Quantcast
Channel: Arte en Valladolid
Viewing all 485 articles
Browse latest View live

LA NAVIDAD EN EL ARTE VALLISOLETANO ¡Feliz Navidad! Parte III

$
0
0

Este año vamos a seguir con la serie de “postales” navideñas que comenzamos el año pasado: La Navidad en el arte vallisoletano ILa Navidad en el arte vallisoletano IILa Navidad en el arte vallisoletano IV. En esta ocasión la mayoría de obras de arte pertenecen a la provincia. Espero que os guste. ¡Que paseis una gran Nochebuena y mejor Navidad!

CABEZÓN DE PISUERGA. Iglesia de la Asunción. Nacimiento. Anónimo. Siglo XVI.
CABEZÓN DE PISUERGA. Iglesia de la Asunción. Huída a Egipto. Anónimo. Siglo XVII
CABEZÓN DE PISUERGA. Iglesia de la Asunción. Adoración de los Magos. Anónimo. Siglo XVI
CASTRILLO DE DUERO. Iglesia de la Asunción. Pintura mural de La Huida a Egipto. Anónimo. Siglo XV
MONASTERIO DE VALBUENA DE DUERO. Descanso de la huída a Egipto. Anónimo. Segunda mitad del siglo XVII
MATAPOZUELOS. Iglesia de la Magdalena. Retablo mayor. La Adoración de los Reyes Magos. Adrián Álvarez y Pedro de la Cuadra (atr.). Último tercio del siglo XVI.
MATAPOZUELOS. Iglesia de la Magdalena. Retablo mayor. La Adoración de los Pastores. Adrián Álvarez y Pedro de la Cuadra (atr.). Último tercio del siglo XVI.
SIMANCAS. Iglesia del Salvador. Retablo mayor. La Adoración de los Reyes Magos. Juan de Anchieta
SIMANCAS. Iglesia del Salvador. El Nacimiento. Anónimo. Siglo XVII
RUEDA. Iglesia de la Asunción. El Nacimiento. Diego Barajas. 1774
RUEDA. Iglesia de la Asunción. La Adoración de los Reyes Magos. Diego Barajas. 1774
ALDEAMAYOR DE SAN MARTÍN. Iglesia de San Martín. La Adoración de los Reyes Magos. Juan Tomás Celma. 1567

ALDEAMAYOR DE SAN MARTÍN. Iglesia de San Martín. El Nacimiento. Juan Tomás Celma. 1567
CASTRONUEVO DE ESGUEVA. Iglesia de la Asunción. Descanso de la Huída a Egipto. Anónimo vallisoletano. Comienzos del siglo XVII
BECILLA DE VALDERADUEY. Iglesia de San Miguel. El Nacimiento. Próximas a Juan de Borgoña. Primer tercio del siglo XVI


LA NAVIDAD EN EL ARTE VALLISOLETANO ¡Feliz Navidad! Parte IV

$
0
0

Hoy una nueva entrega de las "postales" navideñas. Espero que esteis pasando unas felices navidades, las cuales acabamos de comenzar. Aquí podeis ver las otras entregas: La Navidad en el arte vallisoletano ILa Navidad en el arte vallisoletano II La Navidad en el arte vallisoletano III

ESGUEVILLAS DE ESGUEVA. Iglesia de San Torcuato. Adoración de los Reyes Magos. Eustaquio Bahamonde. 1793
ESGUEVILLAS DE ESGUEVA. Iglesia de San Torcuato. Adoración de los Pastores. Eustaquio Bahamonde. 1793
ÍSCAR. Iglesia de Santa María. Descanso de la Huída a Egipto. Seguidor de Juan de Borgoña. Principios siglo XVI
ÍSCAR. Iglesia de Santa María. Nacimiento y Adoración de los Reyes Magos. Seguidor de Juan de Borgoña. Principios siglo XVI
LOMOVIEJO. Iglesia de la Asunción. Adoración de los Pastores. Nazario de la Vega. 1597-1600
LOMOVIEJO. Iglesia de la Asunción. Adoración de los Reyes Magos. Nazario de la Vega. 1597-1600
MAYORGA DE CAMPOS. Iglesia del Salvador. Nacimiento. Maestro de Palanquinos. 1498
MAYORGA DE CAMPOS. Iglesia del Salvador. Adoración de los Pastores. Maestro de Palanquinos. 1498
MAYORGA DE CAMPOS. Iglesia del Salvador. Huida a Egipto. Maestro de Palanquinos. 1498
MAYORGA DE CAMPOS. Iglesia del Salvador. Adoración de los Reyes Magos. Maestro de Palanquinos. 1498
MEDINA DEL CAMPO. Colegiata de San Antolín. La Huída a Egipto. Anónimo. Siglo XVII
OLMEDO. Iglesia de Santa María del Castillo. Nacimiento. "Jacome pintor". 1150
OLMEDO. Iglesia de Santa María del Castillo. Adoración de los Reyes Magos. "Jacome pintor". 1150
OLMEDO. Iglesia de Santa María del Castillo. Huída a Egipto. "Jacome pintor". 1150
Pesquerea de Duero. Iglesia de San Juan Bautista. Adoración de los Reyes Magos. Baltasar de la Puente. 1680
Pesquerea de Duero. Iglesia de San Juan Bautista. Adoración de los Pastores. Baltasar de la Puente. 1680
Rubí de Bracamonte. Iglesia de Santa María del Castillo. Nacimiento. Maestro de Ávila
Rubí de Bracamonte. Iglesia de Santa María del Castillo. Adoración de los Reyes Magos. Maestro Portillo

PINTORES VALLISOLETANOS OLVIDADOS: Mario Viani Provedo (1861-1931)

$
0
0

Empezamos el 2015 con un interesante pintor, aunque con escaso catálogo. Una verdadera pena porque me atrae bastante. Mario Viano Provedo nació en Valencia en el año 1861. Fue discípulo aventajado de Martí y Monsó en la Escuela de Bellas Artes de Valladolid, en cuyos concursos anuales obtuvo repetidos premios. Hizo primeramente obras de carácter costumbrista o anecdótico (El afinador de pianos), dedicándose después a un tipo de pintura de inspiración literaria o histórica, sin abandonar definitivamente sus cuadros de figuras populares, como sus encantadoras Chulas. Practicó igualmente la pintura decorativa en colaboración con Julio Alfaro. Posteriormente abandonó la pintura para dedicarse a su carrera de leyes.

Don Quijote
En el Concurso de la Academia del año 1876, su primer año en dicho centro, obtuvo un accésit por su obra titulada La celda de un fraile franciscano. En los concursos de 1878 y 1880 consiguió el primer premio por sus óleos El afinador de pianos y La fiesta del barrio. El primero, aunque algo torpe de dibujo, resulta grato por su colorido y el intimismo de la escena, recordando por su estilo a los cuadros de género de su maestro Martí. Más interesante es La fiesta del barrio, igualmente conservado en la Academia vallisoletana, curioso lienzo de costumbres populares, muy vistoso de colorido y de composición bien resuelta. Ambas pinturas, de muy discreta factura, ponen de manifiesto las medianas dotes de su autor, artista voluntarioso pero sin excesivos méritos. En 1881 obtuvo premio de segunda clase en el Concurso de la Academia por su óleo Don Quijote (parte 1ª capítulo 18), y al año siguiente de primera clase por su cuadro La Paca. En el certamen de 1883 presentó fuera de concurso, al haber obtenido ya tres premios consecutivamente, al que iba a ser su obra más ambiciosa, Mesalina y Silio, un cuadro de historia, de gran tamaño y complicado asunto, que causó gran impresión al público y a la crítica, mereciendo la recompensa especial del jurado consistente en una medalla de plata. Figuró también en el mismo concurso con una composición soldadesca titulada Post nubila Foebus (después de la tormenta sale el sol). En las crónicas de la prensa local de estos años se elogiaban continuamente sus cuadros de “chulas”, destacando la que presentó en la exposición de la Sociedad de Acuarelistas vallisoletanos en 1886, titulada Ascensión.

Celda de un fraile franciscano
Dos años antes, y en colaboración con su amigo y condiscípulo de la Escuela Julio Alfaro, decoró el techo del Salón del teatro Zorrilla de Valladolid. Posteriormente relegó el cultivo de la pintura al ocuparse de otras actividades, ya que fue un hombre polifacético, pues además de pintor, fue abogado, periodista, profesor de academia preparatoria, músico, barítono, políglota y escultor. Falleció en Valladolid el 1 de noviembre de 1931.

La Paca
1,45 x 0,90 m. Firmado: M. Viani/1882. Valladolid. Real Academia de Bellas Artes
Pintó Viani este lienzo para presentarlo al concurso académico de 1882 y con él consiguió la primera distinción. Se aprecia la influencia de su maestro Martí y Monsó –recuérdese su Vendedora de flores del Retiro (1878)– y su interés por reflejar los tipos populares como había ya demostrado Viani en 1880 al pintar su Fiesta del barrio (Valladolid. Real Academia). Incluso sus cuadros y acuarelas con el tema de “chulas” tuvieron una gran aceptación por su chispeante frescura de color y por el desenfado de sus protagonistas conocidas por sus rumbosos paseos por las aceras de San Francisco y Recoletos.


El afinador de pianos
0,65 x 0,52 m. Firmado: Viani. Valladolid. Real Academia de Bellas Artes
El autor contaba sólo 17 años y obtuvo con este cuadro el primer premio en el concurso celebrado por la Real Academia el año 1878. A pesar de su corta experiencia y sin saber si se inspira o no en algún fotograbado de revista española del momento, no se le pueden descubrir excesivos defectos.
Reproducciones coloreadas de cuadros originales de Murillo y Rosales revelan probablemente la admiración sentida por Viani hacia estos maestros en ese momento. Los restantes detalles y la naturalidad de las figuras expresan un ambiente típico de la pequeña burguesía decimonónica.


La fiesta del barrio
0,49 x 0,60 m. Firmado: M. Viani/Valladolid 1880. Valladolid. Real Academia
Con este cuadro obtuvo el primer premio en el concurso convocado por la Academia en 1880. Se trata de una interesante y muy bien resuelta pintura de costumbres en la que las figurillas se mueven con gracia y facilidad dejando también de manifiesto sus buenas dotes de observación.


Mesalina y Silio
2 x 2,60 m. Firmado: M. Viani/Valladolid 1883. Valladolid. Real Academia
Presentando por su autor fuera de concurso al certamen de 1883. Se trata de su obra más ambiciosa y con la que se adhiere a la corriente pictórica historicista. Representa a Valeria Mesalina (h.15-48), esposa del emperador Claudio, famosa por su temperamento cruel y apasionado, acompañada del joven Silio, de quien se enamoró y con el que se casó en ausencia de Claudio, colmándole de riquezas y nombrándole cónsul del Imperio.
Composición atrevida tanto por el tema como por su resolución en medio de un paisaje de factura muy libre. El cuadro causó sensación y fue muy alabado por la crítica, mereciendo también una recompensa especial del jurado.

BIBLIOGRAFÍA
  • BRASAS EGIDO, José Carlos: La pintura del siglo XIX en Valladolid, Institución Cultural Simancas, Valladolid, 1982.
  • OSSORIO Y BERNARD, Manuel: Galería biográfica de artistas españoles del siglo XIX, Madrid, 1883-1884.
  • URREA, Jesús: La Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción, Caja de Ahorros Popular de Valladolid, Valladolid, 1984.
  • URREA, Jesús: Pintores vallisoletanos del siglo XIX, Caja de Ahorros Popular de Valladolid, Valladolid, 1987.

EL ARQUITECTO MODESTO LÓPEZ OTERO: Un vallisoletano al frente de las obras de la Ciudad Universitaria de Madrid

$
0
0

En el post de hoy vamos a tratar una de las últimas “relaciones” artísticas que ha habido entre Madrid y Valladolid: el arquitecto Modesto López Otero. En el pasado fueron innumerables estos intercambios: de Madrid llegaron numerosas trazas de retablos, mientras que de aquí partieron grandes pintores y escultores (Antonio Pereda, Alejandro Carnicero, Luis Salvador Carmona, Pedro Alonso de los Ríos, Alonso de Grana, etc…) y hermosísimas obras del gran imaginero del barroco castellano: Gregorio Fernández.
Antes de comenzar a tratar el tema quiero dedicarle este post a Lucía, mi twittera madrileña predilecta. Sigue escribiendo así de bien en la revista, me declaro admirador. ¡Va por ti! ;)
Uno de los arquitectos más importantes de la España del siglo XX fue el vallisoletano Modesto López Otero. Nacido a orillas del Pisuerga el 24 de febrero de 1885 sus padres, Juan López Núñez y Amalia Otero Seijas, lo bautizaron cuatro días después en la iglesia de Santiago Apóstol, parroquia en cuya pila fueron bautizados numerosos artistas en siglos precedentes. Me gustaría señalar que en esta ocasión las imágenes no son mías, la inmensa mayoría han sido obtenidas de http://open.ieec.uned.es/HussoDigital y www.madrid1936.es
Sus estudios de bachillerato los cursó en el Colegio de los Escolapios, pasando posteriormente en el año 1902 a Madrid para realizar el curso preparatorio en la Escuela de Agrónomos e ingresar posteriormente en la Escuela de Arquitectura. En 1910 se graduó como arquitecto como el número uno de su promoción. Sus comienzos están íntimamente unidos a los de su amigo y compañero José Yánoz Larrosa. Juntos obtuvieron diversos galardones: el primer premio del concurso para el Monumento a las Cortes de Cádiz y la Medalla de Oro en el Concurso para la Exposición Nacional de 1912. Asimismo, a título individual, López Otero obtuvo el premio del Primer Salón de Arquitectura de la Sociedad de Amigos del Arte en 1911 y la beca Hans Peschl que concedía cada año la Real Academia de Bellas Artes a alumnos destacados para realizar estudios en Viena. En 1915 su currículum se vio ampliado con la obtención de sus dos primeros encargos como arquitecto (ambos premios del Ayuntamiento de Madrid a los mejores edificios construidos en la capital durante ese año): una vivienda-estudio para el escultor y académico Miquel Blay y un edificio de viviendas en la calle de Fortuny, nº 35, este último aún en pie. A partir de entonces los reconocimientos fueron una constante en su vida.

Imágenes del proyecto para el Monumento a las Cortes de Cádiz (1915)
Su vocación docente le llevó a presentarse a la oposición para la cátedra de proyectos de tercer curso de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid en 1916 y a ser elegido director de la misma por unanimidad en 1923, tras el fallecimiento de Luis Landecho. Por su cátedra pasaron algunas de las grandes figuras de la arquitectura española del siglo XX: Fernando Chueca Goitia, Francisco Carvajal, Francisco Javier Sáenz de Oíza, Miguel Fisac, Francisco de Asís Cabrero, etc…
López Otero permaneció veinte años al frente de la dirección de la Escuela, durante los cuales llevó a cabo importantes cambios para su evolución y modernización. Ante todo, el traslado de la Escuela desde el antiguo pabellón de la calle de San Bernardo hasta el moderno edificio proyectado por su alumno Pascual Bravo en la Ciudad Universitaria de Madrid. Sin embargo, su privilegiada posición como arquitecto-director del proyecto de la Ciudad Universitaria permitió, por fin, que los arquitectos madrileños alcanzarán tan ansiado cambio. También modificó y renovó el plan de estudios con la incorporación de nuevas materias, ya que la enseñanza mantenía, en aquellos primeros años del siglo XX, un anticuado plan de estudios basado principalmente en materias de dibujo, restando importancia a las asignaturas técnicas –estructuras, construcción, instalaciones–, las cuales resultaban ya imprescindibles para el ejercicio de la profesión. También puso gran interés en la actualización y ampliación de los fondos de la Biblioteca, hecho conseguido gracias a la incorporación de los 3.000 ejemplares de libros y revistas donados por Juan Luis Cebrián, un ingeniero militar emigrado a California.

Modesto López Otero
Sus discípulos y compañeros hablaron de él destacando su extraordinaria calidad humana, además de su demostrada valía profesional. Existe unanimidad para definir su carácter como bueno, grato y conciliador, trasluciéndose un general sentimiento de agradecimiento de sus discípulos más directos hacia su persona. En cuanto a su faceta como profesor, muchos de sus antiguos alumnos coincidieron en alabar la libertad con que les permitía trabajar, sin marcar estilos ni tendencias, permitiendo al alumno encontrar su propio camino en el mundo arquitectónico. Estos testimonios ayudan a componer su personalidad, reflejando su sentido del humor, su carácter sociable y su capacidad de adaptación a las diversas circunstancias, por lo que resulta fácil comprender por qué tan admirado y alabado.

Modesto López Otero al tiempo de ser Director de la Real Academia de San Fernando de Madrid
LA CIUDAD UNIVERSITARIA DE MADRID
Su trabajo más significativo y aquél por el que es más recordado y reconocido dentro de la historia de la arquitectura española es el realizado en la Ciudad Universitaria de Madrid. Su nombramiento fue realizado por el rey Alfonso XIII en unanimidad con la Junta Rectora de la Ciudad Universitaria en 1928. Dicha Junta se fundó en 1927 tras ceder el Rey los terrenos de la Moncloa, propiedad hasta entonces de la corona española, para dar una ubicación a tan magno proyecto y poder comenzar a desarrollarlo. Así lo expresó públicamente en su primer encuentro con un grupo de arquitectos y profesores universitarios en julio de 1924: “Yo he pensado en la necesidad de emprender la construcción de edificios de una gran Universidad que no fuera solamente nacional”. Ya por entonces se habían alzado muchas voces para criticar el lamentable estado en que se hallaban los edificios universitarios madrileños, distribuidos son orden por la ciudad en inmuebles anticuados y obsoletos.
El primer paso de la Junta fue nombrar una comisión que investigase y conociese los campus universitarios más avanzados del mundo. Elegido miembro de dicha comisión a instancia de Luis Landecho, el cual alegó razones de salud para ser sustituido, López Otero formó parte del viaje, lo cual sería además una magnífica oportunidad para conocer la arquitectura norteamericana, tanto la de vanguardia como la perteneciente a la época de la colonización española.

