Quantcast
Channel: Arte en Valladolid
Viewing all 485 articles
Browse latest View live

REUNART. XXV Exposición de Artes Plásticas y IX Exposición de Fotografía

$
0
0

Un año más la Asociación Cultural de la Universidad de Valladolid “REUNART” (Reunión Universitaria Artística), que se encuentra compuesta fundamentalmente por alumnos y ex alumnos de la carrera de Historia del Arte e Historia de la citada Universidad, aunque se encuentra abierta a quien desee formar parte de ella, celebra su ya mítica exposición de Fotografía y Artes Plásticas. El primer objetivo que tuvo la Asociación, nacida en el año 1992, fue la organización de una exposición anual con el fin de mostrar la actividad artística que se desarrollaba dentro del ámbito universitario. Estas actividades servían a la vez como modelo de prácticas para los estudiantes, además de ser una actividad con buena acogida entre los artistas que se interesaron por la asociación y el público que visitaba la exposición. En la actualidad, la Exposición es el evento más importante que celebra durante el año, aunque organiza otros muchos: veladas artísticas, diversos ciclos de conferencias de variadas temáticas, etc.

Este año, y nuevamente con la colaboración del MUVa (Museo de la Universidad de Valladolid), la Asociación ha organizado en el patio de la que fuera Casa de los Carrillo Bernalt o Casa de las Conchas, la XXV Exposición de Artes Plásticas y IX de Fotografía. La exposición reúne una amplia colección de pinturas, esculturas (por desgracia escasas, solo 2) y fotografías realizadas por estudiantes, artistas noveles y profesionales, y otras personas que han presentado sus trabajos a estos concursos.
En esta edición los ganadores del premio del jurado han sido: Indeterminación de Jesús Ángel Martínez Rodríguez OSTERN y La vida en una gota de agua II y VII de Juan Francisco PRO, en Artes Plásticas; y Asoma la luna de Irene Rodríguez Cepeda, en la sección de Fotografía. Mientras tanto, las obras que se han hecho con el premio del público han sido: Reflejos de Santa Cruz de Juan Carlos Camarero Casado, en Artes Plásticas; y Begoas de Ignacio Ruiz Villar, en Fotografía.
JESÚS ÁNGEL MARTÍNEZ RODRÍGUEZ "OSTERN". Indeterminación
JUAN FRANCISCO "PRO". La vida en una gota de agua II y VII
IRENE RODRÍGUEZ CEPEDA. Asoma la luna
JUAN CARLOS CAMARERO CASADO. Reflejos de Santa Cruz
IGNACIO RUIZ VILLAR. Begoas
Personalmente, y aunque alguno/a me tachará de falta de objetividad, las obras que más me han gustado han sido las pinturas Retro Gil y El secreto del Maniqui de Julio Sendino, y la fotografía Olympia de Victoria González. Para acabar con este tema tan solo me resta dar la enhorabuena a los premiados, y las gracias a todos/as cuantos/as han presentado obra y también a los miembros de Reunart, entre los cuales este año me encuentro, que se han implicado en la preparación de la exposición (recepción de obras, montaje, papeleo, catering, etc.). Como no es lo mismo ver las obras por una web que en persona, os animo a ir a ver la exposición, que se mantendrá abierta entre los días 2 y 18 de octubre. ¡VIVA EL ARTE!
JULIO SENDINO. Retro Girl
JULIO SENDINO. El secreto del maniquí
VICTORIA GONZÁLEZ. Olympia
Aprovecho la oportunidad para hablaros de la posibilidad de formar parte de un grupo muy exclusivo de amantes del Arte y de la cultura en general. Se trata del club "Amigos de Reunart". Por tan solo 20 euros seréis socios de la Asociación y tendréis acceso a las siguientes ventajas: recibiréis la revista de la Asociación "Read and Made" en el mes de noviembre, pudiendo además acudir a la presentación de la misma; se os invitará a la Velada Artística que todos los años la Asociación viene celebrando en el Café Zorrilla, tendréis una rebaja en todos los viajes que realice la Asociación, de momento hay ya dos proyectados hasta finales de año, y además podréis acudir gratuitamente a las conferencias que se vienen realizando desde hace muchos años en la Facultad de Filosofía y Letras. Este año estamos orgullosísimos del ciclo de conferencias que estamos preparando puesto que además de aumentar el número de las mismas hasta ocho podemos anunciar que versarán sobre el VIII Centenario de la Fundación de la catedral de Burgos. Asimismo, las personas que impartan estas conferencias serán los mayores expertos en las diversas materias que se tocarán. Si estáis interesados podéis escribir al correo electrónico de la Asociación para informaros:reunart@uva.es.

RUBÉN DE LA FUENTE PÉREZ. Belleza
LAURA GARCÍA SÁNCHEZ. Waterfall
RUBEN DE LA FUENTE PÉREZ. Así va el mundo
JAVIER BALADRÓN. Passio
VIRGINIA VILLAR MARTÍNEZ. Alegorías de la vista, tacto, gusto y oído
JUAN CARLOS GONZÁLEZ MUÑOZ. La hora del duente
EVA SUSPERREGUI. Febrero
MANUEL BALADRÓN. Día de lluvia
MARÍA DOLORES FERNÁNDEZ AYBAR. La cueva

DIRECCIÓN: Sede del MUVa. Plaza de Santa Cruz, Edificio Rector Tejerina, justo enfrente del Colegio de Santa Cruz. HORARIO: Hasta el 18 de octubre, de 10 a 14 horas y de 16 a 21 horas.

REDES SOCIALES:
https://www.instagram.com/reunart_uva/
 


EXPOSICIÓN: "DURERO. El artista y su tiempo"

$
0
0

Visitar una exposición de Durero siempre es una satisfacción -no obstante se trata de uno de los grandes genios de la Historia del Arte-, pero hacerlo acompañado de una persona con la que puedes ir comentando las obras y enriqueciéndote mutuamente es un verdadero placer. Y no solo eso, sino aprendiendo algunas cosas porque yo de Durero sabía lo justo ya que se trata de uno de esos grandes artistas a los que le tengo una especie de irracional manía (en ese grupo, del que por suerte ha salido Durero, se encuentran otros genios como El Greco, Francisco de Goya, Diego Velázquez, o Leonardo da Vinci).
Hasta el día 24 de noviembre podéis visitar la exposición "Durero. El artista y su tiempo", pues así se titula, en la Sala Municipal de Exposiciones de la Pasión. Como refiere el folleto informativo, la muestra se presenta como un proyecto de cultura y territorio, con un marcado carácter pedagógico, mediante un discurso en el que la producción del gran introductor del Renacimiento en el norte de Europa se contextualiza en su entorno social, político y económico además de en su producción artística.

Cristo como Varón de Dolores (1509)
La Flagelación (1512)
Esta muestra ofrece una selección de 70 grabados de Durero con los que se pone de relieve su genialidad creadora, su curiosidad y la capacidad para captar, asumir y difundir un lenguaje nuevo, el Renacimiento, en el norte de una Europa inmersa en la preponderancia del gótico flamenco. Pero lejos de querer ofrecer una imagen aislada del artista, en esta exposición se desea dar a conocer la inmensa riqueza de hechos y personajes históricos que rodearon a la figura de Durero.
Artista del emperador Maximiliano I de Habsburgo de quien este año se conmemoran los 500 años de su fallecimiento, Durero es un actor fundamental en la difusión de la imagen asociada al poder. Para ello se servirá de un excelente medio de divulgación como es el grabado, el cual le permite una libertad creativa que no le podía conceder la pintura, en la que se imponían los deseos de sus comitentes.
El grabado y la imprenta, recién inventada en Alemania, constituyen el medio escogido por el emperador para consolidar su imagen y la de su monarquía en Europa, como lo confirma el grabado presente en la muestra Gran carro triunfal. Y así lo hará también su nieto y sucesor Carlos I, a cuya coronación en la ciudad de Aquisgrán asiste Durero en 1520, recibiendo también de él una dote vitalicia, dando continuidad a la que le concediera Maximiliano I.
Es a través de sus grabados como la propia imagen de Durero como artista genial se difunde rápidamente por toda Europa. Numerosos retratos de personajes importantes se unen a la obra religiosa de la que se muestra obra individual y series como "La vida de la Virgen" o la "Pasión pequeña en cobre" de gran trascendencia a lo largo de la Historia del Arte. Junto a ellos, una selección de los grabados que se han conformado como grandes referentes de la historia universal del Arte como Melancolía I y El caballero, la muerte y el diablo.

El Martirio de Santa Catalina (h. 1498)
El baño de los hombres (1496)
Lucha entre Hércules y Caco (1496)
La Sagrada Familia con tres liebres (1496)
Willibald Pirckheimer (1524)
La exposición recoge una selección de los grabados más representativos del artista, desde sus primeras obras anteriores al año 1500 hasta su apogeo ya a principios del siglo XVI, que ponen de relieve su maestría y su búsqueda constante de la belleza absoluta. Entre las piezas expuestas títulos emblemáticos como el Gran carro triunfal de Maximiliano I, Melancolía I o El caballero, la muerte y el diablo. La exposición reúne imágenes de temáticas variadas: grabados religiosos (La Sagrada Familia con tres liebres, San Jerónimo en el Bosque y San Eustaquio), pintorescos (Cerdo monstruoso de Landser), mitológicos (Lucha entre Hércules y Caco), alegóricos (Escudo de armas con calavera) y retratos (Willibald Pirckeimer o El cardenal Alberto de Brandenburgo), entre otros.

Melancolía I (1514)
El caballero, la muerte y el diablo (1513)
De hecho, Durero hizo del grabado un arte mayor a comienzos del siglo XVI e influyó, con su obra gráfica, en todo el arte europeo hasta nuestros días. A partir de sus grabados, la muestra además estudia la relevancia del contexto político, social y económico que encumbró al artista y que, en definitiva, ha acabado configurando la Europa actual. La muestra pone el acento en la influencia de los banqueros y prestamistas alemanes, en las monarquías europeas y en la iglesia, y con ello en la conformación de la política de Europa y del Nuevo Mundo. También destaca aspectos imprescindibles de ese momento, como la aparición de la imprenta que revolucionó la técnica del grabado; el peso de la religión en todas las esferas, así como la pugna entre catolicismo y protestantismo con la aparición de Lutero. En suma, la muestra aborda la historia del viejo continente en el momento en que transitaba del mundo medieval al Renacimiento.

Pilatos se lava las manos (1512)
La Resurrección (1512)
San Francisco recibe los estigmas (1503-1504)
La Virgen, reina de los ángeles (1518)
A pesar de que Alberto Durero es uno de los grandes genios de la Historia del Arte, y en especial de la pintura y el grabado, para los que no le conocéis os dejo con la biografía que le redactó Fernando Checa:
ALBERTO DURERO (Núremberg, 1471-1528)
Pintor y grabador alemán. Hijo de un orfebre procedente de Hungría que había emigrado a la ciudad imperial de Núremberg en 1455, donde se estableció y casó en 1467. Este origen familiar, así como el ambiente cultural y artístico de Núremberg, explican lo precoz de la vocación artística de Durero. Recordemos que su familia vivía en las inmediaciones de la casa de los Pirckheimer, uno de los cuales, el humanista Willibald, sería uno de los grandes amigos y valedores del artista, y Michael Wolgemut, el pintor con el que Alberto dio los primeros pasos en su arte. Otro de los hechos clave en la formación del artista lo constituyen sus viajes de juventud, el primero de ellos realizado en 1489, cuando parte para la región del Alto Rin, visitando Basilea y Colmar. Fue en la primera de estas ciudades en la que tuvo noticia de la muerte de Schongauer, al que tenía intención de conocer en Colmar; a pesar de este acontecimiento, no dejó de visitar la ciudad. Como es sabido, serán las estampas del maestro alemán uno de los puntos de partida de la obra dureriana. Durante 1493, Durero vivió en Estrasburgo y al año siguiente regresó a su ciudad natal, donde se casó con Agnes Frey, lo que no es óbice para que a los dos meses de su boda inicie su primer viaje a Venecia (1494-1495). Es éste uno de los acontecimientos capitales de su vida. Durante el trayecto de idea, al atravesar los Alpes, el artista realiza algunas de sus famosas acuarelas paisajísticas, verdadero descubrimiento de la naturaleza por parte del renacimiento del norte, y en Venecia entre en contacto con Bellini.
Por estos años, Durero ya ha realizado varios autorretratos, tanto dibujados como en pintura. En 1498 realiza el conservado en el Museo del Prado. Fue al regreso de Venecia cuando Durero abrió taller propio en Núremberg. Se termina así lo que pudiéramos llamar su etapa de aprendizaje. Es en estos años finales del siglo XV cuando realiza algunas de sus primeras grandes series de xilografías, como son la Gran Pasión y El Apocalipsis, que constituirán uno de los pilares de su fama hasta el fin de sus días. Son también los años del inicio de su relación con Federico el Sabio y otros amigos humanistas, que culminan con el célebre Autorretrato de la Alte Pinakothek de Múnich (1500), verdadero icono de una nueva época para todo el renacimiento alemán.

El sumo sacedote rechaza la ofrenda de San Joaquín
En el otoño de 1505, y hasta 1507, Durero realizó un segundo viaje a Italia, visitando Venecia y, posiblemente, Roma. Se trata de una estancia, la de Venecia, muy bien documentada por la existencia de diez cartas que desde allí envió a su amigo Pirckheimer. En esta ocasión Durero fue recibido en la ciudad italiana como artista famoso: allí era considerado "como un señor", como él mismo dice en una célebre misiva a su amigo, quien, por otra parte, había costeado su viaje.
De estos momentos son obras tan importantes como La Virgen del Rosario(Palacio Sternbeck, Praga), realizada para la iglesia de San Bartolomé, el templo de los alemanes en Venecia, cuya iconografía es una llamada a la concordia entre el papa Julio II y el emperador Maximiliano I, entonces en guerra, y Cristo entre los doctores (Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid), pintada, como el mismo artista dice, en cinco días, probablemente en Roma. La experiencia de este segundo viaje a Italia señala el origen del periodo de madurez de Alberto Durero. A partir de este momento, encontramos un personaje no ya sólo consciente de su valía, sino en posesión de una sólida formación teórica y en pleno dominio de sus facultades. La huella del incipiente clasicismo italiano, unido a sus crecientes preocupaciones religiosas, marcan ya el resto de su carrera hasta su muerte. Dos pinturas como Adán y Eva(Museo del Prado, Madrid), realizadas en 1507, solo tres años después de la estampa del mismo tema, son un buen indicio de sus preocupaciones por el tema de la belleza del cuerpo humano y por el de la teoría de las proporciones. Una buena muestra de sus intereses religiosos y los de sus comitentes -recordemos que nos encontramos en el agitado ambiente espiritual de la Alemania de los inicios de la Reforma- es la tabla de La Santísima Trinidad, también conocida como Altar Heller, cuya iconografía se relaciona con La ciudad de Dios de San Agustín, así como series de estampas, como La Vida de la Virgen (1511), o La Pasión grabada (1510), auténticas exploraciones en el carácter divino, pero también humano, de los personajes clave de la Redención.

La Visitación (h. 1504)
La presentación de Jesús en el templo (h. 1505)
La culminación de la obra grabada de Durero la constituyen sus llamadas "tres estampas maestras". En El Caballero, la muerte y el diablo (1513) nos proporciona una de las mejores imágenes del caballero cristiano, el miles christi, un tipo humano y cultural clave para el llamado humanismo cristiano, cuyo mejor representante fue Erasmo; en San Jerónimo (1514) tenemos la mejor representación del intelectual cristiano de este momento; por fin, en Melancolía I, una de las más célebres imágenes de la historia, Durero aporta su idea del artista como personaje melancólico absorto en profundas e intelectuales cavilaciones. Desde 1515, Alberto entra en profunda colaboración con el emperador Maximiliano I. Por medio de programas artísticos como el Carro triunfal, el Arco de triunfo o la ilustración de libros como el Weiskunig o el Theuerdank, Durero crea una de las iconografías del poder más potentes de toda la historia, que culminan en el Retrato de Maximiliano I (Kunsthistorisches Museum, Viena). Entre 1520-1521, Durero realizó un viaje a los Países Bajos del que nos ha dejado un detallado diario. En este periplo, del que también conservamos numerosos dibujos, visitó a artistas como Quinten Massys, Joachim Patinir, Bernard van Orley o Conrad Meyt y conoció a humanistas de la talla de Erasmo y a políticos como Margarita de Austria y Carlos V.

La huida a Egipto (h. 1504-1505)
Los últimos años del artista se centran en sus preocupaciones de tipo religioso, patentes en su interés por las ideas de Lutero, su relación con Erasmo de Róterdam, del que estampa un célebre retrato ya en 1526 y, sobre todo, en unas pinturas como Los cuatro apóstoles, de la misma fecha, verdadero testamento espiritual del artista. Pero también son los años en los que mayores son sus especulaciones puramente teóricas acerca del arte, cuando a través de obras como sus Cuatro libros acerca de la proporción humana (1528), Instrucciones sobre la manera de medir con el compás y la escuadra en las líneas, los planos y los cuerpos sólidos (1525) o La teoría de la fortificación de las ciudades, los castillos y los burgos (1528), completó una importante obra escrita. En resumen, ante la vida y la obra de Alberto Durero nos encontramos, por supuesto, con el más importante artista europeo de su tiempo fuera de Italia, y con el único parangonable, por sus preocupaciones y actividades, con Leonardo da Vinci. Como este último, Durero pensaba que "la experiencia cuenta mucho", pero que a un acercamiento empírico a la realidad hay que unir otro esencialmente intelectual "ésta es la razón -decía- por la cual un artista experto no necesita copiar cada imagen de un modelo vivo, pues le es suficiente producir lo que a lo largo de mucho tiempo ha atesorado en sí mismo".

Breve Historia de la Escultura Barroca en Valladolid (Parte 1/2)

$
0
0

Desde comienzos del siglo XVI Valladolid se había configurado como uno de los centros escultóricos más potentes del país, así como un importante centro de producción y consumo de la misma. A lo largo de la centuria se ubicaron en la ciudad diversos talleres aunque siempre existió una figura que ejerció un liderazgo indiscutible sobre el resto: el primer gran maestro fue Alonso Berruguete, al que sucedió Juan de Juni, para a finales de la centuria contar con figuras tan relevantes como Juan de Anchieta, Esteban Jordán o Adrián Álvarez, representantes ya de un manierismo romanista que perdurará hasta comienzos del siglo XVII, momento en el que la escuela logró considerar su esplendor, e incluso aumentarlo gracias a la estancia de la Corte en Valladolid entre 1601-1606. Durante este lustro, la monarquía y los cortesanos exigen la mayor exquisitez y refinamiento, motivos por los cuales llegará Pompeyo Leoni con sus oficiales Milán Vimercato y Baltasar Mariano para ocuparse de las esculturas del retablo mayor del convento de San Diego (1606-1607), y también de los bultos funerarios de los Duques de Lerma (1601-1608), cuya fundición en bronce dorado correría a cargo de Juan de Arfe y su cuñado Lesmes Fernández del Moral. Sería, por lo tanto, en estos años de la Corte, cuando termine por asentarse la prestigiosa “escuela vallisoletana de escultura”, de la mano de Gregorio Fernández, pero también de Francisco del Rincón, como veremos a continuación. Este prestigio no solamente se fundamentó en la máxima calidad de las obras que se ejecutaban en estos talleres sino también en que estas se exportaron a gran parte del territorio peninsular e incluso a las colonias americanas. Es por ello que podremos encontrar obras fernandescas en Galicia, Asturias, Cantabria, País Vasco, Aragón, Madrid, Extremadura, Portugal o Valencia.

POMPEYO LEONI. Estatua orante del Duque de Lerma (1601-1608). Museo Nacional de Escultura, Valladolid
POMPEYO LEONI. Estatua orante de la Duquesa de Lerma (1601-1608). Museo Nacional de Escultura, Valladolid
POMPEYO LEONI Y TALLER. Esculturas del retablo mayor del Convento de San Diego (1606-1607). Museo Nacional de Escultura, Valladolid. Fotografía tomada de http://domuspucelae.blogspot.com/2015/06/theatrum-retablo-de-san-diego-restos.html
Reconstrucción del retablo mayor del Convento de San Diego de Valladolid según José Miguel Travieso. http://domuspucelae.blogspot.com/2015/06/theatrum-retablo-de-san-diego-restos.html


1-1 EL NATURALISMO: FRANCISCO DEL RINCÓN Y GREGORIO FERNÁNDEZ (1600-1636)
A pesar de su temprana muerte, Francisco del Rincón (h. 1567-1608) tiene el honor de ser el precursor o “iniciador” de la escuela barroca vallisoletana, si bien él nunca fue en rigor un escultor barroco. A él se debe el decisivo paso del manierismo romanista al Barroco, etapa que se viene denominando como “Naturalismo” debido a que la intención de los escultores ya no es idealizar la naturaleza y a los personajes sino mostrarles de la manera más fidedigna y realista posible. Trabajó con igual maestría tanto la madera como la piedra, materiales ambos en los que dejó obras maestras. En piedra destacan las esculturas de la fachada de la iglesia penitencial de las Angustias (1605-1606), y en madera una de las obras claves de la escultura española puesto que en 1604 ideó y labró para la Cofradía de la Pasión el “paso” de La Elevación de la Cruz, que venía a sustituir al primitivo realizado en papelón. Su importancia es total puesto que fue el primer paso procesional con varias figuras de tamaño natural realizadas en madera policromada, además de presentar una calculada puesta en escena.
Fachada de la iglesia penitencial de Nuestra Señora de las Angustias y las esculturas que FRANCISCO DEL RINCÓN talló entre 1605-1606
Piedad
San Pablo
FRANCISCO DEL RINCÓN. La Elevación de la Cruz (1604). Museo Nacional de Escultura, Valladolid

En el taller de Rincón trabajó como oficial, y no como discípulo, la personalidad más descollante de la escultura vallisoletana y una de las cimas del barroco patrio: Gregorio Fernández (1576-1636). Además de todo ello fue el culmen del naturalismo castellano debido a su virtuosista técnica extremadamente realista, la cual además se veía apoyada por la cuidadosa incorporación de una serie de postizos que aumentaban aún más el verismo: ojos de cristal o de pasta vítrea, dientes de marfil, uñas de asta de toro, corcho para las heridas, cristal para las gotas de sangre que manan del pecho, etc. Influido por Pompeyo Leoni, Francisco del Rincón, e incluso Juan de Juni, cuya casa-taller llega a comprar para instalar la suya, configurará un estilo muy personal que irá evolucionando y en el que primará ante todo la mística, el sufrimiento y el dolor frente a la sensualidad más propia de la escuela andaluza. Interesado por el desnudo desde sus comienzos, en los que aún se observan caracteres propios del manierismo, como son las composiciones elegantes o el alargamiento de los miembros del cuerpo, con el paso del tiempo prenderá en él un naturalismo que llevará hasta el extremo. Este virtuosismo le proporcionó tal fama que el propio rey Felipe IV al ver el San Miguelque hizo para la Colegiata de Alfaro refirió que era “de mano del escultor de mayor primor que hay en estos mis reinos”, y, además se atrevió a pronosticar que “muerto este hombre no ha de haber en este mundo dinero con qué pagar lo que dejare hecho”.
GREGORIO FERNÁNDEZ. San Miguel (1635). Colegiata de San Miguel, Alfaro (La Rioja)
Su extraordinario conocimiento de la anatomía le llevó a ejecutar verdaderos estudios anatómicos en los cuales se aprecia la blandura de las carnes, la presencia de vasos bajo la piel e incluso cómo se marcan en la piel algunos huesos. Los dos rasgos definitorios de su plástica son la utilización de pliegues rígidos y acartonados denominados “plegados metálicos” y el especial cuidado que pone en la labra de las manos y la cabeza para potenciar la expresividad de sus imágenes.
Fernández regentó un taller muy amplio y bien organizado que funcionaba con un sistema casi empresarial puesto que era él el que firmaba los contratos, hacía los dibujos y modelaba en cera o arcilla, mientras que los oficiales se encargaban de desbastar y ejecutar las esculturas según los modelos que el propio maestro les proporcionaba. El después las perfeccionaba ocupándose de las partes más delicadas: las cabezas, las manos y los cabellos, si bien en algunos casos los clientes llegaban a exigirle que toda la labra fuera obra personal. Su taller estaba en la Acera del Sancti Spiritus (actual Paseo de Zorrilla) en unas casas que habían pertenecido a Juan de Juni. Antes de esta compra, Fernández vivía en las inmediaciones, pues consta que se trasladó desde la calle del Sacramento (actual de Paulina Harriet). Conocemos los nombres de algunos de sus colaboradores, siendo los más destacados Andrés de Solanes, Manuel del Rincón, Miguel de Elizalde, Agustín Castaño, Antonio de Ribera, Francisco Fermín o Juan Antonio de Estrada.
GREGORIO FERNÁNDEZ. Ecce Homo (h. 1612-1615). Museo Diocesano y Catedralicio, Valladolid
El mayor mérito de Fernández, aparte de cantidad y de la calidad de su obra, y de formar un amplísimo taller que expandió su estilo por todo el noroeste peninsular, fue la creación de una serie de iconografías o tipos que gozaron de gran éxito tanto en vida del escultor como después. De hecho, algunas de estas iconografías siguieron repitiéndose hasta casi finalizado el siglo XVIII. Las más populares fueron las de Cristo atado a la columna, el Crucificado, el Cristo Yacente, la Virgen de la Piedad, la Inmaculada, la Virgen del Carmen, Santa Teresa, San Francisco Javier, San Ignacio, San José, etc. Su producción es extremadamente prolífica y plagada de obras maestras, como el Ecce Homo del Museo Diocesano de Valladolid (h. 1612-1615), pero hay que destacar que se aplicó sobremanera a la imaginería de retablo, tanto en bulto redondo como en relieve, y también a la escultura procesional, en la cual dejó alguna de sus grandes aportaciones a la historia de la escultura española. Para la Cofradía de la Vera Cruz ejecutó el Descendimiento (1623), la Flagelación(1619) y la Coronación de Espinas (1620). De estos dos últimos pasos actualmente tan solo procesionan las figuras principales: Cristo atado a la columna y el Ecce Homo. Asimismo, para la Cofradía de la Pasión realizó el Camino del Calvario (1614), para la de las Angustias el denominado como Sexta Angustia o también el Descendimiento (1619), y, finalmente, para la de Jesús Nazareno el denominado de Sed Tengo (1612-1616). También abordó otra serie de pasos procesionales no pasionistas, caso del San Martín partiendo la capa con el pobre (1606) para la iglesia dedicada al santo, y la Sagrada Familia (1620-1621) para la Cofradía de San José de Niños Huérfanos.

GREGORIO FERNÁNDEZ. La Flagelación (1619). Cofradía de las Angustias y Museo Nacional de Escultura, Valladolid
GREGORIO FERNÁNDEZ. La Coronación de Espinas (h. 1620). Iglesia de la Santa Vera Cruz y Museo Nacional de Escultura, Valladolid
GREGORIO FERNÁNDEZ. El Descendimiento (1623). Iglesia penitencial de la Santa Vera Cruz, Valladolid
GREGORIO FERNÁNDEZ. Camino del Calvario (1614). Museo Nacional de Escultura, Valladolid
GREGORIO FERNÁNDEZ. Sed Tengo (1612-1616). Museo Nacional de Escultura, Valladolid

1-2 DISCÍPULOS DE GREGORIO FERNÁNDEZ Y OTROS MAESTROS CONTEMPORÁNEOS (1600-1660)
Por las mismas fechas en que trabajó Fernández y hasta pasada la mitad de la centuria laboraron sus discípulos más inmediatos, así como otros maestros contemporáneos que a pesar de tener un estilo propio al final se vieron también influidos por el del genio gallego. Al haber carecido este de un alumno aventajado el panorama de la escuela se integra por seguidores adocenados y meros copistas. En estos momentos apenas existen obras que acusen una personalidad independiente puesto que los comitentes demandaban modelos fernandescos y los artífices se doblegaban a ello. Efectivamente, se utilizaban los modos de Fernández… pero no eran Fernández. Todo ello condujo a una monotonía y similitud de estilos que hace que sea muy complicada la clasificación y atribución de multitud de obras anónimas.
A pesar de esta escasa originalidad Valladolid no perdió la condición de centro de la escultura barroca castellana tanto como punto de encargo de obras de cierta calidad como por ser polo de atracción de maestros foráneos. En opinión de Martín González esto se debía a “la existencia de buenos talleres, de ambiente artístico y de trabajo, pues, aun contando con la decadencia de la ciudad, precisa saber que las poblaciones de la periferia vivían una vida más lánguida”. Esta etapa se prolongaría aproximadamente hasta 1660, año en el que acaecen los fallecimientos de Francisco Alonso de los Ríos y Bernardo del Rincón, últimos competidores y discípulos del gran maestro.
Entre sus discípulos y colaboradores más cercanos descuella Andrés de Solanes (h. 1595-1635), que sigue puntualmente el estilo del maestro. Por desgracia apenas sabemos nada de su vida, y su catálogo productivo también es bastante escueto, si bien su merecida fama se debe a la ejecución del paso de la Oración del Huerto (1629-1630) para la Cofradía de la Vera Cruz de Valladolid, compuesto originalmente por Cristo, el Ángel, Judas y un par o tres de sayones. Además de copiar el estilo del maestro también hizo lo propio con sus modelos, lo que debió de conferirle prestigio. Buen ejemplo de ello son las efigies pasionistas que talló para la capilla del relicario del Monasterio de la Santa Espina, de la que restan unas buenas imágenes de Cristo atado a la Columna, el Ecce Homo y el Cristo Yacente (1634), conservadas respectivamente, tras la Desamortización, en Urueña, Villabrágima y San Cebrián de Mazote.
ANDRÉS DE SOLANES. La Oración (h. 1629-1630). Cofradía de la Vera Cruz y Museo Nacional de Escultura, Valladolid
ANDRÉS DE SOLANES. Ecce Homo (1634). Iglesia de Santa María, Villabrágima (Valladolid)
También cabe destacar entre sus discípulos, aunque no lo fuera directo, a Bernardo del Rincón (1621-1660), que debe toda su fama al magnífico y devoto Cristo del Perdón (1656) de la Cofradía de Nuestra Señora de la Pasión. Se trata de una de las imágenes más impresionantes de la Semana Santa vallisoletana debido a la crudeza del dolor que provoca su descarnada espalda. Bernardo fue hijo de Manuel del Rincón y a su vez nieto de Francisco del Rincón.
BERNARDO DEL RINCÓN. Cristo del Perdón (1656). Iglesia de San Quirce, Valladolid
En cuanto a maestros contemporáneos se pueden destacar a tres: Juan Imberto, Pedro de la Cuadra y Francisco Alonso de los Ríos. El primero de ellos, Juan Imberto (h.1580-1626), fue hijo del escultor segoviano Mateo Imberto y trabajó fundamentalmente por tierras segovianas, aunque también dejó su huella en Valladolid capital ya que corrió a cargo de la parte escultórica del retablo mayor del Convento de Santa Isabel (1613-1614), en la cual se muestra como un fiel seguidor del primer estilo de Gregorio Fernández, aquel caracterizado por la huella manierista. Sus personajes poseen un canon alargado y rostro inexpresivo.
Relieve de la "Aparición de Cristo Resucitado a la Virgen" del retablo mayor del Convento de Santa Isabel (1613-1614), obra de JUAN IMBERTO
El segundo maestro que hemos citado, Pedro de la Cuadra (h.1572-1629) es un escultor más tosco que transitó desde el manierismo romanista hacia un estilo claramente influido por Fernández, cuya popularidad le arrastrará y le obligará a irse adaptando a él hasta el punto de copiarle servilmente, como queda claro en sus Crucificados, y también en los dos pasos procesionales que ejecutó para Grajal de Campos: un Atado a la columna y un Nazareno. No deja de ser curioso que un escultor que copiara tanto a Fernández en vida con el paso de los siglos lograra que una imagen suya, el primitivo Nazarenode la Cofradía de Jesús Nazareno, presidiera un paso de aquél, como es el del Camino del Calvario. Cuadra principalmente se aplicó a la escultura funeraria en alabastro y a la imaginería de retablo. Entre los retablos en los que participó hemos de destacar el retablo mayor del Hospital de Simón Ruiz de Medina del Campo (1597), el retablo mayor de la iglesia del Salvador de Valladolid (1603), del que tan solo resta el grupo principal de la Transfiguración, y el retablo mayor de Velilla (1613), en el que la copia de los modelos de Fernández es también muy clara, especialmente en las imágenes de la Asunción, San Pedro y San Pablo. Por su parte, entre la escultura funeraria destacan las estatuas orantes de don Antonio Cabeza de Vaca y su mujer doña María de Castro (1607) en la capilla mayor del clausurado Convento de Santa Catalina.
PEDRO DE LA CUADRA. Cristo atado a la columna. Iglesia parroquial. Grajal de Campos (León)
PEDRO DE LA CUADRA. Esculturas del retablo mayor (1613-1614). Iglesia de la Asunción, Velilla (Valladolid)
 El tercer maestro contemporáneo de Gregorio Fernández, y sin lugar a dudas el mejor de todos ellos, es Francisco Alonso de los Ríos (h.1595-1660). Parece ser que fue discípulo de Pedro de la Cuadra debido a las concomitancias que posee su primer estilo con el de aquel, si bien con el paso del tiempo adquirió una maniera personal, aunque influenciada en determinados aspectos por Gregorio Fernández. Sus figuras son carnosas, con pliegues duros que conforman grandes claroscuros. Su obra maestra es la parte escultórica del retablo mayor de la capilla de las Maldonado de la iglesia de San Andrés de Valladolid(1631) a excepción del Crucificado, obra de Pedro de la Cuadra, que viene a sustituir al Calvario original que actualmente se conserva en el Seminario Diocesano.

