRA SEÑORA DE LA MEJORADA DE OLMEDO

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El retablo mayor del monasterio jerónimo de Nuestra Señora de la Mejorada (situado en las afueras de la villa de Olmedo, fue un encargo realizado por Francisca de Zúñiga, viuda de Álvaro de Daza, cuya familia ostentaba el patronato de la capilla mayor de la iglesia monástica. El trabajo se contrataba el 2 de noviembre de 1523 con dos de los escultores más importantes de la primera mitad del siglo XVI: Vasco de la Zarza y Alonso Berruguete. El primero, establecido en Ávila, donde se conserva buena parte de su obra, muestra un estilo que acusa la recepción bien asumida de ese lenguaje italiano, sin que se descarte la posibilidad de que en algún instante realizara algún tipo de viaje formativo.
El repentino fallecimiento de Vasco de la Zarza el 21 de septiembre 1524 llevó a Berruguete a acometer en solitario la finalización de un conjunto que, estaba comenzado, pero en el que había mucho por hacer y precipitó de alguna manera su dedicación hacia el reclamado género de la escultura. El 12 de octubre de 1525 se establecía un concierto para recibir 250 ducados y concluir el retablo, que deberá estar asentado para Pascua de Resurrección de 1526, lo que hace sospechar que no se plantearán modificaciones sobre la estructura inicial.

Las razones para que ambos maestros aparezcan asociados en esta tarea puede girar en torno a esa comunidad de intereses y tendencias, que les permitía expresarse de un modo comprensible. Pero a ello se pueden unir otros factores. Berruguete había trabajado en la casa jerónima de Santa Engracia de Zaragoza nada más llegar de su jornada italiana y la comunicación natural entre la orden lo situaría como un candidato adecuado para acometer esta obra, a pesar del poco tiempo de estancia en España. La pertenencia de Olmedo a la diócesis de Ávila, iba a favorecer, por otra parte, que fuera Vasco de la Zarza, un escultor con oficio y obra probada, el otro maestro elegido para compartir el proyecto.
En 1840 el retablo fue trasladado desde el Monasterio de Mejorada a la iglesia de San Andrés de Olmedo, en donde se incautó en 1931 ante el riesgo de deterioro irreversible. Al año siguiente ingresó en el Museo y se montó en la Capilla del Colegio de San Gregorio, con la excepción del expositor, cuyos componentes se conservan en los almacenes. Se opta por una reconstrucción purista intentando recuperar el aspecto original, ya que el conjunto se había alterado considerablemente durante la época barroca con el añadido tanto del tabernáculo y el expositor, como de una modificación en toda la calle central para introducir un camarín, que desvirtuaba el proyecto inicial.

El retablo cuando se encontraba en la iglesia de San Andrés de Olmedo
En 1944 la Iglesia reclama la revisión del proceso y propone la adquisición por compra del Estado, que se lleva a efecto por O.M. de 31 de diciembre de 1954. El retablo vino a sustituir al  que realizaran en su momento Gil de Siloé y Diego de la Cruz, para la capilla del Colegio de San Gregorio, destruido durante las guerras napoleónicas.
El retablo ofrece un aspecto estructurado a partir de un doble sotabanco ornamental, sobre el que se dispone la predela al uso, ordenada con dos medallones rodeados de laureas vegetales y hornacinas rematadas con veneras albergando pequeñas esculturas, así como señales heráldicas en los extremos. El cuerpo central se divide en dos alturas con cinco calles, la central más ancha, que son las que componen el ático, recrecido en la parte central para cobijar el Calvario que lo corona.
El ensamblaje del retablo salió del taller abulense de Vasco de la Zarza. En las cuentas publicadas se anotan hasta los gastos generados por el traslado a Olmedo de uno de los “pilares”, sin duda una de las columnas que de un modo tan característico definen la estructura. Las soluciones empleadas en el trascoro de la catedral de Ávila en torno de nuevo al sepulcro del Tostado, concluido en 1518, muestran aspectos demasiado similares con este retablo.

La ordenación del banco responde a un sistema de modular el espacio que representa una novedad en la retablística española de su tiempo. En primer lugar el doble basamento, decorado el inferior con cabezas de querubines y el superior con diferentes representaciones figuradas y ornamentales, parece cumplir con una función de elevar la estructura general del conjunto, distanciándose de cualquier precedente canónico en el diseño de este tipo de máquinas, para actuar a modo de elaborado sotabanco. La predela, de acuerdo con el planteamiento canónigo, se iniciaría en la franja siguiente en altura. El espacio se flanquea por dos escudos poligonales, a la italiana, donde campean las armas de los comitentes. A continuación dos tondos rodeados por una laurea, y con las enjutas decoradas con lazos y querubines, albergan las representaciones de Santa Catalina de Alejandría, dispuesta sobre el emperador Majencio como una nueva Philis cabalgando sobre Aristóteles, y San Jerónimo doctor, sentado en su estudio acompañado por el león.

Santa Catalina de Alejandría cabalgando sobre Aristóteles
San Jerónimo doctor
El recurso de la laurea, típicamente florentino, tuvo un gran éxito no sólo en Italia sino también en el resto de Europa, pero su incorporación a los retablos hispanos no se había materializado hasta este momento. Separados por motivos de doble lira y cartela central, que parten de repertorios ornamentales tomados de la antigüedad clásica, y que rápidamente se extienden a partir de aquí, cuatro nichos, dos a dos, con remate avenerado, cobijan pequeñas esculturas debidas sin duda la mano de Berruguete.
Sin aparente coherencia iconográfica, tres de estas esculturas parecen representar figuras bíblicas, que con túnica, manto y libro, podrían aludir a representaciones de apóstoles, aunque no hayan conservado atributos iconográficos identificadores. A pesar de su tamaño, las esculturas ya contienen todos y cada uno de los elementos característicos de la plástica berruguetesca: la ruptura de la frontalidad marcada con el giro expresivo del rostro; los paños trabajados con notable habilidad; o la cuidada policromía.

Mayor atrevimiento ofrece la composición lateral de San Antonio de Padua, que en una arriesgada vista de perfil apuesta por un diseño figurativo innovador, inestable y asimétrico, especialmente patente en  la disposición de Jesús niño. Su San Jorge para el retablo de San Benito y la tabla del San Antonio pintado en el retablo de Olivares de Duero, de la mano de un fiel seguidor de sus propuestas, son la prueba de su fortuna.
En el cuerpo del retablo se desarrolla una secuencia narrativa que muestra relieves con escenas de la vida de Cristo y María, pero divididos en dos discursos de acuerdo con una ordenación cronológica. Por una parte el primer ciclo se inicia con el Nacimiento de la Virgen para continuar con la Anunciación, el Nacimiento de Cristo y la Epifanía

El Nacimiento de la Virgen
La Anunciación
El Nacimiento
La Epifanía


El segundo, de contenido pasional, comienza en la Oración del Huerto, para seguir por el Camino del Calvario, Crucifixión, Resurrección y Ascensión.

La Oración del Huerto
Camino del Calvario
El Calvario
La Resurrección
La Transfiguración
Tanto las esculturas de bulto como los relieves resumen a la perfección el tratamiento nervioso de la línea y el volumen convertidos en una constante en la trayectoria del maestro. El concepto compositivo anticipa con elocuencia lo que va a ser su obra, con frescura, pero también con un conocimiento profundo de recursos que rompían con la tradición imperante, originados en el universo formal italiano y que dominaba a la perfección. El relato de las escenas presenta las irregularidades y el atropellamiento que caracteriza un trabajo apresurado y expresivo.
Figuras estilizadas y elegantes, ejemplificadas en la Virgen de la Anunciación, insistentemente comparada con pautas donatellianas, comparten el espacio con personajes más desgarrados como el arcángel Gabriel o las figuras que componen el Calvariocon especial atención a la doliente escultura de Cristo. A su lado, las torsiones violentas de los Apóstoles en la Ascensión, o de las mujeres que se agolpan junto a la cama de Santa Ana en el Nacimiento de la Virgen, comparten modelos releídos que tienen su origen en el repertorio de la estatuaria clásica.
Tanto los elementos arquitectónicos como la escultura se debieron de policromar en fecha inmediata a la conclusión de los trabajos, pues los motivos empleados en los estofados se corresponden, cronológicamente con lo utilizado en el primer tercio del siglo XVI.
Finalmente, en la suma de gastos de doña Francisca de Zúñiga se especifica la cantidad de 15.000 maravedíes pagados a Berruguete por un letrero de alabastro que debería colocar en la pared de la capilla, así como por “algunas cosas que se han de poner en el retablo, en la coronación y a los lados”. Sin duda se ha de referir a los dos candeleros del remate, a la pareja de niños sosteniendo telas colgantes y a las pulseras que se han recuperado volviéndose a instalar en el retablo, en su mayor parte, como debieron disponerse en sus inicios.

Uno de los candeleros del remate
Pulsera
Pulsera
La lectura iconográfica de este retablo se completaba con las esculturas dispuestas en la calle central, la Virgen de la Mejorada, titular de la casa monástica, y una representación de San Jerónimo como protector de la orden. La alteración que ese espacio central sufría en el siglo XVIII, con el recrecimiento del ostentoso tabernáculo barroco, hizo que la figura de San Jerónimo se retirara a la sacristía, perdiéndose su pista en la Desamortización. Desgraciadamente no se conocen detalles referidos a las características concretas de la escultura en el tiempo en que ocupaba  su lugar en el retablo, incluso desconocemos si se trataba de una pieza anterior a la intervención de Berruguete, como sucedía con la Virgen titular, o si por el contrario había  sido realizada por el artista dentro del programa de conjunto.

San Jerónimo conservado en el Monasterio de Santa María la Real de Nieva
Una hipótesis bastante plausible ha planteado la posibilidad de que la escultura se haya conservado en un lugar próximo a Olmedo. En la capilla de la Virgen de la Consolación en la iglesia de Santa María la Real de Nieva, existe un San Jerónimo penitente que era clasificado como obra de Berruguete hace ya mucho tiempo No cabe duda que la escultura corresponde a la más delicada producción del maestro.
Y para concluir el post de hoy dejo una frase pronunciada por el gran historiador del arte Camón Aznar que creo que define bien al retablo: “súbitamente y sin que nada hiciera suponer esta explosión de su genialidad, labra el retablo de la capilla principal del Monasterio de la Mejorada”.