Proyecto ideal de la Ciudad Universitaria de Madrid (1928)
La Ciudad Universitaria en la actualidad
Elegido por unanimidad arquitecto-director del proyecto en la Junta General celebrada el 25 de abril de 1928, rápidamente organizó una oficina técnica, para la cual reunió un equipo de profesionales compuesto en su totalidad por jóvenes promesas de la arquitectura que comenzaban a destacar a finales de los años veinte: Miguel de los Santos, Agustín Aguirre, Luis Lacasa, Manuel Sánchez Arcas, Pascual Bravo…
El planteamiento básico del proyecto se basaba en la creación de un campus integrado en la naturaleza, donde el estudiante se viese rodeado de un entorno sosegado y tranquilo, y en el que el paisaje natural apoyase un ambiente de paz y tranquilidad. Este aspecto era el que más había gustado a la comisión en su viaje. López Otero escribió un importante número de notas acerca de las directrices a seguir y del objetivo a lograr para obtener “un refugio como era el claustro de la edad media para el estudio y la mediación”.
Comenzó, entonces, a plantear grandes espacios ajardinados que conectaban las diferentes facultades agrupadas por especialidades. Así la primera fase correspondió a la urbanización del conjunto y a la construcción del primer grupo de facultades: Medicina –que abarcaba Farmacia y Estomatología–, Filosofía, Derecho y Arquitectura, entre otras, además de algunas residencias de estudiantes. La urbanización dio lugar al primer problema técnico: el gran desnivel del terreno. Los desniveles  se salvaron mediante la inclusión de diversos viaductos en los puntos más conflictivos. Se contó para ello con la colaboración con Eduardo Torroja, joven ingeniero de Caminos, cuya labor en esta primera fase fue determinante y comenzó a proporcionarle los primeros reconocimientos profesionales. Fruto de la colaboración profesional entre Torroja y López Otero nacería una profunda y duradera amistad. Sus comunes inquietudes les llevaron a fundar, junto a otros compañeros, el Instituto de la Construcción en 1934, gracias a la cual mejoró de forma ostensible la calidad de la construcción española.

Vista de las facultades denominadas como "Grupo Médico"
Facultad de Medicina
Facultad de Farmacia
Facultad de Filosofía
La segunda fase la contemplaban la facultad de Bellas Artes, el conservatorio, el paraninfo, la biblioteca y el templo. Una tercera base abarcaba las instalaciones deportivas, los museos y otros edificios complementarios. La concepción formal de los edificios pretendía ser moderna, basada en la arquitectura madrileña compuesta por ladrillo visto, granito y piedra blanca, pero la Junta Constructora quiso una imagen más monumental por lo que finalmente en esas primeras fases se utilizó el aplacado de piedra y los accesos porticados con grandes columnas.
Las obras se ejecutaron a buen ritmo hasta que en 1931, con la llegada de la República, se produjo un cambio de responsables al frente de la Junta Constructora. Sin embargo todo el equipo técnico, con López Otero al frente, sería ratificado en su cargo, hecho que políticamente causó gran sorpresa, aunque cargado de lógica y sentido común. Superándose, en ocasiones con dificultad, el problema económico que planteaba una inversión de tal magnitud, se logró inaugurar en los años siguientes los primeros edificios, pero la llegada de la Guerra Civil en 1936 resultaría terrible para la construcciones universitarias, ya que fue precisamente esta zona un frente de batalla durante meses, llegando incluso a darse la circunstancia de ocupar ambos bandos distintas zonas de un mismo edificio.
Una vez finalizada la guerra, se constituyó una nueva Junta Constructora, esta vez dependiente de la recién creada Dirección General de la Arquitectura con Pedro Muguruza al frente, la cual ratificaría por tercera vez a López Otero en su puesto, demostrándose nuevamente la importancia que su terminación había adquirido para el interés nacional. Dado que el recinto universitario había quedado casi irreconocible, se comenzó rápidamente a planificar la reconstrucción de aquellos edificios que aún podían ser salvados, otros hubieron de ser derribados y construidos de nuevo.
Iniciadas las reconstrucciones se diseñó un nuevo plan de actuación en 1943, tras el cual vendría otro en 1948 que trataría de buscar solución a un tema hasta entonces poco considerado y que sin embargo terminaría por ser el mayor problema de la Ciudad Universitaria: el tratamiento vial, los accesos de vehículos y los aparcamientos, además de completar la necesidad de ampliación con nuevas edificaciones como la del Instituto de Psicología, la facultad de Ciencias Políticas y la de Ciencias Biológicas y el aumento del número de residencias estudiantiles.
A partir de los años cincuenta comenzó a permitirse la construcción de edificios no previstos en el proyecto general, lo cual implicaba la intervención de arquitectos ajenos a la Junta Constructora y por tanto desligados de los principios estéticos de ésta. Se trató de luchar contra estas actuaciones que distorsionaban claramente el conjunto y su entorno, pero su número se descontroló y terminaron por hacerse dueñas del recinto universitario.

Facultad de Derecho
Campo de Deportes
Campos de Fútbol y Rugby
Lógicamente este crecimiento desordenado afectó considerablemente al conjunto que iba paulatinamente perdiendo su homogeneidad y, aunque la labor de López Otero al frente del proyecto continuó durante toda su vida profesional, resultó imposible impedir la disgregación del conjunto.
Los proyectos llevados personalmente por López Otero en la Ciudad Universitaria fueron los viaductos del Aire y de los Quince Ojos y las instalaciones deportivas del suroeste en colaboración con Eduardo Torroja; la iglesia de Santo Tomás de Aquino en 1942, realizada finalmente con un proyecto distinto del suyo; el Arco de la Victoria, realizado en colaboración con Pascual Bravo, y el paraninfo, ninguno de los cuales fue ejecutado. Sería ésta la gran decepción de López Otero, ya que además de considerar dicho edificio como el remate fundamental del proyecto universitario consideraba su existencia como fundamental para el funcionamiento de la Universidad.

Complejo Deportivo Zona Sur en en el Plano ideal de la Ciudad Universitaria (1928)
Viaducto del aire
Viaducto del Aire en primer término y al fondo el Viaducto de los Quince Ojos
Viaducto de los Quince Ojos
Arco de la Victoria
Proyectos y alzados del Paraninfo y Rectorado
OTROS PROYECTOS
En Madrid por entonces se potenciaba el neoclasicismo. La influencia extranjera, muy escasa, provenía de Viollet-le-Duc, arquitecto francés de tendencia medievalista, con lo que se produjeron mezclas de estilos que no permitían definir una trayectoria clara para los recién titulados. A ello se unió el temprano éxito de Antonio Palacios, cuyo proyecto de Palacio de Cibeles causó verdadera conmoción entre los profesionales de la época. Este arquitecto, con quien al parecer colaboró brevemente López Otero, influyó inicialmente en él.
Unida a este panorama artístico se hallaba la circunstancia de la conocida revolución industrial, que supuso un vertiginoso avance de las técnicas constructivas con la inclusión de materiales como el hierro y el hormigón armado en la construcción de las obras arquitectónicas. En el caso concreto de López Otero, y sin olvidar que él mismo se calificó como “arquitecto ecléctico”, su capacidad de adaptación y creación a partir de los más variados lenguajes arquitectónicos sorprende sobremanera.
Así, al estudiar sus obras, además de los comienzos ya mencionados del Monumento a las Cortes de Cádiz, la vivienda para Miquel Blay y el edificio de la calle de Fortuny, llevó a cabo otros como un hotel particular para promoción en la calle de Álvarez de Baena, hoy desaparecido, y obras de gran tamaño como fueron el Hotel Nacional en el Paseo del Prado esquina a la calle de Atocha; el Hotel Gran Vía; el Gran Hotel, de Salamanca, muy cerca de la Plaza Mayor de esta ciudad; la Casa de Ejercicios de los PP. Jesuitas en Chamartín de la Rosa; la sede de la Unión y el Fénix de la calle de Alcalá, el Colegio de Españaen París y la iglesia-convento de los PP. Capuchinos en Pamplona, entre otros.
El estudio de estas obras permite comprobar cómo a la gran diversidad tipológica de sus obras, algo bastante peculiar en la trayectoria profesional de un arquitecto, se ha de añadir una amplia diversidad de respuestas formales, quedando reflejada su personalidad arquitectónica de forma inigualable.
Dentro de la línea ecléctica comendada, López Otero no definió un proceso formal con el que desarrollar una trayectoria estética en todos sus proyectos, sino que dio a cada proyecto una respuesta singular, en algunos casos tan distinta que resulta difícil considerar que pertenecen a un mismo autor. Es ello, sin embargo, la demostración de su espíritu creador, la demostración de su espíritu creador, representando cada obra un testimonio personal y único.
La vivienda de Miquel Blay (1915), sin embargo, presenta un aspecto brutalista mucho más moderno, en el que se intuye una influencia del Hospital de Mahúdes de Antonio Palacios, por los grande almohadillados de la piedra y los juegos volumétricos en busca de contrastes de claroscuro.

Vivenda del escultor Miquel Blay
Es también en 1915 cuando proyecta el Hotel de la calle Álvarez de Baena, encargado por los promotores Torán y Harguindey. En él retorna en cierta manera a la línea historicista de los primeros concursos incluyendo detalles afrancesados propios de edificios como el Casino de Madrid de José Luis Salaberry o el Hotel Palace de Eduardo Ferrés Puig.

Hotel de la calle Álvarez de Baena



De ese mismo año, sin embargo data el Edificio de viviendas de la calle de Fortuny, en el que la influencia de la arquitectura vienesa, personalizada en Otto Wagner, es clarísima, tanto en la formación de los huecos como en la decoración de las fachadas, incluyendo piezas cerámicas con motivos florales y en la utilización del hierro en rejas y barandillas.

Y sin embargo, en 1917 proyectó la Casa de Ejercicios de los PP. Jesuitas en el más puro estilo neomudéjar con ladrillo visto y piedra. Este estilo estaba en pleno auge a principios del siglo XX merced a arquitectos como A. González y E. Rodríguez Ayuso, entre otros, que inundaron, primero, Sevilla y, después, Madrid de ricas fachadas de ladrillo visto formando todo tipo de ornamento.

Fotografía tomada de http://www.fuenterrebollo.com/recuerdos/chamartin-rosa.html
Fotografía tomada de http://www.fuenterrebollo.com/recuerdos/chamartin-rosa.html
En 1919 López Otero sorprende al proyectar dos hoteles, Nacional y Gran Vía, y un edificio de oficinas, la Sede de La Unión y el Fénix, bajo las premisas de la arquitectura norteamericana del edificio en altura. En ellos es evidente la interpretación de los cánones de la arquitectura de Adler y Sullivan, que sembraron Chicago de fachadas de grandes huecos en dos planos de acentuada verticalidad y rotundos remates de coronación. El propio arquitecto habla en la memoria del proyecto de la necesidad de una disposición eurítmica que divida la fachada en distintos cuerpos de la debida proporción.

Hotel Nacional
Hotel Gran Vía
Sede de La Unión y el Fénix


Sin embargo, tras éstos, y una vez conocidas las obras de estos arquitectos americanos “in situ” merced al viaje que realizó con la Comisión de la Ciudad Universitaria, desarrollaría su siguiente obra, el Hotel Cristina, de Sevilla, en un claro estilo colonial, incluyendo detalles ornamentales dibujados por el arquitecto en dicho viaje.

Fue esta influencia bastante pasajera, ya que sus obras posteriores, el Gran Hotel de Salamanca, única obra que mantiene el interior original, y el Colegio de Españaen París, responden a una estética mucho más clásica y contenida, cercana al neoclasicismo de Villanueva. La solemnidad y la majestuosidad de la obra parisina, con revestimiento en granito y sus torres rematadas con pináculos y adornadas con los escudos universitarios, son un retorno a la más clásica de las fuentes de creación.
No se debe olvidar, pese a la escasa incidencia que tuvo, la intervención de López Otero en la restauración de la catedral de Cuenca, labor iniciada por su maestro Vicente Lampérez, tras el derrumbe de la fachada barroca de siglo XVIII, en 1902. Fue esta desgracia el detonante para que la catedral fuera declarada monumento nacional y se encargara al prestigioso arquitecto su completa restauración. Redactó Lampérez un proyecto basado en las iglesias anglonormandas, compuesto por grandes arcos y rosetones, el cual se ejecutó hasta su fallecimiento. Fue entonces, en 1923, cuando se solicitó a López Otero la continuación de los trabajos de restauración, los cuales llevó a cabo con total respeto del proyecto de su antecesor hasta que los problemas de financiación terminaron por paralizar las obras, las cuales nunca fueron continuadas.

Colegio de España en París
Unos años después, en 1939, realizó el proyecto de la iglesia de los PP. Capuchinos de Pamplona, proyecto en el que el lenguaje moderno comienza a irrumpir. Hay en éste y en el último proyecto, ya mencionado, del paraninfo de la Ciudad Universitaria, una clara adaptación del estilo que él mismo denominó nueva arquitectura. La combinación del ladrillo visto y la piedra, ya utilizados con anterioridad en la Casa de Ejercicios, se utiliza en este caso para resolver los elementos de interés, rosetón y acceso, a la vez que remata ventanas y cornisa.

Del análisis de estos proyectos surge su principal característica como creador, la del arquitecto investigador, estudioso de los diversos estilos y tendencias que componían el panorama arquitectónico del momento. Ya se ha mencionado que el propio autor asumió su eclecticismo como consecuencia lógica de su formación academicista. Ahora bien, definido el eclecticismo como el estilo resultado de la mezcla de elementos diversos de variada procedencia, es evidente que la composición y adaptación de dichos elementos se convierte en sus obras en creaciones únicas por la destreza en el manejo de dichos elementos. Gustó de experimentar su capacidad de interpretación en los proyectos, y los resultados sorprenden por su personalidad. Ya sea empleando un estilo moderno, clásico, neogótico o neomudéjar, sus obras logran una singularidad propia demostrando en ellas un gran dominio de los estilos arquitectónicos y de la retórica compositiva.

LÓPEZ OTERO, ACADÉMICO Y CONFERENCIANTE
Además de su trabajo de arquitecto, López Otero mantuvo una amplia actividad intelectual, sobre todo, debido a su elección como miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y por su dedicación docente. Su relación con la Real Academia comenzó en 1923 cuando es elegido miembro de la institución en sustitución del fallecido Ricardo Velázquez Bosco. Su discurso de ingreso, leído el 26 de mayo de 1926, fue contestado por Miquel Blay y versó sobre “La influencia española en la arquitectura norteamericana”, tema que trababa sobre la arquitectura de las misiones del siglo XVI, aquellas que fueron primeras edificaciones occidentales en Norteamérica.
Entre los compañeros que tuvo en la Academia se encuentran Luis Moya, Teodoro Anasagasti, Leopoldo Torres Balbás, el marqués de Cubas y, más tarde, sus antiguos alumnos Pascual Bravo y Luis Gutiérrez Soto, entre otros.
Su labor en la Academia se dirigió principalmente hacia la defensa del patrimonio histórico artístico español, permaneciendo siempre vigilante acerca del estado de la arquitectura española y denunciando en muchos casos el abandono y olvido de que era objeto. Tras ocupar el puesto de secretario de esta institución durante varios años, fue elegido director por unanimidad en 1955, cargo que le enorgulleció sobremanera, por ser el primer arquitecto en la historia de la Academia que recibía tal distinción, cuestión que le obligó a ampliar considerablemente su dedicación a la institución.
Escribió algún artículo, como “El II centenario de la Real Academia de Nobles Artes de San Fernando”, y pronunció algunos discursos como “Los académicos en el tiempo de Goya”, además de contestar a un importante número de nuevos miembros en sus discursos de ingreso.
Su interés por la historia de la arquitectura española le valió igualmente su elección como miembro de la Real Academia de la Historia en 1932, disertando esta vez sobre “La técnica moderna en la conservación de monumentos”. Para la Academia de la Historia redactó varios informes sobre monumentos españoles como el monasterio de San Pedro de Arlanza, la Casa del Nuevo Rezado (actual sede de la Academia), el palacio de Medina Azahara, la mezquita de Córdoba, etc…


BIBLIOGRAFÍA
  • SÁNCHEZ DE LERÍN GARCÍA-OVIES, Teresa: Modesto López Otero vida y obra, Universidad Politécnica de Madrid, Madrid, 2000.
  • SÁNCHEZ DE LERÍN GARCÍA-OVIES, Teresa: “El arquitecto y académico Modesto López Otero”, Boletín de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, 2000, núms. 94-95, pp. 59-78.

ARTISTAS VALLISOLETANOS ACTUALES: Miguel Ángel Calleja

$
0
0

Nacido en Valladolid en 1945, se formó en la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos de Valladolid, en donde cursa estudios de escultura. Más adelante los completó inició los de Bellas Artes en Bilbao, continuando y terminando sus estudios en Madrid
Expone sus obras desde 1971. Participó en la Exposición Nacional de Arte Contemporáneo en 1972. Con motivo de aquella exposición, una obra suya de escultura fue adquirida por la entonces Dirección General de Bellas Artes, pero el artista ignora su paradero, ya que según él, no se le comunicó el lugar de destino. Ha participado en varias exposiciones, entre ellas, la realizada por el Museo Nacional de Escultura de “Pequeña Escultura” en 1972. En 1975 expone en la Galería EGAM de Madrid. En enero y en diciembre de 1980 ha participado en los dos concursos convocados por el Museo Nacional de Escultura de Valladolid.