FRANCISCO ALONSO DE LOS RÍOS. Esculturas del retablo mayor de la capilla de las Maldonado (1631). Iglesia de San Andrés, Valladolid
Detalle de ¿San Esteban?

1-3 LOS PRIMEROS MAESTROS “BARROCOS” (1661-h.1685)
Entramos en una época en la que ya han desaparecido todos los protagonistas de la escuela vallisoletana que convivieron con Gregorio Fernández, por lo que ya tan solo queda de él su estilo e iconografías. Aparte de la inexistencia de una gran figura que hiciera olvidar a Fernández aún seguía vigente otro problema. Se trata del hecho de que los propios comitentes que les solicitaban obra seguían demandando los modelos popularizados por Fernández, y cuánto más se pareciera a ellos mejor. Si esta clientela no podía conseguir un original suyo al menos aspiraban a tener “algo” que se le pareciera. Como vemos, aún existe “una verdadera fiebre por copiar a Fernández”. Sin embargo, “algunas copias son tan hábiles que han pasado frecuentemente por originales de aquél, caso del Nazareno (h. 1667) de la localidad palentina de San Cebrián de Campos, obra que actualmente se adscribe a Alonso de Rozas. En todos los escultores de este periodo se aprecia un incremento de las quebraduras, lo que aumenta el “carácter pictórico del paño barroco y del movimiento”.
 
ALONSO DE ROZAS (atrib.). Jesús Nazareno (h. 1667). Iglesia de los santos Cipriano y Cornelio, San Cebrián de Campos (Palencia)
Uno de los motivos por los cuales la escuela vallisoletana de estos momentos mantuvo el prestigio y una nutrida clientela fue, además de por la demanda de copias de Gregorio Fernández, por la fabricación de pasos procesionales, a imitación de los vallisoletanos, para diferentes puntos de la actual comunidad de Castilla y León. Los más generalizados fueron la Oración del Huerto, Cristo atado a la Columna, el Ecce Homo, el Camino del Calvario, el Despojo, el Descendimiento y el Santo Entierro.
La ciudad de Valladolid contaba por entonces con muy pocos artífices, siendo sus mayores figuras Francisco Díez de Tudanca y Alonso de Rozas. Francisco Díez de Tudanca (1616-1689) fue un maestro mediocre que fundamentó su supremacía en el mercado artístico en lo económico de sus precios. Su popularidad llegó a tal extremo que no solamente fue uno de los maestros más solicitados en cuanto a obra, sino que además se trata del maestro del que se han localizado más contratos de aprendizaje. Formado con algún discípulo directo de Gregorio Fernández, de él tomó tanto su estilo como sus modelos (Inmaculada, Cristo Yacente, etc.). Descolló por ser un especialista de la escultura procesional ya que le demandaron numerosas copias de los pasos procesionales vallisoletanos. Debido a este hecho tuvo que estudiar pormenorizadamente los realizados por Fernández, pero también el Cristo del Perdón de Bernardo del Rincón, del cual llegó a esculpir al menos tres copias para otros tantos conventos de Trinitarios Descalzos en Valladolid (h. 1664), Pamplona (1664) y Hervás(1677). Otros pasos procesionales fueron el Paso del Azotamiento para la Cofradía de la Pasión de Valladolid (c. 1650) (realizado junto con Antonio de Ribera), los Pasos del Descendimiento y del Santo Sepulcro para Medina de Rioseco (Valladolid) (1663), este último desaparecido, o el Cristo atado a la columna de Mojados (1672), que viene a ser una réplica del que hizo años atrás para el “paso” del Azotamiento que acabamos de ver. Otra obra importante fue el retablo mayor de la iglesia de laAsunción de Bercero(1657), en el que se repartió la escultura del mismo a partes iguales con Juan Rodríguez. Sin embargo, de todo, su mayor logro fue adiestrar en el oficio a José Mayo y sobre todo a Juan de Ávila, una de las figuras descollantes de la escuela vallisoletana de finales del siglo XVII.

FRANCISCO DÍEZ DE TUDANCA Y ANTONIO DE RIBERA. Paso del Azotamiento de la Cofradía de la Pasión (h. 1650). Iglesia de San Qurice y Museo Nacional de Escultura, Valladolid
FRANCISCO DÍEZ DE TUDANCA. Cristo del Perdón (h. 1664). Museo Diocesano y Catedralicio, Valladolid
FRANCISCO DÍEZ DE TUDANCA. Paso del Descendimiento (1663). Capilla de los Pasos Grandes, Medina de Rioseco
FRANCISCO DÍEZ DE TUDANCA. Cristo atado a la columna (1672). Ermita del Cristo, Mojados (Valladolid)
Por su parte Alonso de Rozas (h. 1625-1681) fue en términos artísticos el gran maestro del tercer cuarto de siglo de la escuela vallisoletana. Nacido en Galicia hacia 1625 le encontramos ya avecindado en 1654 en Valladolid y formando parte del círculo del escultor Juan Rodríguez, con quien pudo aprender el oficio dadas las concomitancias estilísticas entre ambos. En Valladolid se encontró un ambiente totalmente impregnado por la “maniera” de Gregorio Fernández, y ese será el punto de partida desde el que desarrollará el suyo, que se definirá por un progresivo barroquismo palpable tanto en el dinamismo de las poses como en el movimiento de las ropas, singularizado en la multiplicación de los pliegues. La Asunción (1660) que talla para el retablo mayor de la iglesia de Santa María de Tordesillas, da buena muestra de ello. Entre sus logros se encuentran la creación de un modelo escultórico del rey San Fernando, del que realizó al menos cuatro ejemplares con motivo de la canonización del monarca en 1671. Actualmente se conservan los de las catedrales de Palencia, Zamora y Valladolid, habiéndose perdido el que ejecutó para el Santo Tribunal de la Inquisición de esta última ciudad. Su obra más célebre es el “paso” del Santo Sepulcro, también apodado “el de los Durmientes” de la Cofradía de Nuestra Señora de las Angustias de Valladolid (1674). Actualmente son suyos las figuras de los soldados romanos puesto que los dos ángeles sufrieron un accidente y tuvo que realizarlos de nuevo su hijo José de Rozas.
ALONSO DE ROZAS. Asunción (1660). Iglesia de Santa María, Tordesillas (Valladolid)
ALONSO Y JOSÉ DE ROZAS. Paso del Santo Sepulcro (1674 y 1696). Museo Nacional de Escultura, Valladolid
ALONSO DE ROZAS (atrib.). San Fernando (1671). Catedral, Valladolid
Otro escultor a destacar es el salmantino Juan Rodríguez (a.1616-d.1674), que dejó en la ciudad muestras de su buen hacer hasta que marchó a Salamanca en 1661, como por ejemplo el grupo de la Virgen con el Niño (1658) del retablo mayor del Convento de Jesús y María, o la réplica en piedra que esculpió para la desaparecida portada del cenobio primigenio. Fue un artista fecundo y con una clientela bastante distinguida, como por ejemplo la Marquesa de Astorga. Ya en un plano inferior se sitúan otros maestros más mediocres apodados “fernandescos” que se caracterizan por realizar copias mediocres de modelos iconográficos creados por Gregorio Fernández. Entre ellos tenemos a José Mayo (1642-1679/1680), discípulo de Díez de Tudanca; a Pedro Salvador “el joven” (1635-1684), hijo y sobrino de oficiales de Gregorio Fernández; o a Andrés de Oliveros (1639-1689), del que cabe destacar el“paso” del Longinos(1673) que realizó para Medina de Rioseco y cuya importancia reside más que en la calidad en el hecho de que copia el perdido paso homónimo de la Cofradía de la Piedad de Valladolid que fue el prototipo. De este último, del que tan solo se conservan las imágenes de Longinos, San Juan y la Virgen, se sabe que fue realizado por un escultor anónimo a mediados del siglo XVII.

JUAN RODRÍGUEZ. Virgen con el Niño del retablo mayor (1658). Convento de Jesús y María, Valladolid
ANDRÉS DE OLIVEROS, TOMÁS DE SIERRA Y FRANCISCO DÍEZ DE TUDANCA. Paso del Longinos (1673). Capilla de los Pasos Grandes, Valladolid

Breve Historia de la Escultura Barroca en Valladolid (Parte 2/2)

$
0
0

1-4 LA SEGUNDA EDAD DE ORO DE LA ESCUELA BARROCA VALLISOLETANA (h. 1685-1710)
Esta etapa que enlaza los últimos años del siglo XVII con los primeros del XVIII es clave puesto que se trata de un momento de transición en el que termina por desvanecerse la influencia estilística de Gregorio Fernández, no en el caso de sus tipos iconográficos que se mantendrán vigentes casi hasta finales de la centuria. Es por lo tanto un momento clave de renovación. Si en la etapa anterior veíamos que la producción escultórica estaba destinada fundamentalmente a los pasos procesionales y a imágenes de devoción, en estos momentos la mayoría de la producción se utilizó para decorar los múltiples retablos que por entonces se hicieron en la ciudad: Convento de las Brígidas, Real Monasterio de San Quirce, iglesia-oratorio del Rosarillo, oratorio de San Felipe Neri, iglesia de Santiago Apóstol, etc… A estas alturas la escultura de los retablos se concentra en la hornacina principal y en las laterales, y en el ático se suele disponer un Calvario en el centro y flanqueándole en los extremos otros santos o bien los típicos ángeles. Como acabamos de decir, la fabricación de escultura procesional había decaído bastante. A pesar de todo se llegaron a realizar una serie de piezas que podemos clasificar en dos grupos. En el primero tendríamos a las cofradías vallisoletanas que encargaron nuevos conjuntos, o imágenes sueltas, para sustituir a otros que se encontraban en mal estado de conservación. Estamos hablando, por ejemplo, del paso del Despojo (1680) que ejecutó Juan de Ávila, el Crucifijo del “Paso Grande” (1684) de los Nazarenos, que no es otro sino el Cristo de la Agonía de Juan Antonio de la Peña, el Cristo la Humildad (1691) que José de Rozas esculpió para la Cofradía de la Piedad, y los ángeles que el propio Rozas talló para el del Santo Sepulcro (1696) de la Cofradía de las Angustias. Por su parte, el segundo grupo estaría englobado por las copias de imágenes procesionales vallisoletanas que se encargaron desde diferentes puntos de Castilla, como por ejemplo los “pasos” del Camino del Calvario y de Longinos (1692 y 1693) que Antonio Vázquez y José de Rozas concibieron para la cofradía de Jesús Nazareno de Palencia, o la Virgen de las Angustias que el propio Rozas talló para Astorga (1705).

BLAS MARTÍNEZ DE OBREGÓN Y JUAN DE ÁVILA (atrib.). Retablo mayor (h. 1785). Monasterio de San Quirce, Valladolid
ALONSO DEL MANZANO Y JUAN DE ÁVILA. Retablo mayor (1698-1702). Iglesia de Santiago Apóstol, Valladolid
JOSÉ DE ROZAS. Virgen de las Angustias (1705). Iglesia de San Bartolomé, Astorga (León)
Como vemos, los talleres vallisoletanos parecen vivir una segunda juventud, y ya no solo por la alta demanda que acogen sino también por la existencia de numerosos encargos foráneos (Castilla, Galicia, Asturias, Cantabria, Navarra, País Vasco, Portugal, etc.) y también por la existen destacados maestros, caso de Juan de Ávila (1652-1702), calificado como el mejor epígono de Gregorio Fernández, Juan Antonio de la Peña (h. 1650-1708) y José de Rozas (1662-1725). A ellos hay que sumar otros buenos artífices como Andrés de Pereda (h.1655-1733), Antonio Vázquez (1650-1700) y José Pascual (1677-1714), maestro bastante prometedor que falleció en plena madurez artística. Asimismo, por entonces comenzarían a trabajar de forma independiente Pedro de Ávila (1678-1755) y Antonio de Gautúa (1682-1744), que darían sus mejores frutos más adelante.
Los estilos de todos estos maestros parten de una lejana influencia de Fernández, especialmente en cuanto a los modelos iconográficos. Los pliegues de los ropajes dejan atrás los duros quebrados para pasar a ser suaves y ondulados y que se pegan al cuerpo revelando las anatomías y creando un estilo más moderno y dinámico. Pasando a dar unas pinceladas sobre los tres grandes artistas del periodo, el primero de ellos, Juan de Ávila (1652-1702), fue el iniciador de una saga de escultores que se completa con sus hijos Pedro y Manuel. Discípulo de Francisco Díez de Tudanca, fue un maestro bastante completo ya que supo trabajar diversos materiales (madera, piedra, pasta y otros materiales ligeros) y llegó a componer arquitecturas efímeras, trazas e incluso efectuó puntuales incursiones en el campo del ensamblaje. Da buena prueba de su prestigio el hecho de que le comisionaran las esculturas del retablo mayor de la Colegiata de Lerma (Burgos) (1692), descollando entre ellas la copia que hizo del San Pedro en cátedra que Gregorio Fernández había tallado para el convento del Abrojo. Dentro de su catálogo también destacan el “paso” del “Despojo” para la Cofradía de Jesús Nazareno de Valladolid (1680); y las esculturas del retablo mayor de la iglesia de Santiago de Valladolid (1698-1702).

JUAN DE ÁVILA. Paso del Despojo (1680). Museo Nacional de Escultura, Valladolid
JUAN DE ÁVILA. San Pedro del retablo mayor (1692). Colegiata de San Pedro, Lerma (Burgos)
JUAN DE ÁVILA. Santiago Matamoros del retablo mayor (1698-1702). Iglesia de Santiago Apóstol, Valladolid
Al gallego Juan Antonio de la Peña (h. 1650-1708), nacido en la feligresía de Santa María de Galdo, se debe uno de los mejores crucifijos del barroco español, el Santísimo Cristo de la Agonía de la Cofradía de Jesús Nazareno (1684). Su estilo es muy similar al de su consuegro Juan de Ávila y sus tipos físicos están tomados en su mayoría de Gregorio Fernández, como así puede verse en el relieve de San Martín con el pobre del retablo mayor de la referida iglesia vallisoletana.

JUAN ANTONIO DE LA PEÑA. San Martín con el pobre (1674). Iglesia de San Martín, Valladolid
JUAN ANTONIO DE LA PEÑA. Cristo de la Agonía (1684). Iglesia Penitencial de N. P. Jesús Nazareno, Valladolid
Finalmente tenemos a José de Rozas (1662-1725) el maestro más prolífico del trío. Hijo del escultor Alonso de Rozas, con quien se formó, su estilo de formas más dulces continúa en un primer momento las directrices marcadas por su padre, que a su vez derivaban de las impuestas por Gregorio Fernández. A partir de ahí multiplica el número de pliegues y los vuelve más quebradizos, si bien hacia el final de su carrera irá tendiendo hacia las formas más calmadas. Trabajó tanto la madera y la tela encolada como la piedra, material este último en el que esculpió lasesculturas de la fachada del monasterio de San Pedro de Eslonza (León) (1712). Tocó casi todos los campos escultóricos puesto que realizó imágenes de culto, de retablo e incluso procesionales, siendo importante su labor en este último ámbito puesto que talló el Cristo de la Humildad(1691) de la Cofradía de la Piedad, dos Ángeles para el paso del Santo Sepulcro(1696) de la Cofradía de las Angustias, una Virgen de las Angustias para Astorga (1705), y, en colaboración con Antonio Vázquez los pasos de Longinos (1692) y Camino del Calvario (1693) de la Cofradía de Jesús Nazareno de Palencia.

JOSÉ DE ROZAS. Cristo de la Humildad (1691). Iglesia de San Martín, Valladolid
JOSÉ DE ROZAS Y ANTONIO VÁZQUEZ. Paso del "Longinos" (1693). Cofradía de Jesús Nazareno, Palencia


1-5 EL TARDOBARROCO Y EL ROCOCÓ (h.1710-h.1780)
Y llegamos por fin al último estadio de la escultura barroca vallisoletana: el tardobarroco, el rococó y los primeros aires neoclásicos, o lo que es lo mismo la época en que se desarrolla el magisterio de Felipe de Espinabete. En esta última etapa las lecciones de Gregorio Fernández han sido ya plenamente superadas, si bien algunas veces encontraremos tallas que perpetúan los modelos del maestro. Es un periodo en el que entran de lleno las corrientes europeas, si bien la mayoría de escultores no participaría de ellas. Dos son los artífices que representan esta renovación: Pedro de Ávila, que personifica la influencia italiana, ya que fue el primero en utilizar los pliegues a cuchillo popularizados por Gian Lorenzo Bernini; y el riosecano Pedro de Sierra (1702-1760/1761), cuyo arte hunde las raíces en el rococó francés, que asimiló durante sus años de trabajo en las obras del Palacio Real de La Granja de San Ildefonso junto a los escultores galos René Frémin (1672-1744) y Jean Thierry (1669-1739). Este ascendiente se vislumbra en la delicadeza y dulzura de las tallas, que poseen unas formas bellas y agradables a la vista, así como en la presencia de unas cabezas muy pequeñas en relación con el cuerpo. La fecha final de este periodo se situaría hacia 1780, un año después de la fundación de la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción de Valladolid, y momento en el que Felipe Espinabete compuso sus últimas creaciones ajenas al influjo neoclásico. Alguna vez se ha querido retrasar aún más este final, esgrimiendo que el barroco desaparece cuando fallece Claudio Cortijo (1813). Bien pudo existir hasta entonces una rama barroca, pero el neoclasicismo ya se había impuesto con escultores con Eustaquio Bahamonde y Pedro León Sedano.

Jean Thierry según el pintor Nicolás de Larguillieré (antes de 1739)
René Frémin según el pintor Maurice Quentin de La Tour (h. 1743)
Algunos escultores de este periodo se caracterizaron por su polifacetismo ya que además de escultores fueron ensambladores, lo que dio lugar a la denominación de tallista, muy popular en esta época. Además de Sierra, este grupo lo conformaron Pedro Correas (1689-1752), Pedro Bahamonde (1707-1748), Juan Antonio Argüelles (a. 1718-d. 1766), Juan Macías (1721-1802) o Antonio Bahamonde (1731-1783). Aunque mantienen un nivel digno dentro de la estatuaria, donde verdaderamente destacan es en el campo del ensamblaje de retablos y otros muebles litúrgicos. Escultores puros fueron Felipe de Espinabete (1719-1799), José Fernández (1713-1783), de quien Urrea aseveró que “mantenía viva en Valladolid y con cierta dignidad, nuestra tradicional escuela”, y a quien se atribuye una Piedad (h. 1773-1774) en la localidad de Geria que sigue el modelo de Gregorio Fernández, Antonio de Gautúa (1682-1744), Fernando González (1724-1806), Juan López (1726-1801), y los desconocidos Manuel Valero Alhambra (a. 1705-d. 1737) y Andrés Carballo (h. 1720-1792), artífice este último del que no conocemos ni una sola obra.

JOSÉ FERNÁNDEZ (atrib.). Virgen de la Piedad (h. 1773-1774). Iglesia de la Asunción, Geria (Valladolid)
A grosso modo la centuria estuvo dominada en cada uno de sus tres tercios por un gran maestro: el primer tercio pertenece a Pedro de Ávila, hipotético maestro de Felipe de Espinabete; en el segundo tercio el rector será Pedro de Sierra, artífice asimismo del que se vio claramente influido Espinabete; y finalmente en el tercer tercio la figura dominante fue el propio Espinabete.
Comenzaremos por el primero de ellos, que además es quien creemos que fue el maestro con quien se formó Espinabete. Estamos hablando de Pedro de Ávila (1678-1755), a quien el oficio le vino de familia, ya que fue hijo de Juan de Ávila y hermano de Manuel Ávila. Formado en el taller paterno, a finales de siglo marchó a trabajar al obrador de Juan Antonio de la Peña, su futuro suegro. Falleció en 1755, si bien desde el año 1741 se mantenía inactivo debido a que una ceguera le apartó del trabajo. Su personalidad artística es tan interesante como compleja. Si en un primer momento sus modos apenas se diferencian de los de los escultores de la generación de su padre y de su suegro, tras un par de años en los que se carece de noticias acerca de su vida reaparece como un escultor totalmente renovado. Tal es así que tras este breve periodo fue quien introdujo en Castilla el pliegue a cuchillo, plegado caracterizado por unas aristas profundas y cortantes que proporcionan a las vestimentas gran dinamismo. Probablemente esta espectacular mutación sufrida por el escultor se deba a un hipotético desplazamiento a Madrid entre los años 1705-1707. Allí recibiría influencias muy diversas (madrileña, andaluza e italiana), dado que por entonces la capital de España era un crisol; pero sin duda lo que más le marcaría serían las esculturas de Pedro de Mena, José de Mora y algunas piezas napolitanas. Tras regresar a la capital del Pisuerga se convirtió inmediatamente en el escultor más prestigioso de la ciudad, posición de superioridad que abarcó todo el primer tercio del siglo, llegando a ocupar cargos como el de maestro mayor de escultura del obispado. Su maestría le llevó a trabajar la madera, pero también a esculpir la piedra y a modelar el yeso.

PEDRO DE ÁVILA. San José con el Niño (1714). Catedral, Valladolid
PEDRO DE ÁVILA. San Miguel (1714). Catedral, Valladolid
PEDRO DE ÁVILA. Santa María Magdalena (1720-1721). Museo Diocesano y Catedralicio, Valladolid
Su obra documentada es escasa, si bien sabemos por el historiador local Canesi que fue el escultor vallisoletano más destacado de su época y de ahí el epíteto que le dedicó: “Pedro de Ávila, estatuario insigne”. Podemos destacar las series de esculturas que realizó para la catedral y para el Oratorio de San Felipe Neri. Para la catedral esculpió las de San Juan Evangelista, Santa María Magdalena, San José con el Niño, San Pedro Apóstol y San Miguel Arcángel (1714-1715), mientras que con destino al oratorio elaboró las de San Pedro, San Pablo, un Crucificado, Santa María Magdalena y laInmaculada Concepción (1720-1721). Sin ningún género de dudas estas dos últimas son sus obras maestras y figuran entre lo más granado de la escultura barroca española.
Por contra, el listado de obras atribuibles es muy extenso, y eso se debe a que posee un estilo muy personal y fácilmente identificable. Por elegir tan solo algunas de las más notables tenemos la Traslación de San Pedro Regalado (1709), Las lágrimas de San Pedro (h. 1709-1711) y la Virgen del Refugio (h. 1716-1717), todas ellas en la iglesia del Salvador de Valladolid o las pequeñas imágenes del Ecce Homo y de Cristo atado a la columna de la iglesia penitencial de las Angustias de Valladolid (c. 1710). Como se puede observar en esta última efigie pasionista realiza una clara copia del prototipo de Gregorio Fernández, y más concretamente del de la Cofradía de la Vera Cruz. La imitación llega hasta el extremo de que no falta ni el pliegue de la piel que se forma en la parte derecha del abdomen. También replicó a Fernández cuando talló el magnífico Cristo Yacente de la iglesia de Jesús Nazareno de Valladolid (c. 1718-1723). Asimismo, cultivó el género de los bustos pasionistas, destacando los Bustos de Ecce Homo y Dolorosa del monasterio de Santa Brígida de Valladolid (c. 1714-1720).

PEDRO DE ÁVILA (atrib.). Cristo atado a la columna (h. 1710). Iglesia Penitencial de Nuestra Señora de las Angustias, Valladolid
PEDRO DE ÁVILA (atrib.). Cristo Yacente (h. 1718-1723). Iglesia Penitencial de N. P. Jesús Nazareno, Valladolid
PEDRO DE ÁVILA. Busto de Dolorosa (h. 1714-1720). Monasterio de Santa Brígida, Valladolid
El segundo de los grandes maestros, y que como vimos extiende su magisterio durante el segundo tercio del siglo XVIII es Pedro de Sierra (1702-1761). Natural de Medina de Rioseco, al igual que Pedro de Ávila fue hijo y hermano de escultores. Fue un artista polifacético ya que desenvolvió su actividad en el campo de la retablística y de la escultura, si bien esta última fue su verdadera especialidad, aunque también dio modelos para obras arquitectónicas, como el remate de la torre de la iglesia de Santa María de Medina de Rioseco (1739), y también de platería, caso de las andas de plata para la Cofradía del Santísimo de la iglesia de Santiago de Medina de Rioseco.

PEDRO DE SIERRA. Santos Justo y Pastor (1739). Iglesia de los Santos Justo y Pastor, Toledo
Sus primeras lecciones en el oficio las tomaría en el taller paterno, aunque “posteriormente su padre, Tomás de Sierra, persuadido del talento de su hijo, procuraría alistarle en los trabajos reales”. Desconocemos por qué medio lograría enviarle a las Obras Reales, y más concretamente al taller de Valsaín que estaba fabricando estatuas y fuentes para el Palacio de La Granja de San Ildefonso. En este palacio de La Granja entró en contacto con los escultores franceses René Frémin (1672-1744) y Jean Thierry (1669-1739), “introduciéndose de esta suerte en su arte la corriente rococó europea”. Por entonces los citados escultores galos se encontraban enfrascados en la elaboración de la primera gran serie escultórica para los jardines del palacio. El ascendiente de ambos maestros sobre Sierra se deja vislumbrar en la delicadeza y dulzura de sus tallas, que poseen unas formas bellas, agradables y estilizadas, así como unas cabezas diminutas en relación con el resto del cuerpo. También aprendería de ellos la técnica del paño a cuchillo y la destreza necesaria para elaborar escultura en plomo, la cual sabemos que llegaría a dominar puesto que años después tendría la ocasión de practicarla al realizar las efigies de los Santos Justo y Pastor (1739) para la fachada de la iglesia toledana homónima.

JACINTO Y PEDRO DE SIERRA. Sillería del Convento de San Francisco de Valladolid (a. 1735). Museo Nacional de Escultura, Valladolid. © Museo Nacional de Escultura
Detalle del relieve de la "Prudencia" de la sillería. © Museo Nacional de Escultura
PEDRO DE SIERRA. Inmaculada (h. 1735). Museo Nacional de Escultura, Valladolid
Tras esta etapa formativa en la Corte se trasladaría a Toledo para trabajar en calidad de oficial de Narciso Tomé en el Transparente de la catedral primada (1721-1732), “la obra más expresiva del barroquismo español”. Tras residir en Toledo, a finales de 1733 se instala en Valladolid ya casi de manera definitiva hasta su muerte a comienzos de 1761. Es probable que su llegada a la capital del Pisuerga estuviera relacionada con la ejecución de la sillería del Convento de San Francisco (finalizada en 1735), actualmente conservada en el Museo Nacional de Escultura, y a la cual pertenece una magnífica Inmaculada Concepción. Sierra mantuvo un estrecho contacto con la Orden Franciscana, para la que trabajó en numerosas ocasiones, que sin duda se vio favorecido por la pertenencia de su hermano Fray Jacinto a la Orden, en cuyo convento de Ayllón (Segovia) vivía. Para la fabricación de la sillería se repartió el trabajo con su hermano. Así, mientras que Pedro se ocupaba de la parte escultórica su hermano Fray Jacinto hizo lo propio con el ensamblaje de la misma. Su obra documentada y conservada es muy escasa, aunque su otra actuación descollante junto a la citada sillería es el retablo mayor de la iglesia parroquial de la Asunción de Rueda (1741-1746) en el que corrió a cargo de la arquitectura y de la escultura. En este mismo templo diseñó los retablos colaterales (1741) y esculpió la decoración escultórica de la fachada (h. 1747), en la que destaca en la parte alta una teatral Coronación de la Virgen.

PEDRO DE SIERRA. Retablo mayor (1741-1746). Iglesia de la Asunción, Rueda (Valladolid)
Detalle de San Joaquín
Detalle de San Jerónimo
El tercero de los grandes maestros y que, como ya dijimos, marca las directrices de la escuela vallisoletana durante el último tercio de la centuria es Felipe de Espinabete (1719-1799), de quien recientemente realicé una entrada, y que podéis consultar pinchando AQUÍ.
Felipe de Espinabete (1719-1799) fue el último gran escultor del Barroco vallisoletano y uno de los maestros más conspicuos del Rococó castellano. Nacido en Tordesillas, debió de formarse como escultor en Valladolid al lado de Pedro de Ávila si bien le influyó sobremanera el estilo de Pedro de Sierra, así como las iconografías desarrolladas por éste. Una vez completada su formación, contraído matrimonio y tras varios viajes de ida y vuelta entre Tordesillas y Valladolid parece ser que se asentó definitivamente en la ciudad del Pisuerga hacia los años 1747-1750, convirtiéndose pronto en uno de los maestros más cotizados de la urbe. El reconocimiento a su exitosa carrera le llegó el 14 de diciembre de 1784 cuando la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción le nombró académico. Espinabete quedó tan agradecido por su recepción que ofreció a la corporación treinta dibujos de su mano “para que sirviesen de modelo a los discípulos de la Institución. Fue un maestro muy hábil que supo trabajar diferentes materiales (madera, piedra y barro), cultivó tanto la escultura religiosa como la profana, se desempeñó con igual maestría tanto en la escultura de gran tamaño como en la de pequeño formato, y creó una producción muy heterogénea puesto que labró relieves para sillerías, cabezas de santos degollados, imágenes para retablo, esculturas de devoción, pasos procesionales de una figura o de varias, etc.