BIBLIOGRAFÍA
  • ARIAS MARTÍNEZ, Manuel: Alonso Berruguete: Prometeo de la escultura, Diputación de Palencia, Palencia, 2011.
  • http://museoescultura.mcu.es/    La mayoría de las fotos de esculturas y relieves se han sacado de esta web

EL PINTOR MATEO CEREZO EN VALLADOLID II: El lienzo de "Cristo en el Sepulcro" de la iglesia de San Lorenzo y su fortuna iconográfica

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La pintura de Cristo en el Sepulcro, custodiada en la iglesia parroquial de San Lorenzo es, quizás, la mejor pintura que dejó en la ciudad el maravilloso pintor burgalés Mateo Cerezo, si bien deberíamos llamarle Mateo Cerezo “el joven” puesto que su padre, llamado de forma homónima, también se dedicó a la pintura. Este último, bastante peor pintor que el hijo, se hizo muy famoso por sus representaciones del Cristo de Burgos, del cual tenemos algún ejemplo Valladolid, por ejemplo en el Real Monasterio de San Joaquín y Santa Ana.

Dos Cristos de Burgos del Monasterio de San Joaquín y Santa Ana firmados por Cerezo el Viejo
La representación de Cristo en el Sepulcro gozó de un gran éxito en Castilla, y sobre todo en los alrededores de Valladolid, tanto inmediatamente como aún tiempo después. Así tenemos, aunque con variantes, múltiples ejemplos tanto en la provincia vallisoletana, como en la burgalesa, y en otros lugares. Mateo Cerezo estuvo en Valladolid en 1658, y posiblemente parte del siguiente. El cuadro, con unas medidas bastante generosas (253 x 135 cm.) tuvo que ser pintado en la ciudad en aquellos momentos.

Ya los más antiguos repertorios bibliográficos sobre temas del arte se refieren ya a este lienzo. Así, en las Vidasde Palomino se hace referencia a una obra de Mateo Cerezo en Valladolid, con estas palabras: “Hay también otro cuadro suyo del Sepulcro de Cristo; con unos ángeles llorando, que le tienen en la sacristía de la parroquial de San Lorenzo, y lo ponen el Viernes Santo en el altar mayor, y es cosa peregrina”. Es obra de autoría absolutamente segura, a pesar de que Palomino habla de ángeles, y no hay sino solo uno. Pero debe tenerse presente que Palomino no estuvo en Valladolid, y se sirvió para su relato de los informes que le transmitieron.
La iconografía de Cristo yacente antes de ser depositado en el sepulcro y con ángeles guardando o llorando su cuerpo es una transformación peculiar de Cerezo a partir de varios antecedentes famosos, desde Annibale Carraci hasta Pereda, pasando por los ejemplos de Van Dyck y Ribera, y por las esculturas vallisoletanas de Gregorio Fernández, cuyos prototipos serían de gran importancia. Así, por ejemplo, el modelo del cuerpo muerto procede del grabado de José de Ribera y de las versiones de Antonio de Pereda del Llanto sobre Cristo muerto (Madrid, col. particular), y los altos almohadones están en las esculturas de Gregorio Fernández como sustituto teatral al regazo de la Virgen de la Piedad del mismo Van Dyck.

La figura de Cristo es de tamaño de natural. Hay que tener presente que como dice Palomino, el cuadro se ponía el Viernes Santo delante del altar mayor, lo mismo que se hacía con los Yacentes de escultura y por supuesto con los de Gregorio Fernández. Por eso mismo está el cuerpo inclinado y la cabeza de frente, para que lo aprecie bien el espectador. Descansa sobre un sudario, la cabeza apoyada en doble almohada, sin duda siguiendo el modelo de Gregorio Fernández. Hay también delante dos clavos y la gruesa corona de espinas, elementos concebidos como bodegón. Debe observarse que los clavos aparecen deformados, para resaltar que estuvieron profundamente clavados y hubo necesidad de un gran esfuerzo para extraerlos. Un ángel acaba de levantar el sudario que cubría el cuerpo. Es el elemento que justifica una escenificación dramática, que recomendaba San Ignacio, pues el tema es invención.
El dibujo es sólido y los colores acordes con la temática. Es admirable el blanco del sudario y las almohadas; un tono verdaderamente preciosista. El cuerpo sin vida tiene tonalidades broncíneas y ácidas que contrastan con el tono azul de la túnica del ángel, tornasolada en violáceos y dorados reflejados por el manto. El rostro de este ángel, de ascendiente en Van Dyck, con un fuerte carácter expresionista, se cubre con un rosario de lágrimas desde los ojos hasta la boca enrojecida y entreabierta. Es el más claro antecedente de uno de los prototipos de Magdalena penitente que Cerezo desarrollará hacia 1664.
Prueba de la popularidad de este Cristo muerto son las numerosas copias, o versiones, que pueden señalarse: el de la iglesia de Santa María Magdalena de Valladolid, en la de San Miguel, en los conventos de la Concepción y de las Brígidas de la capital del Pisuerga, en la iglesia parroquial de Cabezón (Valladolid), en la parroquial de Zaratán (Valladolid), en la parroquial de Aldeamayor de San Martín (Valladolid), en la puerta de San Sebastián en Medina de Rioseco, en la de Tordehumos (Valladolid), en el monasterio de la Vid (Burgos), en la parroquia de San José de Madrid (antiguo convento de San Hermenegildo).Si bien la mayoría de los ejemplos aquí descritos intentan copiar, con mayor o menor fortuna, el original conservado en la iglesia de la patrona de Valladolid, hay dos que se apartan un poco más, y por lo tanto posee un valor iconográfico mayor. Se trata de los conservados en el Convento de la Concepción de Valladolid y el de la iglesia parroquial de Aldeamayor de San Martín.

Iglesia de la Asunción de Cabezón de Pisuerga
Iglesia de Santa María Magdalena de Valladolid
Iglesia de San Pedro de Zaratán
Puerta de San Sebastián de Medina de Rioseco
El ejemplar conservado en la sala capitular del Convento de la Concepción representa a “Cristo eucarístico en el sepulcro con María Magdalena y dos ángeles”. Al lado, copón con la Forma. Es, pues, un Cristo eucarístico; estas pinturas se hacían para colocar el Viernes Santo en el frente del altar. Marco de tarjetillas. Con unas medidas de 100 x 305 cm., es fechable hacia 1650-1675. La fuerte carga eucarística del lienzo del convento de la Inmaculada Concepción queda enfatizada por la presencia de los símbolos eucarísticos del cáliz, la forma y las uvas, huyéndose, como suele ser habitual en este tipo de representación, de la presencia de las Arma Christi –clavos, corona, columna o lanza– quizá para aumentar su intencionada carga simbólica en detrimento de la Pasional. Esto se pone de manifiesto y queda patente en la leyenda que aparecen en el reguero de sangre que recorre el lienzo desde la herida del costado hasta el cáliz: “Hoc est corpus Meum”, Éste es mi cuerpo, palabras que salieron de boca de Jesús durante la Última Cena en el momento de la Institución de la Eucaristía.

Esta representación no pertenece exclusivamente al ámbito pictórico. Ya desde el siglo XVI nos encontramos con la presencia en varias esculturas de Cristo yacente de una teca ostentorio en el pecho, en la que era alojada la forma durante estos días de la Pasión. Un ejemplo especialmente significativo lo constituye el Cristo Yacente del convento dominico de San Pablo de Valladolid, obra de Gregorio Fernández, realizado hacia el año 1609, y que figura en un inventario como “un Cristo grande muerto echado en un lecho en unas andas de muy buena talla en el costado de la llaga una portezuela con su viril para poner dentro de él el Santísimo Sacramento el viernes santo”.
El de la iglesia parroquial de San Martín de Aldeamayor de San Martín se encuentra guardado en la sacristía. La figura de Cristo se dispone de manera similar a como aparece en el resto de cuadros. La diferencia radica en que a los pies no está un ángel, sino María Magdalena. Comparte con el cuadro conservado en la Concepción en que de la herida del costado sale un chorro de sangre con las palabras: “Hoc est corpus Meum”. El fondo de la escena se cierra con un cortinaje rojo, recurso barroco donde les haya.

  • ÁLVAREZ VICENTE, Andrés: Tradebatur, Ayuntamiento de Valladolid, Valladolid, 2007, p. 38.
  • BUENDÍA MUÑOZ, José Rogelio: Vida y obra del pintor Mateo Cerezo (1637-1666), Diputación Provincial de Burgos, Burgos, 1986.
  • MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: “Cristo en el sepulcro”. En VV.AA.: Las Edades del Hombre. Time to hope, Fundación Las Edades del Hombre, Valladolid, 2002, pp. 282-283.
  • VV.AA.: Las Edades del Hombre. Time to hope, Fundación Las Edades del Hombre, Valladolid, 2002.

LAS PINTURAS MURALES DEL CONVENTO DE SAN PABLO DE PEÑAFIEL I: El Mural de Santa María Magdalena

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Estas pinturas murales proceden del interior de la iglesia del convento de San Pablo de Peñafiel, en origen de la orden dominica. Se encontraron sobre el muro occidental de la nave del Evangelio, al lado de unas pinturas murales con respecto a las cuales deben de ser más o menos contemporáneas e, incluso, del mismo autor, si bien son una obra distinta. Se descubrieron en torno a 1930 debido al empeño de los pasionistas que en la actualidad viven en la casa que culminó con el descubrimiento de pinturas murales en distintos puntos de la iglesia y del convento.

Las presentes pinturas murales se encontraron encaladas y condenadas por la fábrica de una escalera de madera de acceso al coro en alto a los pies de la iglesia y, a pesar de un informe que aconsejaba su conservación in situ, se arrancaron del muro en 1940 por parte de Ramón Gudiol a iniciativa de la Diputación Provincial de Valladolid, que determinó su traslado al Museo de Valladolid, en el que se encuentran en la actualidad. Su estado de conservación es precario debido al brusco arranque que sufrieron, con deformaciones de su superficie pictórica que se acusan más en el mural inmediato, así como a la escasa adherencia de la película pictórica a su nuevo soporte de lienzo.
En estas pinturas se desarrolla un ciclo de la vida de Santa María Magdalena con escenas en dos registros sobre fondos estrellados alternativamente azules y rojos. Las escenas se disponen en torno a una representación principal, Santa María Magdalena con la donante, que comprende la altura de los dos registros y destaca, asimismo, por albergar a estas figuras dentro de un arco apuntado de intradós trilobulado. Se representan sobre fondo estrellado de color rojo. La santa, de pie, cubierta con una toca, sostiene en su mano izquierda un vaso de perfumes. La donante, de rodillas a sus pies, de menor tamaño que presenta una rica indumentaria. La distribución de las escenas a los lados de esta representación principal, delimitadas por bandas con estilizaciones vegetales en negro, es irregular. A la izquierda (derecha de la santa) encontramos dos escenas, mientras que a la derecha (izquierda de la santa) encontramos cuatro escenas, de más anchura las dos del extremo de la derecha. Ocupa la parte inferior de estas pinturas murales una decoración a manera de arrimadero con una imitación de paños rojos pendientes.