Ahuyentador (1975)
Arquero
Atleta gris
Belfast
Bulto reminiscente
Cariátide
Concreción (1974)
Concreción abstracta
Determinación de un pie derecho
Ha conseguido el Premio Nacional Valladolid de Escultura en dos ocasiones: la primera en 1971 con una talla en madera, titulada Mujer y la segunda en 1976, con un bronce Sin título. En 1986 recibió el Premio Internacional de Escultura en la IX Bienal del Deporte en las Bellas Artes, celebrada en Barcelona.
Muestra en sus esculturas su preferencia por las formas abstractas y orgánicas, en las que valora los vacíos como parte integrante de sus composiciones. Otras veces tiende a la figuración expresionista, consumiendo los cuerpos humanos en tensiones disgregadoras. Su obra más reciente es figurativa, centrada en la expresión de rostro y manos y en la rotundidad de las formas. Utiliza materiales como la piedra, la madera y el bronce, que ofrecen una gran solidez a su concepción plástica de las formas.
Digestión de un durmiente
El comediante
Estela (2007)
Estructura vivaz
Figura expandida
Figura hemisférica
Forma sentada
Gracia de un pie derecho
Lanzador de martillo

Mujer
Madera (52 x 14 x 14 cms.).
Mujer, tiene las extremidades inferiores proporcionalmente cortas, lo que aporta a la figura una sensación de acentuada fortaleza. El escultor ha destacado una serie de planos dominantes que organizan la obra. Quizá el más importante sea el marcado por la diagonal de la mano.
Aun cuando la escultura figurativa en su esquema tiende hacia una síntesis abstracta, vemos que la figura no responde a una realidad anatómica, porque el autor no le interesa lograr esta clase de verismo, sino efectuar en el espacio un arabesco lineal, dinámico, que subraye una postura serpentiforme, forzada y a la vez como excesivamente comprimida. Aun cuando la comparación resulte extraña, esta escultura, gesticulante, contenida y vital, puede reconocerse sucesora de ciertas formas escultóricas del manierismo castellano

Mujer
Mujer

Sin título
Bronce (20 x 23 x 18 cms.).
En 1976, con una obra Sin título Miguel Ángel Calleja consigue el Premio Nacional de Escultura. Si comparamos sus dos obras premiadas observamos que ha existido en el artista una evolución hacia lo abstracto, aun cuando hay que tener en cuenta, que anteriores obras figurativas de Calleja, se regían más que por la reproducción del natural, por puros valores de composición y proporción abstracta. Y naturamente por este camino se desemboca en el estudio de la forma por sí misma, sin ideas parásitas de necesidad de parecido a algo que exista anteriormente.
El bronce aquí reproducido, de Miguel Ángel Calleja, es invención de una forma en el espacio. Hay que tener en cuenta, que para pensar en escultura, hay que acostumbrarse a mirar la forma en sí, como tal forma, haciendo abstración de para que sirve y de a quien, o a que se parece. Si el objetos tridimensional nos satisface por sí, por su ritmo, por su proporción, por su volumen y es capaz de hacer despertar ideas, sugerencias o hace proyectar sentimientos, según Ortega Coca puede ser una escultura. Y hay que tener en cuenta que bajo este punto de vista, abstracto, pueden ser también perfectamente pensadas las mejores piezas de toda la escultórica del pasado. Y que a la vez, gracias a esta óptica, y sólo a ella, podemos comprender la pureza en el volumen de una vasija o la gracia en el diseño de un objeto industrial, juzgándolos en su autenticidad escultórica.
Pensado así, este bronce de Calleja, constituye como una frontera entre lo interno y lo externo, un paréntesis del aire, o también una hornacina vacía para una época que carece de héroes y santos.

Sin título
EXPOSICIONES INDIVIDUALES
  • MIGUEL ANGEL CALLEJA Y RICARDO ECHEGARAY, exposición de escultura, Galería EGAM, Madrid, 14-31 octubre 1975. Catálogo (Madrid, Galería Egam, 1975) DL:M-31239 - 1975.
  • CALLEJA, exposición de escultura Galería SIENA, Valladolid, 15 Marzo-30 abril 1983. Catálogo (Valladolid, Galería SIENA, 1983).
  • MIGUEL ANGEL CALLEJA, exposición de escultura, Sala TORRENUEVA, Zaragoza, 3/20-5-1984.Catálogo (Zaragoza, Caja de A y M de P de Zaragoza, Aragón y Rioja, 1984) DL - Z - 577-84.
  • CALLEJA, exposición de escultura, Galería EVELIO GAYUBO, Valladolid. 20 Mayo 1986.
  • Catálogo (Valladolid, Galería Evelio Gayubo, 1983).
  • MIGUEL ANGEL CALLEJA, exposición de escultura, Sala SANTA CLARA, Zamora, 29-11/14-12-1986.Catálogo (Zamora, Caja de A. Provincial de Zamora, 1986).
  • MIGUEL ANGEL CALLEJA, exposición de escultura, Sala Caja de Ahorros y M. P. de Salamanca, Palencia, 4/14-4-1987.Catálogo (Palencia, Caja de A y M.P. de Salamanca, 1987). Prólogo de Jiménez Lozano.
  • MIGUEL ANGEL CALLEJA, exposición de escultura, PALACIO GARCI-GRANDE, Salamanca, 2/15 marzo 1988.Catálogo (Salamanca, Caja Salamanca, 1987). Prólogo de Jiménez Lozano.
  • ESCULTURA EN EL PUEBLO: RABANO, exposición de escultura, CASA DE CULTURA DE RÁBANO (Valladolid), agosto 1988. Catálogo (Rábano, Ayuntamiento, 1988).
  • MIGUEL ANGEL CALLEJA, exposición de escultura, SALA FUENTE DORADA, Valladolid, 3/17-3-1989. Catálogo (Valladolid, Caja de A. Popular de Valladolid, 1989).
  • MIGUEL ANGEL CALLEJA, exposición de escultura, Casa de Cultura, Fuensaldaña (Valladolid), junio 2002. Catálogo (Ayuntamiento de Fuensaldaña, 2002).
  • 2004.- MATERIA ANIMADA. Sala exposiciones Palacio de Pimentel. Valladolid.
Nudo
Pilar en flor
Plantón de columna
Puntal
Sin título

ULTIMAS EXPOSICIONES COLECTIVAS
  • ESCULTURA CONTEMPORÁNEA EN LA COLECCIÓN CJA ESPAÑA, exposición Palacio de Villena Museo N. de Escultura, Valladolid, 14 sept-12 oct-1990. Catálogo (Valladolid, Caja España, 1990). Prólogo de Teresa Ortega Coca. DL: VA-483-1990.
  • XBIENAL INTERNACIONAL DEL DEPORTE EN LAS BELLAS ARTES, exposición sala Tecla L'Hospitalet (Barcelona). 1992. Catálogo (Madrid, Consejo Superior de Deportes, 1992) 30. ISBN: 84-7949-003-9; DL: M-38695-1992.
  • VALLADOLID CULTURA COMTEMPORANEA, exposición Palacio de Pimentel Valladolid, 1 - 23 Julio - 1992. Catálogo (Valladolid, Diputación 19992). Prólogo de Teresa Ortega Coca. DL: VA-460-1992.
  • LAS EDADES DEL HOMBRE "EL CONTRAPUNTO Y SU MORADA", exposición Catedral de Salamanca, 19993-94. Catálogo (Valladolid, Las Edades del Hombre, 1993) 191s, 303s, 345, 347. ISBN: 84-88265-03-4, DL: VA-657-1993.
  • COLECCIÓN ESCULTORICA EDUARDO CAPA, exposición Salón de los Arcos y Sala Provincial, León, 24 marzo - 1 mayo 1994. Catálogo, (León, Diputación Provincial, 1994) 40, 97. DL: LE-346-1994, ISBN: 84-87081-80-0.
  • PINTORES Y ESCULTORES CASTELLANOS CON UNICEF, exposición sala San Benito, Valladolid, 6-30 Septiembre 1994. Catálogo (Valladolid, Fundación Municipal de Cultura, 1994).
  • XI BIENAL INTERNACIONAL DEL DEPORTE EN LAS BELLAS ARTES 1995. "RETROSPECTIVA OBRAS PREMIADAS", exposición Salas de exposiciones del Ministerio de Cultura (antiguo M. E. A. C.), Madrid octubre-Diciembre 1995. Catálogo (Madrid Ministerio de Educación y Ciencia - Consejo Superior de Deportes, 1995) 136, DL; M.35.094-1995, ISBN: 84-7949-014-4; NIPO: 178-95-007-3.
  • ARTISTAS DE VALLADOLID POR LA TOLERANCIA, exposición Palacio de Pimentel, Valladolid, 14 nov/3 dic 1997. Catálogo (Diputación de Valladolid, 1997) 93. DL: VA-883-1997.
Templo a una diosa desconocida
Tres testigos (1993)
Tronco bifronte
Tronco derribado
Vestal

BIBLIOGRAFÍA
  • GARCÍA DE WATTENBERG, Eloísa y FALCÓN RODRÍGO, Jesús (dir.): La escultura contemporánea en Valladolid, Museo Nacional de Escultura, Valladolid, 1980.
  • LÓPEZ ANTUÑANO, José Gabriel: Valladolid, arte y cultura: Guía cultural de Valladolid y su provincia (2 tomos), Diputación de Valladolid, Valladolid, 1998.
  • ORTEGA COCA, María Teresa: Concursos nacionales de pintura y escultura de Valladolid, Caja de Ahorros Provincial Valladolid, Valladolid, 1981.

PINTURAS MURALES EN EL VALLE DEL ESGUEVA: Amusquillo, Villanueva de los Infantes y Villarmentero de Esgueva

$
0
0

En el valle del Esgueva encontramos tres pequeños pueblecitos que conservan restos de pinturas murales muy interesantes. No todos tienen la misma importancia. Si bien en Amusquillo apenas se conservan restos, y lo poco conservado apenas nos es visible debido al estado de deterioro en que se encuentra, todo lo contrario ocurre en Villanueva de los Infantes, y sobre todo en Villarmentero, que cada vez que se pica el enlucido aparecen nuevos restos, y por cierto, bastante bien conservados.

AMUSQUILLO. Iglesia parroquial de San Esteban Protomártir
En el muro sur de la capilla mayor, por encima de unos arcosolios, aparece en el centro una figura sedente ¿Virgen con el Niño?, a nuestra derecha San Miguel alanceando al dragón y a nuestra izquierda un Santo que parece vestido de diácono, quizá San Esteban, portando en su mano izquierda un libro. La pintura se fecha en el siglo XV.

San Miguel venciendo al demonio
¿Virgen con el Niño?
San Esteban

VILLANUEVA DE LOS INFANTES. Iglesia parroquial de Santa María la Mayor
El edificio, tal como se conserva hoy, es el resultado de una larga y compleja historia constructiva. Consta de cabecera cuadrada y una nave, que en tiempos debieron ser tres, la meridional reocupando lo que antes había sido un pórtico. La cabecera de la iglesia se ve flanqueada por la sacristía por el norte y la torre por el sur, adosándose a ella.
Se pueden distinguir tres fases constructivas: la más antigua que se remonta a época prerrománica, otra que se puede echar claramente en tiempos románicos y una tercera, la postmedieval, que se manifiesta en una serie de añadidos y reformas de las anteriores.

¿Reunión?
Ángel de la Anunciación
Virgen de la Anunciacion
De la época prerrománica se conserva, de forma más o menos completa, la nave, actualmente revocada y horadada en ambos muros en tiempos posteriores a la Edad Media para abrir sendos pares de arcos con que acceder a las nuevas naves laterales. En la parte superior del muro sur se ven tres ventanitas, cada una tallada en un bloque de piedra caliza, mostrando arco de herradura trasdosado de molduras. Otra ventana de similares características se conserva todavía en el lado norte, lado en el que hay una puerta de medio punto que incluso pudiera ser del mismo momento –pero tal vez también románica– y que daría acceso a una dependencia alta situada a los pies de la nave, una especie de coro.
Las reformas de época románica afectaron a la cabecera y al pórtico que se añade a mediodía. La capilla mayor es cuadrada, con cubierta a dos aguas y revocada por completo, tanto al interior como al exterior. En el testero conserva una saetera abocinada, bastante maltratada pero que parece tener exteriormente arco de herradura. El alero, muy reconstruido durante la última restauración, tiene cornisa ajedrezada sostenida por canecillos, conservándose los ocho originales en el lado septentrional: algunos rotos, otros en proa de nave y también con motivos geométricos.

¿Qué representa?
Salvaje
En el interior del ábside central se encuentran algunos restos de pinturas murales. Así, en el testero del presbiterio se conserva una Anunciación, sobre la cual se puede ver una especie de reunión. A su vez, debajo de la Anunciacion se observa un tema bastante extraño que nadie sabe interpretar. En el lado del Evangelio se conserva en bastante buen estado una curiosa representación de la Última Cena. Hasta hace unos pocos años también se conservaban en la ventana de la Epístola dos representaciones de Salvajes, uno de las cuales ha desaparecido en gran parte debido a la humedad y falta de conservación.
En la obra Rutas del mudéjar en la provincia de Valladolid se considera que fueron realizadas entre finales del siglo XII y comienzos del siglo XIII, teoría que contrasta con la que posteriormente se recogió en la Enciclopedia del románico de Castilla y León que las fecha hacia el año 1500.

Sagrada Cena

VILLARMENTERO DE ESGUEVA. Iglesia parroquial de Santa Juliana
Estamos ante “la capilla Sixtina” de la pintura mural medieval en la provincia de Valladolid. Existen gran cantidad de restos pictóricos pertenecientes a diversos periodos y corrientes.
En la bóveda de cuarto de esfera de la sacristía, cabecera de la nave secundaria de la iglesia, se han encontrado restos de pinturas murales fechables en el siglo XIII. Este espacio consta de un ábside semicircular precedido por un tramo recto (presentando, en sus muros, una sucesión de arcos en los cuales acaso existieron pinturas murales).
En el centro del cuarto de esfera absidal preside estas pinturas murales una representación sedente de gran tamaño de la Virgen con el Niño, referencia para una serie de figuras menores que se disponen a ambos lados formando un pequeño ciclo dedicado a la infancia de Cristo. Destaca en su representación el trono, que, representado con brazos a manera de leones, remite al modelo bíblico del trono de Salomón, imagen de la Virgen con el Niño susceptible de una rica iconografía de carácter simbólico en los siglos XIII y XIV. A la derecha de la Virgen con el Niño (izquierda del espectador), las partes inferiores de una serie de figuras resultan de difícil interpretación, si bien la inmediata representación de un monarca con un gesto de reconocimiento hacia esta representación principal permite reconocer en esta zona la representación de la Adoración de los Magos. A la izquierda de la Virgen con el Niño (derecha del espectador), la representación sedente de San José cierra esta escena. A continuación, por esta parte, unas figuras de condición rústica acompañadas por una cabra y por unas ovejas restan, probablemente, de la representación del Anuncio a los pastores. Cierra el ciclo, por esta parte, de más extensión conservada, la representación de la Matanza de los Inocentes, donde destaca la representación sedente de gran tamaño de Herodes, que, con sus piernas cruzadas, a manera de gesto de autoridad, dispone esta masacre, ejecutada por sus soldados con su crueldad acostumbrada en presencia de unas maderas impotentes. Las características del armamento sugieren, con reservas, una cronología del siglo XIII.

Vista general
Grupo central de La Virgen con el Niño
Adoración de los Pastores
Adoración de los Magos
Herodes
Ya en la nave de la iglesia tenemos dos pinturas dedicadas a San Cristóbal. En el muro meridional del tramo tercero de la nave principal del edificio se dispone el santo con el Niño sobre su hombro derecho, mientras que con su mano izquierda se apoya en una vara. En el flanco S.E. del soporte frontero entre los tramos segundo y tercero, el Niño se coloca en su hombro izquierdo, mientras que la vara se representa en la mano derecha con la misión de salvar el río, que es representado por medio de un pez.

San Cristóbal del muro meridional
San Cristóbal del flanco S.E.
En el muro del lado del Evangelio de la capilla mayor, se conservan restos de una Flagelación, en la que Cristo aparece agarrado a una columna delante de una venera.

A los pies de la iglesia, en un pilar debajo del coro alto, se han encontrado los restos de una santa, que quizá corresponda con Santa Catalina de Alejandría, dado que los atributos que porta son una espada y los restos de una rueda.

A los lados del arco que se abre en la capilla mayor observamos múltiples figuras que nos plantean muchas incógnitas. Así, por ejemplo, una figura tocando un cuerno, en el arranque meridional del arco, por su indumentaria ha sido fechada en el siglo XIV. A su lado vemos un animal que parece un gallo. Sobre el hombre con el cuerno parece representarse a Adán y Eva afrontados a los lados de un árbol, seguramente el del pecado. En la misma zona, pero en el extremo contrario del arco, también aparece otro hombre tocando un cuerno. El resto del arco, incluido el intradós del mismo, está completamente decorado con pinturas murales decorativas de carácter geométrico.

Cerca de este último hombrecillo, pero ya en el arranque de la nave, en el lado izquierdo se ve a un hombre a caballo que parece portar lanza y un escudo dividido en cuatro cuarteles. ¿Pudiera ser San Jorge? Por las zonas próximas al arco vemos otras representaciones, si bien no sabemos exactamente que son.