FELIPE DE ESPINABETE (atrib.). San Francisco en Oración (h. 1773). Iglesia de San Andrés, Valladolid
FELIPE DE ESPINABETE. San Antonio Abad (h. 1761-1762). Monasterio de Santa María de Valbuena de Duero (Valladolid)
FELIPE DE ESPINABETE. Cristo atado a la columna (1768). Iglesia de San Pedro, Tordesillas (Valladolid)
FELIPE DE ESPINABETE. Sillería del Monasterio de la Santa Espina (1766). Iglesia de San Juan Bautista, Villavendimio (Zamora)
Además, a través de su obra se puede seguir perfectamente la evolución sufrida por la escultura local durante ese periodo pasando del tardobarroco al rococó y finalmente al neoclasicismo, si bien donde más cómodo se sintió fue en la etapa rococó debido a su gusto por las figuras gráciles, delicadas y elegantes. Entre su extensa obra podemos señalar la sillería del Monasterio de la Santa Espina (1766), el Cristo atado a la columna de Tordesillas (1768), el San Francisco en Oración (ca. 1773) de la iglesia de San Andrés de Valladolid o el San Antonio Abad (ca. 1761-1762) que, perteneciente al retablo mayor de la desaparecida iglesia de San Antón de Valladolid, se conserva en el Monasterio de Santa María de Valbuena de Duero (Valladolid). En todas sus obras se observa una concepción ondulante, rítmica y curvilínea, además de su característico plegado -unas veces el acuchillado procedente de Pedro de Ávila y otras el serpenteante de Pedro de Sierra- que aporta mayor dinamismo y un aspecto pictórico a las superficies a causa de los claroscuros que forman. Cuando la ocasión lo permite, caso de la Magdalena recostada del Museo Nacional de Escultura, se recrea en el preciosísimo, en la anécdota y en una elegancia de raigambre rococó, ayudándose para ello de suntuosas policromías florales y doradas, motivos arrocallados, labores de puntillado y piedras embutidas. Otras obras que se pueden señalar son la Cabeza de San Pablo (1760) que talló para el Monasterio de Nuestra Señora de Prado, y en la cual copió sin concesiones la ejecutada años atrás por Villabrille y Ron para el Convento de San Pablo; el San Miguel Arcángel del Museo Nacional de Escultura; o el Ecce Homo del Monasterio de Santa María la Real de Nieva (Segovia).

FELIPE DE ESPINABETE. Cabeza de San Pablo (1760). Museo Nacional de Escultura, Valladolid
FELIPE DE ESPINABETE (atrib.). La Magdalena en el desierto. Museo Nacional de Escultura, Valladolid
FELIPE DE ESPINABETE. San Miguel derrotando al demonio. Museo Nacional de Escultura, Valladolid
FELIPE DE ESPINABETE. Ecce Homo (1792). Monasterio de Santa María la Real de Nieva (Segovia)

BIBLIOGRAFÍA BÁSICA SOBRE LA ESCULTURA BARROCA EN VALLADOLID
  • AGAPITO Y REVILLA, Juan: Arte barroco en Valladolid, Imprenta provincial, Valladolid, 1931.
  • AGAPITO Y REVILLA, Juan: La obra de los maestros de la escultura vallisoletana: papeletas razonadas para un catálogo. II, Fernández – adiciones y correcciones, Casa Santarén, Valladolid, 1929.
  • AGAPITO Y REVILLA, Juan: Las cofradías, las procesiones y los pasos de Semana Santa en Valladolid.Editorial Maxtor, Valladolid, 2007.
  • BALADRÓN ALONSO, Javier: “El escultor Felipe Espinabete: nuevas atribuciones e hipótesis sobre su posible formación”, BSAA Arte, Nº 82, 2016, pp. 205-227.
  • BALADRÓN ALONSO, Javier: Los Ávila: Una familia de escultores barrocos vallisoletanos[tesis doctoral], Universidad de Valladolid, Valladolid, 2016.
  • BRASAS EGIDO, José Carlos: “Noticias documentales de artistas vallisoletanos de los siglos XVII y XVIII”, B.S.A.A., Nº 50, 1984, pp. 464-476.
  • CASASECA CASASECA, Antonio (et. al.): Historia del arte de Castilla y León. 6: Arte barroco, Editorial Ámbito, Valladolid, 1997.
  • FERNÁNDEZ DEL HOYO, María Antonia: “El Cristo del Perdón, obra de Bernardo del Rincón”, B.S.A.A., Nº 49, 1983, pp. 476-480.
  • FERNÁNDEZ DEL HOYO, María Antonia: “El escultor vallisoletano Francisco Díez de Tudanca (1616 - ?)”, B.S.A.A., Nº 50, 1984, pp. 371-388.
  • GARCÍA CHICO, Esteban: Documentos para el estudio del arte en Castilla. 2, Escultores, Universidad de Valladolid, Valladolid, 1941.
  • MARTÍ Y MONSÓ, José: Estudios histórico-artísticos relativos principalmente a Valladolid: basados en la investigación de diversos archivos, Imprenta de Leonardo Miñón, Valladolid, 1898-1901.
  • MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: El arte procesional del barroco. Historia 16, Madrid, 1993.
  • MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: El escultor Gregorio Fernández, Ministerio de Cultura, Madrid, 1980.
  • MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: El retablo barroco en España, Alpuerto, Madrid, 1993.
  • MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: Escultura barroca castellana, Fundación Lázaro Galdiano, Madrid, 1959.
  • MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: Escultura barroca castellana. Segunda parte, Fundación Lázaro Galdiano, Madrid, 1971.
  • MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: Escultura barroca en España, 1600-1770, Cátedra, Madrid, 1983.
  • MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: Escultura de Castilla y León. Siglos XVI-XVIII [exposición], Museo e Institución Camón Aznar, Zaragoza, 1989.
  • PARRADO DEL OLMO, Jesús María: “Precisiones sobre los Bahamonde”, B.S.A.A., Nº 55, 1989, pp. 343-361.
  • REDONDO CANTERA, María José: Los Bahamonde, una familia de artistas dedicados al retablo en Valladolid y Palencia: desde el Barroco Tardío hasta su disolución, Xunta de Galicia, 2002, pp. 287-316.
  • URREA, Jesús: “El escultor Francisco Alonso de los Ríos (¿-1660), B.S.A.A., Nº 38, 1972, pp. 355-369.
  • URREA, Jesús: “Escultores coetáneos y discípulos de Gregorio Fernández en Valladolid I”, B.S.A.A., Nº 50, 1984, pp. 349-370.
  • URREA, Jesús: “Escultores coetáneos y discípulos de Gregorio Fernández en Valladolid II”, B.S.A.A., Nº 58, 1992, pp. 393-402
  • URREA, Jesús: “La biografía al servicio del conocimiento artístico. El escultor Juan Antonio de la Peña (h.1650-1708)”. B.R.A.C., Nº 42, Valladolid, 2007, pp. 43-56.
  • URREA, Jesús: “Nuevos datos y obras del escultor Andrés Solanes (+ 1635)”, B.S.A.A., Nº 55, 1989, pp. 481-488.
  • URREA, Jesús: El escultor Gregorio Fernández, 1576-1636 (apuntes para un libro), Ediciones Universidad de Valladolid, Valladolid, 2014.
  • VASALLO TORANZO, Luis: “El paso Camino del Calvario de Gregorio Fernández”, Boletín del Museo Nacional de Escultura, Nº 11, 2007, pp. 16-21.

EXPOSICIÓN: "SUSANA SOLANO acta dos"

$
0
0

Esta última semana me acerqué a visitar la exposición que sobre la escultora Susana Solano (Barcelona, 1946) se viene celebrando desde hace un par de meses en el Museo Patio Herreriano. Tuve la suerte de contemplarla mediante el formato de visita guiada que se celebra por las tardes a las 19:00 h. La guía fue excepcional y gracias a ella enseguida te metes de lleno en el universo de Solano y llegas a comprender perfectamente las preocupaciones escultóricas de la artista (como puede ser la creación de espacios), así como sus influencias y lo que intenta plasmar en su obra. Se trata de una artista muy interesante en la que a través del tiempo se observa como sus esculturas evolucionan desde los formatos prismáticos, compactos y contundentes a otros más ligeros. Cabe subrayar que esta escultora abstracta, calificada como la heredera de la tradición escultórica a la que pertenecieron Julio González, Jorge Oteiza o Eduardo Chillada, no posee un estilo concreto que se puede percibir en todas sus obras. También hay en su obra una preocupación por los oficios artesanales, como puede observarse en las esculturas de la capilla, y por la industria del telar, como también puede comprobarse en la Sala 4, en la que, por cierto, se puede contemplar su destreza para trabajar el plomo. Finalmente, me sorprendió gratamente su sensibilidad como fotógrafa.

Por todo ello, y antes de que acabe la exposición quiero dedicar a la exposición esta breve reseña, y para ello utilizaré el texto que figura en la misma. Solamente me queda animaros a acudir a verla puesto que tan solo le resta una semana. La exposición, que por si no queda claro os recomiendo que la veáis mediante la visita guiada (dura entre unos 45-50 minutos), se compone de las esculturas gigantescas de mimbre que hay en la Capilla y los proyectos de monumentos públicos de la Sala 9 por un lado, y por otro de las Salas 3-4-5, así como dos esculturas que se hayan en el claustro, tanto en el piso bajo como en el primero.

“Si algo esperamos de toda obra escultórica, sobre todo desde que desaparecieran el pedestal y las soflamas a la que éste daba sustento, es que ocupe un espacio. Desde finales de los años setenta, a la idea de ocupar, de llenar un lugar, Susana Solano ha sumado la voluntad de producirlo, de crearlo, desde el incesante ejercicio de ampliación de horizontes físicos y conceptuales a los que ha emplazado el descomunal cuerpo de obra que ha realizado en las últimas cinco décadas y en el que continúa inmersa todavía hoy.
acta (dos) es una exposición producida por el Institut Valencíá d´Art Moderno (IVAM), que tras su paso este verano por Valencia recala ahora en Valladolid adaptándose a los espacios del Museo Patio Herreriano y a las piezas de Susana Solano pertenecientes a la Colección Arte Contemporáneo. Son varias las razones por las que la exposición organizada por el IVAM, que llevaba por título acta, despertaba poderosamente el interés del Patio Herreriano. Susana Solano es una de las artistas mejor representadas en la Colección, con obra muy relevante de los años ochenta. La muestra valenciana se ocupó fundamentalmente de la obra realizada en las últimas dos décadas lo que no impidió la inclusión de obras emblemáticas realizadas con anterioridad, y en ella jugaron también un papel importante los proyectos de escultura pública que durante años ha realizado la artista.
acta (dos) está comisariada por Ramón Escrivá, Conservador del IVAM y responsable de la muestra en Valencia, y Javier Hontoria, Director del Museo Patio Herreriano. A la obra que formó parte de la exposición valenciana se incorpora aquí una mirada complementaria que satisface nuestra voluntad de revisar y reverdecer las obras de la Colección Arte Contemporáneo. Si en la exposición que pudo verse en estas mismas salas hasta no hace mucho, Una dimensión ulterior, situábamos Entre Cuatro, una pieza temprana de Susana Solano, junto a otra reciente de June Crespo, uno de los jóvenes valores de la escultura en nuestro país, en esta exposición Susana Solano se enfrenta a sí misma, pues Entre Cuatro entra en contacto con otras obras suyas realizadas en aquellos productivos y bulliciosos años.

La muestra está dividida en diferentes climas que se desprenden de la gran variedad de materiales que ha utilizado Susana Solano en este casi medio siglo de trabajo. El hierro, el mimbre, el aluminio, el yeso, el plomo… La suya ha sido una investigación de una profundidad y una magnitud descomunal. Al tiempo que acotaba y producía espacio, la artista examinaba la materia y sus diferentes estados forjando una metáfora de lo sólido y lo líquido, de lo que fluye y se desplaza, deslizándose, derramándose, desbordando un espacio o apenas esbozándolo. Asimismo, la exposición revela el interés que por otras culturas ha mostrado Solano, infatigable viajera, y el modo en que los gestos, formas o verbos de tradiciones lejanas en el espacio y en el tiempo se han ido sumando a su trabajo.
La exposición puede verse en las salas 3, 4 y 5 de la segunda planta del Museo y también en la Capilla y en la Sala 9. En la capilla se exhibirán las célebres piezas de mimbre que la artista realizó en Madeira en torno al cambio de siglo, un conjunto de obras que fueron expuestas en el Monasterio de Silos en una exposición organizada por el Museo Reina Sofia. A las piezas en mimbre que se presentaron en el IVAM se unen algunas otras, procedentes del estudio de la artista, que contribuyen a reforzar la lectura de tan singulares trabajos. Junto a ellas, en la Sala 9, un nutrido conjunto de maquetas para proyectos de escultura pública puede verse en una gran plataforma. Más allá de si fueron o no realizados, estos proyectos tienen un aura incuestionable, y arrojan luz sobre la relevancia del trabajo de la artista en todos los momentos de su carrera y en todos sus campos de acción”.

EL ESCULTOR FRANZ XAVER MESSERSCHMIDT (1736-1783): LOCURA, FANTASMAS Y UNAS CABEZAS EXCÉNTRICAS

$
0
0

Aunque el nombre de Franz Xaver Messerschmidt puede no significar nada para la mayoría de la gente, otros muchos identificarán enseguida su nombre, no sin muchas dificultades para escribir o deletrear su apellido, con el del escultor que fabricó una serie de cabezas hiperrealistas que exhiben unas extrañas muecas y expresiones faciales exageradas. Pues bien, Messerschmidt fue el escultor más brillante de su generación en el Archiducado de Austria, desenvolviendo su actividad en un momento de transición entre el Rococó y el Neoclasicismo. Fue un escultor exquisito y muy versátil puesto que trabajó todo tipo de materiales y siempre plasmó con un realismo asombroso las calidades de las materias, tanto cuando imitaba la piel y carne humana como cuando simulaba otro tipo de texturas, caso de las prendas de vestir u otros objetos. Entre sus comitentes se hallaron la flor y nata de la sociedad vienesa del momento, familia imperial incluida. Sin embargo, este éxito laboral, y también académico, puesto que llegó a ser profesor de la Escuela de Bellas Artes de Viena, se vio truncado por sus problemas mentales, que le llevaron a abandonar la floreciente capital austriaca y retirarse a Presburgo (Bratislava) para dedicarse casi exclusivamente a fabricar las esculturas que le dieron fama universal, las “Cabezas de carácter”, cuya factura demasiado adelantada para su época –de hecho, recuerdan no poco a la obra de alguno de los “Realistas de Madrid” como Antonio López García, o los hermanos Francisco y Julio López Hernández, e incluso a la del escultor estadounidense George Segal– las llevó a ser incomprendidas y no puestas en valor hasta bien entrado el siglo XX.
El bostezo (1771-1781). Museo de Bellas Artes, Budapest

Biografía
Franz Xaver Messerschmidt nació en la ciudad alemana de Wiesensteig el 6 de febrero de 1736 en el seno de una familia de artesanos y artistas. Su aprendizaje inicial se efectuó al lado de dos tíos maternos: primero con Johann Baptist Straub (1704-1784) en Múnich y después con Philipp Jakob Straub (1706-1774) en Graz. El primero de ellos, Johann Baptist fue uno de los maestros más descollantes de la escultura rococó bávara, mérito que compartió junto a otros como el genial Egid Quirin Asam (1692-1750). Su primera formación corrió a cargo de su padre, el abuelo materno de Messerschmidt, para después ampliarla con Gabriel Luidl en Múnich y en la Academia de Viena. Entre los logros que alcanzó se encuentran el nombramiento como escultor de la corte de Múnich, la posesión de un prestigioso y amplio taller que durante casi tres décadas fabricó la decoración escultórica de numerosas iglesias de Austria y Baviera, y la formación del otro gran escultor bávaro del rococó: Ignaz Günther (1725-1775). Entre su amplia obra destaca el retablo mayor de la Abadía de Schäftlarn.
Volviendo a la biografía de Messerschmidt, tras el aprendizaje con sus tíos se matriculó en la Academia de Bellas Artes de Viena en 1755, recibiendo clases, entre otros, de Jakob Christoph Schletterer y Matthäus Donner. Muy pronto dio muestras de gran precocidad y de un talento innato que llamaron la atención de una serie de individuos cercanos a lacorteimperial delosHabsburgo, entre ellos el retratista de la misma, Martin vanMeytens, que ejerció como su mentor en las instancias imperiales y le proporcionó trabajo en la Armería Imperial, en la que ejecutó una serie de obras escultóricas y la decoración de unos cañones y de la sala de ceremonias. Entre los bustos y retratos que efectuó para la familia Imperial, que ayudaron a establecer su reputación como creador de retratos representativos, se pueden señalar los Bustos del emperador Francisco I y la emperatriz MaríaTeresa(ca. 1760) y los Retratos del emperador Francisco I y de la emperatriz María Teresa (1765-1766). En estos últimos la pareja real aparece efigiada de cuerpo entero y ostentando las insignias imperiales: la corona (Reichskrone), el cetro (Zepter) y el orbe (Reichsapfel), y además el Emperador exhibe la espada (Reichsschwert), guantes, zapatos y una especie de capa pluvial. El matrimonio regio figura en ambos casos según las pautas del retrato cortesano rococó, aunque de una manera sencilla y realista. También habría que destacar los Retratos del príncipe heredero José II y su esposa Isabel de Borbón–Parma (ca. 1760-1763) en sendos relieves de formato oval y con el marco decorado con motivos arrocallados. Los primeros y últimos retratos se ejecutaron en bronce, mientras que los de cuerpo entero se fundieron en estaño.

El emperador Francisco I (1765-1766). Palacio Belvedere, Viena
Busto del emperador Francisco I (h. 1760). Palacio Belvedere, Viena
La emperatriz María Teresa (1765-1766). Palacio Belvedere, Viena
Busto de la emperatriz María Teresa (h. 1760). Palacio Belvedere, Viena
Retratos del príncipe heredero José II y su esposa Isabel de Borbón-Parma (h. 1760-1763)
Ya desde sus comienzos el escultor mostró una exquisita técnica y una inigualable habilidad para fundir en bronce formas complejas y repletas de pequeños detalles, como es el caso de la escultura de la emperatriz María Teresa, en la que abundan una serie de ricos plegados que dobla de tal manera que más parecen la tela que representa que el metal en que está fabricado. Estos trabajos para la corte imperial le otorgaron tal popularidad que enseguida las principales personalidades de la sociedad vienesa, entre ellas la princesa María Teresa de Liechtenstein, a la sazón duquesa de Saboya-Carignano, solicitaron sus servicios. Así, esta noble le comisionó la decoración de su palacio vienés y la fabricación de dos esculturas de mármol a tamaño natural de la Virgen y San Juan Evangelista (1768) para la capilla de la Santa Cruz del Stephansdom (Catedral de San Esteban de Viena), hoy en día llamada sacristía baja; así como la ejecución de un bellísimo y efectista grupo de María Inmaculada (1766-1767) para la fachada de la Abadía de Mujeres Saboyanas de Viena, y de la Fuente Witwe-von-Sarepta (fuente Elisäus) (1769-1770) para el patio de la referida abadía, en la cual plasma un milagro del profeta Eliseo. Actualmente ambas obras, junto con un Busto del príncipe José Venceslao de Liechtenstein (ca. 1773-1774), esculturas todas ellas fabricadas en aleaciones de plomo y estaño o de plomo y peltre, se conservan en el Museo Liechtenstein de Viena. A la vista de estas creaciones jamás podríamos imaginar que las realizó la misma persona que concibió las expresionistas “Cabezas de carácter”.
Deseoso de ampliar sus conocimientos viajó a Roma en 1765, dedicándose durante su estancia a copiar esculturas clásicas, poniendo especial atención en los retratos de la Roma Republicana, y a aprender el vocabulario artístico que traía consigo el nuevo estilo que estaba surgiendo, el neoclasicismo. Tal es así que buena parte de los bustos que acometió desde entonces están claramente influenciados por los referidos retratos de la Roma republicana, como es perceptible en el Busto de Christoph von Kessler (1769-1770), en el Busto de Franz Anton Mesmer (1769-1770), médico pionero de la hipnosis que lanzó una serie de teorías heterodoxas sobre el magnetismo alemán que interesaron sobremanera a nuestro escultor, o en el Busto de Franz von Scheyb (ca. 1769), considerado el primer busto neoclásico de Viena.

Fuente Witwe-von-Sarepta (fuente Elisäus) (1769-1770). Abadía de Mujeres Saboyanas, Viena
Inmaculada Concepción (1766-1767). Abadia de Mujeres Saboyanas, Viena
Su aventura romana, que tan solo se prolongó durante un año, supuso un giro casi definitivo desde el rococó al neoclasicismo. Tras su regreso a Viena cosechó un rotundo éxito, pues la reputación que ya poseía se vio incrementada aún más gracias a la aureola que le confería su reciente “tour” por la Ciudad Eterna. Desde entonces y hasta finales de la década recibió numerosos encargos de figuras relevantes de la sociedad y nobleza vienesa, incluido el propio emperador José II –existen sendos Bustos del emperador José II en el Bode–Museum (1765-1770) y en el Kunsthistorisches Museum (1767)– que fue un ferviente admirador de la obra de Messerschmidt. Así, podemos destacar que la Emperatriz le solicitó el Busto de Gerard van Swieten (1769), médico de la corte imperial, que se conserva en el Belvedere y del cual se hizo una réplica ese mismo año para la Universidad de Viena. Aún podemos señalar un tercer busto del galeno fabricado en mármol –los otros dos están fabricados en plomo-estaño– que se custodia en el Kunsthistorisches Museum. 

Busto de Gerard von Swieten (1769). Palacio Belvedere, Viena
En 1769 comenzó a impartir clases en la Academia de Bellas Artes de Viena, la misma en la que se había formado. El éxito parecía llegarle desde todos los frentes, sin embargo poco le duró la alegría ya que el año de 1770 supuso un antes y un después en su vida puesto que al mismo tiempo que conseguía una estabilidad económica con la que adquirir una lujosa casa, y que la Academia de Bellas Artes le nombraba subsecretario, sus amigos comenzaron a preocuparse debido al extraño cambio de comportamiento que estaba experimentando ya que le empezaron a ver deambular nervioso y a comprobar que sufría alucinaciones y paranoias que con el paso del tiempo se fueron haciendo más frecuentes y agresivas, tal es así que en cierta ocasión llegó a amenazar con matar a otro artista durante una sesión de trabajo nocturna. Actualmente existe consenso en que el escultor padecía esquizofrenia. A todo ello hay que añadir que gustaba de asistir a los círculos esotéricos vieneses pues le interesaban sobremanera el ocultismo, la alquimia, la nigromancia y la fisiognomía (teoría que defiende un conocimiento del carácter de una persona a través del análisis de su apariencia).

Busto del emperador José II (1767). Kunsthistorisches Museum, Viena
Este comportamiento errático y conducta extraña e inestable, repleta de paranoias y alucinaciones, llevó a la Academia a negarle en 1774 la plaza de catedrático que había quedado vacante por el fallecimiento de Jacob Christoph Schletterer. El tribunal no solo le denegó dicho puesto, alegando que no era bueno para la imagen de la Academia debido a que sufría problemas mentales y a que “a veces parece perder la razón”, sino que también decidió expulsarlo de la institución. A pesar de contar con el apoyo de la emperatriz María Teresa, el canciller Wenzel Anton Kaunitz envió una carta a la monarca en la que le explicaba que a pesar de que Messerschmidt poseía un talento inconmensurable la enfermedad mental que padecía le incapacitaba para desarrollar su magisterio. En los últimos años ha empezado a cobrar vigor una teoría que afirma que Messerschmidt no padecía ninguna enfermedad mental, sino que fue víctima de una intriga capitaneada por el canciller Kaunitz. Así, las razones aducidas por éste para la expulsión de Messerschmidt de la Academia no serían más que mentiras para desembarazarse de él y colocar en ese puesto a un conocido de su hijo, el conde Joseph Kaunitz. Según dictaba el reglamento de la institución Messerschmidt debía de haber sustituido en el cargo de catedrático a su amigo y antiguo profesor Jacob Christoph Schletterer. Sin embargo, lo que sucedió es que otros tres escultores presentaron las solicitudes para acceder a dicho cargo: Johann Wilhelm Beyer (1725-1796), escultor jefe de las obras del Palacio de Schönbrunn, Johann Baptist Hagenauer (1732-1820), el segundo escultor más activo en dicha residencia, y Jakob Gabriel Müller (1721-1780). “Casualmente” fue elegido Hagenauer, el maestro que era del agrado del conde Joseph Kaunitz. Por lo tanto, y siempre según esta versión, la enfermedad mental de Messerschmidt, que por entonces era el escultor más eminente de Viena, no fue más que una invención de sus rivales para incapacitarle y poder así arrebatarle el puesto que legalmente le pertenecía. Ignoramos si fue así o no, pero en lo que sí que coinciden los investigadores es en que Messerschmidt, quien por cierto venía quejándose desde hace años de las ofensas y maquinaciones encubiertas ejecutadas contra él mientras trabajaba en la Academia, sufrió una especie de esquizofrenia.

Busto de Marin Georg Kovachich (1782). Museo de Bellas Artes, Budapest
A raíz de denegarle el ascenso y expulsarle de la Academia, Messerschmidt se sintió tan agraviado y humillado que tomó la drástica decisión de vender su casa en Viena y regresar a su pueblo natal, Wiesensteig. Allí se instaló en las afueras de la localidad en una cabaña que sería testigo en 1775 de la creación del primer ejemplar de su serie de “Cabezas de carácter” o “Cabezas de personajes”, colección de bustos que a la postre le otorgaría fama universal. Tras recibir una invitación de la corte bávara se trasladó a Múnich, aunque transcurridos dos años sin recibir ningún encargo ni puesto en la misma decidió establecerse en Presburgo (actual Bratislava), ciudad en la que vivía y trabajaba como escultor su hermano Johann Adam. Por entonces la actual capital de Eslovaquia era el segundo enclave más significativo del Imperio de los Habsburgo, pero a gran distancia de la importancia que poseía Viena, por lo que la presencia de Messerschmidt, un escultor que había trabajado para la corte Imperial, debió de suponer una profunda conmoción.
Poco a poco su situación comenzó a ser límite puesto que estaba completamente aterrorizado por ciertas visiones fantasmagóricas, llegando a asegurar que una serie de espíritus y demonios se colaban en su casa para atacarle y golpearle durante la noche y asustarle durante el día. Fue precisamente en esta situación crítica de agobio y persecución cuando acometió la mayor parte de las “Cabezas de carácter”. A pesar de que no conocemos su versión acerca del propósito con el que creó estos curiosos bustos existen varias teorías. Una de ellas dice que en su búsqueda de lo oculto quiso reflejar las 64 expresiones primigenias del ser humano, aquellas primeras contracciones que fueron la base para un lenguaje complejo, aquellos símbolos atávicos que nos unían como especie en un solo idioma, y todo esto con la certeza de que con estas cabezas grotescas y extravagantes espantaba a los demonios y espíritus que le atormentaban. Aparte de esa función como talismán para espantar a los fantasmas, la otra hipótesis es que descubrió ciertas conexiones entre la cara y el cuerpo y que la plasmación de estos gestos en los bustos le ayudaban a sanar, es decir, eran un mecanismo de autocuración.

Busto de viejo barbudo (1772-1774)
En Presburgo pasó los últimos años de su vida tallando y esculpiendo de manera obsesiva las “Cabezas de carácter”. Nunca llegó a venderlas, ya no tanto porque no encontrara comprador –el escultor aseguró que en cierta ocasión un conde húngaro quiso comprarle toda la colección por la considerable suma de 8.000 florines, sin embargo, Messerschmidt se negó a venderlas por menos de 10.000– sino porque las querría mantener a su lado debido a los motivos que acabamos de mencionar. También acometió otras empresas, como retratos de aristócratas e intelectuales húngaros, caso del Busto del historiador Martin Georg Kovachich(1782), y otros encargos comisionados por el gobernador de Hungría, el príncipe Alberto de Sajonia, Duque de Teschen –se pueden citar dos retratos suyos en bustos: uno fabricado en mármol hacia 1780 que se conserva en la Albertina, y otro en plomo en el Museo Nacional Bávaro de Múnich–, y su esposa la archiduquesa María Cristina de Austria, hija de la emperatriz María Teresa. También datan de estos años una serie de obras muy curiosas como el Busto de viejo barbudo (1772-1774), que pudiera estar inspirado en el Busto de Sócrates(copia romana de un original griego del siglo IV. a.C.) de los Museos Capitolinos; el Busto de la Religión (1775-1777), una enigmática cabeza de mujer velada situada sobre el libro de los siete ellos y con claras reminiscencias clásicas; o el impactante Busto de capuchino (1780-1781).

Busto de capuchino (1780-1781)
Fue también en estos momentos en los que ejecutó una curiosa serie de pequeños retratos en alabastro en forma de medallón repletos de detallismo y cuya ejecución no desmerece en lo más mínimo a sus portentosas cabezas. Realizados entre los años 1777-1783, estos retratos a menudo se completaban con un marco pintado en acuarela y objetos relacionados con la vida del efigiado. Además, debajo de cada retrato figura el nombre de la persona, y en la parte opuesta un pequeño poema escrito en alemán antiguo. No sabemos cuántos llegó a fabricar, pero el caso es que a día de hoy se conocen catorce: cuatro autorretratos (Autorretrato serio, Autorretrato con sombrero, Autorretrato riendo y Autorretrato con peluca) que, a diferencia del profundo hiperrealismo de las “Cabezas de carácter”, están bastante idealizados, de forma que los rasgos del artista quedan vagamente esbozados; y diez retratos que efigian a importantes personalidades de la época, como aristócratas e intelectuales: el Medallón retrato de Joseph Kiss–ilustre ingeniero hidráulico que construyó el canal Franz que une los ríos Danubio y Tisza–, el Medallón retrato del Emperador José II, el Medallón retrato de la archiduquesa María Cristina de Austria, el Medallón retrato del príncipe Alberto de Sajonia, duque de Teschen, el Medallón retrato del conde Franz Balassa–comisionado para la educación en Hungría que impulsó unos circuitos sociales y culturales en Bratislava bajo el reinado de María Teresa y José II–, dos medallones que representan a una pareja, probablemente los Medallones retratos del Conde Franz Batthyány y su esposa, y otros tres que efigian a otras tantas Mujeres desconocidas. Desconocemos si aún se conserva el Medallón retrato de Christoph Friedrich Nicolai puesto que él mismo reseña que durante su breve visita a Messerschmidt en 1781 el escultor le realizó un retrato de estas características. Es probable que hiciera muchos más durante sus años en Presburgo, pero no han debido de conservarse.

Medallón-Retrato. Autorretrato (h. 1780). Bode Musem, Berlín
Medallón-Retrato. Autorretrato (h. 1780). Museo de Bellas Artes, Budapest
Medallón-Retrato. Autorretrato con peluca (h. 1780). Museo de Bellas Artes, Budapest
Esta última etapa vital estuvo marcada por las obsesiones y un comportamiento excéntrico y huraño. Entre las escasas visitas que recibió, a las que relataba sus experiencias nocturnas con los demonios y espíritus que le atacaban, destaca la que le hizo en 1781 el filósofo y escritor ilustrado austriaco Christoph Friedrich Nicolai, que le llegó a definir como “un hombre extraño que se pellizcaba frente al espejo y gesticulaba estrambóticamente con el fin de forzar el rostro”. Nicolai, que era un descreído de los fenómenos paranormales, atribuyó buena parte de la locura del escultor a su extrema castidad, mientras que el psicólogo e historiador del arte Ernst Kris atribuye su esquizofrenia paranoide, pues esa era la enfermedad mental que creía que padecía el escultor, a una homosexualidad reprimida. Un agravamiento de la enfermedad de Crohn que padecía le llevó a la tumba el 19 de agosto de 1783, poniéndose fin de esta manera a la vida de este genial y atormentado escultor que vivió sus últimos años esclavo de las alucinaciones. Al momento de su fallecimiento había llegado a esculpir 69 “Cabezas de carácter”.