Las escenas de la izquierda se refieren a la vida de Santa María Magdalena en relación con Cristo: Comida en casa de Simón el leproso (registro superior) y Aparición de Cristo a la Magdalena (registro inferior). Destacan en la Comida en casa de Simón el leproso los gestos de sorpresa o de disputa que los individuos que se disponen en torno a Cristo, que justifica su consentimiento para con la acción de María Magdalena, y en la Aparición de Cristo a la Magdalena la representación del sepulcro, abierto y vacío, junto a Cristo resucitado, que porta, aunque apenas se reconoce, la cruz como señal de su victoria sobre la muerte.

Comida en casa de Simón el leproso
Aparición de Cristo a la Magdalena

Las escenas de la derecha se refieren a la vida de Santa María Magdalena como eremita: Éxtasis de Santa María Magdalena (registro superior) (únicamente se reconoce sobre un paisaje rocoso a los ángeles, en número de cuatro, que durante su retiro arrebataban a María Magdalena al cielo a las horas canónicas para escuchar a los coros celestiales, pues nada subsiste de la figura de la santa) y Última comunión de Santa María Magdalena(registro inferior) (María Magdalena, llevada hasta Aix-en-Provence por ángeles, recibe la comunión, sabedora de su inmediata muerte, de manos del obispo San Maximino, su guía espiritual).

Éxtasis de Santa María Magdalena
Última oomunión de Santa María Magdalena

Sobre la banda que delimita estas dos escenas por la parte de la derecha se dispone de manera poco convencional el eremita que, según su biografía contempló admirado su éxtasis y anunció a San Maximino la inmediata visita de la santa. Las escenas del extremo de la derecha, finalmente, son más problemáticas: Peregrinación del gobernador de Marsella (registro superior), que debería de preceder a las escenas de Santa María Magdalena como eremita, y escena sin identificar (registro inferior). Se reconoce, a la derecha, una figura masculina nimbada de pie, en severa disposición frontal, con una especie de orbe o de disco en su mano izquierda, y, a la izquierda, una figura femenina orante en la parte superior y un sarcófago en la parte inferior.

Peregrinación del gobernador de Marsella
Escena sin identificar
Consideradas siempre como un ejemplo característico del estilo gótico lineal, Post propone para las mismas una cronología posterior a 1320, fecha de fundación del convento de San Pablo de Peñafiel. Las características de la moda representada en estas pinturas sitúan su ejecución a partir del segundo tercio del siglo XIV. Ciertas características que preludian aspectos del estilo gótico lineal tardío como la tendencia al recargamiento ornamental en la indumentaria de la donante de este mural invitan a proponer una cronología de hacia 1360-1380.
BIBLIOGRAFÍA
  • GUTIÉRREZ BAÑOS,  Fernando: Aportación al estudio de la pintura de estilo gótico lineal en Castilla y León: precisiones cronológicas y corpus de pintura mural y sobre tabla (2 tomos), Fundación Universitaria Española, Madrid, 2005.

LA CAPILLA DEL RELICARIO DE LA COLEGIATA DE VILLAGARCÍA DE CAMPOS II: Los retablos colaterales

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Al ya comentado retablo mayor de la Capilla del Relicario, acompañan otros dos retablos colaterales. Uno, en el lado del evangelio, dedicado a Santa Inés, y otro en el lado de la epístola, dedicado a Santa Lucía. Ambos fueron realizados en 1670 por el mismo ensamblador que el retablo mayor, Cristóbal Ruiz de Andino, el cual cobró por su ejecución 6.300 reales. Los dos retablos son idénticos. Aunque poseen una traza similar al retablo mayor, ambos están tallados con un mayor resalto. Componen un admirable conjunto, donde arquitectura y escultura armonizan admirablemente. Las hojas carnosas, henchidas de vitalidad, se retuercen gustosamente, creando acentuado claroscuro. Resalta orgullosamente la gran tarjeta central, colocada sobre una placa recortada. En las enjutas se encrespan abultados cogollos. Todos estos motivos vegetales, pintados de rojo, verde y azul, apagan moderadamente el rico destellar del dorado.
La escultura invade ambos retablos. En la hornacina principal se sitúa la santa titular. En su ático se coloca una escena de martirio de un santo, y a cada lado otro santo. En cada intercolumnio del cuerpo principal se sitúan otras dos imágenes, una encima de la otra. Finalmente en la parte baja del retablo cinco hornacinas con otros tantos santos.

Retablo de Santa Lucía
Retablo de Santa Inés
Salvando a las santas titulares de ambos retablos, Santa Inés (1673) y Santa Lucía (1682), realizadas, respectivamente, en 1673 por Alonso de Rozas y en 1682 por Juan Antonio de la Peña, el resto de esculturas son obra de Tomás de Sierra. El trabajo del riosecano, realizado en 1696, comprende 26 esculturas: 24 pequeñas estatuillas de santos y dos grupos de santos en su martirio, en un tamaño algo mayor que las anteriores. Sierra cobró 4.400 reales “en que se concertaron (…) todas las estatuas de los nichos de los dos colaterales del Sagrario”.

RETABLO DE SANTA INÉS
La advocación del retablo a Santa Inés tiene su razón de ser por cuanto la fundadora de esta capilla, llamada Inés de Salazar, mandó en su testamento que se hiciese una imagen de la santa, de mediana estatura, tallada en madera.
La hornacina central está presidida por la imagen de la Santa Inés, obra del escultor Alonso de Rozas, realizada en 1673. A Rozas “se le pagaron mil reales por cuenta de las estatuas de Santa Inés y otros dos mártires que está haciendo”. La escultura es de líneas correctas, pero sin especial relieve. El plegado de los vestidos está hábilmente dispuesto. El cordero que tiene en su brazo izquierda tiende hacia la Santa con ese naturalismo propio del barroco, en el derecho portaría seguramente la palma del martirio.

Las doce pequeñas estantes restantes del retablo son obra de Tomás de Sierra, que fue el gran artífice de la obra escultórica de la Capilla del Relicario. En la parte central del ático está representado el martirio de San Bartolomé, cuya composición está tomada del conocido grabado de José de Ribera, y no sólo la composición, sino hasta los tipos y la indumentaria. El santo se encuentra atado a un madero, mientras los verdugos comienzan a desollarle; ya se ve el brazo izquierdo en carne viva con gran realismo. Sin lugar a duda, Sierra tuvo presentes los barros que Juan de Juni realizó para la iglesia de San Francisco de Medina de Rioseco. Los verdugos con su risa diabólica reproducen las actitudes de los sayones en los pasos de Semana Santa. Del dorado y estofado de la historia de San Bartolomé, y de la de San Esteban se encargó Jerónimo de Cobos, el cual percibió 600 reales.

A uno y otro lado de este grupo, en los extremos del ático, se hallan las estatuas de San Cosme y San Damián, médicos, tocados con el birrete de Doctores. En las hornacinas superiores, cerradas con cristal, que se corresponden simétricamente, están los huesos de dos cráneos de Las once mil vírgenes; envueltos en finos paños de seda. En las hornacinas formadas por las columnas se encuentran el apóstol San Felipe y el centurión San Marcelo. En los dos nichos inferiores están los apóstoles Santo Tomás y San Mateo, a uno y otro lado. En las hornacinas situadas al nivel de la mesa de altar se sitúan otras cinco estatuas de pequeño tamaño, de unos 37 cms.: San Francisco de Asís, San Antolín, San Vicente, San Buenaventura y San Agustín. La policromía y el dorado tan fino y delicado de todas estas imágenes se debe a Jerónimo de Cobos; en las dalmáticas de los diáconos San Antolín y San Vicente se pueden apreciar unos paisajes.

RETABLO DE SANTA LUCÍA
Al igual que en el otro retablo, la imagen de la santa titular se encuentra en la hornacina central. La escultura, de tamaño natural, fue realizada en 1682 por el escultor Juan Antonio de la Peña. Se la representa al modo tradicional, en pie, con los ojos en una bandeja. Conserva el convencionalismo de pliegue duro en sus vestidos.

Las demás estatuas del retablo, realizadas por Tomás de Sierra, se distribuyen de la siguiente manera: en las cinco hornacinas de la parte baja del retablo se pueden admirar cinco bellísimas imágenes, con las mismas características que las del retablo frontero de Santa Inés: San Bernardo, San Benito, San Antonio Abad, San Antonio de Padua y San Ambrosio. En las hornacinas del intercolumnio de la izquierda están San Judas Tadeo y Santiago el Menor. En las hornacinas del lado derecho San Lorenzo y San Calixto. En las dos hornacinas superiores, envueltos en paños de seda, se conservan huesos de nueve cráneos de Las once mil vírgenes. En los extremos del ático aparecen dos reyes, uno vestido a la usanza de la época y otro con indumentaria militar romana. Son San Luis Rey de Francia y San Enrique, Emperador de Alemania y Rey de Romanos. En el centro del ático está la escena del martirio de San Esteban protomártir. Es una composición barroca, llena de vida y movimiento. El Santo es una figura fina y elegante. A sus lados están los verdugos: uno de ellos se agacha a coger las piedras para lanzárselas, mientras el otro se dispone a tirarle las que tiene recogidas en su jubón. Este grupo escultórico es “claramente juniano” a juicio de Martín González. También según Martín González, la obra maestra de todas estas pequeñas estatuas es San Benito, la cual “reencarna el San Bruno de Gregorio Fernández. Embriagado en la santa lectura, su corazón salta de alegría, apareciendo en su faz una  dulce sonrisa; aquí no es solamente la iluminación mística, sino el santo deleite que prefigura el matrimonio espiritual con Dios”.



BIBLIOGRAFÍA
  • MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: Escultura barroca castellana, Fundación Lázaro Galdiano, Madrid, 1959.
  • PÉREZ PICÓN, Conrado: Villagarcía de Campos: estudio histórico-artístico, Institución Cultural Simancas, Valladolid, 1982.