La iglesia cuenta con la particularidad de que los capiteles de esta capilla mayor conservan restos de policromía, hecho que resulta bastante extraño, si bien no hemos de olvidar que la arquitectura románica no estaba tan desnuda de colores como en la actualidad vemos en la mayoría de iglesias.


BIBLIOGRAFÍA
  • DUQUE HERRERO, Carlos; REGUERAS GRANDE, Fernando y SÁNCHEZ DEL BARRIO, Antonio: Rutas del Mudéjar en la Provincia de Valladolid, Castilla Ediciones, Valladolid, 2005.
  • GUTIÉRREZ BAÑOS, Fernando: Aportación al estudio de la pintura de estilo gótico lineal en Castilla y León: precisiones cronológicas y corpus de pintura mural y sobre tabla, Fundación Universitaria Española, Madrid, 2005.
  • URREA FERNÁNDEZ, Jesús: Catálogo Monumental de la provincia de Valladolid. Tomo XX. Antiguo partido judicial de Valoria la Buena, Diputación de Valladolid, Valladolid, 2004.
  • VV.AA:Enciclopedia del Románico en Castilla y León. Valladolid, Fundación Santa María la Real. Centro de Estudios del Románico, Aguilar de Campoo, 2002.



PINTURA FLORENTINA EN EL CONVENTO DE LAS DESCALZAS REALES: Un reflejo de la Toscana en Valladolid

$
0
0

Desde sus primeros tiempos el gran ducado de Toscana mantuvo una estrecha vinculación política con la Monarquía Hispánica. Cosme de Médicis, que recibió de Pío V en 1569 el título de gran duque de Toscana, obtuvo una enorme influencia en el norte de Italia basada en el servicio al emperador Carlos V, a cuyos intereses estratégicos se mostró siempre leal.
Años después, Cosme I se desposaría con María Magdalena de Austria, hermana de la reina de España, Margarita, esposa de Felipe III. Esta relación de parentesco entre ambas casas, además de servir para afianzar los lazos políticos y alianzas estratégicas, generaría cierto flujo cultural y artístico hacia España, fruto del deseo de los Médicis de agradar a los monarcas y a la corte española.

Cosme I de Médicis
Doña Margarita de Austria, nacida en Graz en 1584, era la tercera hija de los archiduques Carlos y María de Baviera. Llegada a Madrid en 1599, pronto demostró su gran devoción religiosa e inclinación hacia la práctica de la caridad. Fruto de ambas pulsiones fue su acción patrocinadora de nuevos monasterios y conventos en aquellos lugares en los que la corte tuvo aposento durante su reinado. Muy pronto y como consecuencia de la influencia que sobre el monarca ejerció su favorito, el Duque de Lerma, se produjo el decretado traslado de la corte desde Madrid a Valladolid, hecho público el 10 de enero de 1601. Las razones de aquella mudanza hay que buscarlas en las ambiciones políticas e intereses económicos del valido, que conseguía a través del aislamiento del monarca un mayor control sobre éste y una mayor autonomía en la acción de gobierno. En el breve periodo de tiempo que duró la estancia, la población de duplicó, la construcción experimentó una actividad frenética y sus calles y plazas se convirtieron en el escenario de constantes celebraciones caracterizadas por el lujo y la ostentación.

Plano antiguo de Florencia.
Vista de Florencia
Una vez llegada la corte a Valladolid la reina Margarita se hizo cargo del patronato y edificación de un nuevo monasterio para las Franciscanas Descalzas de la ciudad. Éstas habían llegado hacia 1552 procedentes de Villalcázar de Sirga (Palencia) a instancias de los condes de Osorno, ocupando varias casas nobles emplazadas frente a la Real Chancillería, inmuebles que a medida que se fueron comprando se incorporaron al monasterio. En 1595 se concertó el patronato de los señores don Francisco Enríquez de Almansa y doña María de Zúñiga y Velasco, los cuales asumían la obligación de construir casa, iglesia y monasterio, así como el compromiso de aportar una renta anual de doscientos mil maravedíes. Como contrapartida, adquirían la capilla mayor para su enterramiento. Pese a que este acuerdo se elevó a escritura firme, la llegada de los monarcas a Valladolid invalidó de facto el mismo al hacerse cargo los propios reyes del patronato y construcción del monasterio. El patronazgo real no tuvo ratificación escrita hasta 1615 pese a que doña Margarita había fallecido en 1611.

Felipe III (Andrés López Polanco, h. 1610)
Margarita de Austria (Andrés López Polanco, h. 1610)
La voluntad real así expresada facilitó que el principal arquitecto de la corte, Francisco de Mora, fuese quien se ocupase de trazar las nuevas dependencias del convento, su iglesia, claustro principal y estancias anexas, correspondiendo a Diego de Praves, maestro mayor de las obras de su majestad en Castilla la Vieja, la dirección de una empresa constructiva que en 1615 estaba lo suficientemente adelantada como para permitir una pronta ocupación.
La construcción se hizo mayoritariamente de ladrillo, y la piedra se reservó para los zócalos y portada de la iglesia. El elegante claustro, de pequeñas dimensiones, presenta dos galerías superpuestas de orden toscano con cinco arcos por cada lado. Este nuevo monasterio debía ser amueblado y dotado convenientemente, y en ese sentido jugarían un papel determinante los vínculos con la ciudad de Florencia, capital del gran ducado de Toscana que incluía, además, las localidades de Lucca, Pistoia, Prato, Arezzo, Siena y Pisa, lugares en los que la actividad artística había jugado un destacadísimo papel en los siglos precedentes.

Convento de las Descalzas Reales
En efecto, en los últimos años del siglo XVI y durante el primer decenio del XVII, los grandes duques Fernando I y Cosme II obsequiaron a los monarcas españoles, a sus familiares y a los principales miembros de la corte con abundantes obras de arte y toda clase de objetos suntuarios, buscando con ello ganar el favor de éstos hacia los intereses de la Toscana. Los florentinos recabaron incluso información detallada acerca de la naturaleza de los objetos que serían más adecuados en cada caso, adaptando el tipo de presente a los gustos individuales del destinatario. Así, en 1605 el diplomático florentino Orazio Della Rena describía en una Relazione ultima segreta destinada al gran duque Fernando el gusto del rey Felipe III por la caza y en consecuencia, la conveniencia de regalarle armas y otros objetos asociados a esta práctica. Sin embargo, cuando se refiere a doña Margarita se expresa diciendo: “Pueden mandarle a la Reina cuadros, y pinturas de devoción de diferentes clases, pero de mano de pintor célebre, y serán bien recibidas porque mucho le agrada adornar su Oratorio donde ha reunido bastantes”. Esta recomendación no fue desatendida, como pone de manifiesto el estudio de la documentación relativa a los “donativos” efectuados por los grandes duques entre 1606 y 1610 entre los que se incluyen pinturas de devoción y retratos de todos los grandes duques y sus esposas.
A partir de mayo de 1610 el gran duque Cosme I y más concretamente su madre, la archiduquesa viuda Cristina de Lorena, adquirieron más de treinta pinturas a una veintena de artistas distintos de la escuela toscana, “para la reina de España para un monasterio que está haciendo”. Los cuadros encargados se ocuparon en su totalidad de temas de índole religioso, como corresponde a su lugar de destino –las Descalzas Reales de Valladolid–, respondiendo a un programa iconográfico trazado por la propia doña Margarita. De entre ellos, los destinados a narrar la vida de la Virgen e infancia de Jesucristo conforman una serie. Otro grupo se centra en el ciclo de la Pasión y el resto se dedica a la representación de imágenes devocionales propias del discurso religioso de la Contrarreforma: La Sagrada Familia, Virgen con el Niño, Ángel custodio, La Última Cenay diversos santos y santas vinculados a la tradición hispánica, a la Orden Franciscana Descalza o cuyos nombres coinciden con los de los principales actores en torno a los que se está gestando esta colección: San Felipe, Santa Margarita, Santa María Magdalenay Santa Cristina.

Cristina de Lorena Médicis
Entre la fecha en la que se “ordenan” las obras y su salida hacia España, distribuidas en tres cajas, en el verano de 1611, apenas transcurrió un año; de ahí que para responder al apresurado encargo se “reclutase” a tan abultada como desigual nómina de pintores: Pompeo Caccini, Giovanni Nigetti, Cosimo Gamberucci, Manuel Todesco, Filippo Tarchiani, Simone Sacchettini, Francesco Curradi, Michelangelo Cinganelli, Niccoló Betti, Jacopo Chimenti da Empoli, Pietro Sorri, Bernardino Monaldi, Valerio Marucelli, Giuseppe Stiettini, Ludovico Buti, Jacopo Ligozzi, Fabrizio Boschi, Giovanni Bilivert, Benedetto Velli, Francesco Mati, Nicodemo Ferrucci y fray Arsenio Mascagni. La mayor parte de ellos figuran en un documento de la Guardaroba Medicea, fechado en mayo de 1610, en el que se recoge lo que debió de ser el encargo inicial al que posteriormente se adicionaron algunas obras más, bien incorporando nuevos artistas a la empresa (Todesco, Sacchettini, Monaldi, Stiettini, Mascagni), bien incrementando el trabajo de otros (a Sorri se le paga una Santa Margarita pintada sin duda en honor de la reina española, a Monaldi la Santa Cristina, santa homónima de la madre del gran duque, y a Stiettini la Santa Isabel de Hungría). Cabe señalar también que se constata algún cambio de asignación como el San Francisco y la Santa Clara, que firma Mascagni, cuando inicialmente figuran entre los que debían realizarse en el taller de Ligozzi (en el que Mascagni había militado hasta 1591, antes de tomar los hábitos como fraile servita en Montesenario).
Estos artistas y su producción son perfectamente representativos del ambiente pictórico florentino de comienzos de Seicento. Florencia, que había sido la temprana cuna del Renacimiento y el escenario en el que durante los siglos XV y XVI se concibieron y realizaron buena parte de las principales obras maestras del período, languidecía ahora ajena a la renovación del lenguaje artístico que se estaba ya produciendo en otros focos. Los pintores florentinos del momento seguían fieles a la tradición de su escuela que tiene en el dominio del dibujo su principal recurso técnico, mostrándose poco permeables al empleo del color a la manera de Venecia. El resultado es un estilo correcto en lo narrativo pero escasamente expresivo y un tanto estereotipado para fechas tan avanzadas. Pocos son los nombres que han alcanzado el reconocimiento individual, perteneciendo el resto al inventario de los practicantes de un arte que cabría denominar “de oficio”.
De entre todos aquellos consignados para producir obras con destino a Valladolid, cabe destacar a uno, Jacopo Chimenti da Empoli (1551/54-1640), formado inicialmente en el taller de Maso da San Friano y seguidor de Bernardino Pocetti. Chimenti evolucionó desde el severo narrativismo de éste hacia un estilo propio resultante de la yuxtaposición del manierismo florentino y un uso más variado del color. El resultado sorprende, pues pese a la amplitud de la gama de colores aplicados en sus composiciones, mantiene un equilibrio extraordinario y una sofisticada elegancia. Un buen ejemplo lo tenemos en La Última Cenaque cuelga en el refectorio del monasterio de las Descalzas Reales de Valladolid, obra incluida en el encargo al que venimos haciendo referencia. Esta pintura es heredera de una arraigada tradición artística tendente a la representación de este pasaje evangélico en los refectorios conventuales florentinos. Los “cenacoli” del siglo XV, como el de Andrea del Castagno en Santa Apollonia o los de Ghirlandaio en Ognissanti o en San Marcos, tendrán continuidad en la centuria posterior materializados en la obra mural de artistas como Andrea del Sarto, que, junto con Pontormo, ejerció una notable influencia en Jacopo Chimenti.

La Última Cena (Andrea del Castagno, Cenacolo di Sant´Apollonia)
Fue la propia Cristina de Lorena, interesada en mantener una relación fluida con doña Margarita, quien asumió en primera persona la responsabilidad de complacer a la reina ocupándose de la concertación y supervisión de las obras. Puso tanto celo en la tarea que en junio de 1611 los cuadros estaban embalados y dispuestos para ser embarcados en el puerto de Livorno. Las pinturas llegaron a Madrid a finales de julio, transportadas desde Cartagena, y de allí llevadas a El Escorial, donde se había trasladado la corte, por el embajador toscano, Orso d´Elci. Éste informará posteriormente a Cristina de Lorena de la reacción de la reina al contemplar las pinturas, cuya desigualdad de calidad fue objeto del comentario de la soberana quien, no obstante, se mostró satisfecha y agradecida.
El 3 de octubre de 1611 la reina muere poco después de haber dado a luz al octavo de sus hijos. Así, en el posterior inventario de guardajoyas de la soberana figuran dos listados de pinturas coincidentes con las encargadas de Italia para ser enviadas a España (la segunda de las relaciones describe el mal estado de once de estas obras). En Madrid debieron de permanecer los cuadros hasta que en 1615 se decide por fin instalarlos en el monasterio de las Descalzas Reales de Valladolid con motivo de una estancia de Felipe III en la ciudad durante un viaje hasta la frontera con Francia, para entregar la mano de la infanta Ana Mauricia a Luis XIII y recibir la de Isabel de Borbón para su hijo el príncipe Felipe.
En el definitivo acomodo de las pinturas en el convento jugo un papel, no suficientemente claro, el pintor de cámara de Felipe III, Santiago Morán. Si bien es cierto que Morán recibió diversos pagos por “hacer” ciertas pinturas para el monasterio vallisoletano, parece más factible que su labor se limitase a reparar los deterioros que hubieran sufrido los cuadros y ubicarlos en el convento. Para ello debió de dotarlos de un soporte (los lienzos no podrían haber viajado desde Italia con las pesadas tablazones sobre las que ahora se asientan), así como de un marco adecuado a su categoría. Ocho de los lienzos, los dedicados a la vida de la Virgen, se incorporaron al retablo mayor del templo conventual, y otros dos (San Francisco y Santa Clara) a sendos retablos laterales en los que Morán debió de pintar los pequeños cuadros de los remates (San Onofre y San Antonio de Padua). El ensamblador de los tres retablos fue Juan de Muniátegui y excepto por el Calvario del ático, obra de Gregorio Fernández, la sola presencia de la pintura como soporte narrativo, a la usanza madrileña, subraya la vinculación de la monarquía en la empresa.

Retablo mayor y colaterales del Convento de las Descalzas Reales (Valladolid)
El resto de los lienzos fueron ubicados en distintos lugares del monasterio y allí se han mantenido, con distinta fortuna, hasta nuestros días:
  • Pompeo Caccini: La Oración en el Huerto, Ángel custodio.
  • Giovanni Nigetti: Ecce Homo, La Flagelación.
  • Cosimo Gamberucci: La Coronación de Espinas.
  • Manuel Todesco: San Jerónimo.
  • Filippo Tarchiani: El Prendimiento, Primer escarnio de Jesús o Cristo de los Improperios.
  • Simone Sacchettini: San Antón, San Buenaventura.
  • Francesco Curradi: La predicación de San Juan Bautista, La Sagrada Familia.
  • Michelangelo Cinganelli: Martirio de San Felipe.
  • Niccoló Betti: Santa Coleta, San Diego de Alcalá.
  •  Jacopo Chimenti da Empoli: La Última Cena.
  • Pietro Sorri: San Francisco y Santo Domingo, San Juan Evangelista escribiendo el Apocalipsis, Santa Margarita.
  • Bernardino Monaldi: Santa Cristina.
  • Valerio Marucelli: Santa María Magdalena en éxtasis.
  •  Giuseppe Stielttini: Santa Isabel de Hungría.

LA ÚLTIMA CENA (1611)
Jacopo Chimenti (Florencia, 1551-1640). Óleo sobre lienzo, 195,5 x 532 cm.
La escena se representa en un escenario humilde, donde sólo los cortinajes dan sensación de riqueza a la vez que sirven para otorgar espacialidad y enmarcar el espacio en que los personajes interactúan. Los apóstoles se agrupan en los cuatro lados de la mesa, alrededor de Jesús, que ocupa el lugar central.
El artista ha puesto el acento en el anuncio de la traición, poniendo ante los ojos del espectador el ambiente de trágica emoción que se respira en ese primer episodio que anticipa la Pasión y que lleva a los discípulos a reaccionar de forma diferente ante las palabras del Maestro. Destaca Judas, sentado de espaldas, carente de espaldas, carente de nimbo, con la bolsa de monedas sujeta en el cinturón, y señalando el pan que lo delatará como traidor, en clara alusión a los evangelios de Mateo y Lucas.
El original, pintado en 1610 por Jacopo da Empoli, fue modificado al llegar a España, poniendo énfasis en el momento de la institución de la Eucaristía. Para ello se sustituye el pan, que reposaba sobre una bandeja en el original, por el cáliz y la hostia, y se añade el rótulo: “Alabado sea el S(antísimo) S(acramento)”.
Fue después del Concilio de Trento, y en particular en España, donde el tema adquirió un gran empuje, gracias al movimiento contrarreformista que combatió a los protestantes glorificando los sacramentos. A partir de ese momento, la fórmula utilizada inicialmente por Da Empoli, que enfatizaba el anuncio de la traición, se sustituye invariablemente por la consagración del pan y el vino.