Las “Cabezas de carácter”
Estas esculturas hiperrealistas fabricadas con una técnica exquisita y una factura absolutamente vanguardista deben su merecida fama a las grotescas expresiones que patentizan los rostros de los personajes –se cree que la inmensa mayoría, si no todos, son autorretratos– puesto que ríen, lloran, gritan, sacan la lengua, se muestran enfadados, burlones, enloquecidos, etc. Sin embargo, su significado es todo un enigma, nadie ha sabido interpretarlas más allá de las teorías propuestas por algunos investigadores, historiadores o psicólogos. Pese a que a primera vista pudieran parecer rostros que de puro grotescos que son nos invitan a reír y a creerlos caricaturas una reflexión más profunda nos lleva a pensar en que el escultor decidió captar diferentes instantes que muestran los límites expresivos del rostro humano.

Como ya hemos visto, Messerschmidt afrontó la realización de las “Cabezas de carácter”, la serie de 69 bustos que le otorgó a posteriori fama universal, en una etapa vital en la que se vio afectado por problemas mentales y por una serie de paranoias y visiones espectrales. Una vez fallecido Franz Xaver su hermano heredó los bustos, permaneciendo en manos de la familia hasta que en 1793 un sobrino, Johann Pendel, los dio a conocer al gran público en una magna exposición celebrada en el Hospital de Viena. El anónimo autor de la guía de la exposición se dedicó a explicar las cabezas desde un punto de vista sarcástico, en vez de incidir en el extraordinario valor artístico que poseían. Esta visión pudo deberse a que lo que se buscaba era estimular la curiosidad de los posibles compradores. También iban encaminados en esta misma dirección cómica los títulos que otorgó a las obras, puesto que Messerschmidt nunca llegó a “bautizarlas”. Así tenemos nombres como El hombre que sufre de estreñimiento, El fagotista inepto, El hipócrita, El calumniador, El hombre que bosteza, etc. Estos títulos, que aún siguen vigentes, llevaron a algunos investigadores a incidir en la contradicción existente entre la seriedad que se detecta en la fabricación de los bustos y la extravagancia de los nombres que se le otorgaron a posteriori. La colección de cabezas, que terminó por diseminarse a raíz de una subasta efectuada en Viena a finales del siglo XIX, se compone actualmente de 54 ejemplares, alguna de las cuales ha sobrevivido únicamente como molde de yeso, por el contrario, algunas de las cabezas perdidas las conocemos gracias a fotografías y litografías.
La valoración de estas cabezas no ha sido siempre positiva, más bien al contrario. De hecho, en su época no despertaron un especial interés debido a la modernidad de su factura pues estaban totalmente alejadas de los cánones estéticos y artísticos que se estilaban en aquel momento. Hubo que esperar al “redescubrimiento” de estas cabezas en la década de 1920, momento en el que se llegaron a considerar como precedentes del Expresionismo, para que comenzaran a ser estimadas. A partir de entonces se fueron revalorizando de tal manera que a día de hoy forman parte de las obras maestras de los museos y colecciones que las poseen.

Aparte del inigualable valor artístico de estas cabezas lo primero que nos preguntamos es qué quiso expresar Messerschmidt con ellas. Para comprender su significado contamos con el testimonio del referido escritor ilustrado Christoph Friedrich Nicolai, que ya vimos que visitó al escultor en su taller en 1781, dejando plasmadas las vivencias de este breve encuentro en una narración de sus viajes titulada BeschreibungeinerReisedurchDeutschlandunddieSchweiz(1785). En la charla que mantuvieron salió a relucir el propósito con el que el escultor fabricaba estas cabezas. Meserschmidt le explicó que en ellas pretendía reflejar los 64 gestos primordiales del ser humano, y que la idea le surgió a partir de su interacción con los espíritus, especialmente con las deidades invisibles que dan al mundo natural su diseño. Señala Nicolai que el escultor pensaba que los espíritus se sentían amenazados porque su arte llegó a alcanzar tal perfección que se aproximaba a lo divino. Es por ello que el espíritu de la proporción se sintió celoso y le castigaba durante sus sesiones de estudio con dolores en las piernas y en la parte baja del torso.
Pero no todo queda ahí puesto que Messerschmidt, siempre según el testimonio de Nicolai, aseguraba haber descubierto una analogía secreta entre el rostro y el cuerpo, de tal manera que al esculpir una parte específica de la cabeza el escultor reportaba sensaciones en un área correspondiente del cuerpo. La constatación de estas interrelaciones le llevó a pensar que había redescubierto un aspecto de la fisiología humana perdido desde la antigüedad y que el escultor creía ya presente en la escultura egipcia. Este hallazgo de las proporciones corporales volvió a enfurecer a los espíritus, que decidieron castigarle por la apropiación de un conocimiento que consideraban divino. Así, nuevamente el espíritu de la proporción atormentó al escultor con más dolores, pero esta vez en la parte baja de las piernas. Estos acontecimientos paranormales casan bien con la afición que el escultor poseyó a las ciencias ocultas, de hecho se sabe que conocía los escritos atribuidos a Hermes Trismegisto, un legendario personaje considerado pionero de la alquimia.

Hasta aquí hemos repasado brevemente la historia de estos bustos y las supuestas motivaciones que llevaron al escultor a su concepción, pero, ¿cómo los realizaba? Pues bien, parece ser que, según señala Nicolai, Messerschmidt se situaba frente al espejo y tan pronto se pellizcaba como gesticulaba estrambóticamente con el fin de forzar el rostro hasta conseguir los 64 gestos primordiales. En otras ocasiones llegó a adoptar métodos más drásticos como abordar a los transeúntes apuntándolos con una pistola para poder así estudiar los rostros horrorizados de sus “víctimas”. Cuando conseguía el gesto deseado lo trasladaría primeramente a yeso y después a un material más permanente, ya fuera pétreo (mármol o alabastro) o metálico (bronce, plomo o estaño).
Desde el punto de vista formal las cabezas forman un conjunto muy homogéneo puesto que la inmensa mayoría de ellas muestran bustos cortados a la altura de la base del cuello, o a lo sumo en la parte superior del torso. Bien es cierto que toda regla tiene su excepción puesto que existe algún personaje retratado desde el abdomen. Sea como fuere, todos ellos están concebidos con una visión totalmente frontal y realizando unos estrambóticos gestos que en la mayoría de las ocasiones fuerzan al máximo los rostros. Esta concepción hiperrealista no es ningún problema para Messerschmidt ya que define a la perfección las anatomías mediante la colocación exacta de los músculos, de suerte que tan pronto concibe superficies tersas como arrugadas. Hay algunos casos que llaman la atención sobremanera como los ejemplares en los que el personaje tiene la cabeza hundida en el tronco, de forma que el cuello apenas es visible. Es admirable como patentiza las relaciones cambiantes de los músculos faciales en el desempeño de las diferentes funciones. Aunque puede pasar inadvertido, es curioso que buena parte de los rostros no lleven talladas ni señaladas las pupilas, lo que convierte al ojo en una superficie lisa que añade mayor misterio a estas obras ya que aunque parecen estar mirando de alguna manera no lo están.

Hay que subrayar que la referida concepción frontal de los rostros no fue nada usual en la época puesto que los bustos neoclásicos no suelen miran directamente al espectador, sino que evaden su mirada adoptando actitudes indiferentes y distantes. Asimismo, esta frontalidad rompía con la tradición de la retratística clásica, para aproximarse más a la egipcia, que destacaba por su rigidez formal. Este acercamiento a la escultura egipcia de la época de los faraones no parece una casualidad pues como hemos visto anteriormente el escultor creía que había descubierto unas interrelaciones fisiológicas que se había perdido desde entonces.
Las cabezas exhiben una gran variedad de peinados, incluyendo la calvicie. Así tenemos personajes con largas melenas o pelo corto, y con cabellos lisos, rizados, revueltos, alborotados, mojados, etc. Se cree que Messerschmidt a la hora de enfrentarse al espejo para concebir los bustos utilizaba pelucas. Lo que nunca encontraremos en estos rostros es barba o bigote, sin duda debido a que su inclusión hubiera provocado una merma gestual en el rostro, ocultando parcial o totalmente la boca, mentón y músculos que rodean la boca y el cuello. Solo en ocasiones puntuales el escultor plasma otros elementos en estos bustos, como por ejemplo diferentes tipos de tocados o gorros, telas, o incluso uno tiene colgada una soga del cuello (Un hombre ahorcado). Finalmente, sorprende que de todas las cabezas conservadas tan solo una de ellas, la titulada El artista como se imaginaba riendo sea la única que muestra una expresión decididamente positiva puesto que el resto transmiten un sentimiento negativo o neutral.

BIBLIOGRAFÍA
  • BÜCKLING, Maraike: “Las cabezas de Franz Xaver Messerschmidt. El enigma de los gestos en las fantásticas cabezas del escultor de origen alemán”, Numen: Revista de arte, Nº 1, 2007, pp. 52-65.
  • POPCZYK, Maria: “The image of the body-face: The case of Franz Xaver Messerschmidt and Bill Viola”, Argument, Nº 5, 2015, pp. 99-100.
  • PÖTZL-MALIKOVA, Maria: Franz Xaver Messerschmidt 1736-1783. Monografie und werkverzeichnis, Verl. Bibliothek der Provinz, Weitra, 2015.
  • PRADOS, José María: El Rococó en Francia y Alemania, Historia 16, Madrid, 1989.
  • SZÖCS, Miriam, TÓTH, Mária y SZABÓ, Máte: “Franz Xaver Messerschmidt´s Bust of Martin Geog Kovachich”, Bulletin du Musée Hongrois des Beaux Arts = O. M. Szepmuvezeti Muzeum Kozlemenyei, Nº 120–121, 2015–2016, pp. 317-324.
  • SZÖCS, Miriam: “Intrigue or Insanity? The Case of Franz Xaver Messerschmidt”, Sculpture Journal, Nº 20 (1), 2001, pp. 55-70.
  • SZÖCS, Miriam: “Medallion Portraits by Franz Xaver Messerschmidt”. Bulletin du Musée Hongrois des Beaux Arts = O. M. Szepmuvezeti Muzeum Kozlemenyei, Nº 112-113, 2010, pp. 125-136.
  • TOMAN, Rolf: El Barroco: arquitectura, escultura, pintura, Konemann, Colonia, 1997.
  • WACKERNAGEL, Martin: Historia del Arte universal Nº 14. Arte Barroco, Editorial Moretón, Bilbao, 1967.
  • WITTKOWER, Rudolf y WITTKOWER, Margot: Nacidos bajo el signo de Saturno. Genio y temperamento de los artistas desde la antigüedad hasta la Revolución Francesa, Grandes Temas Cátedra, Madrid, 2004.
  • YONAN, Michael: “The man behind the mask? Looking at Franz Xaver Messerschmidt”, Eighteenth–Century Studies, Vol. 42, Nº 3, 2009, pp. 431-451.

"ICONOGRAFÍA ERÓTICA ROMÁNICA". Por Victoria González Zancada

$
0
0

Este nuevo post es quizás uno de los que más ilusión me ha hecho publicar a lo largo de la historia del blog. Con él se rompen dos reglas no escritas del mismo, acontecimiento nunca acaecido hasta la fecha, pues ni trata sobre Valladolid ni ha sido redactado por mi. Sin embargo esta excepción bien vale la pena pues el siguiente artículo, desarrollado de una manera amena a la par que rigurosa, trata sobre un tema muy sugestivo y que en los últimos años se encuentra en boga. Por si fuera poco, el texto lleva la firma de una persona a la que quiero, aprecio y admiro a partes iguales, y que, por qué no decirlo si es verdad, escribe como los ángeles. Solo me queda darle las más sinceras gracias y, a vosotros, desearos que disfrutéis con su lectura; y recordad #YoMeQuedoEnCasa

ICONOGRAFÍA ERÓTICA ROMÁNICA
                                                                                                                                 Por: Victoria González Zancada

Uno de los principales temas de la escultura románica que llama la atención de todos, son las extrañas figuras lascivas y obscenas situadas en las mismas iglesias.

Contexto Histórico:
Para comprender esa iconografía primero tendremos que analizar el contexto histórico en el que fueron creadas. Las iglesias y monasterios medievales son los principales agentes organizadores del territorio, y por tanto en los principales centros sociales; por lo que la religión inunda todos los ámbitos vitales.
Paralelamente en este siglo XI se establece una doctrina eclesiástica común a toda Europa con la reforma de Gregorio VII, que impone la castidad clerical en el Concilio de Roma de 1074, acabando oficialmente con los matrimonios eclesiásticos y la barraganería; pero las relaciones de los monjes se mantendrán por la doble moral eclesiástica hasta el siglo XIII. Hasta el siglo XIV tampoco se establecerá de manera civil una obligatoriedad de la monogamia y del matrimonio, pero sí se defenderá por la iglesia como la única relación legítima para los laicos, condenando el amancebamiento y concubinato. Esta reforma es expandida por la orden benedictina de Cluny, que instala multitud de conventos en el territorio hispano. Tienen un rígido concepto de la vida monacal, entendiendo el ascetismo como el más puro modo de vida, por lo que se refuerza dentro del cenobio y se intenta expandir a los laicos. Se basa en una represión constante del cuerpo y de sus placeres al ser solo este una prisión del alma, que puede condenarla eternamente si cae en la tentación. Volviéndose aún más tenaz al aparecer la herejía nicolaísta que no sigue los preceptos del celibato clerical.

Demonio llevandose a dos hombres apresados por sus testículos. Catedral, Tudela (Navarra)
Hombre y mujer desnudos acompañados por un demonio. Catedral, Tudela (Navarra)
Capitel de la Lujeria. Catedral, Santiago de Compostela. Fotografía tomada de www.romanicoaragones.com
Pero bajo la apariencia de esos argumentos teológicos, el control de la sexualidad se debe a razones mundanas. Se condena la actividad sexual para que el sentimiento de culpabilidad la frene, y por tanto no se caiga en un inabarcable aumento demográfico que provoque una enorme crisis en la debilitada economía de la Reconquista. Además el celibato eclesiástico y la monogamia civil responden a una intención de mantener unida la herencia, evitando que se desperdigue y por tanto se empobrezca, y a una legitimación del linaje.
Paralelamente es necesario un aumento demográfico por la propia Repoblación del territorio, buscado además por la Iglesia para enriquecerse a costa del cobro de diezmos, por lo que se instaura el matrimonio como sacramento para fomentarlo. Pero este consistía solamente en un contrato económico y social que no solía responder a un vínculo afectivo; además se veía trabado por el alejamiento por las guerras y la violencia de género legitimada por el sometimiento bíblico de la mujer al marido; lo que provoca la amplia difusión de prácticas como el adulterio y la prostitución.
La Iglesia a mayores condena cualquier actividad sexual cuyo fin no sea la procreación (homosexualidad, masturbación, sexo oral y anal...) y el aborto, mediante unas nuevas normas morales basadas en los textos bíblicos. Para castigar su incumplimiento se instaura la penitencia (aunque también se instaurarán penas legales), primero con una única realización pública al final de la vida que consistía en autoinfligirse dolor físico y renunciar a cargos sociales y bienes económicos, y después de manera íntima, constante y sucesiva mediante castigos físicos. Pero cambiará el modelo en el siglo XI al permitirse la convalidación de las penitencias por limosnas, acrecentando la brecha social. Esta penitencia acompaña a las peregrinaciones, por lo que aumenta exponencialmente el número de peregrinos que recorren el Camino de Santiago, decorándose las iglesias que visitan con programas iconográficos infernales que les recuerden la condena eterna que les espera si no remedian sus pecados.

Mujer adúltera de la Portada de Platerías. Catedral, Santiago de Compostela
Al irse secularizando paulatinamente la sociedad desde el siglo XII por la recuperación y el desarrollo de los núcleos urbanos de origen romano, aparece la idea eclesiástica de la caída en la corrupción y la depravación de las gentes, por lo que se llega al auge de la represión y de la representación de estos temas. Pero desde el siglo XIII la cultura más laica y los avances científicos provocan un abandono de la superstición frente a la búsqueda del placer carnal, por lo que con la llegada del Gótico estas imágenes se volverán marginales o desaparecerán.

Fuentes documentales:
El primer rechazo a la sexualidad como algo impuro se encuentra en la Antigüedad Tardía, defendido por las corrientes gnósticas y estoicas que reaprovecharán los Padres de la Iglesia. Del mundo clásico se tomará también El Fisiólogo y Naturalis Historia de Plinio, donde se aplican valores morales a una serie de animales creando una simbología que derivará en los Bestiarios medievales (también con un carácter erótico).
Las primeras fuentes directas a la sensualidad son los propios textos bíblicos y hagiográficos, que recogen prácticas a modo de crítica hacia los egipcios y mesopotámicos, y que repiten el relato del santo que supera la tentación de la lujuria, por lo que las mujeres se convertirán en las protagonistas de las representaciones del pecado. Aunque hay otros con una finalidad erótica como el Cantar de los Cantares. San Agustín en La Ciudad de Dios reinterpreta el Génesis defendiendo que antes del Pecado Original el sexo no era pecaminoso al no aportar placer, pero desde la caída del género humano se corrompió; en la época medieval se simplificó esta teoría, asociando el Pecado Original (antes de orgullo ante Dios) al coito; este pecado se mantendría sucesivamente generación tras generación en la Tierra. San Gregorio Magno en Moralia in Job (a partir de las listas anteriores de Evagrio el Póntico y Juan Casiano) establecerá los siete definitivos pecados capitales, destacando la lujuria como uno principal al dañar el cuerpo y el alma, que se debe combatir mediante la ascesis. Aunque en origen solo afectaba al adulterio, se extrapola a todo disfrute de la sexualidad.

Personaje itifálico. Colegiata de San Pedro, Cervatos (Cantabria)
Los castigos de la lujuria (y por tanto sus representaciones) derivarán del Apocalipsisde San Pablo (siglo III) y el Descenso de la Virgen María al Infierno(siglo IX) donde predominan los ataques por bestias en las zonas erógenas; al igual que en la Visión de Wettin (siglo IX) y la Crónica del abad Hugo de Flavigny (siglo XI) donde ya se fija la iconografía. Además Santo Tomás de Aquino en Summa Theologiae establece la Lujuria como Pecado Capital al producir su realización más pecados, y determina los vicios más graves o “contra natura”: zoofilia, homosexualidad y masturbación; cuyo castigo será más terrible. También hay que tener en cuenta los “hadices” de la literatura islámica que consisten en descripciones del Infierno y sus distintos castigos.
Para librarse de ese castigo eterno se debía realizar el castigo temporal de la penitencia, apareciendo los Libros Penitenciales en el siglo VI con los monjes evangelizadores de Irlanda, que recogen todos los tipos de pecados y establecen una penitencia concreta para cada uno, por lo que estos libros iban dirigidos a los curas confesores para que orientaran a los fieles. Se compilan con textos de muy distintas épocas que describen los actos prohibidos con todo lujo de detalles, como el adulterio, los besos, la zoofilia, la poligamia, la abstinencia conyugal, el sexo prematrimonial, el sexo en día festivo, en cuaresma o durante el periodo menstrual, el incesto, el lesbianismo, la masturbación, la necrofilia, el “coitus interruptus”, el pensamiento pervertido, las poluciones nocturnas, la prostitución, la violación, el sacrilegio (coito de los eclesiásticos), el aborto, las segundas nupcias femeninas, el sexo anal, el sexo oral, la homosexualidad masculina, el amancebamiento, las relaciones interreligiosas, el uso de juguetes sexuales...Como en el Penitencial Albedense, Cordubense, Remense y Silense.

Sirena de dos colas que representa la lujuria. Iglesia de San Esteban Protomártir, Pineda de la Sierra (Burgos)
La medicina medieval también trata la sexualidad, basándose en el médico clásico Galeno, que consideraba el sexo necesario para mantener un buen estado de salud. Esta idea se mantiene con Constantino el Africano en Liber Coitu que recoge los malestares y trastornos que produce la abstinencia. Bernardo de Gordonio (Liber Medicinae) defenderá que el coito debe ser moderado para no provocar más males que beneficios. Pero estas teorías no siguen un rigor científico sino que se inventan enfermedades y caen en las curas supersticiosas, buscando solo un argumento médico que refuerce la vida ascética cristiana. Otras teorías pseudocientíficas recuperan la misoginia de Aristóteles y Plinio, defendiendo que las mujeres están completamente dominadas por su deseo sexual infinito, y que incluso su sexo puede ser peligroso para el hombre al transmitir enfermedades venéreas; por lo que las representaciones eróticas las protagonizarán las mujeres.
Pero no todas las fuentes presentan una visión negativa de la sexualidad. Desde ElCantar de los Cantares se ha contemplado el coito como el modo de alcanzar a Dios, al ser el más puro acto de amor y caridad, y aportar el máximo placer que puede recibir un mortal. Esta idea será continuada por San Bernardo, planteando que el primer paso para alcanzar el amor a Dios es el amor carnal, mediante el sacramento del matrimonio y el mandamiento de la procreación. Paralelamente en la Pascua de Resurrección se realizaba una liturgia obscena y de amplio contenido sexual para celebrar el retorno del Señor, la cual no se frena efectivamente hasta el Concilio de Trento.

Coito. Colegiata de San Pedro, Cervatos (Cantabria)
El mejor ejemplo de la libertad sexual que se llevaba a cabo en la práctica, y el interés social que suscitaba el tema, es El Libro de Buen Amor del Arcipreste de Hita (ya del siglo XIII) que exalta el disfrute de los placeres mundanos en un mundo lleno de peligros y desgracias. Creará una tradición literaria continuada por El Corbacho del Arcipreste de Talavera, y las Coplas de Mingo Revulgo y Provincial. También hay una literatura más popular de corte satírico que se burla de las actitudes sexuales prohibidas o no, y de la doble moral que inunda la sociedad. Los libros cortesanos (realizados por hombres y mujeres) ya presentan un carácter puramente erótico y sensual, e incluso afectivo.
Desde el siglo XIII la literatura eludirá la represión eclesiástica, apareciendo manuales sexuales y textos médicos que explican los actos. Hay que tener presente que las normas morales vigentes son totalmente independientes de la realidad cotidiana, ya que pueden dominar la vida pública pero no la privada. Se ha de tener en cuenta que estos textos no son copiados directamente por las imágenes, ya que los artesanos seguramente no los conocían, pero inspirarán una mentalidad sexual común a la época medieval.

Pilar de la Lujuria (procedente de la Colegiata de Armentia, Vitoria). Museo Arqueológico Nacional, Madrid
Detalle del pilar. Fotografía tomada de https://www.flickr.com/photos/enriquecdc

Extensión geográfica y cronológica:
La escultura erótica se centra en el Camino de Santiago ya que es el motor difusor del Románico desde Francia e impulsor de una gran actividad artística. Pero hasta el siglo XII no se instaura el Camino Francés, utilizándose el Camino Costero al ser más seguro ante los ataques de los árabes, lo que explica que muchos de estos conjuntos de escultura erótica se encuentren en la costa. La otra vía que acumula las construcciones es la calzada románica que desde Herrera de Pisuerga llega al puerto de Suances, conectando la meseta con el mar, por lo que era un camino muy transitado por comerciantes. Además hay un núcleo menos comunicado pero con una gran importancia artística en el Valle de Liébana.
Otras causas de la extensión de esta temática en el norte pueden ser las migraciones de francos cátaros a esta región, trayendo su mayor libertad sexual (pero acaban siendo desterrados por Fernando III); o que por su carácter rural y aislado, el clero del norte no siga rígidamente la ortodoxia, permitiendo estos temas populares.
También se ha hecho hincapié en la despoblación que acaba sufriendo el norte ante el desplazamiento de población hacia el sur con el avance de la Reconquista, por lo que la concentración de imágenes se debe a la necesidad de un aumento de la fecundidad.
Las primeras obras aparecen a finales del siglo XI en ámbitos monásticos, expandiéndose desde el siglo XII por las parroquias a lo largo del Camino de Santiago y a partir de ahí hacia los núcleos rurales; manteniéndose hasta mediados del siglo XIII, abarcando el Románico Pleno (el estilo que llega desde Francia y se instala en el Camino) y Tardío (la expansión del Románico Pleno más allá del Camino de Santiago).

Fotografía tomada de www.panibericana.com
¿Mono? Colegiata de San Pedro, Cervatos (Cantabria). Fotografía tomada de www.paniberica.com
Coito. Fotografía tomada de www.paniberica.com
Personaje masturbándose. Fotografía tomada de www.paniberica.com
Según Marta Poza aparece como tema moralizante para los monjes, predominando las imágenes del castigo de la lujuria, pero con la progresiva secularización social se expande hacia ámbitos laicos (parroquias) representándose la propia realización del pecado, para que el mensaje sea más sencillo y claro.
En el último cuarto del siglo XI estas representaciones solo se encuentran en los canecillos y los capiteles, expandiéndose desde el siglo XII por toda la portada y adquiriendo un mayor tamaño para captar la atención de los fieles que se acumulan en el acceso.

Los tipos iconográficos:
•        La Lujuria: Representa el castigo infernal de este pecado mediante una mujer (aunque también hay escasas representaciones de hombres, como aquella perteneciente a la primitiva portada occidental de la Catedral de Santiago) desnuda y con el pelo suelto, cuyos pechos son mordidos por serpientes y a veces sus genitales por un sapo, aunque estos animales se suelen intercambiar en las distintas obras. No tiene una finalidad erótica ya que es un desnudo horrible y grotesco que busca el rechazo y temor del espectador.
Aparece por primera vez en territorio hispano en la girola de la catedral de Santiago (imitando la escultura de Saint-Sernin de Toulouse), desde donde se expande convirtiéndose en el pecado más representado. Puede acompañar al pecado de la Avaricia al ser los dos pecados más graves según San Gregorio, como aparece en el monasterio de San Isidoro de Dueñas. Otras veces acompaña a la Anunciación o Epifanía a modo de contraposición entre la pureza virginal y el pecado lujurioso, o para simbolizar el Pecado Original y su redención por Cristo, con este sentido aparece en la Catedral de Jaca.
También se asocia a este tipo iconográfico la figura femenina de la portada de Platerías en la Catedral de Santiago, al aparecer también semidesnuda y con el pelo revuelto, y portar la supuesta calavera de su amante que debe besar dos veces al día (según el relato del Liber Sancti Jacobi del castigo al adulterio), pero es más probable que represente a una Magdalena Penitente.

La Lujuria. Monasterio de San Isidro, Dueñas (Palencia). Fotografía tomada de https://www.flickr.com/photos/rabiespierre/
La Lujuria. Concatedral de San Pedro, Soria
•        Exhibicionistas y onanistas: Son personajes desnudos (o subiéndose la ropa) itifálicos (como los de los canecillos de San Martín de Frómista) o con las piernas levantadas para reflejar su sexo de enorme tamaño para resaltarlo, o que directamente se están masturbando (como en San Martín de Elines).
El personaje femenino a veces se sustituye por una sirena de dos colas por su simbología de la lujuria, como en la iglesia de San Esteban Protomártir de Pineda de la Sierra (Burgos). Se estimula el carácter sexual por los gestos, al adelantar los labios, y mesarse la barba o atusarse el cabello. Sus actitudes son solemnes y erguidas y su rostro complaciente, sin mostrar ningún rastro de humillación o arrepentimiento, por lo que pueden estar relacionadas con la liturgia de la Pascua de Resurrección. Por sus ropas se pueden distinguir aquellos personajes laicos, religiosos, solteros y casados.

Sirena de dos colas. Iglesia de San Juan ante portam latinam, Arroyo de la Encomienda (Valladolid)
Sirena de dos colas. Iglesia de San Vicente, Serrapio (Asturias)
Ídem
Exhibicionistas. Iglesia de San Cornelio y San Cipriano, Revilla de Santullán (Palencia)
Personaje masturbandose. Colegiata de San Martín de Elines (Cantabria)
•        Animales relacionados con la lujuria: Basados en los simbolismos morales del Bestiario Medieval. Pueden representar a las criaturas realizando el coito, o simplemente tienen una simbología de la fecundidad de origen primitivo basada en su profusa fertilidad, como los gatos, aves nocturnas y acuáticas, conejos, serpientes, osos, cerdos, ranas y sapos; destacando los monos itifálicos y machos cabríos. Otros vienen de la tradición clásica como el venado de Artemisa y los centauros.

Cabra tocando el arpa. Basílica de San Prudencio de Armentia (Vitoria)
Oso. Colegiata de San Pedro de Teverga, Teverga (Asturias). Fotografía tomada de www.asturnatura.com
Ave peleando con una serpriente. Iglesia de Santa María la Real. Piasca (Cantabria)
Buho. Iglesia de Santa María la Real, Piasca (Cantabria)
Venado. Iglesia de Santa María la Real, Piasca (Cantabria)
Cerdo. Colegiata de San Pedro de Teverga, Teverga (Asturias). Fotografía tomada de www.asturnatura.com
Mono. Colegiata de San Martín de Elines, San Martín de Elines (Cantabria). Fotografía de https://cellopraha.wixsite.com
Mono realizando una autofelación. Monasterio de Santa María la Real de la Oliva, Carcastillo (Navarra). Fotografía tomada de https://cellopraha.wixsite.com
Sapo. Iglesia de San Esteban Protomártir, Bañueños de Rudrón (Burgos). Fotografía tomada de https://cellopraha.wixsite.com
•        Coitos y otras actividades sexuales: Se representa de manera literal, ya sea de modo heterosexual u homosexual, y en posturas muy diversas alejadas del “decúbito supino” aceptado por la Iglesia; además integran a personajes religiosos; e incluso llegan a incluir sexo anal y oral.

Coito. Colegiata de San Pedro, Cervatos (Cantabria)
•        Músicos, bailarines y saltimbanquis: La reforma gregoriana considera pecaminosa la música instrumental (por lo que en la Iglesia solo se usa la vocal) al vincularse al baile que exhibe el cuerpo en movimiento incitando a la sensualidad (apareciendo en un capitel de San Juan de Moarves de Ojeda), por la misma razón se condenan los contorsionistas y saltimbanquis, como los de la iglesia de Santiago en Carrión de los Condes. La danza también se asocia a la tentación basándose en el episodio bíblico de la danza de Salomé. Algunos personajes pueden aludir a los goliardos, cuyos cantos también eran de índole obscena.

Bailarines. Iglesia de San Juan Bautista, Moarves de Ojeda (Palencia)
Bailarina contorsionista. Iglesia de San Salvador, Ejea de los Caballeros (Zaragoza)
Bailarinas. Iglesia de Santa María ma Mayor, Uncastillo (Zaragoza). Fotografía tomada de www.romanicoaragones.com
•        Embarazos y partos: Representan a mujeres desnudas embarazadas o el parto de un realismo grotesco. Pueden estar vinculadas las festividades litúrgicas de origen pagano que buscan estimular la fertilidad y facilitar el proceso de maternidad (Santa Brígida); o pueden reflejar las consecuencias del resto de actos representados, como se aprecia en el canecillo de la iglesia de Artaiz (Navarra) donde el bebé nace con un cuchillo de la mano para estimularse esa idea de castigo.