LAS CÚPULAS MUDÉJARES DE LA CAPILLA DE SAN LLORENTE DE LA COLEGIATA DE VALLADOLID

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La capilla de San Llorente, en la actualidad una de las salas del Museo Diocesano y Catedralicio, estuvo situada en su origen a los pies de la Colegiata de Santa María. Dicha capilla, existente ya antes del año 1319, era utilizada por el Cabildo como sala capitular. Probablemente por causa de la construcción del claustro, iniciado aquel mismo año, la capilla se arruinó en torno a 1331.
Según Javier Castán, Pero Fernández –escribano de Cámara del Rey, Canciller del infante don Fadrique y Maestre de la Orden de Santiago– y su hermano Juan Gutiérrez –escribano de don Fadrique, cuyas armas con las de León y Castilla engalanan el espacio libre entre ambas cúpulas–, solicitan en 1345 del Prior y Cabildo de la Iglesia Colegial licencia para reedificar la capilla con la doble advocación de San Llorente y del Corpus Christi dedicándola a espacio funerario. Parece que los sepulcros familiares eran de buena labor de yesería, uno de los cuales se conservaba todavía en 1970. Según Lavado Paradinas la obra correspondería al primer cuarto del siglo XV por mecenazgo de Pedro Fernández, enterrado en 1429, hijo del patrono de la capilla. Dicho autor relaciona las yeserías con las antedichas de Sahagún y Mayorga.
La capilla de San Llorente, en un plano de la antigua colegiata, está marcada con el color amarillo


La capilla de San Llorente es un espacio rectangular de cantería con arcosolios en los muros, dividido en dos ámbitos cubiertos con dos hermosas bóvedas de yesería mudéjares que se han vinculado a la tradición de las qubbas funerarias del tipo de las de La Mejorada, la Peregrina de Sahagún o la de los Villagómez en Santa María de Arbás (Mayorga).
Dichas dos cúpulas están decoradas con motivos geométricos de lacería, emblemas heráldicos y piñas con mocárabes que responden a su doble titulación. Aunque una de las cúpulas es esférica, y la otra octogonal, ambas poseen el mismo esquema decorativo: anillo con motivos de lacería policromados y una estrella de similar motivo, emblemas heráldicos y como coronamiento en el remate una piña de mocárabes.
BIBLIOGRAFÍA
  • DUQUE HERRERO, Carlos: Rutas del Mudéjar en la Provincia de Valladolid, Castilla Ediciones, Valladolid, 2005.

El caricaturista vallisoletano Gregorio Hortelano "GEACHE"

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Hoy vamos a hablar de un caricaturista, y por lo tanto de humor, así que esta entrada se la quiero dedicar a todos los que estáis bajos de ánimo, en especial a una persona que me toca más de cerca. El dibujo humorístico posee en España una larga tradición. Desde los días de Goya y Alenza los artistas españoles han tratado temas de humor para fustigar las costumbres, por socarronería, mordacidad o inocente entretenimiento. La prensa ha sido siempre el mejor vehículo para la difusión de sus obras bien como historietas, monos, chistes o caricaturas.
El fenómeno de la caricatura responde también a esta eclosión de artistas puestos al servicio de la sociedad para hacerla sonreír con sus agudezas de estilo, y sus cualidades de grandes dibujantes quedan patentizadas por su versatilidad, inspiración y originalidad.
Gregorio Hortelano Martínez nació en Valladolid el 17 de febrero de 1893. Sus padres, Gregorio y Emilia, que vivían en la calle Platerías, se habían establecido en la capital montando un negocio de ferretería en la calle de Miguel Iscar. Los que lo conocieron dijeron que poseía un carácter bondadoso y afable, tuvo un temperamento lleno de simpatía y, en definitiva, que era un hombre bueno y sencillo que no concebía ser enemigo de nadie.
Gregorio Hortelano "Geache"
"Geache". Autorretrato
"Geache" visto por el caricaturista Ares
"Geache" visto por el caricaturista J. Camacho
Desde muy joven sintió una predilección por el dibujo, debido a lo cual sus padres decidieron matricularle en 1906 en la Academia que dirigía el dibujante Ricardo Huerta ayudado por el pintor cubano Gabriel Osmundo Gómez, instalada en una vivienda de la calle del Duque de la Victoria. Los dichos profesores viendo las capacidades del joven le debieron aconsejar que ingresara en la Escuela local de Bellas Artes, matriculándose con su hermano José en el año 1911. En ella recibió enseñanzas del pintor Luciano Sánchez Santarén y del escultor Ramón Núñez; sin embargo su estancia en este centro duró poco tiempo, hasta el curso académico 1913-1914, ya que el negocio familiar requería su presencia.
“Geache” no sintió necesidad de expresar su vocación artística sobre el lienzo ni tampoco con barro o yeso; su única preocupación fue el dibujo, no tanto desde el punto de vista formal o académico, sino como vehículo para transmitir su visión de la existencia diaria o reflexionar sobre la fisionomía de las personas que trataba o conocía.
El rey Alfonso XIII
El pintor Anselmo Miguel Nieto
El pintor Aurelio García Lesmes
El arzobispo D. Remigio Gandásegui
El empresario Pagés
Se poseen dibujos firmados por él desde el año 1917 y en ellos ya se aprecia su decidida vocación de humorista, como dibujante de caricaturas y de socarronas e inocentes historias que a veces colorea con lápiz o acuarela, experimentando con “collages”. Entonces dibujaba por pura diversión, animado probablemente por quienes conocían su facilidad con el lápiz, evitando provocar el recelo familiar que tal vez habría surgido de haberse inclinado más definitivamente por el arte abandonando el trabajo en el comercio.
En 1919 contrajo matrimonio con Amparo Grande con quien tuvo cuatro hijas. Años después pudo independizarse económicamente al establecerse por su cuenta, primero en un local de la calle de Labradores y posteriormente en otro de la calle del Duque de la Victoria, casi frente por frente de la sede del periódico local El Norte de Castilla.
En el mes de abril de 1924 celebró su primera y última exposición pública. En el “foyer” del Teatro Calderón presentó 45 caricaturas, “curvos espejos de buena parte de la gente conocida. Muchachos y muchachas, convecinos y amigos, comediantes y personajes populares” que fueron juzgadas por el crítico Fernando De´Lapi como acertadas, “logrando casi siempre el justo parecido y la intención más sutil” y acreditando “algunas de esas obras delicadezas de dibujo, elegancias de estilización y primores de gracia”. El único reparo que encontró el periodista consistía en cierto parecido con las del madrileño Manuel Tovar (1875-1975), asiduo colaborador del popular Madrid cómico, alabándole en cambio su temperamento y su visión humorística.
El pianista Alexander Uninsky
Francisco de Cossío
"Fray Gafitas" (se trata del pintor José Gómez Sans, hijo de Gabriel Osmundo Gómez)
Jacinto Benavente
El torero Juan Belmonte
La banda del maestro Mateo
El éxito y la popularidad le abrieron las puertas de los diarios vallisoletanos. Durante el mes de septiembre de 1925 aparecieron en el Diario Regional ocho intervenciones suyas como autor de chistes pero seguramente el otro periódico de la ciudad le ofrecería una colaboración permanente y el 25 de noviembre de aquel mismo año inició su actividad como dibujante en El Norte de Castilla. Desde entonces hasta pocos días antes de su muerte el pseudónimo de “Geache” compareció asiduamente en las páginas de este periódico.
A lo largo de doce años Hortelano tomó el pulso a la ciudad desde la vertiente del humor y su lápiz caricaturizó a los personajes más populares, los visitantes más ilustres, escritores, artistas, políticos o deportistas. Comenzó dibujando una sección que tituló “Escenas populares” pero no mantuvo esta cabecera pues en otras ocasiones sus trabajos se publicaron bajo el título de “Tipos populares, escenas de la calle, cosas del día”, etc. Habitualmente les acompañaba un escueto pie y otras veces escribió un brevísimo comentario irónico que provoca la sonrisa. Sus caricaturas de personajes comenzaron a aparecer en el periódico en enero de 1926 y con ellas inició una extensísima galería de famosos o conocidos, siendo los profesores de la Escuela de Música de Valladolid los primeros que caricaturizó; ocasionalmente ilustró otras colaboraciones, como las firmadas aquel mismo año por el pseudónimo “Juan Pisuerga” dedicadas a las estatuas vallisoletanas.
La tiple Felisa Herrero
La Yankee
Salto de altura
A pesar de ello nunca estuvo interesado en difundir sus propias cualidades artísticas. Extraordinariamente modesto no volvió a realizar ninguna otra exposición, si se exceptúa la celebrada en el balneario de Solares (Santander) para diversión de veraneantes. Su espíritu tranquilo tampoco le impulsó a viajar, salvo a ciudades cercanas y habiendo tenido intención de instalarse en Madrid su idea no pasó de proyecto.
No fueron las caricaturas el único motivo de su atención. Además del asiduo trabajo en El Norte recibió muchos encargos para confeccionar carteles anunciadores de los más diferentes acontecimientos. La Feria de San Mateo (1926), la Exposición cerealista (1927), la Semana Santa (1928), los Festivales de Prensa (1929 y 1930), etc., tuvieron en los dibujos de “Geache” su adecuado motivo propagandístico, preocupado, como lo estuvo siempre, por el escaparatismo y la publicidad.
Torero
El bailarín Vicente Escudero
El escultor Victorio Macho
Dispuesto a enseñar el arte de dibujar caricaturas dirigió un programa radiofónico encaminado especialmente a los niños, que se complementaba con una sección gráfica en la revista Altavoz, publicada por la emisora de radio local.
El estallido de la guerra civil trajo consigo la censura en la prensa y como consecuencia se suprimió la publicación de caricaturas. Fue entonces cuando “Geache” se dedicó a ilustrar publicaciones literarias o narrativas.
Los libros de poemas que Nicomedes Sanz y Ruiz de la Peña escribe aquellos años –Romancero carnal (1936), Romancero de guerra y amor (1937), Romance de la muerte de Pepe García, el Algabeño (1937), Cántico de buen amor– fueron profusamente ilustrados por Hortelano y lo mismo sucede con los Episodios de la guerra civil que escribía Luis Montan (Rienzi), el periódico infantil Pirulo (1936) o los afilados comentarios políticos titulados “Pepinillos” firmados por el pseudónimo “Don Gordo”.
En los trabajos últimamente citados apenas se distingue cierto decaimiento de su interés. La factura sintética que muchos presentan no era resultado de la larga y penosa enfermedad que minaba ya su salud sino motivada por la tristeza que le causaba la contemplación del drama que vivía el país en esos momentos. Falleció el 11 de agosto.