LA ORACIÓN EN EL HUERTO (1611)
Pompeo Caccini (Florencia, 1577 – d.1624). Óleo sobre lienzo, 244 x 169 cm.
Representa el pasaje narrado por San Lucas (22, 39-46) en que Jesús se retira para orar al Huerto de Getsemaní, en el Monte de los Olivos, y es confortado por un ángel. En primer término, yacen dormidos los tres apóstoles que acompañaron a Jesús: Pedro, que sujeta la espada que luego será determinante en el episodio del desorejamiento de Malco, Juan y Santiago. Siguiendo al pie de la letra el relato evangélico, Cristo, arrodillado y con las manos juntas en señal de humilde aceptación, contempla la aparición del ángel que le muestra la Cruz de la Pasión. A lo lejos, se divisa la comitiva que, precedida por Judas, acude a prenderlo. La luna, semioculta por un grupo de nubes, contribuye a dar tensión emotiva a la escena.
Este tema iconográfico fue representado muy frecuentemente, con especial reiteración en las estampas que se difunden durante el Renacimiento e inicios del Barroco, como las composiciones de Alberto Durero, Crispín van den Broeck, Cornelis Cort, Hieronimus Wierix, etc. La ordenación en diagonal de las figuras centrales de la composición y el uso de la luz son propios del arte barroco.

EL PRENDIMIENTO (1611)
Filippo Tarchiani (Castello, 1576-Florencia, 1645). Óleo sobre lienzo, 244 x 169 cm.
Representa el momento en que Judas besa a Jesús como señal para el grupo armado encargado de apresarlo, evitando con ello la posible confusión con Santiago el Menor, con el que el Maestro tenía un gran parecido. Tras la figura de Jesús, los soldados portan picas y chuzos. Uno de ellos le sujeta el brazo con gesto compungido, mientras un farol sostenido según la tradición por Hedroit, el herrero que forjaría los clavos de la crucifixión, ilumina teatralmente la escena.
Al fondo, Jerusalén, y en primer término el episodio paralelo en que San Pedro corta la oreja a Malco, el criado del pontífice, contraponiendo de forma muy visual la mansedumbre de Cristo a la agresividad del discípulo. El uso de juego tenebrista de luces y el gesto de Malco, remiten directamente al conocimiento por parte del autor de la Conversión de Saulo(1601-1602) de Caravaggio.



PRIMER ESCARNIO DE JESÚS o CRISTO DE LOS IMPROPERIOS (1611)
Filippo Tarchiani (Castello, 1576-Florencia, 1645). Óleo sobre lienzo, 244 x 169 cm.
Representa una escena poco frecuente en la iconografía pasionaria. La acción forma parte del proceso religioso de Jesús. Se desarrolla después de la comparecencia ante Caifás o incluso antes del juicio del sanedrín, cuando, según los evangelios de Mateo (26, 67), Marcos (14, 65) y Lucas (22, 63), Jesús es abofeteado y escarnecido por los judíos que ante su ceguera se mofan diciéndole: “Profetiza, ¿quién fue quien te hirió?”.
Cristo tiene los ojos vendados y las manos atadas, mientras es increpado por sus verdugos, lo que diferencia este episodio del segundo escarnio, que forma ya parte del proceso político y está centrado en la coronación de espinas. La serena belleza de Jesús contrasta con la rudeza de sus verdugos. El empaque de los soldados, sobre todo el que está en primer término, con su reluciente coraza, dotado de una fisionomía propia del retrato, y la sobriedad espacial, contribuyen a dotar el cuadro de gran monumentalidad, convirtiéndolo en uno de los más destacados de la serie.

LA FLAGELACIÓN (1611)
Giovanni Nigetti (Florencia, c.1573-1652). Óleo sobre lienzo, 244 x 169 cm.
El desarrollo del tema de la Flagelación se debe fundamentalmente a la imaginación de la devoción popular, ya que aunque los cuatro evangelistas mencionan el castigo ninguno de ellos señala en ningún caso que fue atado a una columna. A la difusión del tema contribuyen en gran medida la serie de grabados realizados por distintos maestros, como Albrecht Altdorfer, Hans Bol, Giovanni Battista Franco, Gerard y Pieter de Jode, o el propio Alberto Durero.
El episodio tiene lugar durante el proceso político de Jesús, cuando Pilato, reticente a castigar a Jesús pues no encontraba razones para ello, a fin de contentar a la plebe lo hace azotar tras haber propuesto a Barrabás para ocupar su lugar en la crucifixión. Como reminiscencia de la iconografía medieval, Jesús está atado a una columna alta, en lugar de la columna baja que predominará desde los inicios del Barroco. Así, Jesús, en pie, abraza la columna, mostrando su espalda castigada por los golpes que con los flagelos le asestan dos verdugos de aspecto fiero y agresivo. Curiosamente, y lejos de la iconografía habitual del tema, en el fondo se disponen algunos personajes que contemplan el castigo.

LA CORONACIÓN DE ESPINAS (1610)
Cosimo Gamberucci (Florencia, h. 1560-1621). Óleo sobre lienzo, 244 x 169 cm.
Después de la Flagelación ordenaba por Pilato, Jesús es escarnecido por segunda vez, en este caso por manos de una soldadesca recia y desenfrenada. El episodio está reflejado en tres de los evangelios sinópticos: Mateo (27, 27-30), Marcos (15, 17-20) y Juan (19, 2). La respuesta afirmativa de Jesús a la pregunta: “¿Eres tú el rey de los judíos?”, da pie a los soldados a la mofa más brutal, convirtiéndolo en un rey del carnaval. Lo visten con púrpura, ciñen su cabeza con una corona de espinas y ponen en sus manos una caña a modo de cetro, mientras doblando la rodilla ante Él se burlan diciendo: “Salve, rey de los judíos”.
Destaca el contraste entre la crueldad que anima a los soldados y la serenidad de Jesús que admite el castigo con evidente resignación. Ciertos detalles del suplicio son deuda de los autos sacramentales, al igual que los gestos grotescos de burla y muecas cuyo origen puede rastrearse en la mímica de los actores que representaban los Misterios de la Pasión, como el soldado que en primer término saca la lengua mientras con su mano hace el gesto obsceno de la higa. Tal vez, ahí encontremos también la explicación al tocado que cubre la cabeza de uno de los verdugos, totalmente anacrónico, propio de la indumentaria de la época.


ECCE HOMO(1611)
Giovanni Nigetti (Florencia, h.1573-1652). Óleo sobre lienzo, 244 x 169 cm.
Cristo, tras la coronación de espinas, es presentado por Pilato a la multitud que se había reunido frente al pretorio, diciendo: “Ahí tenéis al hombre” (Ecce Homo), a lo que la multitud exaltada gritaba pidiendo su muerte. El tema, reflejado únicamente en el Evangelio de San Juan (19, 4-6), se difundió en el siglo XV, al final de la Edad Media, persistiendo con fuerza hasta alcanzar grandes dosis de patetismo en el Barroco.
Jesús, vestido con la clámide, coronado de espinas y sujetando entre sus manos atadas el cetro de caña, se presenta asomado a una terraza, donde Pilato, barbado, lo muestra al pueblo, ofreciendo su libertad. El pueblo, gesticulante, se lleva a las manos a la cabeza y señala entre aspavientos al reo para que lo vean los más pequeños, mientras gritan “¡Crucifícale!”, como el soldado que está de espaldas en primer término, que con sus dedos hace la señal de la cruz.

SANTA COLETA (1610)
Niccoló Betti (Florencia, doc. de 1571-1607). Óleo sobre lienzo, 237 x 164 cm. Inscripción: “SA COLLETTA”
Vestida con el hábito de clarisa, Santa Coleta (1380-1447) sujeta en sus manos un crucifijo como único atributo. Sus ojos bajos se centran serenamente en la imagen del crucificado, tal vez en alusión a sus propias palabras: “Mis ojos los he llenado con Jesús, sobre quien los he fijado a la hora de la Elevación de la Hostia durante la misa, y no deseo reemplazarlo por ninguna otra imagen”.
No obstante, será la inscripción localizada en el margen inferior derecho la que identifique a la santa con “la pequeña sierva de Nuestro Señor” que, desde el convento de clausura adosado a la iglesia de San Étienne de Corbie, se convirtió en la reformadora de la orden de Santa Clara. Aunque su culto está aprobado a partir de finales del siglo XV, no fue beatificada hasta 1623 y canonizada hasta 1807, trescientos sesenta años después de su muerte. Se la considera patrona de la orden de las clarisas.

SAN DIEGO DE ALCALÁ (1610)
Niccolò Betti (Florencia, doc. de 1571-1607). Óleo sobre lienzo, 250 x 210 cm.
Representa el milagro más popular del santo. A pesar de la prohibición de su superior, distribuía el pan del convento entre los pobres. Siendo sorprendido mientras lo hacía, sólo encontraron rosas en el delantal de su hábito. El milagro es idéntico al que se atribuye también a otro miembro de la orden, la reina monja Isabel de Hungría.
La devoción del rey Felipe II por el santo viene dada por el hecho de que a él se le atribuye en 1562 la curación del príncipe Carlos, hermano mayor de Felipe III. Fue el único santo canonizado a lo largo del siglo XV, ya en las postrimerías de la centuria, por el papa Sixto V.


SAN FRANCISCO Y SANTO DOMINGO (1610)
Pietro Sorri (San Gusmè, 1556-Siena, 1622). Óleo sobre lienzo, 235 x 146 cm.
Representa el abrazo de Santo Domingo y San Francisco ante la Virgen que, con el Niño en brazos, les muestra los atributos de la Pasión y la santidad entre un coro angélico. La Virgen, que se había aparecido en un sueño a Santo Domingo, había dicho a su Hijo que él y San Francisco harían reina en el mundo las virtudes de la pobreza, la obediencia y la castidad. Al día siguiente, Santo Domingo, que aún no conocía a San Francisco, lo reconoció en la basílica, corrió hacia él, lo abrazó y le dijo: “Eres mi compañero. Unámonos y ningún adversario podrá contra nosotros”.
La pintura está realizada de forma realista y espiritual a la vez, insistiendo en elementos naturalistas como la expresividad de los rostros, las texturas de los sayales y el sombreado intenso que da carácter a los personajes. Para la figura de San Francisco utiliza el modelo impuesto por la Contrarreforma: un santo ascético, demacrado, muy alejado de la imagen del “poverello” sonriente y amable que se popularizó en el medievo.

SANTA ISABEL DE HUNGRÍA (1610)
Giuseppe Stiettini (Pisa y Florencia, doc. de 1605-1617). Óleo sobre lienzo, 237 x 164 cm.
Representa a Santa Isabel de Hungría, que, con el hábito franciscano, se incorpora en su lecho de muerte para ser recibida por Cristo y la Virgen que, desde una gloria en el ángulo superior izquierdo, acompañan a San Pedro, que porta las llaves con que abrirá las puertas del cielo a la santa. Aunque no aparece la triple corona con que habitualmente se la identifica, la lujosa ornamentación de la celda y los jarros o jofainas de agua que reposan en el suelo suelen ser su atributo más común en referencia a su elevada posición social y a la caridad que practicaba con los más pobres.
La escena representada es narrada en la Leyenda Dorada, donde se cuenta cómo estando la santa en su lecho, a punto de morir, vio ante ella un diablo al que dijo por tres veces: “Huye”. Momentos después, llegada la medianoche, expiró.
Digno de mención es el repinte llevado a cabo en el lateral izquierdo del cuadro, donde con unas pinceladas groseras, que contrastan con la finura de ejecución de las jarritas que con un levísimo sistema de veladuras están representadas sobre la mesa, se repintó el jarrón que contiene un gran ramo de flores, entre las que destaca un enorme clavel que incide directamente sobre el sexo del diablo, como medio para adecuar la pintura a les estrictas normas de decoro impuestas por Trento.
La presencia de Santa Isabel en la serie, además de estar plenamente justificada por su pertenencia a la orden, queda vinculada de forma especial a la fundación de los Austrias, ya que es la patrona de algunas mujeres importantes de la familia real española: Isabel de Portugal, Isabel de Valois y, por supuesto, la hermana de Felipe III, doña Isabel Clara Eugenia.

SANTA MARÍA MAGDALENA EN ÉXTASIS (1610)
Valerio Marucelli (Florencia, 1563-1626). Óleo sobre lienzo, 200 x 139 cm.
La elección del tema, con Santa Magdalena penitente como protagonista, se debe al hecho de que es la patrona de María Magdalena de Austria, hermana de la reina doña Margarita, reflejo de la política de agasajo que está presente en todas las cortes europeas del momento. El artista ha elegido para la representación el momento de uno de los siete raptos diarios en que los ángeles llevaban a Santa María Magdalena penitente desde el desierto al Paraíso para que pudiera escuchar los coros celestiales. El tema llegó a ser muy popular a partir de la Contrarreforma, interesada en la difusión de éxtasis místicos.
La santa, recluida en una gruta cerca de Vézelay, es representada en todo su esplendor. Su belleza y su rica vestimenta hacen hincapié en su vida anterior. A sus pies, los característicos atributos de la santa: el tarro de perfumes con que ungió los pies a Jesús durante el banquete en casa de Simón y que llevaría más tarde al Santo Sepulcro, un crucifijo, unas ramas florecidas con espinas para meditar sobre la Pasión del Redentor, una calavera a modo de recordatorio de lo efímero de la vida y un libro abierto en que se leen las palabras del salmo 129, capítulo 148, que tanta relación tiene con los ideales franciscanos. Al fondo, un paisaje delicado y detallado propio de la pintura flamenca.

MARTIRIO DE SAN FELIPE (1611)
Michelangelo Cinganelli (Settignano, h.1558 – Florencia, 1635). Óleo sobre lienzo, 200 x 140 cm.
Se trata de San Felipe apóstol, patrono de Felipe III y de su padre Felipe II. Se representa el momento de su martirio, a punto de recibir la palma y la corona de santidad de la mano de un angelote que sobrevuela la escena sobre una nube.
El tormento tiene lugar en medio de la plaza ante la atenta mirada de la muchedumbre y la soldadesca en primer término. Uno de los soldados mira de frente al espectador introduciéndolo en la escena, un recurso muy propio del barroco. En lo alto, sobre un pedestal, hay una escultura broncínea que parece rota, lo cual aludiría al episodio en que los paganos quisieron obligar al santo a adorar una estatua de Marte, pero del pedestal de aquélla salió un dragón que asfixió al hijo del rey, infectando el aire con su aliento envenenado. La concurrencia, asustada, habría pedido el auxilio de San Felipe, que exorcizó al dragón y resucitó a sus víctimas, pidiendo a cambio que se destruyera la estatua para colocar el signo de la cruz en su lugar.


SANTA MARGARITA (1610)
Pietro Sorri (San Gusmè, 1556 – Siena, 1622). Óleo sobre lienzo, 210 x 124 cm.
Es Margarita de Antioquía, patrona de doña Margarita de Austria-Estiria, esposa de Felipe III y mecenas de esta importantísima colección de arte italiano para su fundación en el convento de las Descalzas Reales de Valladolid.
En primer término, la santa, ricamente vestida con un manto orlado de perlas –no en vano su nombre en latín significa “perla”–, se nos muestra de acuerdo con su iconografía más habitual. De pie, con expresión arrobada, sostiene en la mano el crucifijo que sirvió a la joven para dar muerte a Satán, que en forma de dragón intentó tragarla. Es por ello por lo que el diablo es hollado por el pie de Margarita, mientras a su lado, en el suelo, reposa el cadáver del dragón.
En segundo término, tal y como se especificaba en el encargo hecho a Pietro Sorri, se representa el martirio de la santa, que murió decapitada tras un sinfín de terribles suplicios. El paisaje del fondo, con arquitecturas desvaídas, está poblado por una gran muchedumbre que asiste al tormento, mientras en lo alto se abre una gloria para entregar a Margarita la corona y la palma del martirio.


SANTA CRISTINA (1610)
Bernardino Monaldi (doc. 1588-1619). Óleo sobre lienzo, 246 x 162 cm.
Este lienzo, pudo ser añadido al encargo original como homenaje personal de Cristina de Lorena, madre de Cosme II, a Margarita de Austria. La santa, dotada de gran monumentalidad, lleva ricas vestiduras y va adornada con valiosos camafeos, uno para sujetar el manto y otro en su cabeza, aludiendo a su posición social. En la mano lleva los instrumentos del martirio, las fechas, y a sus pies reposa la rueda de piedra a la que fue atada como parte del tormento. En su mano izquierda lleva la palma del martirio. El lienzo está firmado y fechado en el margen inferior izquierdo, sobre la rueda. Antes de la restauración era identificada como Santa Apolonia.

LA PREDICACIÓN DE SAN JUAN BAUTISTA (1611)
Francesco Curradi (Florencia, 1570-1661)
San Juan predica desde lo alto de un improvisado púlpito sobre una roca. Viste el típico sayo de piel de camello y en su mano izquierda porta una larga cruz de cañas, mientras con su mano derecha señala en actitud de diálogo a uno de los personajes con quien mantiene una conversación. Los personajes que rodean al santo visten de forma anacrónica, llevando la indumentaria propia del momento en que el cuadro fue pintado. En función de sus vestiduras, se adivina su alta condición social. La prédica no tiene lugar en el desierto, pudiendo identificarse el tema con el Sermón en el bosque, que se hace corresponder con el Sermón de la montaña del Mesías.
Al fondo, Jesús y sus discípulos parecen dirigirse al encuentro del precursor, quedando encuadrado el grupo por los dedos índice de los dos personajes que hablan en primer término. Estaríamos delante de un anticipo de tema iconográfico del saludo de Juan al Mesías, que tiene lugar cuando, mientras Juan bautiza al pueblo, ve venir a lo lejos a Jesús y lo saluda diciendo: “He aquí al Cordero de Dios que quita los pecados del mundo”. Los lados superiores del lienzo fueron recortados para ajustarlo a la hornacina que lo acoge en el convento, de acuerdo con la práctica habitual durante el Renacimiento y el Barroco de acomodar el formato de los cuadros al lugar expresivo.