Mujer parturienta. Iglesia de San Martín de Tours, Artaiz (Navarra)
Mujer embarazada. Iglesia de San Cornelio y San Cipriano. Revilla de Santullán (Palencia)
•        Monstruo andrófago: Refleja la entrada al Infierno que se realiza mediante la ingesta del pecador por parte de un demonio; esta entrada se asociará a la vagina por parte de los eclesiásticos para simbolizar que en el coito se encuentra el acceso al mal que conlleva un castigo eterno.
Monstruo andrófago. Iglesia de San Miguel, Estella (Navarra)
Monstruo andrófago. Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. Durantón (Segovia). Fotografía tomada de https://cellopraha.wixsite.com

Antecedentes culturales y artísticos:
Frente a la rígida religión oficial, la religión popular mantiene las tradiciones paganas por la fuerte superstición de las gentes, por lo que la Iglesia se ve obligada a cristianizarlas para mantener a los fieles (destacando las fiestas romanas relacionadas con la fecundidad como las Lupercalia, Bacanales, Saturnalia...).
Las tradiciones egipcia e india que mitifican y sacralizan la sexualidad serán traídas hasta la Península por los árabes, los cuales conciben el sexo como un placer que ha creado Alá para que lo disfruten, llenando los palacios con obras eróticas.
Desde la Prehistoria se representan los temas sexuales en los ídolos de la fertilidad que reflejan falos, pero aún sin un componente erótico; presentan un carácter sagrado de protección que se mantendrá en el arte griego con el dios Príapo y en Roma con los genios fálicos, apareciendo en algunas iglesias con el mismo sentido. Esa función protectora aparecerá también en los atributos femeninos con la diosa anglosanoja Sheela-na-nagig que espanta al mal y la muerte con su vulva creadora de vida; aunque estos personajes femeninos que enseñan su sexo también pueden derivar de la diosa griega acéfala Baubo cuyos ojos son sus pechos y su boca la vulva. Otras obras prehistóricas de carácter fertilizante son las mujeres embarazadas y los coitos, que también se mantendrán hasta el Románico.

Fresco de Príapo (siglo I). Casa de los Vettii, Pompeya
Un ejemplo de una reinterpretación cristiana y moralizante de un tipo iconográfico clásico es el símbolo de la lujuria. Deriva de la Gea griega y Tellus romana (madre tierra) que aparece como una mujer desnuda que amamanta diversos animales, entre los que se encuentran las serpientes (su alusión a la fertilidad viene de las divinidades cretenses). Se recuperará en el arte carolingia en las escenas de la Redención del género humano, donde esta figura se acompaña de Adán, Eva y los atributos del Pecado Original para simbolizar que la Tierra fue el lugar del Pecado frente a la pureza del Cielo (como en el Evangeliario de Bernward de Hildesheim de 1015). Finalmente la iconografía se confunde tomándose la mujer con serpientes en los pechos como símbolo del Pecado Original, y asociándose a la Lujuria. Otro tema que se copiará literalmente del arte griego pero con un sentido procaz es el del Espinario, convirtiéndose la espina del pie en una excusa para la figura para enseñar sus genitales. Estos temas clásicos serán recuperados por la Iglesia ya que ella misma también busca reconocerse como la heredera del Imperio Romano.

El Pecado Original. Ermita de Santa Eulalia, Barrio de Santa María (Palencia)
Espinario. Colegiata de San Pedro, Cervatos (Cantabria)
Distintas teorías sobre su función y carácter:
•        Carácter moralizante: Según esta teoría se representan los actos prohibidos por la Iglesia y sus castigos para evitar que los fieles los cometan, siguiendo la religiosidad casi maniquea del Románico que contrapone constantemente el Bien y el Mal. Por lo que su realismo se debe a su fin identificador de los distintos pecados; lo que explicaría las escenas de castigo y parto (consecuencias del pecado). Esto se relacionaría con su situación en la iglesia al disponerse fuera (pecados de la humanidad) frente a la pureza interior de la casa de Dios, pero esa teoría no explica las imágenes que se han encontrado en los interiores. Otra idea consiste en que se sitúan fuera ya que los penitentes no tenían acceso a la misa, y así reiteraban su sentimiento de culpa (Beatriz Medina Gurrea).
Coito. Iglesia de la Asunción, Castillejo de Robledo (Soria)
Según Jesús Herrero Marcos esta finalidad moralizante se demuestra ya que los comitentes que establecían el programa eran los curas, y si los escultores mostraban cualquier atisbo de originalidad o libertad expresiva perderían el trabajo. Leticia Tobalina Pulido argumenta esta función defendiendo que todos los demás temas iconográficos de la iglesia son didácticos, por lo que este también aportaría una enseñanza moral, aunque en un lenguaje que entiendan los fieles. Inés Monteira Arias añade a esta justificación que las figuras no buscan destacar la sensualidad, sino lo grotesco y feo para dar una visión deformada de la sexualidad. Pero Mª Ángeles Menéndez Gutiérrez desmonta esta teoría ya que estos programas no responden al esquema iconográfico románico de pecado-castigo, sino que se representa en mayor medida el primero.
•        Crítica al Islam: Claudio Lange creó esta teoría basándose en los atuendos de los personajes (algunos circuncidados) de San Esteban de Gormaz en Soria, y la iglesia de San Miguel de Corullón en el Bierzo. La reforma gregoriana también contempló el problema de la presencia islámica en la Península, y el creciente número de conversiones a la religión musulmana por lo que se lleva a cabo una campaña propagandística que legitime la Reconquista. Esta se basará en la crítica a la libre sexualidad musulmana, haciendo hincapié en su modo de vida polígamo y en concubinato, junto con sus sensuales bailes. En contraposición, E. Barrenechea plantea el origen islámico de estas representaciones que habrían sido expandidas en el norte por los mozárabes, pero en vez de una crítica a la otra religión adoptarían su concepto teológico del sexo y la música como una ascensión mística.

Personaje. Iglesia de San Miguel, Corullón (León)
•        Escenas de la vida cotidiana: Al ser las iglesias y monasterios los únicos comitentes artísticos se ven obligados a aglutinar todo el arte, tanto religioso como profano, al ser el principal espacio público de los núcleos de población. Hernando Garrido basa esta concepción en que las escenas eróticas se combinan con otras de combates, oficios y actividades de ocio; contraponiendo este mundo vulgar del pueblo al mundo superior de Dios (escenas religiosas). También plantea que podrían tener un carácter supersticioso de protección ante los demonios, atrayéndolos y por tanto evitando que atacaran a los fieles, o alejando al mal de la iglesia al reconocer el edificio como propio. (se vincula con la tradición pagana).
Personas exhibiendo sus sexos. Ermita de San Pedro, Puente Arenas (Burgos). Fotografía tomada de www.arteguias.com
Miguelez Cavero plantea que las obras sexuales fueran totalmente naturales en la época medieval, pero desde el Concilio de Trento se les aportó ese carácter moralizante para adaptarlas a la nueva ideología más conservadora, por lo que muchas sufrieron censuras y destrucciones. Ruiz Montejo concibe estas imágenes como producto de una justificación moral, bajo la que se esconde un fin satírico y cómico que entretenga y distraiga de sus penas tanto a los escultores como los espectadores, por lo que se tiende al máximo realismo y originalidad.

Coito. Iglesia de San Miguel, Fuentidueña (Segovia)
Ángel del Olmo García presenta otras ideas muy diversas a las que podrían responder las esculturas. El sexo, al igual que la muerte, podría simbolizar una igualación social, ya que se mezclan personajes de distintos estamentos y etnias. También pueden responder a un sentido calendárico al asociarse las figuras que se levantan la ropa para calentar sus partes pudendas al fuego con el invierno, lo que se correspondería con el contexto rural y agrícola. Además ha identificado a la figura itifálica con el personaje de la literatura popular Marcolfo, que debía de ser un enano de gran falo que provocara las risas del pueblo.
•        Fomento de la reproducción: Ángel del Olmo García interpreta las figuras como escenas de la vida conyugal, que buscan un aumento demográfico, por lo que se corresponden con las imágenes de embarazos y partos. Esa identificación con la fertilidad se aprecia en el propio canon femenino, al destacarse el vientre y la vagina frente a los pechos lisos. No son jóvenes de belleza delicada y sensual, sino madres abundantes y poderosas que transmiten la idea de seguridad y protección. Pero en esta época se produce un crecimiento demográfico natural debido a la mejora económica, lo que haría innecesaria esta reiteración, aunque como la mortalidad era muy alta por el hambre, la guerra y la peste, se debía afianzar el relevo generacional. Leticia Tobalina Pulido desmonta esta teoría basándose en que muchos de los actos representados como la masturbación y la homosexualidad no facilitarían esa fecundidad.
•        Simbología espiritual: G. Atienza defiende que las imágenes responden al concepto oriental de la trascendencia mística alcanzada mediante el sexo. Se basa en la simbología del propio edificio, al simbolizar la bóveda o la parte más alta de la iglesia a Dios, los canecillos que están justo por debajo serían el modo para llegar hasta él. Junto a esta idea, justifica que la presencia de demonios en los propios canecillos se debe a una imagen del amor como vencedor del mal. Pero esta teoría no explica la presencia de otros temas comunes en esos canecillos, o las figuras eróticas situados en otras partes del muro. Además ese concepto teológico es demasiado complicado para que pudieran comprenderlo los fieles, e incluso los escultores.

Demonio. Iglesia de Santa María Magdalena, Tudela (Navarra)
•        Tema puramente erótico: Los principales defensores de esta teoría son Del Olmo García y Varas Verano, fundamentándose en que las imágenes no solo representan una actitud sexual, sino que también estimulan el deseo erótico del espectador. Se trata de un tema inherente al género humano por lo que aparece en el arte de todas las culturas, aunque de una manera más o menos aceptada y celebrada, pero irrefrenable ya que la actividad artística necesariamente representa las inquietudes y la vida humanas. La sexualidad sagrada que aparece en la Prehistoria, se mantendrá hasta el arte romano, y desde el desarrollo del cristianismo permanecerá latente en la sociedad, buscando el momento para reaparecer. También se plantea la existencia de un espíritu transgresor en los artistas, al representar los actos prohibidos por la religión, saltándose las rígidas e injustas normas morales, aunque de manera mínima.
Orgia. Iglesia de Santiago de los Caballeros, Zamora. Fotografía tomada de https://educomunicacion.es
Personaje haciéndose una autofelación. Iglesia de los San Cornelio y San Cipriano. Revilla de Santullán (Palencia)
Personaje masturbándose. Iglesia de San Cornelio y San Cipriano, Revilla de Santullán (Palencia)
En estas páginas hemos acabado con la concepción tradicional del arte románico como puramente sacro y encorsetado, dando visibilidad a una temática, totalmente natural en la época que fue creada, pero que la historiografía posterior ha introducido en su ideología puritana. A lo largo de la historia de la humanidad siempre se ha realizado arte erótico, con un carácter más o menos público o condenatorio, al ser un tema inherente al propio ser humano, por lo que siempre seguirá siendo necesario.

Bibliografía:
Cabanes, P. (2003) “La sexualidad en la Europa medieval cristiana.”. Lemir, nº 7.
Del Olmo, A. (1999). Iconografía sexual en el Románico. Salamanca: Artes Gráficas Bretón.
Del Olmo, A.; Varas; B. (1988). Románico erótico en Cantabria. Palencia: Lifer Imprenta S.A.
García, M. A. (dir.) y Pérez, J. M. (dir.). (2007) Enciclopedia del Románico en Cantabria III: Campoo y los Valles. Aguilar de Campoo: Fundación Santa María la Real.
Geese, U. “La escultura románica” en TOMAN, R. (de.). (1996) El Románico. Colonia: Könemann, pp. 256-324.
Herrero, J. (2011). La lujuria en la iconografía románica. Palencia: Ediciones Cálamo.
Huerta, P. L. (coord.). (2018). Arte y sexualidad en los siglos del románico: imágenes y contextos. Aguilar de Campoo: Fundación Santa María la Real.
Martínez, M. E. (2014) “Discursos visuales y mentalidad religiosa. La femme-aux-serpents y el uso de imágenes antitéticas en la escultura románica.” BROCAR, nº 38, pp. 45-64.
Martínez, M. E. (2017) “La mujer como tentación maligna.” Ars Bilduma, nº 7, pp. 13-52.
Martínez, M.E. (2010) La femme aux serpentes. Evolución iconográfica de la representación de la lujuria en el occidente europeo medieval.” Clío&Crimen, nº7, pp. 137-158.
Medina, B. (2016) Márgenes y marginados en el arte medieval. Los pecadores como marginados: el caso de la Lujuria. [Trabajo de Fin de Grado] Universidad de Valencia.
Menéndez, M. A. (1998) “Un mito en piedra: La sexualidad en el contexto religioso de la Iglesia.” Espacio, Tiempo y Forma, Serie VII, t. 11, pp. 43-66.
Monteira, I. (2005) “Las formas del pecado en la escultura románica castellana: una interpretación contextualizada en relación con el Islam.” Codex Aquilarensis, nº 21, pp.55-64.
Poza, M. (2010) “La lujuria”. Revista Digital de Iconografía Medieval, vol. 2, nº 3, pp. 33-40.
Tobalina, L. (2015). “Entre pecados y pecadores: el sexo en la Edad Media y su representación en la plástica escultórica románica”en: V.V.A.A. Amor y sexualidad en la Historia, colección Temas y perspectivas de la Historia IV, pp. 461-477. Salamanca: Hergar Ediciones Antema.

MONUMENTOS DESAPARECIDOS: EL CONVENTO DE NUESTRA SEÑORA DE LA LAURA

$
0
0

A todos aquellos nacidos en las últimas décadas no nos sonaría de nada el Convento de Nuestra Señora de la Laura de no ser por lo que hemos podido leer en libros y visto en fotografías. Desaparecido en el año 1998 para dar paso al Hospital del Campo Grande, fue un cenobio dominico que si bien desde el punto de vista arquitectónico era bastante modesto no lo fue en cuanto a historia y bienes artísticos. Por su fundación el convento estuvo ligado a la más alta aristocracia española: los Duques de Alba. Antes de continuar quisiera señalar que desconozco de dónde saqué las fotografías -fue hace mucho tiempo- exteriores del convento por lo que si algún autor las reconoce le pido que me lo señale para escribirlo.
Situación del Convento de Nuestra Señora de la Laura en el plano de Bentura Seco de 1753. Figura con el Nº 56
Situación del Convento de Nuestra Señora de la Laura en el plano de Diego Pérez Martínez de 1787

HISTORIA
Don García de Toledo, marqués de Villafranca, era primo de don Fernando Álvarez de Toledo, llamado el “Gran Duque de Alba”. Don García contrajo matrimonio con doña Victoria Colonna, de cuyo enlace nació en Nápoles en 1554 doña María, que pasado el tiempo se convertiría en la fundadora del convento. El padre fue designado Virrey de Barcelona, yendo toda la familia a residir allí. La niña fue puesta al cuidado de las monjas dominicas del Convento de Santa Catalina. En 1564 falleció doña Victoria Colonna, pidiendo a su marido que enviase a su hija María para que residiera en Castilla al cuidado de la Duquesa de Alba. Él seguidamente partió para Sicilia, donde había sido designado Virrey. Los Duques de Alba se hicieron cargo de su sobrina María en Alba de Tormes, localidad en la que doña Juana de Toledo, hermana del Duque don Fernando, atendió a su formación. La inclinación natural de la joven María era para el claustro, cuando hubo de cumplir el designio de su padre don García, quien antes de fallecer instó a su hija para que contrajera matrimonio con su primo don Fadrique Álvarez de Toledo para asegurar la sucesión ya que no cabía esperarla de don Fernando, hermano de doña María. Forzada contra su voluntad obedeció la voluntad paterna y de sus tíos los Duques de Alba, así contrajo matrimonio con don Fadrique en 1578. La pareja tuvo un hijo llamado Fernando, que falleció a los pocos meses de nacer, y poco después lo haría el propio don Fadrique, de suerte que en 1585 quedó viuda y sin descendencia, motivos que le llevaron a recuperar su primitiva vocación de ingresar en el estado religioso.

Mediante los consejos de su confesor el padre Yanguas determinó fundar un monasterio de dominicas. No pudo hacerlo en Alba de Tormes ni en Piedrahita, así que aceptó el ofrecimiento de su hermano don Fernando de realizarlo en Villafranca, donde poseía el marquesado. Aunque se construyó el convento, ya con la advocación de Nuestra Señora de la Laura, doña María quiso un mejor establecimiento por lo que decidió trasladarlo a Valladolid. Así, en 1606 dirigió una misiva al Ayuntamiento vallisoletano para solicitar la autorización de la fundación: “Siete años ha que N.S. encaminaba este santo monasterio a esa ciudad, y por sus secretos juicios hizo aquí primero la fundación del, y principio del santo instituto de Descalzas de nuestra Señora de la Laura de la Orden de Santo Domingo, que dos Sumos Pontífices han confirmado, y se constituyó por cabeza de este monasterio, que por seguir la orden que dirá a V. SS. el P. Fr. Jerónimo y los que con el darán a V. SS. esta carta, me resolví de trasladarle a esa ciudad, donde por la providencia d Dios y beneplácito de V. SS. pienso llevarle, y aunque por su antigüedad y nobleza está obligada a holgarse de tener ocasión de honrar un noble y valiente castellano que derramó la sangre en servicio de la Iglesia y de su Rey, y tiene su entierro en esta casa santa, me antepongo a V. SS., el elegir yo antes el ponerle en Valladolid que en Toledo, Salamanca o otras ciudades que me lo han pedido, antes me hallaré muy obligada que den lugar a tres cuerpos muertos que al cabo de algunos años que las olas de la tormenta nos han traído de una a otra parte, providencia d Dios nos saca a esta rivera, no hago cargo a V. SS. que los llevó de santos canonizados, y lo que Dios mira los santos vivos en una ciudad de que lleva tantas como religiosas la Laura, ni de que en ella se reciben sin dotes y que lo poco que dejare lo ha de mandar V. SS. distribuir después de mis días, sólo la voluntad con que en muchos años y ninguna salud por ser a su ciudad de V. SS. me animo a hacer mudanza tan notable, quiero que me reciba V. SS. en servicio y se persuada lo será de nuestro Señor hacernos merced; su majestad guarde y prospere a V. SS. como ya estos ángeles se lo comienzan a suplicar. Villafranca 9 de agosto de 1606. Doña María”. El consistorio aceptó encantado la propuesta, y dio comisión a dos caballeros regidores para que fuesen a Villafranca a besar la mano a la señora duquesa por la honra que trataba de dispensar a esta ciudad.


Ya en la ciudad ocuparon unas casas propiedad de don Bernardino de Velasco, conde de Salazar, en el Campo Grande, linderas por una parte con el convento del Carmen Calzado y por otra con la ermita de San Juan de Letrán. La Duquesa mandó seguidamente construir un nuevo monasterio a sus expensas. Mientras tanto estableció su vivienda junto al convento, teniendo tribuna junto a la iglesia. Tenía autorización para entrar en clausura, siendo muy apreciada por la comunidad. Vestía con hábito de sayal y no salía de los dominios del convento, hasta el extremo de que la propia reina doña Margarita llegó a visitarla en este edificio. Dictó testamento en 1608 en el cual disponía ser enterrada en el convento. Mandaba que con su legado se fueran comprando terrenos para proseguir las obras, conforme a la traza diseñada por Francisco de Mora, arquitecto real. Por entonces no estaba construida la iglesia, por cuanto dejaba previsto: “mando que lo primero que después de mi vida se haga en esta fábrica sea la iglesia, con toda la hermosura que en la traza y en la instrucción pareciese”. Asimismo, disponía que en medio de la capilla mayor se habría de poner el sepulcro de su difunto marido, que sería “de jaspe, con grada bronce y piedra en torno de él y encima el bulto del Duque, de bronce, armado y de rodillas, con su sitial, y al lado el bulto de Fernando Álvarez de Toledo su hijo, teniéndole la rodela”. Según esto parece que la Duquesa quería imitar las efigies orantes de los Duques de Lerma del Convento de San Pablo. También dispuso fabricar el retablo mayor y los colaterales, preparados para colocar “ochenta medios cuerpos” para contener reliquias. En el retablo mayor se colocaría a Nuestra Señora de la Laura, de plata, y tendría seis columnas hechas con pasta de vidrio, todo pintado, de manera que pareciera de esmeralda y rubí. Ninguno de estos tres deseos llegaría a materializarse.


Doña María falleció el 2 de diciembre de 1612, siendo enterrada en el monasterio viejo. Varios años después se concluyó el nuevo, pero las previsiones de lujo que dejó la fundadora no se cumplieron ni de lejos, de suerte que fue uno de los conventos más modestos de la ciudad. Los testamentarios cambiaron el lujo por la modestia. En 1615 el escultor Antonio Riera se reservaba el hacer retablo, nichos, bultos de mármol, bultos y sillería del convento, pero parece que no llegó a realizar nada de aquello. Los restos del duque y la duquesa reposaron en el convento hasta su desaparición, no quedando más testimonio de ello que unas simples lápidas.
Desde entonces la historia del convento no generó apenas noticias de especial significación. En 1806 vivían en él 29 religiosas, pero la Guerra de la Independencia tuvo especial incidencia en la Comunidad. Señala Hilarión Sancho en su Diario de Valladolid que las monjas tuvieron que abandonar su convento el 4 de junio de 1812 con motivo de la Guerra de la Independencia y por mandato de las autoridades francesas (“En 4 [de junio] se intimó orden por medio del Sr. Obispo a las monjas del convento de las Lauras para que le desalojasen, como lo hicieron, pasándolas al de Santa Ana. Esto fue para empezar hacer desde dicho convento hasta el de Filipinos (ambos en el Campo Grande por la parte de atrás) varias zanjas y maniobras de fortificaciones, etc.”), y que no regresaron hasta el 13 de agosto de 1814 ( “En 13 dicho Agosto [de 1814] se restituyeron a su convento las monjas de la Laura, que se hallaban en el de Santa Ana desde que fueron destituidas de su convento por los enemigos franceses para hacer en él el festín, y fue derrotado, como asimismo la iglesia”). Posteriormente, con la gran transformación que la zona de la Plaza de Colón experimentó en los últimos años del siglo XIX, se expropió una parte de los terrenos que poseía este convento. Finalmente, fue demolido en 1998 y tras su desaparición sus bienes se repartieron entre otros establecimientos de la orden dominica, caso de los conventos vallisoletanos de Corpus Christi, Porta Coeli y Santa Catalina, el de San Pedro Mártir de Mayorga de Campos, los palentinos de la Piedad y San Pablo, y posiblemente otros más. Por desgracia la falta de vocaciones provocó que años después se cerrara el de Santa Catalina de forma que los bienes fueron nuevamente dispersados, de suerte que alguno de los bienes de las Lauras que fueron a parar a Santa Catalina se encuentran hoy en el Convento de San Pablo y en otros cenobios de la comunidad. En fin, un lio, y esto parece que solo es el principio.




LA IGLESIA Y EL CONVENTO
Como ya hemos referido, la Duquesa encargó las trazas del convento al arquitecto regio Francisco de Mora, que no sabemos si al final llegó a realizarlas. La construcción comenzó en septiembre de 1608 cuando el maestro de obras Antonio López se convino con un representante de la Duquesa para edificar la “casa e iglesia junto al Hospital de San Juan de Letrán, extramuros de esta ciudad, levantándola desde sus cimientos, ansí por vivienda de las dichas monjas como por iglesia”. El edificio no guardaba la menor huella del estilo de Mora, por lo que su traza debió de esquematizarse al máximo tal y como proponen Martín González y Plaza Santiago. La fachada era monótona, disponiéndose en tres pisos sin separación, con un alero mudéjar de tejas voladas. El interior forma un enjambre de habitaciones, a lo largo de inmensos pasillos; los techos son de vigas y bovedillas de yeso lisas. Por su parte, la iglesia estaba remetida y realizada en ladrillo. Al interior tenía una sola nave con cuatro tramos cubiertos con bóvedas de arista decoradas con motivos geométricos de planísimo relieve, y había abiertos vanos termales para ventanas. Corría por las paredes un entablamento liso, sin que siquiera los fajones descansen en pilastras. A los pies se disponían los coros, bajo y alto; el alto volaba como balcón teatral, con sus rejas de cuadrillo. La sencillez del interior se deberá, según Fernández del Hoyo, a la prematura muerte de la fundadora, que se vio impedida de dotarle convenientemente tal como había sido su deseo, ya que la escogió para descanso de sus restos y los de su esposo.


Por la iglesia se repartían cinco retablos neoclásicos, dos al lado del Evangelio, el retablo mayor, y otros dos al lado de la Epístola. El principal contenía una escultura en madera policromada de la Asunción y a los costados las estatuas de Santo Domingo de Guzmán y San Francisco de Asís. Los colaterales estaban dedicados los del lado del evangelio a la Oración en el huerto y a la Soledad y los de la epístola a San Agustín y Santa María Magdalena, siendo los primero y tercero pinturas en lienzo, y la segunda y cuarta escultura en maderas, la última muy aceptable.


Asunción (Pedro de Sierra, atrib., Segundo tercio del siglo XVIII)
San Francisco de Asís (Francisco Alonso de los Ríos, atrib., Segundo tercio del siglo XVII)
Santo Domingo de Guzmán (Francisco Alonso de los Ríos, atrib., Segundo tercio del siglo XVII)
La Oración en el Huerto (Anónimo. Primera mitad del siglo XVII)
Virgen de la Soledad (Juan de Ávila, atrib., hacia 1690)
La Visión de San Agustín (Anónimo. Siglo XVIII)
Santa María Magdalena (Juan de Ávila, atrib., hacia 1690)
El retablo mayor era de un solo cuerpo y contenía una efigie de la Asunción (115 cm) asignable a Pedro de Sierra. Anteriormente a éste hubo otro barroco que según Canesi fue colocado en 1690, mismas fechas en que se construyeron los colaterales. Los tres desaparecieron durante la Guerra de la Independencia. Este primitivo retablo, construido por el ensamblador Francisco Billota y dorado por Alonso Gutiérrez, se componía de las siguientes imágenes: en la hornacina central se encontraba Nuestra Señora de la Laura, titular del convento; a los lados Santa María Magdalenay Santa Rosa de Lima; y en el ático dos ángeles que quizás portaran las Arma Christi o estandartes. Del retablo anterior se reaprovecharía la Virgen titular del convento, mientras que las dos santas y los ángeles se fabricarían por entonces.
Además, a ambos lados del altar mayor se encontraban las lápidas de los Duques de Alba: en el lado del Evangelio la del Duque: “Aquí yace el Excmo. Señor D. Fadrique Álvarez de Toledo, duque de Alba. Requiescat in pace”, y en el de la epístola la de la Duquesa: “Aquí yace la Excma. Señora D. María de Toledo y Colonna, duquesa de Alba, fundadora de este convento, Requiescat in pace”. Debajo de cada lápida, se añade: “Los duques de Berwick y de Alba hicieron colocar esta lápida en memoria de sus ilustres antepasados en el año 1625”. Finalmente, en la sacristía había tres pinturas: Santo Tomás escribiendo (como veremos pasó al Monasterio de San Pedro Mártir de Mayorga de Campos), del siglo XVII; La Traslación de San Pedro Regalado, y San Jerónimo, ambas del siglo XVIII.


Santo Tomás de Aquino (Anónimo. Siglo XVII)
El convento ofrecía, además, la curiosidad de un lienzo del Santo Sudario, en el que se hallaba impresa la imagen de Cristo difunto, que fue sin duda la más preciada de las muchas reliquias de santos y preciosos ornamentos y vasos sagrados con que la fundadora dotó este convento. Era un lienzo blanco finísimo, en el que aparece grabada la sagrada imagen del cuerpo difunto de Cristo. El jesuita Juan de Loyola narra la historia del origen de esta valiosa reliquia: “Que hallándose este [don Fadrique] en guerra contra los lombardos y sabiendo que el duque de Saboya tenía en Chamberí la verdadera Sábana Santa y que se hallaba vinculada en su familia, movido de devoción como otros muchos, quiso verla y venerarla. Prendado de tan santo objeto, pidió licencia para sacar una copia, y habiéndosela concedido, llevó consigo los pintores, quienes poniendo el lienzo en el caballete comenzaron a tirar los primeros trazos. Estando en esta operación fue avisado D. Fadrique de que el enemigo estaba cerca y los suyos tocaban a rebato, por lo que mandó extender el lienzo sobre la Sábana Santa para llevar siguiera el contacto: pero ¿cuál sería su asombro y el de los circunstantes cuando vieron al levantarle la misma imagen del Salvador llagada y ensangrentada lo mismo que la otra, sin poder distinguir cual fuese el original, cual la milagrosa?”. Durante siglos el Santo Sudario (207 x 80 cm) fue objeto de veneración tradicional de los vallisoletanos. Las monjas solían exponerlo a pública veneración de los fieles durante los tres días de la Pascua de Resurrección, en los cuales celebran solemnes cultos, y el pueblo acudía a la iglesia a venerarle en piadosa y animada romería, titulada por ello del Santo Sudario. La fiesta continuaba en las casetas instaladas por el Campo Grande y el Paseo de Filipinos. Tras el cierre del convento pasó a Santa Catalina y posteriormente a Porta Coeli, en donde se haya en la actualidad.

Santo Sudario (Anónimo. Siglo XVII)


PATRIMONIO ARTÍSTICO Y SU POSTERIOR DISPERSIÓN
A continuación, vamos a reseñar algunos de los bienes que poseyó el convento y de los cuales he logrado seguir la pista en otros establecimientos de la Orden Dominica. Hemos de recordar nuevamente que el sucesivo cierre de conventos ha provocado que algunas piezas hayan residido sucesivamente en varios conventos.

VALLADOLID. CONVENTO DE PORTA COELI
Es, quizás, el cenobio al que marcharon un mayor número de obras. Así tenemos las esculturas de la Virgen de la Soledad (130 cm) y de María Magdalena(125 cm) que, atribuidas a Juan de Ávila (1652-1702), presidieron sendos retablos en la iglesia, si bien la segunda también ocupó en tiempos una de las hornacinas del retablo mayor. Ambas piezas son fechables hacia el año 1690. También se conserva en este convento de las “Calderonas” una efigie vestidera de Santo Domingo de Guzmán (principios del siglo XVIII), vestido con cogulla dominica y escapulario, y que lleva rosario y Crucifijo; y un buen Crucifijo (165 cm) de hacia 1600 que figura en expiración que las Lauras tenían en el cementerio y que desde hace muchos años conforma el paso “Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado”. Para acabar también podemos citar un gracioso Niño Jesús vestido de sacerdote (64 cm), obra de algún buen escultor vallisoletano de finales del siglo XVII.
Santo Domingo de Guzmán (Anónimo. Siglo XVIII)
Crucificado (Anónimo. Hacia 1600)
Niño Jesús vestido de sacerdote (Anónimo vallisoletano. Finales del siglo XVII)

VALLADOLID. CONVENTO DE SAN PABLO
Aunque habrá algunos bienes más que desconozco, tan solo puedo citar por el momento un buen lienzo que se encuentra en el crucero del templo y que representa un Milagro de San Ignacio de Loyola (140 x 195 cm) obra atribuible al círculo de Francisco Martínez y fechable en el primer cuarto del siglo XVII. Pudiera tratarse de un cuadro votivo ya que a la izquierda parece que figura una donante.
Milagro de San Ignacio de Loyola (Círculo de Francisco Martínez. Primer cuarto del siglo XVII)

VALLADOLID. CONVENTO DEL CORPUS CHRISTI
Tan solo citaremos cuatro piezas, aunque hay bastantes más. Aquí vino a parar la Virgen titular de Las Lauras, es decir Nuestra Señora de la Laura (160 x 42 x 30 cm), que presidía el altar mayor de su convento. Fechable en la segunda mitad del siglo XVII, se trata de una escultura de vestir -con una serie de vestimentas muy ricas- que tan solo tiene tallados el rostro y las manos. Además, las extremidades superiores están articuladas, facilitando así la tarea de vestirla y colocar las manos en diferentes posiciones. Hace pocos años formó parte de la exposición “Stabat Mater. Arte e iconografía de la Pasión”. También tenemos una deliciosa pintura de un Ángel custodio del paraíso (171 x 121 cm) fechable en el segundo tercio del siglo XVI y que por su elegancia y esmero recuerda el estilo del pintor Diego Valentín Díaz (1586-1660), el maestro más importante del barroco vallisoletano, a quien se atribuye. El ángel guarda la puerta de la nueva Jerusalén, impidiendo con su espada en la mano derecha y bengala en la izquierda que los demonios se acerquen. Dentro hay un jardín sobre el que se haya recostado el cordero del Agnus Dei, bajo el cual se sitúa la leyenda “qui pascitur inter lilia”. Al pie del ángel figura otra leyenda: “Custos paradisi deliciarum Christi”. Quizás la pieza más sorprendente sea una excelente Urna del Santísimo Sacramento(35 x 31 x 22 cm) realizada en cristal y plata sobredorada. Está decorada con “termes” y querubines, y lleva la inscripción “Qui manducat hunc panem vivet in eternum J.Vº de la Mota Ft. 1691”, que significa “El que come de este pan vivirá para siempre”, el resto será el nombre del paltero y el año de ejecución. Para finalizar inventariamos una Sagrada Cena de escuela vallisoletana de la primera mitad del siglo XVII.