BIBLIOGRAFÍA
  • URREA, Jesús: Caricaturistas vallisoletanos: “Geache” (1893-1937), Caja de Ahorros Popular de Valladolid, Valladolid, 1988.

EL ÉXODO DEL MAESTRO DE PORTILLO. Un retablo de Viana de Cega en el Alcázar de Segovia

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Procedente de la localidad vallisoletana de Viana de Cega se encuentra en la capilla del Alcázar de Segovia un magnífico retablo hispanoflamenco atribuido al Maestro de Portillo. Se piensa que el retablo, que se encuentra bajo la advocación de “Nuestra Señora de las Nieves”, pudo llegar a Viana procedente de la Cartuja de Aniago, así lo pensaba Francisco Sabadell a comienzos del siglo XX: “El pequeño retablo es obra de mérito, procedente de la Cartuja de Aniago, cosa que no pudimos comprobar porque los libros parroquiales de fábrica son mucho más modernos”. Por cierto, si os fijáis bien en la foto de la capilla veréis que hay un retablo a la izquierda, pues bien ese retablo también procede de una localidad vallisoletana: Megeces.

Capilla del Alcázar de Segovia
Antiguo retablo de Nuestra Señora de las Nieves

La arquitectura del retablo muestra una fina decoración plateresca en el zócalo y guardapolvo, mientras sigue el gusto gótico en las guarniciones de los encasamentos. Así, los doseles presentan ricas tracerías de arcos mixtilíneos típicamente hispano flamencas. El retablo consta de tres calles y dos entrecalles. En la calle central, sobre la hornacina en la que iría la escultura originaria, que hoy falta, se encuentra la tabla del Calvario; en la calle lateral izquierda, las tablas de la Anunciación y Adoración de los Reyes; en la calle lateral derecha, las del Nacimiento y Purificación. En cada una de las entrecalles se disponen tres tablitas y es tal el deterioro que incluso la identificación de lo en ellas representado es en algún caso dudoso. En la entrecalle de la izquierda, de arriba abajo, parecen sucederse San Sebastián, sedente; Santa Ana, triplex, y San Agustín; en la entrecalle de la derecha San Roque, San Gregorio y San Ambrosio. En la predela figuran, de izquierda a derecha, los Evangelistas San Marcos, San Juan, San Mateo y San Lucas. Y, en medio de ellos, en el espacio reservado al tabernáculo, aparecen pintadas cuatro pequeñas efigies de santos en nichos; y en lo que sería la puerta del tabernáculo, en medallones, los bustos, al parecer, de Santo Domingo y San Francisco, San Pedro y San Pablo.
Calvario
La Anunciación
El Nacimiento
La Adoración de los Magos
La Purificación
San Sebastián
San Agustín
San Roque
San Ambrosio
Santa Bárbara presidiendo el retablo. Patrona del ramo de artillería
A primera vista, desde la simple repetición de los tipos hasta las aureolas doradas formadas por billetes radiales, se confirma la acertada atribución de Post al Maestro de Portillo. De las tablas que por su estado de conservación se pueden observar menos mal son las de la Purificacióny la de la Epifanía, en el cuerpo del retablo. En ambas la coincidencia con el estilo de Juan de Borgoña se sobrepone a los ecos berruguetescos: ordenación simétrica, de ritmos verticales, paralelos, con estabilidad que traduce quietud y con perfiles netos como los de los Reyes enfrentados y el de la doncella con la ofrenda en la escena de la Purificación. La berruguetesca preocupación por la luz se manifiesta en su difusión a través de los ámbitos –primero y segundo plano– que establece la arquitectura. Es de advertir que las arquitecturas, como en el retablo de Fuentes de Año, revelan el gusto por las nuevas formas, que apenas asoma sino en detalles en el retablo del Palacio Arzobispal de Valladolid. En la Purificación, los personajes se agrupan en primer término en torno a una mesa, y al fondo, y en el centro una puerta en arco renaciente se abre a un patio del mismo estilo, con arquerías rebajadas en el piso superior, donde parecen estar asomadas unas personas. El esquema arquitectónico puede compararse con el de la misma escena en el ala del altar Columba (Pinacoteca de Múnich), de Van der Weyden: la rotonda del fondo en este altar equivale al patio del maestro de Portillo y los estilos arquitectónicos de ambas obras –románico en Van der Weyden, renacimiento en el maestro de Portillo– tienen, sin duda alguna, el mismo significado simbólico. En la escena de la Epifanía, se alza en el centro el elegante trono en que se sienta la Virgen, rematados en graciosa venera.

San Marcos
San Juan Evangelista
San Mateo
San Lucas
Santo Domingo, San Pablo, San Francisco de Asís y San Pedro
Los Evangelistas de la predela revelan calidad y ascendencia berruguetesca, si bien dentro del tono más suave del maestro de Portillo. Sentados en tronos, los cuatro en actitud de escribir, tienen todos ellos sus dobles fisionómicos en otras tablas del maestro. León, águila, ángel y toro aparecen, respectivamente, al lado de cada uno de los Evangelistas. Frente a la predela del retablo de San Esteban, aquí los brocados se reducen al respaldo de los tronos, mientras que una parte del fondo se abre al paisaje a través de un vano renaciente. Hay verdadera elegancia en las poses de estos escribas inspirados por el cielo. Análoga disposición a la de los Evangelistas –si bien éstos se representan de tres cuartos y los otros de cuerpo entero–  ofrecen las efigies de los padres de la Iglesia, en lo que puede apreciarse: se sientan en tronos con brocados, en un interior que comunica a través de un vano con el paisaje.

BIBLIOGRAFÍA
  • CAAMAÑO MARTÍNEZ, Jesús María: “La presencia del Maestro de Portillo en Valladolid. Nuevas obras”, A.E.A., tomo XXXVIII, nº 150, 1965, pp. 87-104.

ESCULTORES VALLISOLETANOS OLVIDADOS: Ángel Díaz Sánchez (1859-1938)

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Aunque madrileño el escultor Ángel Díaz Sánchez constituye, junto con el pintor Martí y Monsó, la figura artística más sobresaliente y prolífica de las que vivieron en Valladolid en los últimos años del siglo XIX y primeros del XX. Llegó a la ciudad en un momento de completa decadencia artística, en el que no había ni iniciativas importantes ni apenas artistas de calidad por lo que se refiere a la escultura, pudiéndose calificar de discretos los pintores que aquí trabajaban.
El primero en biografiarle fue Manuel Osorio Bernard en 1883, es decir, cuando aún vivía. La  escueta biografía decía así: “Escultor natural de Madrid, discípulo de la Escuela Superior y pensionado por la Diputación provincial. En la Exposición Nacional de 1881 presentó una estatua en yeso representando a Aquiles herido, que fue premiada con una medalla de tercera clase y adquirida por el Gobierno. En la anterior Exposición (1878) había presentado una medalla en cera con el retrato de D. Antonio Cánovas del Castillo”.
Dos fotografías de Ángel Díaz en su estudio. En estas dos imágenes podemos ver una gran cantidad de sus obras
Ángel Díaz nació en Madrid el día 20 de febrero de 1859 en la castiza plaza de Santa Ana. Sus padres, oriundos de Valdepeñas (Ciudad Real), se resistieron en un principio a que el joven se dedicara por entero al mundo del arte. Siendo casi un niño ingresó como meritorio en los talleres de la Casa de la Moneda en la que estudió la técnica del grabado en hueco presentándose en 1878 por vez primera a una Exposición Nacional, precisamente con una medalla en cera con el retrato de D. Antonio Cánovas del Castillo. Sus estudios de escultura los realizó en la Real Academia de San Fernando, en la que ya estaba matriculado en 1875, obteniendo en cursos sucesivos diversos diplomas.
En 1879 consiguió una pensión de la Diputación Provincial madrileña, consistente en 1.500 pts. anuales, para ser disfrutada en Madrid, al no haber superado el año anterior, en opinión del jurado, al escultor barcelonés Torcuato Tasso y Nadal en el concurso que la Academia convocó para dotar sus pensiones de Roma.La Diputación Provincial de Madrid le otorgó hasta tres prórrogas en el disfrute de su beca debido al buen aprovechamiento de ella.
En 1881 envió a la Exposición Nacional su obra Aquiles herido, escultura en yeso, composición que había trabajado el artista años atrás en los ejercicios de la Academia de San Fernando y en cuyo estudio continuaría, ya que con ella ganó la medalla de 3ª clase en el referido certamen nacional. La obra fue adquirida por el Museo Nacional: “Es una hermosa estatua en yeso, que representa al héroe griego herido en el talón por la flecha de Paris… postrado y casi en la agonía aunque pugnando por arrancarse la traidora secta”. Su Aquiles, junto con otra escultura representando a Paris, evidencia hasta qué punto se encontraban todavía vigentes los principios neoclásicos.
ETAPA EN ROMA
En 1883 marchó a Roma, prorrogada su pensión por la Diputación. Se instaló en un estudio de la famosa Via Margutta, en la que también se habían establecido otros artistas españoles: Francisco Pradilla, Mariano Fortuny, José, Mariano y Juan Antonio Benlliure, Ricardo Villodas, Joaquín Sorolla (de quien realizó un soberbio retrato en 1885), etc. En la Academia de Gigi o de Luisito, el famoso modelo de Fortuny, coincidiría con el pintor vallisoletano Arturo Montero y Calvo, a quien conocería desde los tiempos de estudiante en la Academia de San Fernando. El mismo Díaz confesaría años más tarde a un periodista de El Norte que “visitó los Museos, conversó abundantemente con Villegas, Pradilla y otros, siendo amigo íntimo de Mariano Benlliure, vagando con ellos por las noches por Roma y haciendo viajes de recreo a los museos de Florencia, Venecia y Nápoles para contemplar las obras de Miguel Ángel y Canova”.
Sus años de estancia en Italia los dedicó a trabajar de manera incansable a juzgar por la gran cantidad de obras modeladas en aquella época, hasta el punto de que en 1890 un periodista afirmaba un tanto exageradamente que “apenas habrá estudio de artistas, ni español establecido en Italia, que no cuente en sus colecciones con algún recuerdo de este escultor”. Visitó también Florencia, Venecia y Nápoles, estudiando especialmente las obras de Miguel Ángel y Canova.
A la Exposición Nacional de 1884 envió dos obras: una figura de Lope de Vega y su monumental grupo Trafalgar (1884, Museo de Vilanova i la Geltrú. Barcelona) en el que representó a un joven soldado de marina, en pie subido a un escollo sobre el que yace muerto su oficial con la bandera en la mano. Tan acertado canto al heroísmo le valió una tercera medalla y el reconocimiento unánime de la crítica italiana y española. El boceto de Trafalgar siempre lo conservó el escultor, yendo posteriormente a parar al Museo Balaguer.
Trafalgar
De su actividad en Italia se pueden señalar otras muchas obras, como son: un busto del rey Alfonso XII; el retrato de Lorenzo Llanos, hijo del crítico Luis de Llanos; el Dómine, un busto de Dulcinea destinado al Casino del Quijote que fundó en Roma la colonia española; un bajorrelieve representando la Muerte de Cicerón; un grupo dedicado Al Genio español; varias figuras de tipos populares; La Primera idea del Amor (1888); la estatua de Quevedo, que el artista estuvo a punto de ver colocada en una plaza de Madrid y que fue suplantada por la de Querol; o el extraordinario grupo titulado Las hijas del Cid (1887. Museo de Arte Moderno. Madrid). La famosa escritora Emilia Pardo Bazán describió esta última obra como “muy hermoso. Recuerda la historia de Andrómeda atada a la roca. Son dos figuras admirablemente entendidas y de una elegancia sorprendente” y la crítica de la Exposición Nacional de aquel año lo consideró “una de las mejores producciones escultóricas presentadas”.