SAN JUAN EVANGELISTA ESCRIBIENDO EL APOCALIPSIS (1610)
Pietro Sorri (San Gusmè, 1556 – Siena, 1622). Óleo sobre lienzo, 255 x 140 cm.
San Juan, representado durante su destierro en la isla de Patmos y acompañado únicamente por el águila, escribe el libro del Apocalipsis. En los cielos, las imágenes apocalípticas más frecuentes: la mujer revestida de sol, con la luna bajo sus pies y en la cabeza una corona de doce estrellas, que aparece por primera vez en el suelo de José. Esta mujer, que algunos identifican con la Virgen María, y otros con el pueblo de Dios antes del nacimiento de Jesús y que representaría por tanto a Israel fiel, aparece en el Apocalipsis como la que engendra al Niño que el dragón quiere combatir. Sobre ella el dragón de siete cabezas coronadas identificado como Satán.
En lo alto, se abre el cielo de donde emerge Dios Padre para acoger al Niño que acaba de nacer, dotando de grandes alas a la madre para que pueda huir a refugiarse en el desierto. Esta iconografía, muy frecuente sobre todo en Francia y en España cobra un extraordinario auge y una nueva dimensión a partir del siglo XV gracias a la divulgación de las xilografías publicadas en 1498 por Alberto Durero.

SAN ANTÓN (1611)
Simone Sacchettini (Florencia, doc. 1610-1624). Óleo sobre lienzo, 237 x 166 cm.
La leyenda de San Antonio Abad (San Antón), patriarca de los cenobitas de la Tebaida, se hizo popular en el siglo XIII por la Leyenda Dorada. Se le representa de pie, anciano, vistiendo el sayal con capucha propio de los monjes de su orden y sujetando el libro de la regla de los antonitas. Sus atributos más habituales yacen a sus pies, la esquila y lo que parece el bastón acabado en tau. Al fondo, la humilde cabaña que sirve de vivienda al anciano ermitaño.  La inclusión del santo en esta serie podría venir dada por el tremendo auge que experimenta su devoción en los momentos en que la peste asoma Europa, ya que es el patrón contra las enfermedades infecciosas.

SAN BUENAVENTURA (1611)
Simone Sacchettini (Florencia, doc. 1610-1624). Óleo sobre lienzo, 250 x 168 cm.
San Buenaventura es considerado el mayor teólogo y el “segundo fundador” de la orden franciscana. Su relevancia y su vinculación a San Francisco le valieron el sobrenombre de “Doctor Seráfico”. A él debemos los escritos sobre San Francisco que inspiraron a numerosos artistas. Su tardía canonización, en 1482 hace que su iconografía no sea muy abundante hasta el siglo XVI. Los franciscanos lo hicieron representar con rostro imberbe, pero los capuchinos acostumbraron a efigiarlo con una larga barba.
Tal vez esté en esta doble visión iconográfica del santo el origen del cambio radical sufrido por la imagen, que en un momento indeterminado fue cubierta con un burdo repinte que pretendía avejentar sus rasgos faciales, aunque también pueda deberse a un intento por insistir en los ideales de ascetismo y penitencia emanados de los dictámenes tridentinos. Viste de cardenal, con roquete, muceta y bonete.


SAN JERÓNIMO (1611)
Manuel Tudesco (doc. 1610-1611). Óleo sobre lienzo, 237 x 166 cm.
La fuente principal de su iconografía es la compilación de Giovanni d´Andrea que en su Hieronymianusimpreso en Basilea en 1516 reunió todos los textos relativos a este Doctor de la Iglesia.
Se representa a San Jerónimo penitente, en el desierto. Arrodillado, semidesnudo, lee apasionadamente el libro que descansa en la roca, mientras con su mano sostiene la piedra que emplea para golpearse. Aunque nunca fue cardenal, pues simplemente ejerció funciones de secretario del papa Dámaso, en el suelo, a sus pies, reposa el capelo cardenalicio que se le concedió como atributo a partir del siglo XIV tras la publicación del Hieronymianus. Para indicar que es un estudioso, sobre la roca podemos ver unos anacrónicos quevedos, instrumento óptico inventado más de ocho siglos después de su muerte, pero convertido en elemento habitual de su iconografía a partir del siglo XV.

LA SAGRADA FAMILIA o DOBLE TRINIDAD (1611)
Francesco Curradi (Florencia 1570-1661). Óleo sobre lienzo, 200 x 139 cm.
La iconografía de la Sagrada Familia se convierte en este caso en un símbolo trinitario. San José, que porta la vara florecida, representa la imagen de Dios Padre y la Virgen sustituye al Espíritu Santo. Ambos miran arrobados al joven Jesús, convertido el grupo en una Trinidad terrestre (Trías humana) que tiene su paralelismo en el cielo con la aparición del Padre y el Espíritu Santo que, convertidos en protectores de la Sagrada Familia, vienen a completar el simbolismo. El tema sólo se difundió en el arte de la Contrarreforma, que estimuló el culto de la Trías humana, o lo que también se da en llamar Trinidad jesuítica.

ÁNGEL CUSTODIO (1611)
Pompeo Caccini (Florencia 1577- doc. h. 1624). Óleo sobre lienzo, 196 x 138 cm. Firmado “PONPEVS CACCINIVS DE / URBF F 1611”.
El culto al santo ángel de la guardia surgió en Rodez (Francia) en los primeros años del siglo XVI, beneficiado por la defensa ejercida por la Iglesia católica contrarreformista frente a los ataques protestantes. El ángel custodio es un tema que goza de amplia popularidad a finales del siglo XVI y sobre todo en el primer tercio del siglo XVII, amparado especialmente por la Compañía de Jesús que contribuirá enormemente a su difusión.
El ángel, acompañado por un infante, le muestra el camino de vuelta, pero le indicará un camino pedregoso, el sendero de la religión, marcado simbólicamente por un camino de cruces que se divisan a lo lejos. La gran calidad de la pintura queda manifiesta en los detalles de los rostros y los ropajes, advirtiéndose ecos de manierismo florentino tanto en las actitudes como en el uso del color.


BIBLIOGRAFÍA
En texto está extraído totalmente de VV.AA.: El legado de la Toscana: Descalzas Reales[Exposición], Fundación del Patrimonio Histórico de Castilla y León, Madrid, 2007.

ARTISTAS VALLISOLETANOS ACTUALES: Félix Llanos

$
0
0

Inició su formación artística en la Escuela de Artes y Oficios de Valladolid, atraído en principio por la técnica del modelado y por la construcción en tres dimensiones. En los cursos de José Luis Medina y Antonio Vaquero obtuvo no sólo habilidad para modelar la arcilla sino un conocimiento profundo de esta materia que, por su plasticidad, es capaz de recoger los más delicados matices. El dominio del modelado supone la presencia implícita de los conceptos del dibujo y de organización de las masas en el espacio. En este tiempo dedicó atención preferentemente a la representación de la figura humana y al retrato, un género, sin duda, lleno de dificultades en el que se desenvolvió con éxito. En 1958 obtuvo la Primera Medalla de Escultura de los Juegos Florales “Ciudad de Valladolid” por un busto femenino y en ese mismo año obtenía el Primer Premio de Escultura Fernández Araoz, por otra figura femenina.

Superada esta etapa de aprendizaje decidió trasladarse a París, donde se instaló en 1959. En la década de los cincuenta París guardaba todavía el poderoso atractivo de ser –o haber sido– la capital del mundo de las Artes. En palabras de Julián Gallego, que desde 1954 enviaba sus Crónicas a España publicadas en la revista Goya, “París conservaba contra viento y marea la hegemonía de la calificación de un artista, el privilegio del placer a las eminencias proclamadas por otros”. Es verdad que por esos mismos años este estado de cosas tocaba a su fin.

¿C? (1997)
El camino
El viaje de Félix Llanos a París estuvo motivado por el interés que entonces sentía por la pintura y por la búsqueda de bases sólidas para su formación. Asistió a los cursos de dibujado impartidos en L´École de Montparnasse, a la Grande Chaumière donde se trabajaba con el color y a la Academie Julian, taller parisiense célebre por su papel en la formación de muchos de los pintores simbolistas como Paul Gauguin, Emile Bernard, Maurice Denis, Pierre Bonnard o Edouard Vuillard. En estos primeros años dedicados al aprendizaje de las técnicas pictóricas su principal interés estuvo dirigido al conocimiento de los maestros clásicos. Es una época en la que realizaba copias para desmenuzar y asimilar las técnicas de los grandes pintores. En aquel momento la lección de los impresionistas en su libre utilización del color y en la forma fresca de reflejar la realidad llegó a captarle con su atractivo. Pero enseguida abandonó esa trayectoria bajo la influencia de Bernard Buffet cuya serie de Paisajes de París realizada en 1956-1957 mostraba una ciudad teñida de tintas sombrías. En esa época Félix Llanos realizó numerosos paisajes arquitectónicos, en los que progresivamente fue abandonando el color para centrarse en los efectos de volumen, cuya estructura estaba definida por planos de luz y sombra violentamente contrastados. Estos paisajes urbanos tienen un aspecto fantasmal y expresionista muy alejad ya de las alegres vistas de ciudades creadas por el impresionismo. Según declara el propio artista esta forma de hacer estaba motivada, más que por cualquier tiempo de pintura, por su admiración hacia el cine expresionista alemán y por el efecto estético que le causaron películas como la Barraca del Doctor Caligari, El Gólem, Doctor Mabuse, y, sobre todo, Metrópolis. Su obra El puerto de Bretaña es representativa de esta fase.

El Dragón (1997)
El Nacimiento del Caos (1997)
¿G? (1999)
¿H? (1999)
A partir de 1962, durante breves estancias en España, hizo la primera muestra de obras en una exposición individual celebrada en Valladolid y participó en varias exposiciones colectivas. En 1967 acudió al Concurso Nacional de Pintura convocado por la Dirección General de Bellas Artes del Ministerio de Educación y Ciencia. La obra presentada ese año con el nombre de Pont Neuf, que figuró en la exposición celebrada en el Palacio del Retiro, revela cómo, todavía, utilizaba el paisaje urbano de París como soporte de sus investigaciones pictóricas en esa línea expresionista. El matiz sombrío de su pintura coincide también con un momento en el que se dejó arrastrar por el interés hacia temas de carácter misterioso y esotérico.
El ambiente de París en la década de los sesenta se mostraba caminando por tendencias pictóricas abstractas. Durante los años cuarenta, pintores como Roger Bissière habían llegado a la abstracción a partir de la utilización del color al modo de los impresionistas. Una línea más avanzada era seguida por los rusos De Stäel y Poliakoff que representaban la llamada abstracción libre. La forma discontinua de aplicar el color del primero y la fuerza dramática del segundo fueron en aquel momento elementos de referencia para Llanos.

¿I? (1998)
Lo creativo (1998)
¿L? (1999)
Desde 1964 comenzó a interesarse también por la filosofía oriental, por la distinta concepción del mundo que comportaba frente a occidente y, consecuentemente, por la diferente manera de entender el hecho pictórico que lejos de plantearse como copia superficial de la realidad que percibimos a través de los sentidos, ofrecía imágenes procedentes de una lenta reflexión y de la interiorización de lo percibido. Inició el aprendizaje de la caligrafía y de la pintura china en el taller de un maestro de este arte. La lectura del libro de Elie Faure El Espíritu de las Formas fue reveladora para él, por cuando en sus páginas encontraba la formulación teórica de la libertad expresiva que buscaba. Las formas tenían una vida propia que podía dar lugar a secretas conexiones entre obras de épocas y países muy distantes en el tiempo y en el espacio. Llanos buscaba en el espíritu de las formas, ese fluido común que las une a todas.
El aprendizaje de la técnica de la tinta china le liberó poco a poco de su formación escultórica que le obligaba de alguna manera a articular las formas mediante el volumen, para investigar en las posibilidades expresivas de la grafía. Un arte que permitía transmitir, a la obra, de forma muy directa el propio aliento vital, los impulsos, la sensibilidad. La vibración de la pluma o del pincel, determinada por el pulso o por la propia presión comunican al trazo unas referencias vivas a su autor más allá de lo representado.

¿O? (1999)
¿P? (1999)
¿Q? (1999)
Realizó por aquellos años una gran colección de tintas polícromas sobre papel en las que buscaba ante todo liberar la pintura de cualquier condicionante representativo, dejar que las formas vivieran su vida de manera autónoma. Todas ellas están impregnadas de un suave sentimiento onírico.
A partir de 1966, comenzó a plantearse que esa libertad absoluta, casi inconsciente, no era buena para la creación y que tenía que acogerse de nuevo a una disciplina de trabajo que introdujera un elemento de consistencia a sus composiciones. Se abre entonces una nueva etapa que representaba su vuelta a su formación originaria pero también a las raíces de la cultura occidental. En este caso tomó como punto de apoyo la escultura griega. Siguió utilizando la tinta china sobre papel y, sirviéndose de los nuevos conocimientos técnicos, realizó una serie de obras basadas en la interpretación de la escultura griega, apenas sin color, a las que el movimiento ágil de la mano dotaba de gran frescura. A ese momento pertenece su Procesión de Panateneas. Ocasionalmente en las obras de esta etapa se pueden descubrir influencias de Picasso.

Rocas (1998)
¿T? (1999)
¿V? (1999)
Dos hechos de signo muy diferente pero cargados de fuerza dinámica explican el posterior cambio de su pintura. En el terreno artístico el inicio de la década de los sesenta había consagrado una corriente pictórica basada en la búsqueda de los efectos de vibración y de movimiento que determinadas combinaciones de formas y colores provocan en el ojo, como reacción puramente física. Los pintores que se agrupaban bajo lo que se denominó “Recherche d´Art Visuel”, y que reconocían a Víctor Vasarely como su mentor, exponían habitualmente en la galería Denise René. El otro hecho, de carácter ideológico y social, estuvo protagonizado por el movimiento estudiantil de mayo de 1968. El ambiente de inconformismo con lo establecido y el clamor por la libertad, generaban una situación de tensión y de expectativas de cambios.

¿X? (1998)
Cuando en 1973 regresó a España tuvo un momento de intensa actividad de la que surgió una nueva serie formada por un centenar de pinturas al óleo sobre lienzo. Todas ellas tenían como motivo reconocible una escultura griega elegida entre un corto número, a las que la civilización occidental había dado un valor tópico como el Auriga de Delfos, el Discóbolo, la Victoria quitándose la Sandalia y la Victoria de Samotracia. Estas imágenes forman el núcleo estable de un espacio dinámico que gira en torno y se fragmenta pero no de forma caprichosa sino sometida por leyes geométricas, apresado en las formas puras de la espiral o la esfera. En estos cuadros se percibe la asimilación de las técnicas cubistas en lo referente al análisis de las formas pero, sobre todo, de los sistemas de descomposición formal y lumínica a través de los cuales se consiguen efectos cinéticos, utilizados por sucesivos grupos de pintores desde el orfismo al “op art”. La idea que ha dado lugar a esta serie contiene una disyuntiva entre la deuda contraída con la herencia clásica que representa lo fijo, lo normativo, lo que permanece, y el movimiento vertiginoso que en unos casos cuestiona su estabilidad y en otras potencia sus propias fuerzas dinámicas hasta su casi disolución. El autor acompañó las ilustraciones del catálogo de la exposición presentada en septiembre de 1978 con una frase de Omar Khaiame que sin duda encerraba la clase de su pensamiento: “¡Oh Cosmos! No me agrada tu rotación… Giras, giras, vives girando y nada te hace salir de esa órbita rutinaria…”.

¿Y?
Un fecundo periodo de reflexión y de silencio ha servido de preparación a la nueva etapa que se muestra en esta exposición. En ella se encuentra todavía la dualidad entre lo permanente y lo que cambia, pero entendido ya no como fuerzas antagónicas sino como componentes complementarios, en los que el conflicto aparente de los opuestos se convierte en esencia misma de la unidad del Cosmos.

BIBLIOGRAFÍA
  • ARA GIL, Julia y VALVERDE VILLENA, Diego: El Tao / Félix Llanos, Consejería de Educación y Cultura, Valladolid, 1999.

PINTORES VALLISOLETANOS OLVIDADOS: Mariano de la Fuente Cortijo

$
0
0

Hoy volvemos a traer a un artista “vallisoletano” que, aunque no nació en nuestra ciudad, en realidad lo hizo en Palencia, desarrollo la mayor parte de su carrera en Valladolid. En la Escuela de Bellas Artes de esta ciudad fue discípulo de uno de los mejores artistas con que contó Valladolid en el siglo XIX: José Martí y Monsó. Desde 1880 le vemos participando en los concursos de la Real Academia, donde siempre obtuvo recompensas por sus preciosos paisajes y marinas. Así en 1880 y 1881 obtuvo premios de segunda clase por sus marinas Un recuerdo de San Pedro del Mar y La Bahía. En los tres años siguientes consiguió premios de primera clase igualmente por tres Marinas.