Ángel custodio del paraíso (Diego Valentín Díaz, atrib., Segundo tercio del siglo XVII)
Nuestra Señora de la Laura (Anónimo. Segunda mitad del siglo XVII)
Urna del Santísimo Sacramento (Juan Bautista de la Mota, 1691)
Sagrada Cena (Anónimo vallisoletano. Primera mitad del siglo XVII)

MAYORGA DE CAMPOS. MONASTERIO DE SAN PEDRO MÁRTIR
Salimos de la ciudad y nos dirigimos a la provincia, concretamente al Monasterio de San Pedro Mártir de Mayorga de Campos, cenobio al que llegó un buen lote de obras, entre la que destaca la Cabeza de San Pablo(41 x 35 cm) realizada por de Felipe Espinabete (está firmada y fechada: “Espinabete Valld. Año 1778”) que formaba parte de un “pack” de dos cabezas que el escultor regalaría al convento de las Lauras con motivo del ingreso en el mismo de una de sus hijas. También tenemos una serie de pequeños retablos-relicarios, obras de elegante diseño de los primeros años del siglo XVII que contienen multitud de reliquias, tal vez las que la Duquesa de Alba poseía en su oratorio y que deberían haberse colocado en los medios cuerpos que encargó en Roma, y que nunca llegarían a su destino. También podemos citar un cuadro de la Asunción (173 x 172 cm) atribuido a Diego Díez Ferreras, y otro de Santo Tomás de Aquino, ambos fechables en la segunda mitad del siglo XVII. Pero sin duda la obra maestra que fue a parar a este monasterio fue una magnífica Cruz de nácar (94 cm) de la primera mitad del siglo XVIII. Se trata de una cruz de madera chapeada con placas de nácar y amplia base trapezoidal. La cruz toma forma de cruz latina a la que se le añaden otras cinco cruces conformando la típica cruz de Jerusalén, adornada con resplandores en la unión de ambos tramos. Las placas de nácar grabadas e impregnadas de pigmento negro, actúan como elemento parlante. La cruz se inicia con la inclusión de otra cruz de Jerusalén de reducidas dimensiones y a la misma altura vuelve a representarse a San Francisco con cruz, para continuar con la figura de María con espada clavada en el corazón. El siguiente busto figurativo se relaciona con los otros tres que se encuentran en la parte superior y en la terminación del tramo horizontal, representado a los cuatro evangelistas. En la parte inferior, escena de la traslación de San Pedro Regalado.


Cabeza decapitada de San Pablo (Felipe de Espinabete, 1778)
Retablos-relicarios (Anónimo. Primera mitad del siglo XVII)
Detalle de uno de los retablos relicarios
Asunción (Diego Díez Ferreras, atrib., Segunda mitad del siglo XVII)
Cruz de nácar (Anónimo. Primera mitad del siglo XVIII)

PALENCIA. CONVENTO DE SAN PABLO
A este convento pasaron las esculturas de San Francisco de Asís(158 cm) y Santo Domingo de Guzmán (158 cm), cercanas al estilo de Francisco Alonso de los Ríos, que hemos visto que flanqueaban a la Virgen de la Asunción en el retablo mayor de las Lauras poco antes de su demolición; y una buena pintura del primer cuarto del siglo XVII que efigia a Santo Domingo de rodillas ante el Crucifijo (102 x 76 cm).
 
Santo Domingo arrodillado ante el Crucifijo (Anónimo vallisoletano. Primer cuarto del siglo XVII)

PALENCIA. CONVENTO DE NUESTRA SEÑORA DE LA PIEDAD
Frontero del convento de San Pablo, aquí tenemos noticia de que marcharon dos de las mejores piezas de las Lauras: un busto de Ecce Homo (década de 1640. 66 cm) atribuido a Francisco Alonso de los Ríos, y la Virgen de la Asunciónque, atribuida a Pedro de Sierra, presidía el retablo mayor conventual. El primero, que asienta sobre una peana de gallones y volutas, se haya dentro de una vitrina de la época y posee una altísima calidad. Sigue el modelo iconográfico creado por Gregorio Fernández en el Ecce Homo conservado en el Museo Diocesano. Se trata de un busto cortado horizontalmente un poco más abajo del paño de pureza, que posee ojos de cristal y una exquisita policromía con abundantes regueros de sangre y heridas.


Busto de Ecce Homo (Francisco Alonso de los Ríos, atrib., Década de 1640)
Asunción (Pedro de Sierra, atrib., Segundo tercio del siglo XVIII)

TORO. MONASTERIO DE SANCTI SPIRITUS
Aquí fueron a parar un buen lote de obras, de suerte que fue uno de los cenobios a los que llegó un mayor número de piezas. Tenemos, por ejemplo, la Cabeza de San Juan Bautista (47 x 36 cm) realizada en 1778 por Felipe de Espinabete (se haya firmada y fechada: “Vlld. Espinabete año 1778”) y que ya hemos dicho que hacía pareja con otra Cabeza de San Pablo que actualmente está en Mayorga de Campos. También se encuentran en el museo del convento toresano una pequeña efigie de Santa Teresa (60 cm) de finales del siglo XVII y que imita el modelo de Gregorio Fernández; un Niño Jesús de Pasión(60 cm), obra de un buen escultor vallisoletano de finales del siglo XVII, que lleva túnica de Nazareno, corona, cruz y lanza en la mano y un cestillo con la soga y emblemas de la Pasión; un cuadro de San Agustín (145 x 140) de la segunda mitad del siglo XVII firmado por un desconocido “Frater Dominicus Rodríguez, Agustinianus”; una buena pintura, del siglo XVI y del estilo de Gregorio Martínez, que representa a la Virgen con el Niño con dos santas (81 x 102 cm); el Retrato de don Fadrique Álvarez de Toledo (182 x 97 cm), del último cuarto del siglo XVI y seguramente copia de un cuadro de Alonso Sánchez Coello; un excelente Bargueño (Último cuarto del siglo XVII. 143 x 113 x 43 cm) compuesto por dos piezas (la inferior sirve de armario y la superior es el bufete, con la tapa que sirve de mesa. Placas de nácar con escenas grabadas; y un Niño Jesús (26 cm) hispano-filipino de marfil fechable en la primera mitad del siglo XVII. Otra pieza de altísima calidad que recaló, y que se conserva en una de las capillas del claustro, es una Inmaculada Concepción que habría que asignar al taller del reputado escultor barroco napolitano Giacomo Colombo (1663-1731).
Cabeza decapitada de San Juan Bautista (Felipe de Espinabete, 1778)
Santa Teresa (Anónimo. Finales del siglo XVII)
¿Niño Jesús de Pasión? (Anónimo. Siglo XVII)
La Visión de San Agustín (Anónimo. Siglo XVIII)
La Virgen con el Niño y dos santas (Círculo de Gregorio Martínez. Finales del siglo XVI)
Retrato de don Fadrique Álvarez de Toledo (Anónimo. Finales del siglo XVI)
Bargueño (Anónimo. Último cuarto del siglo XVII)
Niño Jesús bendiciendo (Escuela hispano-filipina. Primera mitad del siglo XVII)
Inmaculada Concepción (Taller de Giacomo Colombo. Primer tercio del siglo XVIII)

OTROS
Desconocemos dónde fueron a parar una serie de pinturas de bastante calidad como eran dos cuadros de Santa María Egipciaca y Santa María Magdalenarealizados por el pintor madrileño Francisco Solís, y los retratos deuna mujer(¿Duquesa de Fernandina?, 193 x 101 cm) y de un niño (193 x 101 cm), ambos ejecutados por un buen pintor de la escuela madrileña de mediados del siglo XVII. Estos dos son los típicos retratos cortesanos a la manera de Velázquez. Estas son las obras de arte que he logrado localizar hasta el momento, esto no quiere decir que en los citados cenobios hayan alguna más que desconozco. Asimismo, a otras muchas piezas les perdimos el paradero, como por ejemplo los restos del retablo mayor y las lápidas de los Duques de Alba que adquirió un particular.

Retrato de una mujer ¿Duquesa de Fernandina? (Anónimo madrileño. Mediados del siglo XVII)
Retrato de un niño (Anónimo madrileño. Mediados del siglo XVII)

BIBLIOGRAFÍA
ALCALDE PRIETO, Domingo: Manual histórico de Valladolid, Grupo Pinciano, Valladolid, 1992.

ANIZ IRIARTE, Cándido (O.P.): Las Lauras. Reforma y recolección dominicana (s. XVII), Editorial San Esteban, Salamanca, 1998.
ANTOLINEZ DE BURGOS, Juan: Historia de Valladolid (1887), Grupo Pinciano, Valladolid, 1987.
BALADRÓN ALONSO, Javier: Los Ávila. Una familia de escultores barrocos vallisoletanos [tesis doctoral], Universidad de Valladolid, Valladolid, 2016.
COSSÍO, Francisco de: Guía de Valladolid y su provincia (1922), Grupo Pinciano, Valladolid, 1922.
FERNÁNDEZ DEL HOYO, María Antonia: Desarrollo urbano y proceso histórico del Campo Grande de Valladolid, Ayuntamiento de Valladolid, Valladolid, 1981.
GONZÁLEZ GARCÍA-VALLADOLID, Casimiro: Valladolid, sus recuerdos y sus grandezas: religión, historia, ciencias, literatura, industria, comercio y política, Tomo III, Imprenta de Juan Rodríguez Hernando, Valladolid, 1902.
MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José (dir.): Inventario artístico de Valladolid y su provincia, Ministerio de Educación, Valladolid, 1970.
MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José y PLAZA SANTIAGO, Francisco Javier de la: El arte en las clausuras de los conventos de monjas de Valladolid, Museo Nacional de Escultura, Valladolid, 1983.
MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José y DE LA PLAZA SANTIAGO, Francisco Javier: Catálogo Monumental de la provincia de Valladolid. Tomo XV. Monumentos religiosos de la ciudad de Valladolid (2ª parte), Institución Cultural Simancas, Valladolid, 2001.
SANCHO, Hilarión, GALLARDO, Francisco y MARTÍNEZ, Demetrio: Valladolid: diarios curiosos (1807-1841), Grupo Pinciano, Valladolid, 1989.
SANGRADOR Y VÍTORES, Matías: Historia de la Muy Noble y Leal Ciudad de Valladolid, desde su más remota antigüedad hasta la muerte de Fernando VII, Tomo II, Imprenta de D. M. Aparicio, Valladolid, 1854.
VV.AA.: Clausuras: el patrimonio de los conventos de la provincia de Valladolid. 3, Medina de Rioseco – Mayorga de Campos – Tordesillas – Fuensaldaña y Villafrechós, Diputación de Valladolid, Valladolid, 2004.


COFRADÍA DE NUESTRA SEÑORA DE LAS ANGUSTIAS: El Descendimiento o "La Sexta Angustia" (Gregorio Fernández, 1616)

$
0
0

El paso del “Descendimiento” o de la “Sexta Angustia” de la Cofradía Penitencial de Nuestra Señora de las Angustias fue una de las más bellas y monumentales creaciones que las calles de Valladolid han tenido la oportunidad de ver en Semana Santa durante siglos. Y hablamos en pasado porque desde hace un siglo no ha vuelto a hacerlo de manera completa, si bien a comienzos del siglo XVII se volvió a sacar una parte de él: el San Juan y la Magdalena, conservados en la iglesia penitencial de las Angustias, y las dos copias de los ladrones que posee la Cofradía de las Siete Palabras; es decir, faltaban los Ladrones reales y el grupo principal del paso, la Piedad o Sexta Angustia, todo ello conservado en el Museo Nacional de Escultura. Ojalá en un día no muy lejano el paso vuelva a poder salir en procesión tal y como fue concebido por Gregorio Fernández.

Salida del paso en 1923 por primera vez tras la recomposición efectuada por Juan Agapito y Revilla

HISTORIA
El conjunto fue realizado por Gregorio Fernández en el año 1616 y vino a sustituir a uno anterior fabricado en papelón, el cual con motivo de su mal estado de conservación o bien por el deseo de la cofradía de unirse a la moda de pasos ejecutados a tamaño natural y en madera policromada, se acordó venderlo en 1618. A este antiguo paso debieron pertenecer las figuras de Nicodemo y José de Arimatea que Pedro de Ibarguren había policromado en 1573.
Si Gregorio Fernández había esculpido el paso a lo largo de 1616, un policromador de su máxima confianza, así como uno de los más prestigiosos del momento, y perteneciente a una importante familia de pintores, Marcelo Martínez, fue el encargado de dar vida a esas magistrales imágenes a través de un excelente policromado a comienzos de 1617, de suerte que sabemos que el 22 de marzo ya había finalizado su trabajo. A Martínez se le abonaron, entre otros conceptos, 60 reales “para comprar 30 conchas de oro, para pelotear los cabellos de la Magdalena y San Juan del paso nuevo”. A estos dos profesionales se unió el concurso de otro, el lapidario Hervás García, que fue el encargado de tallar los ojos de las esculturas. Antes de proseguir hemos de señalar que si bien no se ha conservado, o eso parece, el contrato para la ejecución del paso, no cabe ninguna duda de que el conjunto fue labrado por Fernández, ya no solo por la magistral calidad del mismo, y que ningún otro podía lograr en aquellos momentos, sino también porque consta que se pagaron 28 reales “a los hombres que trajeron el paso desde la casa de Gregorio Fernández”.

En el libro nuevo de cabildos de la cofradía (comenzado en 1618) aparecen las plantas de las procesiones de 1620, 1623 o 1625, en las que figura el paso del Descendimiento (nombre con el que se le conoció tradicionalmente) pero su primera descripción procede de Canesi, que al hablar de la procesión de las Angustias del Jueves Santo de 1750, se refiere a éste como “otro de Cristo en el regazo de su Madre Santísima, cuando descendió de la cruz, y los dos ladrones puestos en sus cruces”. Desde entonces han sido numerosas las descripciones vertidas por diferentes eruditos, historiadores y viajeros, ya no solo del grupo procesional sino también del lugar en el que se encontraba dispuesto en el templo y también, algunos de estos personajes, se atrevieron a efectuar la atribución del grupo, o de parte de esas figuras, a diferentes autores: Leone Leoni, Pompeyo Leoni, Gregorio Fernández… Hemos de tener en cuenta que por entonces se desconocía la paternidad del paso procesional.
Así, el abate Antonio Ponz, ilustrado de gustos neoclásicos y recalcitrante odiador del Barroco en cualquiera de sus expresiones, señaló que el grupo de la Piedad se encontraba en una capilla del lado del Evangelio, e incluso se atrevió a atribuir las efigies de los Ladrones a Leone Leoni ("en una capilla al lado del Evangelio se ve también, del mismo Hernández, Jesucristo difunto, del natural, en los brazos de la Virgen; y los dos Ladrones, que allí hay, se atribuyen a Leon Leoni, que hizo tan buenas obras en el Escorial como usted sabe"). Como podemos comprobar no cita en dicha capilla las imágenes de San Juan y la Magdalena, y eso es porque en hacia 1710, fecha de la construcción de la capilla de la Virgen de las Angustias, fueron trasladadas a ese recinto, en el que aún se encuentran, para ocupar sendas peanas hornacinas barrocas -talladas por el ensamblador Gregorio Díaz de Mata- que a buen seguro causaron un buen dolor de estómago al amigo Ponz, al igual que toda esa capilla en general, y el primitivo baldaquino churrigueresco que por entonces presidía la “señora de Valladolid”. Sin duda el hecho de encontrarse en las referidas hornacinas fue lo que libró a ambas imágenes de ser llevadas al Museo cuando se recogieron las esculturas procesionales de las penitenciales.

Capilla en la que se encontró el paso completo hasta 1710, y en el que se mantuvieron la Piedad y los ladrones hasta 1842

Una visión simular tuvo Ceán: "... y un grupo de la Virgen con el Señor difunto en los brazos, colocado en una capilla del lado del evangelio". Por su parte, Isidoro Bosarte no tragó con la atribución de los Ladrones a Leoni que había efectuado Ponz, y desde luego demostró su buen ojo:a mí me parece que son de Hernández, no porque están cercanos a este grupo, sino porque Leoni no se ajustaba a la morbidez del natural como Hernández; y también porque las fisionomías de los Ladrones de esta historia coinciden en sus formas con otras figuras de Hernández, y con ningunas de las que hemos visto de Leoni”. Asimismo, describió el grupo de la Piedad: “La principal de la iglesia de las Angustias está en una capilla del crucero en el lado del evangelio. La Señora está sentada y el cuerpo del Señor difunto casi todo extendido a lo largo; la Virgen sostiene el brazo izquierdo del Señor, oprimiéndole con un canto de la sábana sobre que está echado el cuerpo difunto. Mira la Virgen al cielo, la toca le cae hasta cerca de las cejas, y tiene la boca entreabierta. Muestra la Virgen un poco el pie izquierdo calzado de negro como los de Juni. La belleza de este grupo se dejaría ver enteramente sino estuviera repintado. Sin embargo debe ser aún según se halla un objeto de admiración. Fue un pintor, mediocre y no dorador el que repintó este grupo ya hace años, según nos han informado".

Desde siempre ha sido uno de los pasos más admirados y fotografiados del Museo. ¡Eres Pura Maravilla de Arte!
En abril de 1842, la “Comisión de Arbitrios de Amortización de la Provincia acordó privar a los fieles de algunas meritísimas efigies", y se llevó para enriquecer el Museo, entre otras figuras, "la incomparable Dolorosa con Jesús en el regazo". Ya en el Museo, cuando éste se organizó por la Comisión clasificatoria, y con los números 28 y 30 de la sala 2ª de Escultura, se catalogaron en 1843 los Ladrones y con el 23 a la 3ª La Virgen con el Señor en el regazo, atribuyéndoselas a Fernández. Lo mismo hizo Martí en su Catálogo, donde dio los números 65, 66 y 67 de Escultura a El mal ladrón, La Virgen con el Señor difunto y El buen ladrón. Cuando en a comienzos de la década de 1920 se empezó a revitalizar la Semana Santa vallisoletana, y Agapito y Revilla emprendió la tarea de reconstruir los pasos a partir de las figuras que estaban en el Museo Provincial colocó para la procesión de 1922 las imágenes de la Magdalena y San Juan delante del grupo de la Piedad, mirando hacia los protagonistas. El paso salió completo solo ese año pues para el siguiente decidió suprimir las figuras de los Ladrones “por ciertas dificultades en el armado, al salir las procesiones de 1924 y 1925, en que quedó formado sólo con la Piedad y el San Juan y la Magdalena”. Una composición diferente fue la planteada por el recordado Luis Luna Moreno, ex director del Museo Nacional de Escultura, en 1986, según la cual en el paso se colocarían originariamente los Ladrones adelantados, casi en el mismo plano que la Virgen y Cristo, la Magdalena y San Juan detrás, a ambos lados de éstos, desde donde Magdalena miraría a Cristo y a su madre, y Juan dirigiría la vista hacia la cruz desnuda. A pesar de todo, ambas reconstrucciones son discutibles, mientras no existan otros datos que precisen la verdadera composición.

Reconstrucción planteada por Luis Luna en 1986

Faltan por referir dos detalles: durante algunos años, allá a mediados del siglo XX, las esculturas de San Juan y la Magdalena formaron parte del paso de Nuestra Señora de la Piedad de la cofradía del mismo nombre, como podéis ver en las fotografías que pondré a continuación; y también hay que repetir que a comienzos del siglo XXI la Cofradía de las Angustias volvió a sacar en su Procesión de Regla, en la madrugada del Viernes Santo, los restos del paso del Descendimiento, es decir San Juan y la Magdalena flanqueando una cruz desnuda, si bien años después la Cofradía de las Siete Palabras decidió cederles sus copias de los Ladrones, y así hasta el día de hoy. Ojalá un día no muy lejano este acto de generosidad no sea necesario porque la Ilustre Cofradía ha conseguido volver a sacar el grupo original completo.

Reconstrucció virtual efectuada por José Miguel Travieso para la web Domus Pucelae

ANÁLISIS DEL “PASO”
Señala Manuel Trens que la Piedad representa a la Virgen dolorosa (Virgen de la Pasión) después de la Crucifixión de Jesucristo. Es el momento en el que una vez se ha consumado la muerte de Jesús, su madre se reúne con él y lo recoge en sus brazos. Es un momento de soledad puesto que “es un momento de trágica dispersión (…) desaparecen los personajes históricos (…). La Virgen, pues, se quedó sola, víctima de su grandeza y sumergida en su dolor, entregada exclusivamente a la piadosa contemplación de sus devotos”. La Piedad viene a ser una representación en la que se ensalza el papel dual de la Virgen como Madre y como Redentora de la humanidad. A veces se ha pensado que esta iconografía es una simplificación del “Llanto sobre Cristo muerto”, si bien para Réau “la Virgen de la Piedad deriva más bien del tipo tradicional de la Virgen sentada, por simple sustitución del Niño Jesús por el Crucificado”.
La representación de la Virgen de la Piedad hunde sus raíces en la Alemania medieval, concretamente entre los siglos XIII-XIV. Allí se la denomina Vesperbild, que significa “imagen vesperal”, según Trens debido a que “fue el viernes por la tarde cuando María recibió en sus brazos a su Hijo desclavado de la cruz”. Este pasaje no figura en los Evangelios sino que es una más de las creaciones de la mística medieval, como lo fueron la Virgen de la Misericordia o el Varón de Dolores. Esta temática en concreto, “realista y visionaria a la vez”, surge a raíz de las Meditaciones del Pseudo Buenaventura, de las Efusiones del beato dominico Enrique Susón (Heinrich Seuse) y, como no, de las Revelaciones de Santa Brígida. En todas ellas se refería a que la Virgen tenía sobre sus rodillas a Cristo muerto. Susón en su Minnebüchlein(atribuido) describe a Cristo en ese instante con “sus ojos, que brillaban como carbunclos, ahora están apagados. Sus labios, que parecían rosas rojas recién abiertas, están secos y su lengua pegada al paladar. Su cuerpo sangrante ha sido tan cruelmente estirado sobre la cruz que pueden contarse todos sus huesos”. Por su parte, Santa Brígida relata este momento según las palabras que, según ella, le había dictado la Virgen: “Lo recibí sobre mis rodillas como un leproso, lívido y magullado, porque sus ojos estaban muertos y llenos de sangre, su boca fría como la nieve, su barba rígida como una cuerda”.

Las primeras representaciones de Piedad proceden de Alemania, concretamente de los “conventos de monjas místicas del valle del Rin”, algo muy lógico dado que se trata de un “tema tan femenino y maternal”. Ya con posterioridad, el tema se extendió por toda Francia gracias a las cofradías de Nuestra Señora de la Piedad que “encargaron grupos para la decoración de sus capillas”. Los primeros ejemplos escultóricos se fechan en 1320, siendo por lo tanto “muy anteriores a las Visiones del Pseudo Buenaventura y de Santa Brígida(1303-1373)”. Las más antiguas conservadas son una localizada en Coburgo (h. 1330) y otra en el Convento de las Ursulinas de Erfurt (h. 1340). Señala Réau dos maneras de disponer el cuerpo muerto de Cristo sobre las piernas de su madre: “A veces el cadáver está dispuesto horizontalmente, como el cuerpo de un nadador que flota de espaldas, con la herida del costado bien visible; otras, por el contrario, se presenta oblicuamente, en diagonal, apoyando los pies magullados en el suelo”.
En Valladolid, la primera representación de la Virgen de la Piedad hace su acto de aparición en el Monasterio de San Benito el Real, concretamente en la capilla que poseía en el claustro (actual capilla de los Condes de Fuensaldaña) don Sancho de Rojas, obispo de Palencia. La escultura, actualmente conservada en el Museo Nacional de Escultura, era propiedad del rey Juan II de Castilla, el cual accedió a la petición del prelado palentino para que se la entregara. El grupo, realizado en piedra policromada, no es obra autóctona sino que procede de Centroeuropa, en alguno de cuyos talleres fue esculpida entre 1406-1415. A partir de entonces las representaciones de la Piedad se multiplicaron, siendo la obra sobre la que tratamos una de las piezas señeras del barroco vallisoletano.

VIRGEN DE LA PIEDAD. Taller germánico (h. 1406-1416). Museo Nacional de Escultura, Valladolid
Como bien señala Margarita de los Ángeles González, el grupo reúne las características más genuinas del estilo de Fernández: un acentuado naturalismo en los cuerpos, y numerosas y profundas angulosidades en la representación de los ropajes (sus famosos pliegues metálicos), una de sus señas de identidad. Respecto a este último aspecto el crítico ilustrado Orueta no puede evitar su censura, aunque elogia al grupo: “no cabe duda de que ha querido dar más flexibilidad y más finura a la toca de la Virgen y al sudario de Cristo que al manto y a la túnica…, sin que haya más diferencia que una mayor delgadez en los pliegues de los primeros y una mayor abundancia de quebraduras. La única tela que sabe [hacer], y no bien del todo, es la de lana, y muy gruesa… y cuando trata de hacerla más fina… le resulta papel u hojalata”.
La composición es simétrica y con una acentuada claridad narrativa ya que el artista contrapone en los malhechores miradas y gestos, les asigna diferentes actitudes corporales e incluso trata de distinto modo los cabellos de cada uno: así Dimas, el buen ladrón, inclina suavemente hacia Cristo el exánime cuerpo y la cabeza, cubierta de corto y ordenado pelo, mientras Gestas, con el cuerpo tenso, la boca abierta, el entrecejo fruncido y el cabello alborotado aparta su rostro de los protagonistas. Todos estos recursos se insertan en una representación anatómica impecable, convirtiendo a estas esculturas en admirables. En medio se sitúa el grupo de la Piedad. Pero curiosamente este grupo se aparta de la ordenación simétrica, ya que entraña un retorno al goticismo, dada la posición diagonal de Cristo. La visión del grupo es frontal, pero el triángulo es disimétrico. Otras dos figuras se dispondrían a los lados del eje: San Juan y la Magdalena, ya que las miradas convergen hacia el centro. Ahora bien, sin duda se evitaba la rigidez de esta ordenación. Si Dimas mira hacia afuera, poseído de rabia. María Magdalena miraría a la Virgen y Cristo. En cambio, San Juan tiene la vista levantada, sin duda dirigida hacia la cruz desnuda. Finalmente habría que señalar la famosa leyenda, que más bien creo que es una realidad, por la cual Gregorio Fernández habría decidió dotar al Buen Ladrón del rostro del Duque de Lerma debido a una serie de cantidades que le adeudaba. Si observamos los rasgos faciales de Dimas y los comparamos con las pinturas que retrataban el noble veremos que bien podría tratarse de la misma persona.

Grupo de la Piedad (1,75 m. x 2,18 m. x 1,40 m.)
Se trata, sin lugar a dudas, de una de las Piedades más bellas de la estatuaria policromada española debido a su calidad y a la fuerza expresiva que emana de ella. Serrano Fatigati la describió de la siguiente manera: “Hay líneas en el Jesús yacente del grupo de la Piedad que tienen la corrección clásica; así como la expresión dramática del rostro de su divina Madre no ha sido excedida en otras famosas representaciones análogas. Si alguna efigie le es comparable y aún pudiera estimarse superior por algunos, es la de las Angustias, salida de las mismas manos que se conserva también en Valladolid, en la capilla de Santa Cruz”. También es altamente interesante la expuesta por Dieulafoy, uno de los mayores entusiastas de Gregorio Fernández: “La Piedad expuesta en el museo provincial en el amontonamiento de estatuas y cuadros coleccionados después del saqueo (sic) de los conventos es ya una obra sin par. El rostro y las manos de la Virgen son pálidos, de una palidez de sufrimiento; el dolor ha retirado la sangre. La túnica, de un encarnado oscuro un poco basto, está en parte recubierta por un manto, en el azul del cual entra un poco de blanco y una fuerte proporción de índigo. La toca de la Virgen, el sudario donde va a ser envuelto el Cristo, la cintura que se ataba en la cruz, son blancos, pero el pintor ha hecho notar sus valores, pues la batista de la toca, el hilo del sudario y la lana de la cintura se distinguen y prestan un mutuo apoyo lejos de perjudicarse. En cuanto al Cristo, cuyos cabellos están pintados en una gama muy oscura, tiene la palidez cadavérica, muy diferente al de la Virgen, con gris muy fino, contusiones lívidas e hilillos de sangre alrededor de las llagas. La flexibilidad y la libertad del modelo no tienen iguales más que en la variedad y armonía discreta de las pinturas".

Fernández trabajó el tema de la Piedad en cinco ocasiones aunque su punto de partida parece encontrarse en los ejemplares realizados por Juan de Juni. En todos ellos mantiene dos elementos: la Virgen elevando los brazos, y la incrustación del cuerpo de Cristo en el regazo de la Virgen. Cristo aparece como colgado de la pierna derecha de la Virgen, de manera que la axila se acomoda en la rodilla. Es una hábil y compacta organización plástica. A pesar de poder encontrar precedentes en Juni y Gaspar Becerra, el modelo más cercano para Fernández es el maravilloso altorrelieve de la Piedad del retablo mayor de la iglesia de las Angustias, obra de su maestro, Francisco Rincón.
La Virgen tiene el brazo derecho extendido en señal de dolor. Con la mano izquierda sostiene el cuerpo de Cristo. Pero no toca directamente su cuerpo, sino que exquisitamente emplea un pañuelo. Mantiene el rostro ladeado y la boca entreabierta. Viste toca blanca, enmarcándole el rostro, con borde listado, una túnica roja y un manto azul con borde imitando encaje dorado. El cuerpo de Cristo se encuentra rígido, como la de los Yacentes, y tendido sobre un sudario blanco. Posee un elegante desnudo, de delgada musculatura. El brazo izquierdo de Cristo cae verticalmente mientras que el otro sigue el perfil del cuerpo. La pierna de la Virgen queda oculta por los pliegues del manto, asomando sólo la punta del zapato negro. Se finge un suelo de rocas, con matas de plantas. Por la parte posterior el grupo tiene abultados pliegues y está pintado, como corresponde a figura procesional. Sin duda tendría la cruz, pues se imagina la escena al pie de la roca del Calvario.