Quevedo
Busto de Quevedo
BREVE ESTANCIA MADRILEÑA
Regresado ya de Roma, en 1889 se encuentra nuevamente en Madrid, momento en el que decide hacer oposiciones. A fines de 1891 fue propuesto por unanimidad para ocupar la plaza de profesor numerario de la cátedra de dibujo y modelado de adorno y figura de la Escuela Provincial de Artes e Industrias de Bellas Artes de Valladolid, en la cual desarrollaría una gran labor docente, en los momentos de su auge, bajo la dirección de José Martí y Monsó. Para su ejercicio de oposición modeló un relieve con el tema de Apolo y Dafne (Rectorado de la Universidad. Valladolid) y un fragmento de Pilastra con dos sátiros.

ESTANCIA EN VALLADOLID
Al tomar posesión de su cátedra la Academia de Bellas Artes de Valladolid le admitió entre sus miembros, participando desde entonces muy activamente en sus reuniones. Fue miembro de la Comisión de Monumentos y en el Ateneo llegaría a ostentar la vicepresidencia de la sección de Literatura y Bellas Artes. En la Escuela ocupó los cargos de Secretario y Tesorero y a él le corresponde la redacción de las Memorias anuales de la Institución trabajando en estrecha colaboración con D. José Martí y Monsó que por entonces ostentaba la dirección. En 1910 fue nombrado Presidente de la Academia vallisoletana de Bellas Artes.

BARRERA, Julio: Retrato de Ángel Díaz (1953)
En Valladolid se dio a conocer como escultor con dos obras: una de asunto religioso, que representaba a San Antonio de Padua, de tamaño académico y en barro cocido; y la otra de raíz anecdótica, la Cigarrera, busto en arcilla. Ambas fueron consideradas por la prensa local como “prodigio del arte”. Es curioso observar la aparición de un tema religioso e su obra y precisamente para darse a conocer públicamente en Valladolid, afirmando el periodista que la obra “le revela como un gran cincel en el grandioso arte de Gregorio Fernández y Berruguete”. El poeta Emilio Ferrari posó en 1893 en el estudio del escultor, que inmediatamente se granjeó un gran prestigio en la ciudad según puede deducirse de los numerosos bustos que modeló.
En 1895 se ofreció gratuitamente a hacer la lápida conmemorativa que se iba a colocar en la fachada de la casa natal del poeta Zorrilla. La comisión encargada del asunto prefirió en cambio elegir a Dionisio Pastor Valsero. En aquellos mismos momentos debía de encontrarse muy ocupado en preparar las obras que iba a presentar en la Nacional de aquel año, a la que envió: Valdepeñas o el Sueño de un cosechero, un retrato del poeta Ferrari, un busto de Goya, inspirado en el retrato de Vicente López, otro de Mesonero Romanos y el retrato de un hijo del escultor, y en la que obtuvo la cruz de Carlos III.
Retrato de Francisco de Goya
En octubre del mismo año ultimaba las alegorías de la Agricultura y la Industria, que rematarían la fachada principal de la Estación del Ferrocarril del Norte para las que Díaz había empleado modelos de la capital aunque inspirándose, según la crítica, “más en el estudio anatómico que en el plasticismo de la belleza”.
A la Exposición de 1897 envió un grupo de grandes dimensiones que había terminado en el mes de mayo y que no obtuvo ningún galardón honorífico, titulado la Buenaventura, a pesar de lo cual repitió esta temática de gitanas y chulas en alguna otra ocasión. Por los mismos días que concluía este último grupo un periodista que le visitó en su estudio pudo anotar una serie de obras que no se sabe si acababan de ser realizadas por el artista o si por el contrario eran anteriores: un busto alegórico de Beethoven, los retratos de Pérez Soto y Selva, la Chula, “busto portentoso de naturalidad, picardía y gracia” y bustos de los periodistas Martínez Viérgol y Tabanera y un bajo relieve titulado El carnaval moderno.
Aquel mismo año se ofreció Díaz a modelar la escultura que se pensaba levantar a la memoria de Zorrilla en una plaza vallisoletana, aunque finalmente el encargo recayó en Aurelio Carretero. Tal vez sea el fruto de este intento de proyecto la pequeña escultura que representando a Zorrilla y firmada en 1900 se conserva en la casa-museo del poeta (mide 28 cm., está dedicada “al Doctor arrimadas”). Sabemos que no fue éste el último intento que hizo el escultor por realizar una estatua del ilustre poeta; cuatro años más tarde envió a la Exposición Nacional otro boceto de Monumento a Zorrilla. También en torno a estos años modeló sus obras, Ninfa herida, la Fotografía y Marte y Venus.

Ninfa herida
Desde Valladolid continuó participando en las Exposiciones Nacionales y en 1904 consiguió con su relieve Los Mosquitos al vino (Escuela de Artes y Oficios. Valladolid) la tercera medalla por la sección de Arte Decorativo. En la Exposición Nacional de 1904 Díaz participó con los bustos de Leandro Mariscal y José Borrás y los bajo relieves “el joven pintor asturiano Uría sentado ante el caballete manchando un lienzo” y el titulado Los Mosquitos al vino con el que alcanzó nuevamente una tercera medalla, en esta ocasión por la sección de Arte Decorativo. Fue ésta, probablemente, su última obra ambiciosa.
Abrumado de trabajo en la Escuela, con innumerables asuntos que dirigir o solucionar en las instituciones de que formaba parte, sobre todo después de la jubilación de Martí y Monsó, después de haber contraído nuevo matrimonio, a sus 53 años, Díaz decidió trasladarse a Madrid, a la Escuela Superior de Artes Industriales. En 1912 regresa a Madrid, dejando atrás veinte años de servicios ininterrumpidos a Valladolid. En Valladolid había desarrollado una intensa e interesante actividad docente. Se preocupó por organizar visitas al Museo para niños y obreros, propuso a las Corporaciones locales el establecimiento de pensiones para que obreros y artistas visitaran las Exposiciones nacionales y extranjeras. A su iniciativa se debe la creación de la sección de Música en la Academia vallisoletana.
Ángel Díez contemplando una de sus obras, seguramenet una alegoria de la fotografía


REGRESO A MADRID
Sus enseñanzas las continuó en la Escuela de Pacífico, pero no perdió, al menos al principio, sus relaciones con Valladolid. Aquel mismo año el Ayuntamiento vallisoletano le encargó la medalla que se otorgaría a don Santiago Alba, ex ministro de Instrucción Pública. Durante la última etapa de su vida fue poco a poco abandonando la práctica escultórica en favor de la pintura (sobre todo retratos de mujer), entreteniendo su atención en escribir poesía y a resumir sus intereses estéticos en papeles que nunca publicó, si se exceptúa algún artículo periodístico. Murió en Madrid el día 19 de agosto de 1938.
Retrato del escultor Pablo Cilleruelo
Señora del Harén
Ángel Díaz, al que algunos de los críticos contemporáneos llegaron a denominar “el escultor de los bustos” fue un escultor prolífico, pero a diferencia de muchos escultores que se encasillaban en un tipo de escultura, Díaz cultivo una gran variedad de temas: religiosos, mitológicos, históricos, retratos, alegorías, escenas de género. Debido a la gran cantidad de obras que de él conservamos, los distribuiremos por temáticas:

TEMAS MITOLÓGICOS
Cultivó asuntos mitológicos, propios de épocas pasadas, como el Aquiles herido que presentó a la Exposición Nacional de 1881, Paris o el Rapto de las sabinas en barro cocido, temas juveniles que no volverá a tratar, pues, qué duda cabe, eran de gustos trasnochados, más propios del neoclasicismo que de finales del siglo XIX. 
Aquiles herido

TEMAS HISTÓRICOS
Igualmente afrontó el género histórico, como la Muerte de Cicerón, las no conservadas Hijas del Cid, grupo de bellas muchachas elogiado por Pardo Bazán, modelado en Roma en 1887, y la Pérdida de Trafalgar, tres años más antiguo, temas uno y otro muy queridos en estos años finiseculares.
Las Hijas del Cid

ESCULTURA RELIGIOSA
Sólo de una manera esporádica trabajó la escultura religiosa; precisamente recién llegado a Valladolid modeló en barro un San Antonio de Padua (1893) que mereció elogios en la prensa local; una Virgen con Niño y un Nacimiento de Eva (Valladolid. Colección particular), también en barro cocido, que haría hacia 1900, y en el que destacan los atinados desnudos; es de señalar la facilidad que tuvo Díaz para representar desnudeces, en particular femeninas, que volverá a  tratar en su Ninfa herida en 1901. 