Recuerdo de San Pedro del Mar (1880)
La Bahía (1881)
En 1886 la Academia le recomendó al Ayuntamiento para que éste le concediera una pensión de tres años para ampliar estudios en Madrid, desde donde remitió regularmente sus trabajos. Allí asiste a las clases de la Escuela de San Fernando, y en 1887 remite nueve obras a la Academia vallisoletana, como primer envío de pensionado. Se trataba de las siguientes obras: dos álbumes con varios apuntes conteniendo paisajes castellanos y marinas, así como una acuarela –Sacando velas– y dos óleos, uno de ellos titulado Orillas del Tormes. En su segundo año de pensionado envió a la Academia cuatro nuevas obras: tres óleos (Mar gruesa, Estudio de árbolesy La Tarde), así como un dibujo al carbón de una Marina. Al parecer pintó sus marinas en las costas santanderinas (San Pedro del Mar), Benicarló e incluso en Normandía, poniendo en práctica los métodos pedagógicos impuestos en la Escuela de San Fernando.

Orillas del Tormes (1887)
La tarde (1888)
Estudio de árboles (1888)
En sus marinas casi nunca aparece la figura humana. Ofrecen siempre una alegría de cielos limpios y el agua no inquieta la tranquilidad de sus embarcaciones. La claridad de sus obras tuvo necesariamente que refrescar el escenario pictórico local que comienza a identificarse con las preocupaciones e intereses pautados por los ambientes artísticos oficiales de Madrid.

Crepúsculo (1889)
En la playa (1884)
En las costas de Normandía (1884)
En tierra (1889)
En tierra (1889)
Además de sus marinas, pintadas la mayor parte junto al Cantábrico, se dedicó a la decoración, realizando numerosas pinturas de establecimientos comerciales y recreativos. A su regreso a Valladolid, en torno a 1895, fundó con Gabriel Osmundo Gómez una sociedad artística denominada “La Decorativa”, Decorativa que tenía su estudio en la Acera de Recoletos. Desde entonces se ocuparon de los trabajos de ornamentación y escenografías en diversos episodios públicos –Academia de Caballería, Círculo Mercantil, Círculo Industrial, etc.–, pero siempre fueron sus marinas las obras más alabadas y solicitadas, enviando sus cuadros a León, Salamanca, Pamplona, etc. Murió en Barcelona.

Paisaje (copia de un original del pintor salmantino Enrique Esteban)
Un muelle
En 1896 estaba ocupado en los trabajos de restauración y escenografía del Teatro Lope de Vega, la decoración del salón y comedor de la Academia de Caballería, y el Círculo Venatorio, este último junto con Eulogio Varela Sartorio. En el verano de 1897 trabajaba de nuevo en la decoración de la Academia de Caballería, en donde pintaba un gran lienzo en el que se representaba a “un capitán de un buque mercante metidas las manos en los bolsillos del chaquetón de abordo, calzadas las botas de agua y calada la gorra de navegar, observando desde el muelle del puerto la entrada de un barco”. Al año siguiente se hallaba ocupado entre otros trabajos en la decoración del Café Suizo, en cuyo interior pintó varios lienzos costumbristas “con escenas arrancada de la realidad
Un puerto
Una marina (1882)

BIBLIOGRAFÍA
  • BRASAS EGIDO, José Carlos: La pintura del siglo XIX en Valladolid, Institución Cultural Simancas, Valladolid, 1982.
  • URREA, Jesús: La Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción, Caja de Ahorros Popular de Valladolid, Valladolid, 1984.
  • URREA, Jesús: Pintores vallisoletanos del siglo XIX, Caja de Ahorros Popular de Valladolid, Valladolid, 1987.

    LA CASA DEL LICENCIADO FRANCISCO FRESNO DE GALDO

    $
    0
    0

    La casa del licenciado don Francisco Fresno de Galdo, ubicada en la calle de Prado nº 7, es una de las pocas casas y palacios históricos que en la actualidad subsisten. Su conservación parece un milagro ya que los numerosos palacios de los alrededores de la iglesia de San Martín fueron inmisericordemente aniquilados en la segunda mitad del siglo XX.

    Ubicación de la casa del licenciado Fresno de Galdo en el mapa de Ventur Seco (1738)
    En 1532 don Fernando Vallejo, secretario de la Chancillería de Valladolid, tomó a censo perpetuo del Cabildo de la Colegiata, por seis ducados de oro al año y 12 gallinas, dos suelos que estaban partidos y divididos y que hacía muchos años que estaban quemados, “para hacer y edificar casas” en el plazo de dos años. Estaban situados en la calle “que va de la iglesia de señor Sn Martín de esta dicha villa a afrontar en la huerta de las casas de la dicha Audiencia Real… y de la calle de los Moros a Chancillería” (actual c/ del Prado) y tenían por linderos  su derecha otro suelo edificado que pertenecía a Juan de Lazcano, procurador de la Audiencia, a su izquierda casas del calcetero Pedro de Salcedo y por la parte posterior las casas que fueron del contador mayor Antonio de Fonseca “que al presente están quemadas”.

    Sobre  estos suelos vivió la hija de Vallejo, doña Elvira Alderete, y su marido Guillaume Legrien, somelier de la panetería del Emperador. Sobre estos suelos el citado matrimonio “ha fecho y edificado a su costa unas casas” en las que parece residió exclusivamente doña Elvira por haber muerto antes de 1535 el marido.
    Viviendo en ellas como inquilino, en 1594, el licenciado don Francisco Fresno de Galdo concertó comprar a doña Luisa Barbón Alderete, nieta de doña Elvira Alderete y esposa de don Fernando de Valdés, las casas “que son en la calle que va desde San Martín al Prado de la Magdalena, que lindan por una parte con casas que al presente son de Bartolomé de Arbide y por otra con casilla pequeña de la misma doña Luisa que hace esquina y por el corral linda con otras casas de la misma doña Luisa que están en el callejón de la otra calle principal que va de San Martín a la Plaza de Chancillería, (es decir, la c/ de San Martín), además de otras ocho casillas situadas en la misma manzana, incluyendo el callejón que comunicaba la calle del Prado con la de San Martín. En esta compra se incluían el corral, la bodega con sus cubas, pozo, pila, yerros de polea del pozo, el arca “de echar trigo que está en la entrada del corral y paradores” y lo demás perteneciente y anejo a dichas casas.

    La casa fue realizada a comienzos del siglo XVI. Presenta la puerta principal a un lado de la fachada. Es de medio punto, con baquetones que llevan capiteles y basas góticas, alojándose dentro de alfiz de follaje gótico muy maltratado, con escudos en las enjutas. Espacioso zaguán trapecial con techo de viguería, del que sale una puerta para la bodega con una entrada principal desde la calle. La puerta que da salida al patio cae desenfilada y lleva en las jambas un rebajamiento para permitir el paso de carruajes.

    El patio tiene forma irregular, de trapezoide, con altas columnas toscanas y zapatas de perfil mudéjar. La escalera es claustral y se sitúa a mano izquierda. Los corredores tienen techo de viguería. Puede apreciarse un ventanita con reja de cuadros. En la esquina del fondo hay un pasadizo disimulado para ir al corral y jardín, de muy poca altura y con las puertas adinteladas, estableciendo comunicación con las caballerizas. Parte de la casa fue ampliada en época posterior. Es una casa de características abiertamente mudéjares, por la disposición fuertemente acodada, forma irregular del plano, por la decoración y por el empleo sistemático y conjunto de madera y ladrillo.


    BIBLIOGRAFÍA
    • MARTÍN GONZALEZ, Juan José: La arquitectura doméstica del renacimiento en Valladolid, Imprenta Castellana, Valladolid, 1948.
    • URREA, Jesús: Arquitectura y nobleza: casas y palacios de Valladolid, IV Centenario Ciudad de Valladolid, Valladolid, 1996.

    CreaVA15. Creadores Vallisoletanos

    $
    0
    0

    A lo largo de este mes se celebra en diferentes ciudades europeas el CreArt, siendo el día más importante el 21 de marzo: Día Europeo de la Creatividad Artística. Una de las poblaciones en las que se desarrolla dicho festival es Valladolid. Aquí entre los días 6 y 29 podréis disfrutar de un montón de actividades, siendo la más importante el CreaVA. ¿Qué es el CreaVA? Se trata de exposiciones situadas en diferentes bares y tiendas de nuestra ciudad. Este año contamos con 7 exposiciones comisariadas por los coordinadores Marta Álvarez y Paco Villa junto a Esther Gatón, Jorge Consuegra y Virginia Díez como comisarios invitados. En las diferentes salas se podrá ver obra de más de 30 jóvenes artistas.
    La inauguración del CreaVA tuvo lugar el viernes día 6 de marzo a las 6 de la tarde en Gondomatik. El estreno consistió en una ruta guiada por todos estos espacios, en cada uno de los cuales el respectivo comisario dio unas breves pinceladas sobre la exposición de la que estaba encargado. El acto gozó de una gran acogida por parte del público si bien eché de menos la presencia de algún representante del Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Valladolid, más concretamente la de los expertos en arte contemporáneo.

    Los comercios y bares que participan en el CreaVA los podréis ver en el siguiente flyer. Habiéndome encantado tanto el acto de inauguración como las exposiciones quiero reseñar que las que más me sorprendieron fueron las celebradas en Pintaderas (C/ Platerías, 5), Gondomatik (C/ Gondomar, 20) y en el Taller de Fotografía "El Carrusel", las cuales están siendo comisariadas por Esther Gatón, Virginia Díez y Marta Álvarez respectivamente. Enhorabuena a las tres.

    A continuación podréis ver los textos escritos por los comisarios de las diferentes exposiciones así como fotografías de estos espacios. Os animo fervientemente a ir. Si queréis información más concreta podéis visitar la web oficial de CreaVA: www.creava.es

    La fiesta del arte contemporáneo en Valladolid
    La segunda edición de CreaVA vuelve a ser un acontecimiento para el mundo del arte contemporáneo de la ciudad de Valladolid. Durante algo más de tres semanas, se podrá disfrutar de 6 exposiciones firmadas por diferentes comisarios locales. La programación incluye además una proyección de audiovisuales, una galería guerrilla y una serie de actividades paralelas, charlas y visitas guiadas centradas de nuevo en la celebración del Día Europeo de la Creatividad Artística y su motor CreArt. 
    Una vez más, CreaVA se centra en el arte y la creación emergentes, apostando por la producción artística de los más jóvenes que aún –por edad o circunstancias- no han sobrepasado las fronteras locales o, si lo han hecho, tienen aún escasa repercusión. Y una vez más, CreaVA busca ser un enlace, una humilde mediación entre artistas y público, que van estrechando su distancia gracias a este tipo de eventos que acercan el modo de ver la realidad de los artistas a todos los espectadores.
    Pero no todo permanece: CreaVA ha mutado, aprendiendo de los errores y buscando subsanarlos. El cambio esencial de esta edición es, precisamente, la selección de una serie de comisarios más allá de los coordinadores que en la anterior ocasión realizaron toda la selección de obra. En aras de una mayor calidad por un lado, y de la conformación de una pequeña “escuela de comisarios” por otro; los coordinadores Paco Villa y Marta Álvarez han seleccionado a Esther Gatón, Jorge Consuegra y Virginia Díez para que cada cual desarrollara su propio proyecto expositivo. El resultado es una mezcla heterogénea, plural y de calidad que permite la confluencia de diferentes puntos de vista y amplía los horizontes de la muestra.
    CreaVA otra vez se centra en las artes plásticas y en la fotografía en los espacios de Gondomatik, Pintaderas, Sildavia, Carrusel, Vinyl & Wine y Beluga; a lo que sumamos un ciclo de audiovisuales que se desarrollará en el Cineclub Casablanca en los cines Manhattan. La exposición cuenta además con la colaboración de la Fundación Alberto Jiménez-Arellano Alonso de la Universidad de Valladolid, que acogerá en el patio del palacio Santa Cruz la galería guerrilla que incluye también este año un concurso para estudiantes de bachillerato.
    Con una nómica de más de 30 artistas, CreaVA quiere visibilizar el trabajo de todos esos creadores que buscan dar salida  a sus piezas sin lograr encontrar espacios expositivos. Por ello, propone llevar el arte a lugares de exhibición alternativos –como tiendas o bares- donde hay público no especializado y probablemente tampoco iniciado en el coleccionismo, que CreaVA busca incentivar a través de la venta directa de obra de los artistas participantes.
    CreaVA se consolida así poco a poco como una cita ineludible de la creación contemporánea vallisoletana y una fiesta del arte, ofreciendo una nueva imagen de la ciudad que muestra su renovado espíritu.
    ¡Bienvenidos todos a este CreaVA15!


    ¿Qué es Software cultural?
    Sede: Gondomatik (Calle Gondomar, 20). Comisaria: Virginia Díez
    Software cultural es un dispositivo artístico planteado como proyecto de experimentación común entre comisaria, artistas y público. La exposición propone un juego participativo al espectador, a quien llamamos a filas para unirse a nuestro círculo vicioso de creación colectiva. El objetivo es desdibujar aún más las líneas ya difusas que antes nos permitían posicionarnos en bandos – productores o consumidores culturales, comisarios o espectadores de arte –  y que ahora son prácticamente invisibles.
    La evolución cultural, según apuntaba a finales de los 90 J.M. Balkin, tiene lugar gracias a la transmisión y la difusión de información que recoge la mente humana.  Ese amasijo de ideas, opiniones y “saber hacer” recibe el nombre de software cultural y se traspasa de unos individuos a otros a través de la comunicación y el aprendizaje social. La participación activa, pues, se convierte en el ingrediente estrella de la evolución. Esta muestra es un llamamiento para evolucionar juntos, para transgredir los mandamientos mercantilistas que dirigen el sistema de arte tradicional y para desarrollar prácticas culturales de código abierto.
    La alusión al término software se antoja reveladora de las transferencias existentes entre el mundo físico y el virtual, que también son transcendentales para poner en marcha nuestro juego. Se requiere del participante la interacción in situ – para dar vida a algunas de las piezas – así como la acción virtual a través de Internet – y en especial de las redes sociales – donde deberá compartir, reproducir y reinterpretar las obras de arte que le han sido presentadas.
    Para acelerar el proceso creativo y la interacción del público, el artista se sirve de prácticas inclusivas e integradoras. Se recurre al concepto de grafiti y arte urbano como método de reconquista del espacio público. Se proponen acciones que suscriben el manifiesto de terrorismo poéticode Hakim Bey, recordando que si estas no transforman la vida de alguien, además de la del artista, es que no funcionan. Se proponen instalaciones analógicas cuya narrativa se basa en el intercambio creador-espectador.
    Estos catalizadores se convierten en fórmulas de ensayo. La praxis permiterevalorizar la cultura y realizar nuevas lecturas sobre la figura del público-espectador, quien está empoderado para transformar la obra y transformarse a sí mismo a través de su propia acción.
    Los artistas que exponen en esta muestra han aceptado el reto de liberar sus obras a través de licencias Creative Commons. Esto significa que las piezas aquí expuestas se pueden copiar, distribuir y modificarlibremente. De forma legal. El espectador no ha de pedir permiso para compartirlas puesto que ya le ha sido otorgado. Sólo ha de compartir. El participante no ha de pedir permiso para crear algo nuevo a partir de estas obras. Sólo ha de crear. El único requisito es que se comparta el resultado con una licencia igual a la original, para asegurar la subsistencia de nuestro círculo infinito de creación.


    Topoanálisis
    Sede: Taller de fotografía “El Carrusel” (Calle Santo Domingo de Guzmán, 5). Comisaria: Marta Álvarez
    La casa es un espacio con valor de protección. La casa nos cobija, nos alberga y nos protege. Frente al afuera y frente a los otros. La casa cruje y habla, y en cada suspiro guarda uno de nuestros temores o uno de nuestros recuerdos.
    La casa no es sólo un espacio físico, más allá de las paredes medidas y cronometradas, existe una “casa” aún más profunda que construimos con nuestros movimientos y nuestros gestos. Esa es la casa que nos define, que determina lo que somos y que determinamos. Es la casa que construimos a la medida de nuestros cuerpos y que conserva nuestra intimidad más preciada, una privacidad incomunicable de la que ni nosotros somos conscientes. Esa casa, repetida y ensanchada desde nuestra infancia, somos nosotros, es nuestra subjetividad, nuestro yo. Un yo compuesto de recuerdos y ensoñaciones, de presentes pasados y de futuros imaginados ya pretéritos. La ontología del yo, la propia composición del ser inscrita en cada uno de nuestros cuerpos.
    Unos muros que significan mucho más que su presencia física y la separación de la otredad y el exterior. Paredes que confinan nuestro universo, nuestra propia lectura del mundo. Un espacio habitado, vivido en el tiempo y almacenado, pero replicable de manera universal en cada una de las casas en las que desarrollamos nuestra vida.
    Gaston Bachelard, en “La poética del espacio” (1957) realiza un particular análisis de este espacio habitado donde se recoge nuestra estancia feliz. Sirviéndose de la psicología, el psicoanálisis y la fenomenología, compone un estudio de la imagen de la intimidad protegida por medio del topoanálisis. Y nos acompaña en un poético paseo a realizar nuestro propio análisis del valor de la casa desde la casa natal.
    Esa misma casa es desmenuzada por las piezas que acoge esta exposición, que manifiestan las diferentes visiones de sus autores de este espacio vivido, en diálogo con el espacio geométrico y su exterioridad.
    Así, Juan Carlos Quindós nos muestra con su cadáver exquisito, las diferentes formas en las que el cuerpo habita el espacio, más allá de los límites formales impuestos. De la misma manera, Andrés Carretero y Antonio Chumillas, exploran la vivencia de un espacio entre el límite de la noche y el día al calor del hogar y frente a un exterior amenazante.
    Alejandro Antoraz describe la casa como reflejo del (des)orden doméstico y familiar fruto de dialéctica entre las proyecciones vitales no realizadas y las experiencias vividas.
    Víctor Hugo Martín construye una “casa” lejos de la casa, un espacio de protección necesario en momentos de incertidumbre inconcebible sin su quehacer más natural y cotidiano: la fotografía.
    Silvia Ampuero recoge el espacio que alberga los recuerdos familiares de un yo que se disipa pero que se conserva en cada objeto y cada gesto de la casa.
    Finalmente, Cristina R. Vecino recurre a la universalidad del espacio habitado, cuyo recogimiento nos obliga al silencio y a la soledad, necesarios también en la construcción de la subjetividad que se encuentra también en las grietas y se resquebraja. Esa misma universalidad es recogida por María Tinaut, que atrapa pedazos de un lugar en el que la vida está inscrita y se respira el recuerdo.
    De esta manera, la imagen de la casa, elemento arquetípico y transubjetivo, queda desmenuzado en las imágenes poéticas de estos artistas, ejemplos de un análisis que, si no científicamente válido, sí es evocador y comunicable.