Los Ladrones
Por la compostura, por el magnífico modelado, por el rostro más sereno, se distingue enseguida la estatua del Buen ladrón de la del Mal ladrón, en postura más violenta y de protesta o rebeldía, con el rostro contraído como muriendo renegado. Desnudos hermosos en que se ve la carne viva como en ninguna otra obra del maestro. Orueta se deshizo en elogios hacia esos “admirables ladrones”: “En ellos, tal vez por no representar a personajes divinos, ha acentuado el autor las masas musculares, y ha dado a las proporciones una perfección y una virilidad y una elegancia que es raro encontrar, no sólo en sus otras obras, sino en casi ningún otro desnudo castellano. Esencialmente, el de San Dimas muestra claramente la fuerza expresiva tan enorme que tiene este hombre al modelar la carne. Por el asunto, no ha habido gran necesidad de sugerir un sentimiento religioso, y el modelado del cuerpo no tenía, por lo tanto, que acentuar lo que dijera la cabeza; no era preciso idealizar la proporción, ni extenuar los miembros, ni darle gravedad a esa actitud. No se trataba más que de hacer un hombre, tal como el artista quisiera, y en plena libertad para escoger la forma que más sintiera y para revelarla a su placer. Y lo ha hecho hartándose de sentir la carne viva, la carne humana, con un fondo de humanidad y una fuerza tan grande, que aquello no da la impresión de imagen, ni de escultura, sino de simple estatua de un hombre en cueros; impresión rara, que sorprende y agrada por su novedad; porque parece que no se ha sentido nunca nada de igual índole ante ninguna obra de arte. Y aquel cuerpo es, además hermoso: una de las pocas obras realmente hermosas que ha labrado Gregorio Hernández, está movido con justeza y con arte; observando muy bien el esfuerzo que hace en su cruz y que le contiene la sujeción de los clavos. Y está, por último, perfectamente dibujado desde cualquier punto de vista que se tome”.

Gestas. El mal ladrón
Ambas imágenes fueron las elegidas para ser vaciadas en yeso con objetivo pedagógico, regalando ejemplares al Rey por mediación del primer ministro. Esos vaciados sirvieron de enseñanza en la Real Academia. El secretario de la misma, José Berdonces, señaló en 1803: “Arriba a esta ciudad un perito en el arte de vaciar en yeso, llega a noticias de la Academia por medio de su individuo don Leonardo Araujo, no se pierden de vista las apreciables perfecciones de las Estatuas de los dos Ladrones correspondientes a uno de los pasos de la Pasión del Salvador existentes en la iglesia penitencial de las Angustias de esta ciudad, obra de Pompeyo Leoni; acuerda este Real Cuerpo vaciarlas a expensas de sus individuos; una generosa porfía facilita los medios; comisionase a Araujo para que presencie la operación, resulta esta un éxito envidiable, no pierde el encargado tan feliz coyuntura para proporcionarse este ramo de instrucción, lógrala en efecto al favor de sus felices disposiciones, y ya se lisonjea la Academia de poseer un individuo habilitado para decorarla con los dignos modelos que enriquecieron el Reinado del Señor Felipe II". De esos vaciados se conservaban en época de Agapito y Revilla algunos restos: en la clase de Dibujo artístico de la Escuela de Artes y Oficios artísticos estaban el medio cuerpo superior del vaciado del Buen Ladrón, al que faltaban los brazos, y otro medio cuerpo de la Magdalena.

Dimas. El buen ladrón
Gestas (2,22 m. x 1,75 m. x 0,48 m) presenta un enorme expresionismo y agitación. Tiene los brazos más inclinados y el cuerpo caído. Paño de pureza más quebrado. Dos cortes del crurifragium en el muslo y pierna izquierdos. Si los clavos de Dimas están a la misma altura, en Gestas se colocan desnivelados para forzar el cruzamiento y el movimiento de las extremidades inferiores. Pero además, como alma en pena, aún no ha expirado. Se niega a contemplar a Cristo. Tiene los ojos abiertos y se proyecta con fuerza su lengua. Cabellos, bigote y barba de mechones gruesos. Entrecejo violentamente fruncido. Una contraposición muy estudiada entre los dos Ladrones.
Por su parte, San Dimas (2,13 m. x 1,63 m. x 0,52 m), posee un desnudo naturalista, un verdadero estudio anatómico. Encarnación mate, lo más adecuado para valorar la anatomía. Tonalidad oscura, broncínea. Acaba de morir y tiene la cabeza inclinada suavemente, en señal de descanso. Cabello corto y plástico, recordando la cabeza del Duque de Lerma. Ojos cerrados, boca entreabierta; bigote y perilla, todo con la mayor elegancia. Paño de pureza quebrado, blanco y con listas. Piernas cruzadas, y pies con sendos clavos. Fernández ha valorado el efecto del dolor, pues los dedos se retuercen. Muslo derecho con la herida del crurifragium; y para dar variedad, también herida en la pierna izquierda. Pero no hay señal de fractura; no se ha alterado la bella anatomía de este desnudo.





















Santa María Magdalena (1,68 m.)
María Magdalena se retuerce sobre sí misma, llorando mientras miraría al grupo de la Piedad. En la mano derecha porta el tarro de perfumes con los que se embalsamó el cuerpo de Cristo, mientras en la otra hace lo propio con un pañuelo que se lleva al rostro para secarse las lágrimas. La talla es exquisita y la policromía también, de suerte que el pintor, Marcelo Martínez, ha simulado en el brazo izquierdo y en el pecho puntillas como si la Magdalena tuviera encajes en los referidos sitios. Se trata de una imagen bien plantada, con una composición en zigzag que busca por oposición la verticalidad de San Juan. Peina largas cabelleras que le dejan al descubierto la oreja derecha. Viste una túnica azulada, sujeta con cinta y una banda cruzando el pecho. completamente surcada de los característicos pliegues de Fernández; los mismos drapeados se observan en el manto color crema. Asoma la punta del zapato.

Santa Juan (1,68 m.)
Por su parte San Juan presenta una disposición erecta y extremadamente elegante. Eleva la mirada hacia la cruz del martirio que en el paso se sustanciaría en una cruz desnuda similar a la que hoy sale en dicho paso. A pesar de la serenidad que presenta en el rostro queda patente un dolor contenido. En la mano derecha sostiene la espinas y en la izquierda un paño con el que limpiaría la sangre de Cristo. Exhibe un rostro juvenil y un cabello desordenado que forma un copete de pelo sobre la frente. Los pliegues de los ropajes, túnica verde y manto rojo, son menos complicados que en el caso de la Magdalena, aquí tienen una caída más suave y vertical. La ropa llega hasta el suelo, pero asoma la punta del pie desnudo.


BIBLIOGRAFÍA
AGAPITO Y REVILLA, Juan: Las cofradías, las procesiones y los pasos de Semana Santa en Valladolid. Imprenta Castellana, Valladolid, 1925.
BOSARTE, Isidoro: Viage artístico a varios pueblos a España. 1, Viage a Segovia, Valladolid y Burgos, Imprenta Real, Madrid, 1804.
BURRIEZA SÁNCHEZ, Javier: Cinco siglos de cofradías y procesiones: historia de la Semana Santa en Valladolid, Ayuntamiento de Valladolid, Valladolid, 2004.
CANESI, Manuel: Historia de Valladolid (1750), Grupo Pinciano, Valladolid, 1996.
GONZÁLEZ FRADES, Luis: Bosquejo histórico de la Ilustre Cofradía de Nuestra Señora de las Angustias, Tipografía de José Manuel de la Cuesta, Valladolid, 1908.
MARTÍ Y MONSÓ, José: Estudios histórico-artísticos relativos principalmente a Valladolid: basados en la investigación de diversos archivos, Imprenta de Leonardo Miñón, Valladolid, 1898-1901.
MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: El escultor Gregorio Fernández, Ministerio de Cultura, Madrid, 1980.
MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: Escultura barroca castellana, Fundación Lázaro Galdiano, Madrid, 1959.
ORDUÑA REBOLLO, Enrique: Cofradías y sociedad urbana: la Ilustre Cofradía Penitencial de Nuestra Señora de las Angustias (1536-2002), Ciudad Argentina, Buenos Aires, 2002.
ORUETA, Ricardo de: Gregorio Fernández / La expresión de dolor en la escultura castellana, Museo Nacional de Escultura, Valladolid, 2013.
PONZ, Antonio: Valladolid en el “Viaje a España” (1783), Grupo Pinciano, Valladolid, 1993.
TRENS, Manuel: María: iconografía de la virgen en el arte español, Plus Ultra, Madrid, 1946.
VV.AA.: Gregorio Fernández: La gubia del barroco, Ayuntamiento, Valladolid, 2008.

EXPOSICIÓN: "2120. La Colección después del Acontecimiento"

$
0
0

Si la montaña no va a Mahoma, Mahoma va a la montaña. Debido a los sucesos del maldito coronavirus que nos tiene confinados (término que los medios de comunicación han puesto de moda y que detesto) en casa desde hace ya demasiados días, creo que puede ser interesante acercaros a una interesantísima exposición que se estaba desarrollando en el Museo Patio Herreriano y que lleva por nombre "2120. La Colección después del Acontecimiento". Tiene gracia porque el término "Acontecimiento" viene de perlas a la anormal situación que estamos viviendo, no solo en España sino en la mayor parte del planeta Tierra. Por todo ello, en los próximos párrafos, extraídos íntegramente del folleto de la exposición, se explicarán las líneas maestras de la exposición para que así cuando podamos volver a salir a las calles y a llenar los museos podáis ir a verla en directo con una idea clara de lo que os encontraréis. Os confesaré que al visitarla la gocé como un enano y nada tiene que ver en ello el hecho de que últimamente esté más “últimas tendencias” que nunca. Allá vamos:
Después de varias ocasiones en las que la Colección se ha presentado siguiendo criterios ortodoxos, ya fueran cronológicos o estilísticos, proponemos esta nueva lectura, hipotética y en clave futurista. Un ejercicio de imaginación que pretende extraer de las obras nuevos significados, los que aparecen si las miramos desde una cierta distancia cultural. O temporal.

La crisis climática, cuyas primeras manifestaciones ya percibimos, tendrá graves consecuencias tanto en el medio natural como en la especie humana. Científicos y dirigentes políticos han fijado el horizonte de sus previsiones en el año 2100. Para esa fecha y con el objetivo de evitar una previsible catástrofe civilizatoria, el Acuerdo de París de 2015 estableció un plan de acción mundial para limitar el calentamiento global por debajo de 2º C. Conseguirlo implicará una profunda transformación de nuestro modo de vida. A día de hoy no tenemos certeza alguna de conseguirlo. Al conjunto de importantes fenómenos socioeconómicos, culturales y naturales que van a tener lugar, resultado tanto del Cambio Climático como de su contención, podamos llamarlo, con un eufemismo genérico, El Acontecimiento.
2.120. La Colección después del Acontecimiento es una selección de obras de la Colección Arte Contemporáneo con sede en el Museo Patio Herreriano, realizada por el historiador José María Parreño, quien ha buceado en los fondos de la que es considerada una de las colecciones más relevantes de España. La exposición nos sitúa casi exactamente en el escenario de todas esas proyecciones. Con un optimismo al que no podemos renunciar, pensamos que en esa fecha será posible y tendrá sentido mostrar, como un evento del mayor interés, esta extraordinaria colección de arte español.


Así pues, invitamos a los espectadores a trasladarse al año 2120 y mira desde allí, retrospectivamente, las manifestaciones artísticas del siglo XX y los albores del XXI. Las encontrará ordenadas y presentadas con criterios que pertenecen a una cultura futura, distinta de la nuestra, con otros valores y otras preocupaciones. Así solemos ver nosotros las obras de arte de épocas anteriores, a través de nuestra concepción del mundo, que muchas veces les asigna un significado diferente a aquél con que fueron creadas.


SALA 3. La era del carbono
Máquinas veloces – El Arte del Antropoceno
El formidable desarrollo de la sociedad industrial arrancó con mano de obra esclava y luego con un proletariado explotado sin distinción de sexo ni edad. Pero despegó finalmente gracias a los combustibles fósiles, cuyas prestaciones energéticas multiplicaban la capacidad humana para transformar el mundo. Por tanto, no es de extrañar que ya los primeros movimientos artísticos del siglo XX, como el futurismo italiano o el constructivismo soviético elogiarán la máquina y se deleitarán con la velocidad, sintetizando el imaginario social característico del periodo. Lo paradójico fue que la utilización masiva y continuada de dichos combustibles terminó por crear las condiciones del colapso de la civilización que habían ayudado a crear. La industria, el transporte, la agricultura y la ganadería industriales, incrementaron sin descanso el consumo energético. Si desde 1750 hasta comienzos del siglo XXI se habían emitido 1.578 gigatoneladas de CO2, desde 1946 se emitieron 1.376, el 87% del total. Sin embargo, no todos los países contaminaron por igual: a finales del siglo XX, un 20% de la población consumía el 80% de los recursos y era responsable del 75% de las emisiones.
Los analistas se vieron en la necesidad de manejar un término para señalar el impacto trastornador de la Humanidad sobre la totalidad el planeta. A esto alude el llamado Antropoceno, cuyo inicio suele fijarse en 1945, cuando se detonó la primera bomba atómica y sus isótopos radioactivos se extendieron indeleblemente por la atmósfera. Las obras que se presentan atrevidamente como propias de esta nueva era son precisamente ejercicios de un virtuosismo técnico que hace gala de un uso sin restricciones de la electricidad y los materiales propios de la industria pesada.


VICTORIA CIVERA. Colorpánica (2008)
AMADEO GABINO. Construcción XIII (1961)
MARTÍN CHIRINO. El carro (1957)
CARLOS SCHWARTZ. Dencenso 2 (2009)
ÁNGELA DE LA CRUZ. Superclutter (red / purple) (2004)
NURIA FUSTER. Sin título (2009)
ÁNGEL FERRANT. Serie Venencia nº 10 (1958)

SALA 4. Antes del Acontecimiento
Fenómenos extremos – Masas y bajas – Metrópolis
A comienzos del siglo XX vivía en ciudades el 13% de la población mundial, mientras que en el año 2000 esa cifra alcanzaba el 49%. Con 29,4 millones de habitantes, Tokio era entonces la ciudad más poblada. El desplazamiento desde las áreas rurales fue consecuencia de la industrialización, pero durante la mayor parte del siglo el imaginario social las identificaba con el progreso y la libertad personales. Sin embargo, el hacinamiento, el tráfico y la contaminación, añadidos a la pobre planificación urbanística dieron lugar a una crisis del modelo de ciudad. Al margen de las guerras, dirigidas por profesionales, fue en las ciudades donde se desarrollaron las insurrecciones, la violencia política y los ataques terroristas. La desigualdad, la glorificación de la violencia como entretenimiento, el descrédito de los valores comunitarios, la ilegalidad del tráfico de drogas o la creciente presión migratoria agravaron la situación.
La naturaleza, que parecía estar definitivamente dominada, empezó a manifestarse a finales del siglo con una virulencia que obligó a recordar que dependemos absolutamente de ella. Su causa última, el calentamiento global producido por la actividad humana, había sido dada a conocer al público en 1988. El primer acuerdo internacional para su control, la Cumbre de la Tierra, tuvo lugar en 1992 y es el remoto antecedente de la gran transformación en todos los órdenes que separa nuestro siglo de todos los anteriores.
A comienzos del siglo XXI, la consolidada creencia en el progreso indefinido de la civilización empieza a ponerse en cuestión como no había sucedido en toda la Edad Moderna.


ÓSCAR DOMÍNGUEZ. Sin título (1938)
JOAN MASSANET. Paisatge (1929-1930)
NICOLÁS DE LEKUONA. Cantero, trabajadores y pájaros (1934)
RAFAEL CANOGAR. El yacente (1973)
JUAN GENOVÉS. El brazo (1969)
JORDI COLOMER. El orden nuevo (2000)
SIMEÓN SÁIZ RUIZ. Matanza de civiles en Sarajevo por proyectiles caídos junto al mercado principal, el lunes 28 de agosto de 1995 (1998)
LUIS GORDILLO. Suicida tríplex (1974)


SALA 5. Vieja cultura moderna
Dispositivos predigitales – Ventanas – Voyeurismo – Madera, materia madre
El libro y la escritura se consideran los vehículos proverbiales de creación y transmisión de la cultura moderna. La letra impresa ostentaba una autoridad indiscutible. Los sucesivos movimientos disidentes (dadá, revolución cultural china, contraculturas del 68, punk) fueron con el tiempo absorbidos por el mercado como marcas.
En la pintura, el cobijo y el confort en un nivel que nunca antes había gozado la especie humana, se plasmó en habitaciones marcadamente separadas del exterior. La ventana, el marco y en ocasiones la cuadrícula, acotan y racionalizan la mirada hacia el entorno, emblematizando un entendimiento no complejo de la realidad, deficiente en comparación con las estructuras disipativas hoy en uso.
La visualidad ha sido el medio de conocimiento del mundo por excelencia. También de su dominio desde una perspectiva colonizadora y patriarcal. No puede por menos que resultar llamativo el hecho de que la totalidad de los desnudos de la colección sean femeninos y que todos hayan sido realizados por varones.
Merece una mención especial la presencia de varias obras realizadas en madera. Hay que tener en cuenta que antes de la Prohibición y durante cientos de siglos, la madera fue sobreabundante y su uso indiscriminado. Su mismo etimología la remite al término latino materia, pues en efecto, lo fue por excelencia desde el principio mismo de la civilización.

CARLOS ALCOLEA. Woman in pool (1971)
JOSEP DE TOGORES. Deux nus (1921)
HONORIO GARCÍA CONDOY. Mujer tumbada (c. 1945)
ALBERTO SÁNCHEZ. Monumento a la paz (1960-1962)
CHEMA COBO. Demoiselle meteorita (1975)
ROBERTO FERNÁNDEZ BALBUENA. Desnudo (c. 1925)
JOAN BROSSA. Barret-A (1988)

SALA 6. Souvenirs de la Tierra
Aguas – Horizontes – Animales con vida – Lo orgánico es sexy
La destrucción del medio natural debida a la actividad humana sufrió una brutal aceleración desde 1950. En lo que quedaba de siglo, por ejemplo, en América del Norte desaparecieron 2.900 millones de pájaros. En España, entre los años 2000 y 2019, 95 millones, 15 de ellos golondrinas. Una muestra de lo que podría ser en pocos años más la Sexta Extinción, que rompería la malla de relaciones que sostiene la vida. El proceso universal de desplazamiento del campo a la ciudad y la proliferación de la tecnología, fueron lenta pero inexorablemente extrañando al ser humano de su condición natural. Sin embargo, la naturaleza siguió idealizada como depositaria de valores como la salud y la belleza y, ciertamente, sus fenómenos y elementos estaban profundamente entrelazados en el lenguaje y la simbología. La naturaleza quedaría pues arrinconada en zoológicos y parques naturales y celebrada en las artes. A finales del siglo se empezaron a reconocer ciertos derechos animales, iniciando el proceso que llevaría a la legislación actual. En 2015, el peso de los seres humanos y sus animales domésticos representaba el 96% del peso total de la vida animal y solo el 4% restante era salvaje.
Un elemento como el agua, recurso básico para la vida y símbolo de vigencia universal, se repite una y otra vez en las representaciones, o bien como homenaje o bien como estrategia compensadora ante su progresiva escasez. Otro tanto sucede con el horizonte, que aparece en una proporción que sugiere una importancia de la que carece para nosotros.
La fascinación por las formas orgánicas y por la pervivencia de patrones idénticos en los diferentes órdenes naturales, muestra afinidad y acaso una veneración inconsciente por los rasgos de lo vivo.

BALTASAR LOBO. Centauro y mujer (1970)
MANOLO HUGUË. Dans l´étable (1923)
EVA LOOTZ. Danaides (1991)

SALA 7. La llamaron Humanidad
La dignidad de un rostro – El cuerpo presente – Usos y vínculos sociales
De 1900 a 2000, la población mundial pasó de 1.300 a 6.100 millones. Considerado el centro del universo, su duelo y señor, el ser humano ocupa el papel principal en la cultura, el arte y las representaciones. El rostro, emblema del cuerpo y sinónimo de identidad, fue un tema frecuente en pintura y escultura hasta mediados del siglo XX y luego empezaría a escasear. Cuerpo y rostro, antes de la expansión de la genética estética y de los correctores automáticos de rasgos, eran ingenuos y tradicionalmente se les consideraban expresión de la personalidad.
Como podremos ver, la socialización se realizaba personalmente (y mediante correspondencia y telefonía analógicas). Los lugares de interacción eran la familia clásica cisheteropatriarcal, los centros educativos y de trabajo, los desplazamientos.
Se mantenían valores humanistas de apoyo y solidaridad, vehiculados también por el arte. Se produjo un desarrollo sin precedentes en el reconocimiento y defensa de los derechos humanos, destacando el final del dominio sobre colonizados, racializados y mujeres. Sin embargo, en el siglo XX acaecieron más de un centenar de guerras convencionales que provocaron alrededor de 110 millones de víctimas. 65 millones sólo en la denominada Segunda Guerra Mundial. En España, entre 1900 y 2000, la población aumentó de 18 a 41 millones de habitantes. La llamada guerra civil causó 700.000 muertes (2,8% de la población). Pero la paz podía ser igualmente destructiva. Entre 2003 y 2018, periodo en que la recogida de datos es fiable, en nuestro país se produjeron 1.000 muertes por violencia de género, 42.200 por accidentes de tráfico y 800.000 por enfermedades asociadas al consumo de un producto cuya venta era monopolio del estado.


MARUJA MALLO. Oro (retrato bidimensional) y Retrato de mujer negra (1951)
NACHO CRIADO. En tiempo furtivo (1997)
ÁNGEL FERRANT. Cabeza de mujer (1940)
JAUME PLENSA. Tête brune (1984)
PATRICIA GADEA. The Spanish Family (1986)
EDUARDO ARROYO. El arresto (1967)

"EL ARTE DE LA SUGESTIÓN: Los postizos en la escultura barroca". Por Victoria González Zancada

$
0
0

Cuando escuchamos la palabra “postizo” aplicada a la escultura enseguida nos viene a la cabeza el Barroco, periodo en el que su utilización alcanzó un mayor grado desarrollo, si bien estos elementos ya venían siendo utilizados desde épocas pretéritas. En el siguiente artículo Victoria González Zancada nos mostrará cómo los postizos son un elemento fundamental de la escultura barroca hispana, cuya utilización por diversos maestros tenía como fin alcanzar el máximo naturalismo y expresividad creando efectos ilusionistas que diluyeran la frontera entre lo real y lo espiritual, conmoviendo así al espectador, incluso en la actualidad. Como bien señala la ponente los postizos -tema de máximo interés dentro de la escultura, pero escasamente estudiado- no son simples elementos accesorios de una escultura, sino que llegan a ostentar el protagonismo de esta. Un caso ciertamente significativo, aunque no pertenezca a la época de estudio de este artículo, es la Virgen de las Angustias que Juan de Juni (1506-1577) esculpió hacia 1561 para la homónima cofradía penitencial vallisoletana: con el tiempo fue conocida como la Virgen de los Cuchillos por las siete espadas que, para efigiar sus siete dolores, se le incrustaron en el pecho en época barroca. Tema ciertamente apasionante sin duda. Sin más, os dejo con el artículo de Victoria, a la cual muchos estabais deseando volver a leer después de su anterior y exitoso artículo, Iconografía erótica románica, y a la cual doy las gracias por su nueva colaboración.

JOSÉ MONTES DE OCA. Piedad de los Servitas (1730). Capilla de Nuestra Señora de los Dolores, Sevilla
Si por algo se caracteriza la escultura barroca es por su constante búsqueda para convencer al fiel de su sentimiento religioso ante la amenaza reformista, mediante la emotividad destacando el dolor de las figuras muy crudo y realista, se busca acercar la figura a fiel para que este empatice más fácilmente con ella y por lo tanto que asimile el mensaje didáctico. Para difuminar la frontera entre lo real y lo artificial desde finales del siglo XVI se incluyen en la imaginería postizos. Los postizos son elementos añadidos a la figura realizados en un material distinto al soporte. Predominan en las obras devocionales y pasos donde los fieles se encuentran más cerca de las figuras que en los retablos, y al aparecer en estos los temas pasionarios y de martirios más dramáticos.
El Concilio de Trento no solo reconoce la importancia de las imágenes para estimular la devoción popular, sino que fomenta el culto a las reliquias, ganando su representación protagonismo en las composiciones como las coronas de espinas, clavos, vestiduras... Pero en la Baja Edad Media y durante la primera mitad del XVI se produce un abuso de los postizos lujosos de joyería y vestidos, alcanzando lo ridículo y provocando una pérdida de la dignidad de la imagen; por lo que son rechazados por los obispos en gran cantidad de sínodos como el de Orihuela del 1600 alegando que aportan a las imágenes un carácter mundano y vulgar; desaconsejándose el vestido y apostándose por un carácter más recatado y contenido. Buscando ese decoro, en el último tercio del XVI se eliminan algunos elementos escultóricos considerados deshonrosos como los vestidos y tocados de las Vírgenes.

Espadas. JUAN DE JUNI. Virgen de las Angustias (h.. 1561). Iglesia de las Angustias, Valladolid
Reaparecerá su uso en Castilla con Gregorio Fernández (1576-1636) desde la década de 1620, cuya obra en Madrid influirá en el estilo de Pedro de Mena (1628-1688), expandiéndose su uso por la escultura andaluza. Desde el siglo XVIII su uso se irá abandonando siguiendo los nuevos preceptos neoclásicos, aunque su uso en la imaginería se mantendrá paralelamente hasta el siglo XX.


TIPOS DE “POSTIZOS”
Los postizos se dividen en los que buscan un mayor naturalismo como complemento de la policromía, imitando elementos naturales del cuerpo humano, por lo que predominan en los crucificados y yacentes al ser los personajes más desnudos y con más heridas; y los que buscan una mayor riqueza y teatralidad como pueden ser las coronas de orfebrería, la pedrería de los mantos, los cuchillos, ciertos ropajes...

Túnica postiza. ANDRÉS DE CARVAJAL. Cristo del Mayor Dolor (1771). Colegiata de San Sebastián, Antequera (Málaga)
Los primeros en usarse en la escultura barroca para conseguir un mayor naturalismo y expresividad son los ojos de vidrio. Aunque este recurso ya se conocía desde el arte egipcio que realizaba los globos oculares mediante cristal de roca, lo cual en el arte romano se sustituye por pasta vítrea. Pero el desarrollo de la técnica del soplado permite recrear el carácter globular del ojo, además de su brillo y transparencia. Desgraciadamente no se puede establecer con exactitud su primer uso en el arte barroco ya que en muchas figuras se han añadido posteriormente.

Ojos de tapilla vítrea. FRANCISCO ALONSO DE LOS RÍOS (atrib.). Ecce Homo (mediados del siglo XVII). Museo Diocesano, Valladolid
Ojos de tapilla vítrea. GREGORIO FERNÁNDEZ. Virgen del paso del "Descendimiento" de la Cofradía de las Angustias (1616). Museo Nacional de Escultura, Valladolid
El primer método usado para realizar los ojos es aquel llamado “de tapilla” que usará Gregorio Fernández: se cortan con un diamante cuartos de esfera de vidrio que se incrustan desde el exterior en la cuenca, pegándose después los párpados. Pero desde la segunda mitad de siglo en Génova y Nápoles se desarrollará una nueva técnica donde se incluyen los vidrios desde el interior mediante una ventanita superior que después se tapa. El método definitivo serán las esferas (a veces medias como en el San Francisco de Asís (1663) de Pedro de Mena) de vidrio soplado que se incluyen desde el interior de la cabeza al cortarse la mascarilla de esta tras el enyesado y volverse a pegar. Este método evitará las fisuras y grietas del resto, pero corre el peligro de que el ojo se cuele en el hueco. Además, permitirá el ahuecado de la boca para tallar la lengua e integrar dientes.

Ojo de esfera de vidrio soplado. PEDRO DE MENA. San Francisco de Asís (1663). Catedral de Toledo
Detalle de los ojos
Los ojos no los realiza el propio escultor, sino los lapidarios dedicados al manejo de piedras preciosas y vidrios. Se pintan a punta de pincel al óleo adelgazado con un barniz de carácter liso y semitransparente; y después se protegen con una ligera capa de yeso para que no se manchen de la policromía, que luego se quitará fácilmente.
La policromía se realiza por la parte externa, primero la pupila, y después el iris marrón (preferido en el mundo mediterráneo por la mayor familiaridad, aunque a veces se hacen azules para los Niños y ángeles). Tras la policromía de la pieza se colocan las pestañas, que pueden ser de pelo natural o estar realizadas en fibra de vidrio o resina de poliéster. Estas solo se adhieren al párpado superior mediante una tira de lienzo pegada a unas muescas talladas, mientras que en el inferior se pintan.

Pestañas postizas. CRISTÓBAL RAMOS. Virgen de las Aguas (1772). Capilla de la Expiración de la Hermandad del Museo, Sevilla
Otro postizo que se realizará en el taller del escultor son los dientes, primero tallados y después realizados en marfil o hueso, incluso de pasta vítrea o de cola, o de plumas de aves como en el Ecce Homo de la iglesia de San Miguel de Valladolid; a veces se integran dientes humanos reales.

Dientes de hueso. GREGORIO FERNÁNDEZ. Cristo Yacente (h. 1627). Museo Nacional de Escultura, Valladolid
Dientes de pluma de ave. ANÓNIMO. Ecce Homo (siglo XVII). Iglesia de San Miguel, Valladolid
Las uñas se realizan con asta de toro por su curvatura natural, que se calienta para adquirir la forma precisa. Su primer uso se encuentra en los Cristos de Nicodemo que proliferaron a lo largo del camino de Santiago en la Baja Edad Media y que conoció Gregorio Fernández. Prácticamente solo se encuentran en los Yacentes y bustos de Dolorosas y Ecce Homos al necesitar una gran cercanía para apreciarse. Se añaden tras el aparejo al pegarse con brocha y cola en varias capas, aunque después de repasaba la unión.

Uñas de asta de toro. GREGORIO FERNÁNDEZ (Taller): Cristo Yacene (h. 1636), Museo de San Joaquín y Santa Ana, Valladolid
Uñas de asta de toro. Dientes de hueso. GREGORIO FERNÁNDEZ. Cristo Yacente (h. 1627). Museo Nacional de Escultura, Valladolid
Los ojos, dientes y uñas son los postizos que incluye el propio escultor, siendo los posteriores a la policromía tarea del propio policromador. El uso de cuero para imitar la piel humana aparece desde el Cristo de Burgosbajomedieval, pero en el Barroco no se hace un recubrimiento completo, sino que se usan trozos o baldeses estratégicamente colocados imitando levantamientos de piel y heridas, que a veces también se realizan en pergamino. Las llagas cobran protagonismo por las teorías de San Buenaventura que las plantean como la puerta mediante la cual el fiel accede al corazón de Cristo; estas se rellenan mediante corcho desmenuzado que imita coágulos, el cual también puede aparecer en regueros como Cristo atado a la columna (1619) de la Cofradía de la Vera Cruz de Valladolid o en el Yacente de la Catedral de Segovia (h. 1628-1631).