Nacimiento de Eva
ALEGORÍAS
La primera vez que trató esta temática fue en el año 1891 Por vez primera lo hizo en 1891 con la obra titulada Valdepeñas o El sueño de un cosechero(Valladolid. Colección particular) dedicada evidentemente a la producción del vino; sobre una gran tinaja aparece un bodeguero dormido al que una ninfa intenta despertar. El tema del vino lo volvió a tratar en la obra titulada Los mosquitos al vino, que debe ser la composición de mayor tamaño por él creada (se trata de un relieve en yeso que mide de largo 375 cm, y en su parte más alta casi 150 cm). Esta obra, ubicada en la Escuela de Artes y Oficios Artísticos de Valladolid, comporta una extensa composición presenta numerosos niños, de formas regordetas, muy bien modelados con excelente conocimiento de la anatomía infantil, en actitudes y posturas variadas.
Valdepeñas o El suelo de un cosechero
Jarrón con sátiros (Museo de la Universidad, Valladolid)
Detalle del Jarrón con sátiros
Los mosquitos al vino
En 1893, para la estación de ferrocarril de Valladolid, modeló las alegorías de la Agriculturay la Industria, representando lo que la región había sido y lo que quería ser. El boceto, en barro cocido, se encuentra en el Museo de la Universidad de Valladolid (M.U.V.A.). Su materialización en piedra, con pequeños cambios, se alargó hasta 1895; las esculturas miden 4 metro, con lo que son las mayores entre las suyas. A uno y otro lado del escudo de la ciudad aparecen sentadas las figuras femeninas dichas, una y otra con sus símbolos –mieses, rueda, etc.–; las dos tienen el torso desnudo y dirigen sus miradas hacia el eje de la fachada. Son las únicas estatuas de Díaz en piedra y su estado actual de conservación no es el deseable.
Boceto del remate de la estación de ferrocarril de Valladolid. La Agricultura y la Industria
De hacia 1900 es su alegoría de La fotografía, personificada en una joven muchacha desnuda, de pie, en actitud elegante, junto a una máquina fotográfica montada sobre el caballete de modelar. De este tema hizo dos versiones, perdida la de mayor tamaño, sólo se conserva la pequeña, en yeso, custodiada en la Academia de la Purísima.
La fotografía
RETRATOS
Fue quizás el capítulo más importante en su producción, y para el que particularmente estuvo más dotado. Ya entre sus obras juveniles encontramos ejemplos, como la medalla en cera en la que efigió a Cánovas del Castillo en 1878; la serie la va a continuar durante su estancia romana, cuando modeló el retrato de Joaquín Sorolla (1885. Paradero desconocido); sería fruto de la amistad, tal y como consta en la dedicatoria. De esos años son también los de Alfonso XII y Lorenzo Llanos. De 1886 es el de Mesonero Romanos (M.U.V.A., Valladolid), fallecido en 1882; el busto, en yeso pintado, descansa sobre ramas de laural y dos libros escritos por el retratado, en concreto “Escenas matritenses” y “Memorias de un sesentón”. Tal y como señalaron los críticos del momento, guarda gran parecido con el modelo. También en Roma y en yeso firmó un año después el busto de Goya (Valladolid. Academia de la Purísima); con éste y el anterior concurrió a la Exposición Nacional de 1895; recibiendo reseñas elogiosas. Representa al pintor con rostro bien modelado y gran corbata de lazo; se inspiró para este retrato en el que hiciera Vicente López. Particular esmero puso a la hora de retratar a su hijo Antoñito(Valladolid. Colección particular), nacido en Roma; es una obra, en barro cocido y pintado, llena de amor hacia el pequeño. Sin fechar quedó el busto de Quevedo(Valladolid. Universidad. Rectorado), realizado en yeso y del que no se sabe si fue modelado en Roma, donde hizo varios bocetos del poeta.
Retrato de Joaquín Sorolla
Retrato de Juan Martínez Cabezas
Retrato de Mesonero Romanos
Retrato de un hombre sin identificar
Antoñito
Su dedicación al retrato la mantuvo durante su etapa en Valladolid y a esa época pertenecen varios, como el relieve en barro cocido en que efigia a su amigo José Uría y Uría (Oviedo. Museo de Bellas Artes de Asturias) pintado, con paleta en la mano izquierda y sentado en una silla de tijera.
José Uría y Uría
No se sabe con certeza a quién representa un retrato masculino conservado en el rectorado de la Universidad de Valladolid, pues tanto puede efigiar a Leandro Mariscal y Espiga, profesor de la Academia de Caballería, como al poeta José Borrás Bayones; sea como fuere, este busto, en yeso pintado, está pleno de naturalismo, nota sobresaliente en el quehacer de Ángel Díaz, que en 1899 retrató a su amigo Caracciolo(Valladolid. Colección particular), oficial de artillería, con expresión una pizca arrogante en el rostro, los bigotes con las guías hacia arriba.
Caracciolo
La serie de retratos de Díaz, con un gran paréntesis, se cierra con el de Liborio Hoyos (Madrid, Colección particular), hecho en 1934 y por lo mismo una de sus últimas obras.

TEMAS POPULARES
Ángel Díaz representó temas populares, como bien indican los propios títulos de las obras. Así, la Cigarrera, en arcilla, que fue de sus primeras obra vallisoletanas y con la que concurrió a la Exposición Nacional de 1890. Antes, en 1899, firmó en Madrid el busto de la Chula (Valladolid. Colección particular), una de sus obras realistas más acertada, pues capta muy bien la personalidad de la joven muchacha, con actitud entre engreída y pícara.
La Chula
En algunas ocasiones, estos temas populares los resolvió con más de una figura, como hizo en la Buenaventura(Valladolid. Academia de Caballería), presentada a la Exposición Nacional de 1897; este grupo, realizado en yeso, recoge el momento en que una gitana madura, con el vestido que hasta hace poco tiempo les era propio, agarra la mano de un soldado de caballería, sentado y con el sable sobre las piernas, para adivinarle el porvenir; desde luego es un asunto visto en la calle y magníficamente plasmado.
La Buenaventura
También sería observado en cualquier parte público el grupo titulado Marte y Venus que, bajo esa denominación mitológica, interpreta un tema mucho más próximo, pues se trata de una escena en la que un soldado y un ama de cría conversan a la vez que ésta atiende al pequeño niño. Nada más lejos del mundo clásico, y por el contrario asunto bien común en la España de hace pocos años. Es obra en barro cocido, anterior a 1904.

BIBLIOGRAFÍA
  • OSSORIO Y BERNARD, Manuel: Galería biográfica de artistas españoles del siglo XIX, Giner, Madrid, 1883.
  • URREA, Jesús: La escultura en Valladolid de 1800 a 1936, Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción de Valladolid, Valladolid, 1980.
  • URREA, Jesús: El escultor Ángel Díaz (1859-1938), Caja de Ahorros Popular de Valladolid, Valladolid, 1982.
  • URREA, Jesús (dir.): La escultura en Valladolid (1850 a 1936), Caja de Ahorros Popular de Valladolid, Valladolid, 1984.
  • URREA, Jesús: Pintores vallisoletanos del siglo XIX, Caja de Ahorros Popular de Valladolid, Valladolid, 1987.
  • BRASAS EGIDO, José Carlos: “Pinturas y esculturas” en Historia de la Universidad de Valladolid, tomo II, Universidad de Valladolid, Valladolid, 1989, pp. 775-783.
  • MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: La colección artística de la Universidad de Valladolid, Universidad de Valladolid, Valladolid, 1994.
  • DE LA PLAZA SANTIAGO, Francisco Javier: Historia del Arte de Castilla y León. 7, Del Neoclasicismo al Modernismo, Ámbito, Valladolid, 1998.
  • URREA, Jesús: Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción: pinturas y esculturas, Diputación Provincial de Valladolid, Valladolid 1998.
  • REDONDO CANTERA, María José (coord.): Tradición y futuro: la Universidad de Valladolid a través de nueve siglos: exposición, Universidad de Valladolid, Valladolid, 2002.
  • VV.AA.: Inventario de bienes artísticos II, Diputación Provincial de Valladolid, Valladolid, 2005.

PINTORES VALLISOLETANOS OLVIDADOS: El pintor "nazareno" Pablo Puchol (1876-1919)

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Pablo Puchol nació en Valladolid en el año 1876. Aunque decimonónico por su pintura, trabajó principalmente en los dos primeros decenios del siglo XX. Comenzó sus estudios en 1892 en la Escuela local de Bellas Artes, concluyéndolos en 1901 bajo la dirección de José Martí y Monsó y Luciano Sánchez Santarén al que le unió una gran amistad. En dicho año concursaba en el certamen organizado anualmente, por la Academia, titulándose ya por entonces como “pintor de historia”. Asimismo en 1912 presentó cuatro obras a la Exposición regional celebrada en Valladolid, tres de ellas eran bodegones y la cuarta, un retrato del CardenalD. José María Cos y Macho.
En enero de 1906 fue nombrado profesor ayudante de la Escuela, 1913 Ayudante meritorio, y en 1916 Profesor de Ascenso en la citada Escuela. Se dedicó principalmente al retrato (Dr. Antonio Miguel Romón), y a la pintura de temática religiosa.
Entre los años 1905 y 1917 realiza para el convento de Agustinos Filipinos una serie de cuadros, todos firmados, representando la vida de Santa Mónica y San Agustín: Sueño de Santa Mónica (1905, Valladolid), Conversión de San Agustín(1908), Bautismo de San Agustín(1910), Éxtasis de Ostia (1909), Diálogo Trinitario (1914), San Agustín haciendo entrega de la Regla(1911) y Muerte de San Agustín (1917). Se encuentran colgados en uno de los paños del claustro, concretamente en el que hay que recorrer para llegar al Museo Oriental. Estos cuadros, por su carácter almibarado, su sentido arcaizante y su aire de estampa devota, no dejan de evocar la pintura de estilo nazareno que Federico de Madrazo, entre otros, había impuesto en la pintura decimonónica española.

El sueño de Santa Mónica

Conversión de San Agustín

Bautismo de San Agustín

Éxtasis de Ostia
Diálogo Trinitario
San Agustín haciendo entrega de la Regla
La muerte de San Agustín
Por lo general, todos sus cuadros religiosos ofrecen el ya comentado sabor almibarado, representativo de una clientela interesada en una espiritualidad alambicada y devota, deseosa de imágenes fuertemente idealizadas que recuerdan muy de cerca el estilo de los denominados pintores nazarenos. Obsesionado por el dibujo prestó poca atención al colorido y sus obras adolecen de frialdad.
En 1909 pintó dos lienzos para el retablo de la Virgen de los Ángeles, de la iglesia de Santa María la Antigua. Dichas pinturas, que se encuentran firmadas (“P. Puchol/Valladolid 1909”), representa a San Francisco de Paula y a Santiago el menor. Son obras características del pintor que demuestra sus buenas cualidades como dibujante y el habitual desinterés por el color.