Heridas de corcho. GREGORIO FERNÁNDEZ. Cristo atado a la columna (1619). Iglesia de la Vera Cruz, Valladolid
Heridas de corcho. GREGORIO FERNÁNDEZ. Cristo Yacente (h. 1628-1631). Catedral de Segovia
Cobrará importancia la representación de los fluidos al aportar vitalidad a la figura, y por el carácter simbólico de la sangre de Cristo. Esta se realiza mediante la policromía, pero sobre sus hilos aparecen gotitas de resina transparente que remiten al agua que según el evangelio de San Mateo manó de la llaga de Cristo sin mezclarse. Estas gotitas de resina usadas por Gregorio Fernández serán imitadas por Pedro de Mena para conseguir las lágrimas de sus Dolorosas, donde pueden ser sustituidas por vidrio, cera o barniz. Las lágrimas tendrán un papel fundamental al ser la comunicación directa entre el individuo y Dios, ya que aparecen cuando este se manifiesta, además de ser señal de dolor y arrepentimiento.
Lágrimas de gotas de resina. GREGORIO FERNÁNDEZ (Taller): Cristo Yacene (h. 1636), Museo de San Joaquín y Santa Ana, Valladolid
Lágrimas de gotas de resina. PEDRO DE MENA. Busto de Dolorosa (h. 1673). Museo de San Joaquín y Santa Ana, Valladolid
Lágrimas de gotas de resina. JOSÉ DE MORA. Busto de Dolorosa (comienzos del siglo XVIII). Museo de Bellas Artes, Granada
También se puede añadir pelo natural al coser mechones humanos en un casquete de tela; muchas veces prefiriéndose este frente al tallado, mutilando el original. Pero, aunque fuera común, por su fragilidad se han conservado pocos.

Peluca de pelo natural. FRANCISCO SALZILLO. La caída (1752). Museo Salzillo, Murcia. Fotografía tomada de https://www.descubrirelarte.es/
ANÓNIMO. Cristo "del Escobar" (Siglo XVI). Iglesia de Santiago, Valladolid. Se trata de un buen ejemplo de Cristo de pelo natural que en los últimos años ha sido modificado para tallerle pelo y barba en madera
A mayores de la profusión de imágenes de vestir, muchas imágenes de talla incluyen paños de tela encolada que aportan un mayor realismo a los pliegues. Además de pasamanerías en algunos detalles de los ropajes tallados, pero no suelen ser originales, sino que se añadieron en el siglo XVIII. Suelen ser puntillas y cintas de hilos de oro y plata, pero también hay ribetes de encaje en las Inmaculadas y borlas en los almohadones de los yacentes. Pedro de Mena incluirá algunos postizos textiles novedosos como el cordón del San Francisco de la Catedral de Toledo, en sus bustos de Ecce Homo o en el San Pedro de Alcántara del Museo de escultura, la toca de la Santa Teresa de Córdoba, e incluso cordones y corchetes metálicos en los corpiños.

Imagen de vestir. ANÓNIMO. Virgen de la Soledad y Sacro Monte Calvario (h. 1706). Iglesia Penitencial de Nuestro Padre Jesús Nazareno, Valladolid
Paños de tela encolada. ANÓNIMO. Busto de la Virgen de los Dolores (comienzos del siglo XVIII). Catedral de Valladolid
Paños de tela encolada. ANÓNIMO. Ángeles portaestandartes (Primer tercio del siglo XVII). Museo Nacional de Escultura, Valladolid
Cordón de cuerda. PEDRO DE MENA. San Francisco de Asís (1663). Museo Nacional de Escultura, Valladolid
Cordón de cuerda. PEDRO DE MENA. Busto de Ecce Homo (h. 1673). Museo Nacional de Escultura, Valladolid
Cordón de cuerda. PEDRO DE MENA. San Pedro de Alcántara (h. 1673). Museo Nacional de Escultura, Valladolid
Puntilla de hilo de encaje. VIRGEN NIÑA. Juan Alonso Villabrille y Ron (Primer tercio del siglo XVIII). Museo Nacional de Escultura, Valladolid
Puntilla de hilo de encaje. GREGORIO FERNÁNDEZ. Inmaculada (). Convento de Santa Clara, Valladolid
Toca. PEDRO DE MENA. La Transverberación de Santa Teresa Iglesia de San Pedro de Alcántara (mediados del siglo XVII), Córdoba. Fotografía tomada de https://twitter.com/EpiscopalMalaga

Los mantos tallados de las Inmaculadas se pueden enriquecer con piedras semipreciosas, vidrios y conchas, e incluso estrellas de metal claveteadas.

Incrustación de piedras semipreciosas. LUISA ROLDÁN. San Germán y San Servando (1687). Catedral de Cádiz
Inscrustación de piedras semipreciosas. FELIPE DE ESPINABETE. Magdalena en el desierto (Tercer cuarto del siglo XVIII). Museo Nacional de Escultura, Valladolid
La corona de espinas, originalmente tallada, será sustituida por una natural que se pueda quitar y poner para escenificar la coronación, pero también las hay de orfebrería para enriquecer la obra.

Corona de espinas natural. GREGORIO FERNÁNDEZ. Ecce Homo (1620). Iglesia de la Vera Cruz, Valadolid
Corona de espinas metálicas. JOSÉ DE ROZAS. Cristo de la Humildad (1691). Iglesia de San Martín, Valladolid
También se pueden incluir postizos metálicos como la espada o cuchillo de la Virgen de la Vera Cruz (Gregorio Fernández, 1623) -o la Virgen de las Angustias que Felipe del Corral talló hacia 1718 para la Cofradía de la Vera Cruz de Salamanca-, la corona de la Virgen (las cuales ya se añadían desde el arte Gótico), los clavos de Cristo; y en el siglo XVIII con el escultor Andrés de Carvajal (1709-1799), uno de los grandes maestros del foco antequerano del siglo XVIII, se introducirán las finas puntas de hierro para imitar la barba de su San José con el Niño de la iglesia de los Remedios de Estepa (Sevilla).

Espada. GREGORIO FERNÁNDEZ. Virgen de la Vera Cruz (1623). Iglesia de la Vera Cruz, Valladolid
Cuchillos metálicos. FELIPE DEL CORRAL. Virgen de las Angustias (antes de 1718). Iglesia de la Vera Cruz, Salamanca
Barba de puntas de hierro. ANDRÉS DE CARVAJAL. San José con el Niño. Iglesia de los Remedios, Estepa (Sevilla)

Bibliografía
ÁLVAREZ VICENTE, Andrés: Imaginería ligera en Valladolid, Ayuntamiento de Valladolid, Valladolid, 2011.
GARCÍA LUQUE, Manuel: “El naturalismo matérico” en OTALECU GUERRERO, Gonzalo (coord.): Pedro de Mena granatensis malacae, Palacio Episcopal del Obispado de Málaga, Málaga, 2019.
MARTÍN CONTRERAS, José Carlos: Teoría y estética de la escultura barroca española, Tesis doctoral de la Universidad de Granada, Granada, 2016.
MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: El escultor Gregorio Fernández, Ministerio de Cultura, Madrid, 1980.
MORGADO FIGUEREIDO SILVA, José Humberto: La evolución de la escultura figurativa en madera (en torno a la figura humana y en sus técnicas), Universidad Complutense de Madrid, Madrid, 2013.
RODRÍGUEZ SIMÓN, Luis Rodrigo: Los procedimientos técnicos en la escultura en madera policromada granadina, Cuadernos de Arte Granadino, Nº40, 2009, pp. 457-479.
VV.AA: Gregorio Fernández. La gubia del Barroco, Ayuntamiento de Valladolid, Valladolid, 2008.

ESCULTORES VALLISOLETANOS OLVIDADOS: Claudio Tordera Antolín (1865-1935)

$
0
0

Claudio Tordera Antolín nació en Valladolid el 7 de julio 1865. Sus padres, Francisco Tordera y Juana Antolín, le llevaron a bautizar tres días después a la iglesia de San Pedro Apóstol. Desde muy joven mostró una clara vocación por la práctica artística, lo que le llevó a ingresar como alumno de la Escuela de Bellas Artes de la ciudad –“en cuyos concursos anuales, organizados por la Academia, obtuvo algunos premios”–, institución a la que volvería a estar ligado en el futuro, pero en esa ocasión como profesor.
Debió de ser un alumno brillante que progresó rápidamente en sus estudios, destacando principalmente como tallista y dibujante, según expone Ortega Rubio en sus Investigaciones acerca de la Historia de Valladolid: “Entre los jóvenes que han manifestado más talento en nuestra Escuela de Bellas Artes, descuella D. Claudio Tordera, notable tallista y dibujante, y escultor de grandes esperanzas”. Como vemos se tenían puestas muchas ilusiones en su persona, añorando quizás volver a reflorecer la magnífica escuela escultórica que se desarrolló en Valladolid desde comienzos del siglo XVI y que se prolongó tres décadas hasta que en 1809 falleció Claudio Cortijo y se dio por amortizada hasta que resurgió nuevamente, pero ya sin los bríos de épocas anteriores, de la mano de la Real Academia de la Purísima Concepción.

Claudio Tordera (nº 20) en una fotografía de los profesores de la Escuela Superior de Artes Industriales de Valladolid de 1909
De estos años de aprendizaje datan sus obras conocidas, todas ellas destinadas a los diversos certámenes que anualmente venía celebrando la Academia. En 1881 presentó a la sección de modelado y vaciado un Friso de ornamentación, copiado de un dibujo, que le valió la obtención de un accésit; y en 1882 un busto modelado en yeso titulado Húngaro que también había copiado de una estampa. En 1883 cambió de sección y decidió enviar una Cabeza de Niño a la de obras originales, sin embargo, y a pesar de que mereció la consideración de “obra de mérito”, no se le admitió debido a “la existencia de un modelo que el Jurado conoce y el cual parece copia en su parte principal, si bien con algunas variaciones y aumentos que la mejoran y teniendo presente además que en la convocatoria se exigen obras originales para los premios”. Tampoco le fue admitida la obra que presentó en 1884 por no ajustarse a las “condiciones del concurso por estar ejecutada en barro no cocido”, a pesar de ello el jurado reconoció que la escultura mostraba “cualidades dignas del mayor aprecio”.
Y llegamos al concurso del año 1885, en el que presentó una de sus obras más célebres: la figura alegórica titulada Patria (55 cm.), busto realizado en yeso imitando bronce que le valió el premio de primera clase. Se trata de una obra de discreta calidad en la que el escultor se ha centrado más en la representación de las formas externas que en su caracterización psicológica. El personaje muestra a un hombre joven, más concretamente a un aragonés durante la Guerra de la Independencia, en cuyo rostro “destacan los pómulos salientes, el mentón pronunciado y la mirada hacia lo alto; lleva camisa abierta dejando ver una medalla de la Virgen del Pilar y, para mayor caracterización, su rizado cabello queda semicubierto por un pañuelo anudado a la manera aragonesa, alusivo todo ello a la destacada participación de Zaragoza durante la guerra de la Independencia en defensa de la Patria”.

Patria (1885). Academia de BB.AA. de la Purísima Concepción, Valladolid
Parece que el concurso del año 1886 fue el último en el que participó. A el presentó una dramática Cabeza de Medusa (47 x 50 cm.) que nuevamente le hizo ganar el premio de primera clase. Desde entonces, y según el parecer del sobredicho Urrea, “Tordera a realizar ninguna obra importante en el género escultórico, pese a las esperanzas de Ortega y Rubio que aquel mismo año le recuerda como “notable tallista y dibujante”.


Cabeza de Medusa (1886). Academia de BB.AA. de la Purísima Concepción, Valladolid
Desconocemos las motivaciones que le condujeron a emigrar a América, así como la cronología de este viaje. Urrea aduce que serían “necesidades materiales” las que “le impulsaron a abandonar España”. Sea como fuere, en 1893 le encontramos residiendo en La Habana (Cuba) y participando en la Exposición Colombina de Chicago celebrada ese mismo año, en la cual obtuvo en su faceta de tallista “un gran éxito al conseguir la medalla de bronce, única recompensa que se otorgaba en aquel certamen”. La aventura americana fue breve puesto que en 1895 se encontraba nuevamente en Valladolid realizando dos “confesionarios monumentales” neogóticos para la parroquia de Santiago Apóstol, templo en el que, según el testimonio que aporta González García-Valladolid, se acometieron en el referido año “importantes obras de pintura y decorado en toda la iglesia y sus capillas, por el acreditado pintor adornista de esta Ciudad Don Andrés Gerbolés Villán”.

Aspecto de la Exposición Colombina de Chicago de 1893
Confesionario neogótico (1895). Iglesia de Santiago, Valladolid
En 1899 ya se había reincorporado a la vida de la Academia, pero esta vez formando parte del claustro de profesores de la Escuela de Bellas Artes. El año 1900, en el que ya “figuraba como profesor ayudante emérito de la misma, realizando al mismo tiempo diversas labores referentes al arte de la talla ornamental”, fue importante desde el punto de vista laboral puesto que realizó su primera incursión en la Semana Santa de Medina de Rioseco ejecutando esculturas en madera policromada, producción residual dentro de su escaso catálogo productivo. Efectivamente, en el ejemplar de El Norte de Castilla del 3 de abril de 1900, en su sección titulada “Notas Artísticas”, se da a conocer que Tordera había esculpido dos sayones para el paso del Nazareno de Santiago de Medina de Rioseco y que por entonces se encontraban expuestas en su taller, localizado en la calle del Sábano nº 3. Muchas personas se acercaron “para admirar la obra que ligeramente queda descrita y muchas son las felicitaciones que con este motivo recibe su autor”.
El citado artículo periodístico nos aporta otros detalles interesantes, como por ejemplo que, debido a “la premura del tiempo por un lado y la modestia del precio en que ha sido ajustado la obra, han impedido al Sr. Tordera el realizar ésta con los necesarios estudios preliminares tanto en bocetos como modelos, y a pesar de haber ejecutado la obra en tan difíciles circunstancias, el resultado no ha podido ser más lisonjero, viviendo a robustecer una vez más la reputación de verdadero artista que su autor tiene adquirida”. Continuaba señalando que como complemento de la labor escultórica y “para el buen resultado de estas obras, Gabriel Osmundo Gómez ha puesto también un poquito de su genio de artista el encargarse del colorido de estas figuras y puesto que todos conocemos como maneja el color, puede suponerse desde luego lo que en las tallas del Sr. Tordera, habrá hecho aquel artista”.

Sayones del "Nazareno de Santiago" (1900). Museo de Semana Santa, Medina de Rioseco (Valladolid). Fotografía tomada de http://nazarenosantiago.org
Fotografía tomada de https://www.semanasantaenrioseco.com
Fotografía tomada de https://www.flickr.com/photos/e2e4media/
Ambos personajes sustituyeron a otros anteriores, probablemente fabricados en cartón piedra, que cumplían las mismas funciones: un soldado en la parte delantera tirando del cuello de Cristo con una soga y tañendo una trompeta (anteriormente un cuerno, lo que le valió el mote de “el cornudo”) para anunciar el “cortejo” y otro en la parte trasera con una lanza. Señalan Asensio Martínez y Pérez de Castro que la sustitución de aquellos sayones por los tallados por Tordera se debió al “mal estado de las figuras, la descompensación de alturas (el Cristo es de mayor tamaño) y la decisión del obispado de eliminar tan malsonante apelativo motivaron su sustitución”. Señala Gómez Pérez que "el soldado romano que toca la trompeta copia la disposición del primitivo, desaparecido, y éste a su vez seguía la disposición del famoso Paso Camino del Calvario realizado por Gregorio Fernández para al Cofradía de la Pasión de Valladolid".
Un año después, en 1901, Tomás Alonso Serrano, hermano y secretario de la Hermandad del Ecce Homo de Medina de Rioseco, “compartiendo el espíritu de mejora de los conjuntos procesionales”, se decidió a costear la “escultura de una figura en madera tallada que representa a Pilatos así como también un antepecho de madera calada o balconada donde aquel se apoya”. Como ocurriera con los dos sayones del paso del Nazareno de Santiago, en esta ocasión también El Norte de Castilla, en su edición del 30 de marzo de 1901, recogió la noticia de la ejecución del Pilatos: “En uno de los pasos se estrenará una preciosa escultura que ha de llamar mucho la atención”. Como vemos el famoso diario vallisoletano no cita la autoría de esa “preciosa escultura”, conociéndola gracias a la crónica redactada por Antonio de Nicolás en el Boletín de la Sociedad Castellana de Excursiones en 1904. Relata que en la iglesia de Santa Cruz observó: “un hermoso Pilatos de tamaño natural, tallado en pino por Don Claudio Tordera y pintado por D. Antonio Aparici, ambos distinguidos consocios”. A pesar de no tratarse de una obra maestra, es, como señala Gómez Pérez muy importante "la presencia del praefectus Poncio Pilatos en el Paso del "Ecce Homo" (...)Piltos parece como un un personaje importantísimo y necesario para el relato de la Pasión". Pilatos aparece delante de Cristo, señalando su rostro con la mano derecha mientras que la izquierda la apoya en la barandilla del Pretorio, simulando que se dirige a las masas para pedir el veredicto del reo. Se trata de una imagen que peca de ser ciertamente envarada e inexpresiva. La escultura de Cristo, que en ocasiones ha sido asignado erróneamente también a Tordera, es una buena escultura de vestir de mediados del siglo XVII salida de algún taller vallisoletano, como queda patente por la deuda que mantiene el rostro con la estética fernandesca. Asimismo, viene a copiar tanto en su postura como en la disposición de los brazos al Ecce Homo ejecutado por Gregorio Fernández en 1620 para la Cofradía Penitencial de la Santa Vera Cruz de Valladolid.

Pilatos del paso del "Ecce Homo" (1901). Museo de Semana Santa, Medina de Rioseco (Valladolid). Fotografía tomada de https://www.flickr.com/photos/e2e4media/
Fotografía tomada de https://www.flickr.com/photos/e2e4media/
En una fecha indeterminada, pero en todo caso anterior al año 1902 se encargó de ampliar convenientemente la biblioteca del antiguo edificio del Círculo de Recreopara adaptarlo al nuevo. El mueble original era una estantería de nogal tallado y estilo Luis XV. De 1903 data la labra de unas “tapas de madera sicomoro” para un “hermoso álbum de 40 por 28 centímetros” que la “casa-comercio de los señores P. Guillén e Hijo, ha ofrecido a su majestad [el rey Alonso XIII], con conducto de su socio nuestro querido amigo don Enrique Guillén”. Tordera representó en esas tapas “un retrato de su majestad y el escudo de España, en talla y bajorrelieve, con grecas modernistas” en la tapa superior, y en la inferior “además de las grecas, una banda de flores”. El álbum, que se cerraba con unos broches de plata y se guardaba dentro de un “hermoso estuche de palo santo y tojo, forrado de peluche rojo y gualda”, contenía una dedicatoria, “que es una preciosa acuarela del señor [Ricardo] Huerta, y 25 vistas al platino de los monumentos más notables de Valladolid ejecutados por el fotógrafo señor Varela”.

Aspecto de la librería en una fotografía publicada en 1911
La librería en la actualidad. Fotografía tomada de https://jesusantaroca.wordpress.com/2018/03/07/el-circulo-de-recreo-evocacion-de-un-valladolid-burgues
Fotografía tomada de https://jesusantaroca.wordpress.com/2018/03/07/el-circulo-de-recreo-evocacion-de-un-valladolid-burgues
En 1904 presentó a la Exposición Nacional de Arte Decorativo de Madrid un Oratorio de estilo renacimiento con el que obtuvo una mención honorífica, y una Medalla conmemorativa del IV Centenario de Isabel la Católica modelada en plastilina al concurso de la Academia de Bellas Artes de Valladolid que le valió otra mención honorífica, calificación que compartió con Moisés de Huerta y Ayuso (1881-1962), uno de los grandes escultores españoles del siglo XX, Mariano Izquierdo y Sixto Morey. Además, en este mismo año fabricó un retablo para el altar mayor del Monasterio de San Benito el Real. En un principio se había contratado uno muy suntuoso con los hermanos Chicote, afamados escultores, pintores y ensambladores locales, sin embargo finalmente se optó por uno “más sencillo y económico”, obra de Todera, que se vio acompañado en el altar mayor, por la mesa de altar, gradillas, sagrarios y tabernáculo tallados por los Chicote.


Al fondo, en el altar mayor, se puede apreciar el retablo que creemos que fabricó Tordera para el Monasterio de San Benito
Ya de 1913 data un Retrato alegórico de un caballero, relieve en yeso firmado y fechado que se conserva en colección particular vallisoletana. Por esas mismas fechas, en todo caso con anterioridad a 1915, labró una sillería para el Colegio de los Ingleses. Realizada en nogal e “inspirada en el Renacimiento”, se dispuso “bajo la cúpula”. Desconozco si aún se conserva en la actualidad.
El 8 de julio de 1916 fue nombrado, en virtud de concurso, profesor auxiliar de la clase de Modelado de la Escuela de Artes y Oficios. En 1923 lograría un ascenso del que se dio eco El Norte de Castilla en su ejemplar del día 25 de septiembre: “El Boletín oficial de ayer publica una Real orden aprobando el plan de adaptación de la Escuela de Artes y Oficios de Valladolid (…) dos plazas de profesores de entrada del segundo grupo (Modelado y Vaciado), el profesor de entrada don Darío Chicote Recio y el ayudante meritorio don Claudio Tordera Antolín, ambos con la gratificación anual de 750 pesetas”.


Sillería (antes de 1915). Colegio de los Ingleses, Valladolid
Apenas tenemos datos de su biografía, desconociéndose cuando se desposó con su mujer, Ángeles Soto, y cuantos hijos procrearon, en el caso de que lo hicieran. Tan solo tenemos conocimiento de que a comienzos de 1917, el 21 de enero, fallece su esposa, noticia que se recogió incluso en el diario barcelonés La Vanguardia dos días después. Un año después de este luctuoso acontecimiento se la recordaba en las páginas de El Norte de Castilla con la siguiente necrológica: “Hoy se cumple el primer aniversario del fallecimiento de la señora doña Ángeles Soto, cuya muerte fue muy sentida. Al recordar aquella desgracia, reiteramos nuestro pesar a su esposo don Claudio Tordera y a los demás parientes de la finada”. Otras noticias de carácter puramente biográfico son su asistencia a dos bodas señeras: en 1919 estuvo invitado al enlace entre María Teresa Zorrilla, hija del senador por Segovia don Francisco Zorrilla, y Antonio Rico, a quienes obsequió con una “estatua con pie” -no sería descabellado suponer que fuera una obra de su creación-; y en 1932 a la de Ángela Garnacho y el industrial don José María de Moya, boda en la que firmó el acta.


Anuncio que publicó en prensa
La llegada al arzobispado vallisoletano en 1920 de Remigio Gandásegui trajo consigo la revitalización de una Semana Santa que llevaba más de un siglo de capa caída. Una de las consecuencias positivas de este impulso fue la reconstitución de numerosos pasos de varias figuras que se encontraban por entonces desperdigadas por las salas del museo. El arquitecto e historiador Agapito y Revilla, quizás la figura esencial que llevó a cabo esa labor comenta en su imprescindible volumen Las cofradías, las procesiones y los pasos de Semana Santa en Valladolid que también tuvieron un notable papel en la reconstitución de los pasos “el canónigo Don José Zurita, el Director entonces del Museo, Don Francisco de Cossío, el Conserje, Don Felipe Galván y Galván, y el tallista Don Claudio Tordera con sus oficiales”. Efectivamente, nuestro artista fue una de las personas que desarrollaron un papel más importante a la hora de esta reconstitución puesto que a su cargo corrió allá por el año de 1921 o 1922 “la reparación y restauración de las figuras que componían los conjuntos”. Inicialmente se centraron en seis “pasos”: el Azotamiento -se contaba con la dificultad de que había dos pasos casi idénticos, uno de la Cofradía de la Vera Cruz y otro de la de la Pasión- (“El Azotamiento”), Camino del Calvario (“El Cirineo”), “El Despojo”, “La Crucifixión”, La Sexta Angustia de la Cofradía de las Angustias, el Entierro de Cristo de la Cofradía de la Piedad (Cristo muerto”, y el Santo Sepulcro de la Cofradía de las Angustias (“El Santo Sepulcro)”. Una vez montados todos estos pasos, que no pudieron desfilar en la Semana Santa de 1922 debido a las inclemencias meteorológicas se trasladaron al museo para su exposición en una sala especial, y posteriormente en 1923 se acometió la recomposición de otros dos pasos: la “Elevación de la Cruz” y el llamado “paso nuevo de Nuestra Señora y San Juan o paso de las Siete Palabras”.


Los pasos de Semana Santa resturados por Tordea en una fecha cercana a aquel hecho
Claudio Tordera falleció el 13 de mayo de 1935 según recoge el tantas veces enunciado periodo regional El Norte de Castilla en su edición del día postrero: “Ha fallecido ayer en esta capital el profesor auxiliar de la Escuela de Artes y Oficios artísticos don Claudio Tordera Antolín, que gozaba de general estimación, por lo que su muerte ha sido sentidísima. Por esta desgracia significamos nuestro sincero pesar a su atribulada familia, y muy especialmente a su hermana doña Dolores Tordera, deseándola resignación para soportar tan dolorosa pérdida”.
Como hemos observado, nuestro escultor compaginó a lo largo de toda su vida una labor puramente escultórica con otras más propias de un tallista o un ebanista -de hecho, en numerosas ocasiones se le denomina tallista y en un anuncio publicitario figura también como “Constructor de muebles”-, sin olvidar, por supuesto, su faceta pedagógica como profesor de la Escuela de Artes y Oficios, e incluso de restaurador de esculturas procesionales, como veremos más adelante. Como escultor vemos que trabajó el yeso para las diferentes piezas que presentó a los concursos de la Academia (Busto de Húngaro, Busto de Niño, Patria, Cabeza de Medusa) pero también la plastilina -para la Medalla conmemorativa del IV Centenario de Isabel la Católica que envió al concurso de la Academia de 1904-, y la madera, material este último que utilizó para sus incursiones en la imaginería procesional (dos sayones y Pilatospara la Semana Santa de Medina de Rioseco). Por su parte en la talla decorativa, disciplina en la que se desempeñó desde sus inicios -de hecho su primera obra conocida es el Friso de Ornamentación que presentó al concurso de la Academia de 1881-, contamos con algunos ejemplares como las Tapas de madera labrada para un álbum obsequiado al rey Alfonso XIII (1903), el Oratorio estilo renacimiento (1904) o la ampliación de la Biblioteca del Círculo de Recreo (1902). Estas dos últimas obras también podrían incluirse dentro de su faceta como “constructor de muebles”, tal y como él mismo se define en el anuncio publicitario anteriormente citado. A este grupo pertenecerían también, entre otros, los dos confesionarios neogóticos y bancos para la iglesia de Santiago (1895), la Sillería para el Colegio de los Ingleses (antes de 1915) o el retablo mayor del Monasterio de San Benito el Real (1904).


Cabeza de Niño (1883). Real Academia de BB.AA de la Purísima Concepción, Valladolid
Finalizamos este repaso a la vida del escultor señalando que gozó del aprecio de sus contemporáneos y de las esperanzas de muchos de ellos que vieron en él, pero también en otros (Ángel Díez o Dionisio Pastor Valsero), la posibilidad de que en Valladolid volviera a renacer la fecunda y portentosa escuela escultórica que dio fama universal a la ciudad entre los siglos XVI-XVIII. Esperanzas, todo sea dicho, que quedaron frustradas. Es una verdadera lástima que estos artistas en general, y Tordera en particular, no tuvieran la oportunidad de la que sí disfrutaron otros artistas de poder demostrar su valía en la imaginería procesional de su ciudad como ocurrió en esa misma época con otros artífices de ciudades con celebraciones procesionales de Semana Santa de importancia similar, como fueron Sevilla o Zamora. Así, cuando aún era joven Ortega y Rubio se refirió a él con estas elogiosas palabras: “Entre los jóvenes que han manifestado más talento en nuestra Escuela de Bellas Artes, descuella D. Claudio Tordera, notable tallista y dibujante, y escultor de grandes esperanzas”. Y años después, en El Norte de Castilla se le calificó como “El reputado tallista Claudio Tordera, tan conocido ya en Valladolid, donde tiene infinidad de obras que patentizan sus envidiables aptitudes para el arte a que se dedica”.

BIBLIOGRAFÍA
AGAPITO Y REVILLA, Juan: Catálogos del Museo de Bellas Artes de Valladolid. I, Escultura, Casa Santarén, Valladolid, 1930.
AGAPITO Y REVILLA, Juan: Las cofradías, las procesiones y los pasos de Semana Santa en Valladolid. Estudio introductorio de Javier Burrieza, Editorial Maxtor, Valladolid, 2007.
GONZÁLEZ GARCÍA-VALLADOLID, Casimiro: Valladolid, sus recuerdos y sus grandezas: religión, historia, ciencias, literatura, industria, comercio y política, Imprenta de Juan Rodríguez Hernando, Valladolid, 1900-1902.
ORTEGA RUBIO, Juan: Investigaciones acerca de la Historia de Valladolid, Imprenta y Librería Nacional y Extranjera de H. de Rodríguez, Valladolid, 1887.
URREA FERNÁNDEZ, Jesús: La escultura en Valladolid (1850-1936), Caja de Ahorros Popular de Valladolid, Valladolid, 1984.
URREA FERNÁNDEZ, Jesús: La escultura en Valladolid de 1800-1936, Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción de Valladolid, Valladolid, 1980.
URREA FERNÁNDEZ, Jesús: Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción. Pinturas y Esculturas, Diputación de Valladolid, Valladolid, 1998.

UN ESPACIO SACRO PARA LA DEVOCIÓN: La Capilla de la Virgen de las Angustias en su iglesia penitencial

UN ESPACIO SACRO PARA LA DEVOCIÓN II: El Baldaquino de la Virgen de las Angustias

LOS DESAPARECIDOS RETABLOS MAYORES DE LA IGLESIA DE SAN ANTONIO ABAD I: El ejemplar renacentista (Diego Rodríguez y Leonardo de Carrión, 1553-1559)


LOS DESAPARECIDOS RETABLOS MAYORES DE LA IGLESIA DE SAN ANTONIO ABAD II: El ejemplar rococó (Agustín Martín y Felipe Espinabete, 1761-1762)

$
0
0
Pasaron dos siglos y debido al cambio de gusto o a que el retablo se hallaba en mal estado de conservación, la cofradía que regentaba el templo decidió sustituirle. Así, el 22 de julio 1761 el ensamblador Agustín Martín se ajustó con Antonio Seco y Manuel García, comisarios nombrados al efecto por la Cofradía de San Antón Abad, para construir el nuevo retablo mayor y custodia de la iglesia del

"NUEVAS OBRAS, DISTINTAS MIRADAS", la nueva exposición de la Sala Roja del Museo Nacional de Escultura

"MAGDALENA, APÓSTOLA DE APÓSTOLES. Santa María Magdalena representada en el arte". Por Zoraida Álvarez

$
0
0
María de Magdala, la Magdalenense, la Magdalena. Tomás de Aquino le otorgó el título de “apostolorum apostola”, es decir, "apóstola de los apóstoles" (lectura super Ioannem). ANGELICA KAUFFMANN. Magdalena Cuando estamos ante una obra que representa a María Magdalena o en la que ella aparece, pensamos automáticamente en la imagen que hemos creado de ella que, normalmente, es la de una

EXPOSICIÓN: "CARMEN. Mujer y Mito. Colección Pedrera Martínez"

$
0
0
Hasta este Domingo se puede visitar en la Sala de Exposiciones de la Pasión la muestra "Carmen. Mujer y Mito”. Se trata de una buena oportunidad para realizar un recorrido por la pintura costumbrista española desde mediados del siglo XIX hasta bien entrado el siglo XX. Destacan algunos nombres de primera fila como en que destacan algunos pintores como Joaquín Domínguez Bécquer (1818-1879),

El retablo de San Simón de Rojas de la catedral de Valladolid (Anónimo, 1776)

Viewing all 485 articles
Browse latest View live