San Francisco de Paula
Santiago el menor
Para el Colegio de los Ingleses trabajó en tres ocasiones. En 1909 pintó un retrato del rector Padre Thomas Kennedy, en 1911 un cuadro de San José con el Niño y en 1913 un retrato del procurador del colegio Padre Joseph Kelley. Todos ellos firmados por el autor.

Retrato del Rector Thomas Kennedy
San José con el Niño
Hay noticias también de que en una colección particular de Valladolid se encuentra un retrato de señora, firmado de su mano. No lo conozco ni tengo foto. Si tenéis noticias o fotos de algunas otras obras del autor estaré encantado de conocerlas.

BIBLIOGRAFÍA
  • BRASAS EGIDO, José Carlos: La pintura del siglo XIX en Valladolid, Institución Cultural Simancas, Valladolid, 1982.
  • URREA, Jesús: Pintores vallisoletanos del siglo XIX, Caja de Ahorros Popular de Valladolid, Valladolid, 1987.
  • URREA, Jesús: Pintores de Valladolid (1890-1940), Caja de Ahorros Popular de Valladolid, Valladolid, 1985.

ESCULTORES VALLISOLETANOS OLVIDADOS: Dionisio Pastor Valsero (1869-1937)

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Con Dionisio Pastor Valsero ocurre otro tanto a lo que ocuría con el escultor Ángel Díaz, y es que pese a no haber nacido en Valladolid, aquí desarrollaron gran parte de su vida y su obra. Hay una diferencia: Ángel Díaz vino a Valladolid ya formado y con un puesto ya garantizado, mientras que Dionisio Pastor Valsero se formó en la propia ciudad, a la que llegaría muy joven, y a la que volvería años después como maestro.
Nacido en Zaragoza en 1869, no se sabe cuáles fueron los motivos que obligaron a su familia a establecerse en Valladolid ni en qué momento se produjo el cambio de residencia, pero lo cierto es que en 1883, a los catorce años, el joven Dionisio estaba matriculado en la Escuela de Bellas Artes dirigida por la Academia de la Purísima.
Debía de poseer grandes cualidades para la escultura cuando aquel mismo año obtuvo en el concurso anual el premio de la clase de dibujo de adorno por una Cabeza, en barro cocido, copiada de una acuarela de Pradilla. En 1884 volvió nuevamente a ganar en el certamen, en esta ocasión por un bajo relieve, en barro cocido, cuyo tema había sido copiado de la revista La Ilustracióny que tenía por título Vendedora de periódicos.
Cabeza
Vendedora de periódicos
Pastor Valsero consideró siempre como a su primer maestro a don José Martí y Monsó y bajo su dirección estaba cuando en 1886 asistió a la Exposición de la Academia con una serie de obras entre las que figuraba la titulada Una precocidad que aunque mereció de Ortega y Rubio el calificativo de “trabajito”, la Corporación juzgó merecedora de recompensa.
Una precocidad
En 1887 realizó una nueva obra que mereció premio. Se trataba de Dar de comer al hambriento, con la cual obtuvo la primera distinción en el concurso de aquel año y supuso el anuncio de que la personalidad artística de Pastor Valsero estaba madurando, como se demostró en el curso siguiente cuando a sus diecinueve años consigue nuevamente la máxima calificación del jurado por su bellísima obra La vuelta de la pesca, presentando también el grupo de La lección.
Dar de comer al hambriento
La vuelta de la pesca
La leccióm
Aunque se ha pensado que Martí y Monsó le aconsejó marchar a estudiar a Madrid, es de suponer que los motivos que le llevaron a marchar a la capital fueron el éxito obtenido y el convencimiento de que debía ampliar su horizonte. Allí en Madrid estuvo durante una época “enfermo y desvalido”, aunque fue durante ese tiempo en el que conoció al escultor Jerónimo Suñol, a quien eligió por maestro. Tal vez fuera Suñol quien le aconsejó que hiciese un viaje a París donde hizo una nueva versión de la Vuelta de la pesca que presentó a la Exposición Nacional de 1890 ganando tercera medalla de plata. Parece ser que este viaje a Francia le sirvió para “depurar el gusto y buscar los efectos en esa extrema sensibilidad estética a que aspiran con sus obras los artitas franceses”.
En una de las ocasiones en que presenta obras a una exposición local la prensa vallisoletana lo definía como “Estudia con ahínco y adelanta de una manera notable”. A esa exposición acudió con dos retratos, un estudio y el grupo Un cazador atrevido, con el que se deshacen en elogios (“primoroso estudio del desnudo hecho con libertad y modelado con talento. La postura es violentísima y sin embargo ha sabido vencer los obstáculos propios de este muchacho que se dispone a echar mano a la lagartija que ha descubierto, no puede demostrar mejor el gozo que experimenta por verse ya dueño del pequeño animalito”). La prensa no carecía de razón pues en 1892 Pastor vuelve a ser premiado por su grupo Revelación en la Nacional de Bellas Artes, y nuevamente es tercera medalla la que le otorgan. La composición representaba a “una joven adolescente, totalmente desnuda, en actitud de curiosa sorpresa ante el grupo que a sus pies forman dos palomas arrullándose”.
La vuelta de la Pesca (segunda versión. Realizada en París)
El 20 de enero de 1892 fue nombrado por Real Orden como profesor Ayudante de Dibujos de Adorno, Modelado y Vaciado de Adorno y Figura en la Escuela vallisoletana de Bellas Artes. Cuando se encontraba a punto de concursar en Madrid para una cátedra de Modelado y Vaciado tuvo que incorporarse en 1893 al ejército como reservista activo, marchándose a Tarragona en donde tuvo problemas, por haber abandonado el servicio para venir a Valladolid a seguir impartiendo sus clases.
El escultor, que por entonces vivía en la calle Colón, expuso en Madrid, en la IV Bienal del Círculo de Bellas Artes, una escultura titulada Un remendón y en Valladolid el busto en barro de una Gitanilla muy conocida entonces en la ciudad por entonar canciones mientras practicaba la mendicidad en el Campo Grande.
Sepulcro del Obispo Bertrán (Convento de San Esteban, Salamanca)
En 1895 el Consistorio vallisoletano le encargó la realización del busto-medallón de Zorrilla. La obra, que tenía acabada el 1 de mayo, debía ser realizada en mármol, debiendo instalarse en la fachada de la casa donde nació en poeta, lugar en el que aún se encuentra. Hay que señalar que el 16 de febrero de ese año Valsero tenía modelado en barro el busto del poeta y debía pretender vaciarlo en bronce en contra de la opinión de la comisión gestora del homenaje.
A la Exposición Nacional de este año de 1895 envió su composición titulada ¡Qué fría está!, otro estudio de desnudo que esta vez no consigue destacar por encima de otras obras presentadas. Representa a un muchacho introduciendo un pie en el agua antes de arrojarse al baño. Es de tamaño natural, la figura aparece desnuda, de pie y apoyada contra una roca, teniendo el brazo derecho extendido hacia adelante.

Busto-Medallón de Zorrilla (Casa-Museo Zorrilla, Valladolid)
Retrato del niño Carlos Gómez
Retrato de Luciano Sánchez Santarén
Pastor Valsero no volvería a ser premiado en ningún otro certamen nacional, parece como si a partir de entonces su estrella se hubiera apagado. En los últimos años que residió en Valladolid modeló para el palacio de Capitanía General una figura alegórica titulada España, y se ofreció para modelar gratuitamente la estatua que se determinó dedicar en 1897 al poeta Zorrilla pero su oferta fue declinada, eligiéndose la de Carretero.
Consiguió finalmente ser nombrado Profesor titular de su asignatura y en 1901 abandonó Valladolid. La última obra que realizó aquí fue la decoración de figuras de angelotes y cariátides de la fachada del antiguo Círculo de la Victoria que después se convertiría en Círculo de Recreo; y acababa de modelar por entonces el busto de Don Germán Gamazo. Al despedirse regaló a la Academia, que no le había contado nunca entre sus miembros, una figura de San Sebastián (la escultura, en yeso, debe de ser la misma que le correspondió realizar en 1899 cuando se presentó a la oposición para becario en la Academia Española de Bellas Artes en Roma). Después tomó posesión en la Escuela de Almería para seguidamente, en el mismo año, ir a trabajar a Sevilla, y finalmente a Palma de Mallorca en donde se encontraba en 1930.
San Sebastián
Aún en Palma, el 17 de noviembre de 1936 fue encarcelado en el campo de concentración de Son Catlar (Campos), debido a su ideología progresista, a su apoyo al gobierno legal de la República, y a su militancia en una logia masónica. El 27 de enero fue puesto en libertad, aunque ese mismo día fue asesinado por los que le habían encarcelado.
Su obra, por lo general, se basa tanto en retratos como en temas anecdóticos o de género, siendo muy escasas sus producciones religiosas y alegóricas. Su colección de retratos cuenta con un buen número de ejemplos. Así por ejemplo, tenemos el medallón de Alberto Macías Picavea (Valladolid. Colección particular) efigiado de perfil, modelado en barro cocido en 1897, y el busto de Germán Gamazo (1901), que sería su última obra vallisoletana; con anterioridad había modelado otros dos, más el busto de una gitanilla muy popular que cantaba en el Campo Grande, y el medallón de Zorrilla (1895) en una placa de mármol colocada en la casa natal del poeta, al que representó con el realismo que siempre practicó, de perfil y en edad ya madura. Del mismo año es el retrato del pintor Luciano Sánchez Santarén, con el que coincidió en la docencia en la Escuela de Bellas Artes de Valladolid. Es un buen retrato realista realizado en barro cocido.
Retrato de Alberto Macías Picavea

BIBLIOGRAFÍA
  • ALONSO PONGA, José Luis (coordinador): La semana santa en la tierra de campos vallisoletana,Grupo Página, Valladolid, 2003.
  • PLAZA SANTIAGO, Francisco Javier de la (coord.): Historia del Arte de Castilla y León. 7, Del Neoclasicismo al Modernismo, Ámbito, Valladolid, 1998.
  • URREA, Jesús: La escultura en Valladolid (1850-1936), Caja de Ahorros Popular de Valladolid, Valladolid, 1984.
  • URREA, Jesús: Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción: pinturas y esculturas, Diputación Provincial de Valladolid, Valladolid, 1998.
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