    Caldo Joven
    Sede: Vinyl & Wine (Calle Platerías, 16). Comisario: Paco Villa.
    En 2014, durante la primera edición de CreaVA, realizamos un concurso para alumnos de bachillerato donde parte del premio era que formar parte de los artistas de CreaVA15. De este modo, les ofrecíamos algo tan poco natural (lo cual es inconcebible) como disfrutar una experiencia curatorial en sus propios huesos. Entrar poco a poco en contacto con un mundo que a pesar de no ser diferente a otros ambientes profesionales, parece en ocasiones diferir de cabo a rabo con aquello que nos rodea. Esto, que creemos que no debería ser una excepción, conforma principalmente los valores de CreaVA, visibilizar valores de calidad y que sin embargo no son fáciles de visibilizar. Acercar el arte contemporáneo al público y el público al arte contemporáneo… Y es imposible encontrar un arte más de conforme con una época que mostrando el trabajo de aquellos que están comenzando a construirla
    Así, los tres finalistas han elaborado una obra pensando en el espacio expositivo, siempre desde sus propios valores y estilos, esos que les llevaron a ganar la pasada edición de CreaVA en el Museo, pero enfrentándose al aprendizaje de una exposición profesional.
    Para acompañarlos, algunos artistas de CreaVA que ya disfrutan de un trabajo profesionalizado y que en su día, estudiaron como ellos bachillerato en Valladolid… Digamos que su padrinos en esta edición. Tres frentes muy diferentes de creación que han tenido la libertad de mostrar la naturalidad de su trabajo en esta nueva sala en CreaVA.
    Puede que sea la sala menos madura de toda la muestra. Pero esa y no otra es precisamente su gran virtud, ofrecer la posibilidad al espectador de madurar junto al artista.

    Cottage Kilns
    Sede: Pintaderas (Calle Platerías, 5). Comisario: Esther Gatón.
    Londres era de madera y por eso ardió. Tras esto, la nación hizo de la ampliación del comercio del ladrillo una prioridad. Gran parte de ese desarrollo tuvo lugar en pequeños hornos instalados en los patios traseros de aldeas con abundantes fuentes de arcilla. En consecuencia, la producción de ladrillos pasó a ser una habilidad ordinaria de la vida campesina. La diversidad del origen de los barros con que se fabricaban, así como las variopintas prácticas de cocción, produjeron diferentes matices de rojo en las piezas resultantes. En este punto da comienzo el antropomorfismo; el color fue la primera invitación a pensar que los ladrillos poseían cualidades humanas.
    Observa Clifton-Taylor que entre los ciudadanos, aquellas viejas mamposterías en las que los tonos rojos viraban al marrón o al negro, se describían como «el erosionado rostro de un anciano».[1]
    Así pues, que un terrón de arcilla cocida llegue a contener cualidades humanas de índole ética,  como ocurre con la “honestidad” o la “amabilidad” de ciertas paredes de ladrillos, se debe a aquellas deficiencias en la normalización industrial del ladrillo inglés. En sintonía con esa lógica, la exposición cottage kilns es engendrada a modo de horno, como un patio acondicionado a fin de llevar a cabo cierta manufactura anómala del material. Podemos pensar que los usos auténticos de las obras no se sitúen antes de su exposición, sino algo más tarde: durante su trasiego. Conscientes o no, con sus trabajos, Ricardo Suárez, María Tinaut, Andrés Carretero, Alberto Marcos, Magnífico Margarito y Eloy Arribas contribuyen a esto. Sus piezas no tienen porqué ilustrar un patio, aunque lo hagan, no tienen porqué hablar de hornos, aunque se pueda pensar que lo proponen, ni tampoco tienen porqué vincularse necesariamente a Londres, como uno que se detenga en la primera frase podría llegar a pensar que están relatando. Sin embargo, siempre es posible que la negación sólo haya sido otro tipo de provocación, y que realmente sí lo estén haciendo. A estas alturas, resulta incluso bastante probable que ninguno de nosotros haya decidido el nivel de lectura que quiera conceder a sus maneras de aparecer, a modo de sarpullido o de promesa, en el espacio de Pintaderas.
    Caminando se establece un tipo de relación con el espacio, que pendula entre la violación y el respeto.  A través de esto, el entorno se pliega de asombros, y por esa situación es sano concederles ciertos injertos, ciertas cosas rarunas que acostumbramos a llamar obras, y que si uno revisa con atención puede olvidar qué son. Finamente, quién se encuentra a un cuerpo u objeto cuyas cualidades materiales discuten animadamente, agarra un remanente visual; lo disfruta. Entonces, el susodicho, (que podría ser usted mismo) inevitablemente se llevará unos residuos –cierta escolta espectral- de lo que ha visitado.

    Antiguo TeXtamento
    Sede: Sildavia (Calle Arribas s/). Comisario: Jorge Consuegra.
    Dios hizo el mundo en 7 días. Moisés separó las aguas del mar rojo con su bastón. Abraham casi sacrifica a su hijo porque Dios (una voz misteriosa) se lo ordenó. Son cosas que a muchos de nosotros (tengo 38 primaveras) nos han contado desde pequeños en clases de religión, catequesis y demás, en un país de semejante tradición, para adorar a un dios que  se nos antoja antiguo y trasnochado. Las historias que nos cuenta el antiguo testamento podría ser ahora mismo comparable con las aventuras de Heracles u Odiseo, la fábulas de Esopo o Samaniego, o las épicas batallas de Aragorn o Gandalf.
    El objeto de esta muestra  es confrontar textos muy antiguos, incrustados en la cultura popular, con una visión de espectadores que todavía puede que los haya escuchado en su infancia, pero que se encuentra en un mundo ya completamente ajeno.
    Es parte de nuestra cultura el poder que la iglesia ha tenido en la sociedad, cómo ha estado presente, y está infiltrada, en todos los estamentos, como la grasa de un jamón; la iglesia católica, que sería una secta en cualquier país sano sigue teniendo un enorme poder de influencia, entre otros en la educación, el poso religioso que nos ha quedado. No propongo hacer un cuestionamiento general de la iglesia; eso ya lo hacen otros de una forma más precisa, incisa e imaginativa que lo que personalmente podría hacer. Pero si creo que es un ejercicio interesante coger textos de sus pilares y llevarlos a un terreno gráfico contemporáneo, dar otra vuelta de tuerca a la imaginería heredada, convertirlos en las leyendas que verdaderamente son, e incluso transformar la historia que nos cuentan. Confrontar lo antiguo con lo nuevo.
    Para ello he escogido una serie de autores que creo que pueden afrontar de una forma eficiente e imaginativa estos temas. Muchos son ilustradores, contadores de historias con imágenes. Afrontan los temas mediante el uso del humor, tergiversan los hechos y se los llevan  a su terreno en lo narrativo y en lo gráfico. Para el espectador puede ser didáctico y divertido, también una confrontación entre lo aprendido y la versión; se convierte en una acción lúdica; ver una muestra de arte y a la vez un episodio de “Hora de aventuras”.
    A parte de las imágenes relacionadas con el tema propuesto para el espacio, hay reservada una área donde los artistas muestran piezas representativas de su trabajo.

    Hábito de Temporada
    Sede: Pintaderas (Calle Angustias, 12). Comisario: Paco Villa
    Un mundo dividido en fronteras inexistentes, tan solo dibujadas por trazos en mapas y puestos militarizados. Un mundo con diferentes mercados, divisas, monedas… Lenguas, razas, religiones, políticas. Una torre de babel que compone un universo global cada vez más fragmentado. Las viejas y anticuadas ideas nacionalistas contra las mismas formas liberales de división social. Todos somos libres de no hacer absolutamente nada, de mantenernos en nuestro lugar y no remover el collage interpretado por heredadas ataduras.
    Libertad irreal. Ganada libertad irreal. Todos nos creemos libres y sin embargo vivimos en nuestra propia cárcel . Y el primer lugar fronterizo al que nos enfrentamos sin confrontación ninguna es la propia piel. Esta es la línea que nos separa de toda realidad fuera de nosotros mismos, delimitando el corpóreo espacio, un personal territorio.
    Podríamos pensar que las ropas con las que cubrimos nuestro cuerpo es parte de esta frontera, pero no son más que copias inertes de la propia dermis, de tal modo que durante siglos y aún hoy, utilizamos dermis satélites para proteger la personal nación. Nuestro cuerpo. El vestuario no es más que nuevas fronteras de quita  y pon, realizadas al gusto del consumidor (o adquiridas al gusto del consumidor) y que tapan sin complejos la historia de nuestro existir. Son las tapas de aquel libro. El tatuaje que esconde un lunar. La gorra que disimula la alopecia. El vestuario es la imagen que vendemos al exterior de nuestro propio “estado”. Es simplemente una tela que esconde nuestras cicatrices, que son marcas de conflicto armado en nuestra biografía.
    Así que la piel es la frontera real de nuestro cuerpo y su duplicidad no es más que un vestuario. Una repetición de nuestro propio cuerpo Habito de temporada es un juego entre esta repetición que es proyectada al exterior, en una continuación de nosotros mismos, que sin embargo no puede ser una alegoría de nuestro espacio a pesar de substituirlo o complementarlo.  ¿O sí?
    Fotografía obtenida de www.creava.es
    Fotografía obtenida de www.creava.es
    ROSA DEL ROSARIO / KILL MOTHER IN LAW
    Rosa Del Rosario lleva trabajando tres años con la idea de la dermis como compuesto plástico y con la propia naturaleza del vestuario como prolongación de nuestro cuerpo. Licenciada en Bellas Artes y  Técnica Especialista en Vestuario, está cumplimentando su especialización con cursos de escenografía y escaparatismo en Londres, su actual residencia El año pasado ya presentó en CreaVA una instalación textil sobre la naturaleza de estas ideas.
    Este año la acompañan y complementan Kill Mother in Law, un joven dueto que se unen para indagar a través de la instalación, el happening y otras formas creativas no “convencionales” ideas que escapan a su concepción de artistas plásticos, sin dejar nunca de lado la imagen plástica y, por supuesto, la ironía. Son muy de merendar.
    Fotografía obtenida de www.creava.es

    28 días
    Sede: Beluga Café (Calle Ramón Núñez, 1). Comisario: Jorge Consuegra.
    Las características de CreaVA acotan las posibilidades para comisariar una sala. Pero esta mismas limitaciones siempre pueden convertirse en virtud. Es cierto que enfrentarse a la idea de mostrar el trabajo de artistas interesantes de la ciudad, en espacios tan reducidos y a la vez tan poco maleables, tienden a la repetición de propuestas en la simplicidad del formato. También es cierto que es fácil convertir al artista en un actor secundario ante la propuesta curatorial.
    Saltar estos atajos y aprovechar la naturaleza de la sala (un bar) me llevaron a proponer a los artistas esta pequeña aventura. Generar una exposición meramente “plástica”, que no interfiera en las características del comercio y que convierta cada día expositivo en una exposición única. De este modo y bajo unas mínimas normas comunes, los artistas han compuesto obras específicas para CreaVA,  que a través de 11  imágenes generan una pieza diferente cada día de exposición, siendo sin embargo una única pieza.
    Así, cada jornada de CreaVA en el café Beluga (C/ Ramón Núñez) se podrá visitar una exposición diferente, a pesar de estar expuestas siempre las mismas piezas.

    Fotografía obtenida de www.creava.es
    Fotografía obtenida de www.creava.es
    Fotografía obtenida de www.creava.es
    Fotografía obtenida de www.creava.es
    Fotografía obtenida de www.creava.es

    EXPOSICIÓN: BALTASAR LOBO EN LAS CORTES DE CASTILLA Y LEÓN

    $
    0
    0

    Entre el 20 de febrero y el 20 de marzo de este año de 2015 se encuentra expuesta en el vestíbulo principal de las Cortes de Castilla y León una preciosa muestra en homenaje al escultor zamorano de Cerecinos de Campos, Baltasar Lobo (1910-1993), se enmarca dentro de los actos conmemorativos del 32 aniversario del Estatuto de Autonomía. La exposición reúne una selección de 16 esculturas, propiedad del Ayuntamiento de Zamora, y a través de ellas se pretende transmitir al visitante las claves esenciales de la evolución artística del escultor zamorano, galardonado con el Premio Castilla y León de las Artes en el año 1985, acercando su obra a todos los ciudadanos y divulgando su figura artística.
    La exposición "Baltasar Lobo en las Cortes de Castilla y León" está integrada por quince esculturas de pequeño tamaño, realizadas en bronce con diferentes pátinas de colores en tonos negros, marrones, verdes o incluso dorados. A ellas se suman tres obras gráficas y otra escultura de gran formato, con más de un metro de alta, titulada por el de Cerecinos Mujer sentada con manos cruzadas, y realizada en 1973. Esta última permanecerá en el hall de las Cortes durante el próximo año, gracias al acuerdo de cesión alcanzado entre el Parlamento y la Fundación Baltasar Lobo.
    Desde aquí os recomiendo fervientemente su visita ya que se trata de uno de los escultores castellano y leoneses más universales. Enhorabuena a las Cortes por obsequiarnos con tan grata exposición. Los textos han sido transcritos de los paneles de la exposición, salvo la biografía que ha sido obtenida de Wikipedia

    Situación de las Cortes de Castilla y León
    Diferentes vistas de la exposición
    “La contribución de Baltasar Lobo a la historia de la escultura se inscribe en la estela de la innovación introducida por los escultores de las vanguardias históricas. Como ellos, rehabilita una técnica milenaria, la talla directa, consiguiendo unas superficies impecablemente lisas, plenas y densas”. María Bolaños
     
    La cuna (1947). Bronce y pátina negra. 14 x 21 x 12 cm.
    Mujer peinándose (1944). Bronce, pátina dorada. 23 x 13 x 11 cm.
    Mujer con cabeza de muerto (1942). Bronce, pátina verde. 33 x 15 x 13 cm.
    "De su actividad artística en los años iniciales sólo conocemos su obra como ilustrador y dibujante. Lobo se atiene al realismo social que impera en el arte militante de los años treinta mezclado con un clasicismo templado.
    En 1939 Baltasar Lobo emprende el camino del exilio hacia París. En los años de guerra se gesta lo esencial de su universo plástico a medida que va dando cuerpo a una obra personal muy fecunda que llama la atención por su sabiduría técnica y por la gracia de su rudeza, a las que se añadía un aire de primitivismo muy moderno.
    El fin de la II Guerra Mundial supone el punto de partida de su maduración como escultor. El tema de la Maternidad lo abordará en exclusiva hasta 1957. Entre 1956 y 1966 su trabajo se orienta en una nueva dirección, más radical, depurada y abstracta, para representar la vida elemental y embrionaria (Cabeza de gitana, El Despertar, Pájaro herido), y donde se deja sentir la confluencia con la mejor escultor europea del momento.
    La expresión más personal y constante de su universo artístico lo constituyen sus torsos y desnudos femeninos que indagó en todos sus gestos, registros, materiales y posturas, en particular entre 1965 y 1980. Años en que crea ciclos espléndidos por su delicada esencialidad y su audacia formal –la Mujer peinándose, la Bañista, el Torso–. Este tema se combina con su predilección por el mundo de los mitos clásicos –Centauresa, Leda, Minotauro– producto de una comprensión del cuerpo donde la naturaleza recupera su vitalidad animal perdida.
    En las décadas finales, se acentúa en su obra una disociación temática: el vuelo y el sueño. Esto se plasma en nuevas series dedicadas bien al motivo de la elevación y el impulso ascendente, como en el ciclo de Cara al viento, o bien trata el tema de la quietud y el ensimismamiento, el mundo estático de las durmientes, como en las bañistas de En la arena, explorado en los últimos años de su vida". María Bolaños

    Cabeza de toro sobre zócalo mediano (1981). Bronce, pátina negra. 45 x 28 x 25 cm.

    BIOGRAFÍA
    Baltasar Lobo fue uno de los artistas que contribuyó al proyecto de la Ciudad Universitaria de Caracas e hizo las ilustraciones para la traducción inglesa de la obra Platero y yo de Juan Ramón Jiménez. En 1984, fue galardonado con el Premio Nacional de Artes Plásticas de España.
    La vida, del que se iba a convertir en el escultor zamorano de mayor renombre internacional en el siglo XX, arranca un 22 de febrero de 1910 en el seno de una familia humilde de Cerecinos de Campos, Zamora. Ya desde la infancia, su espontánea habilidad para el dibujo y el modelado, así como su temprana y decidida vocación artística, dirigieron sus pasos por el camino de la escultura. Con 12 años entró como aprendiz en el taller del escultor-imaginero Ramón Núñez en Valladolid, a la vez que se iniciaba como modelador en la Escuela de Artes y Oficios. Gracias a una beca en 1927 puede continuar su formación en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando en Madrid, donde también pudo asistir a las clases de Círculo de Bellas Artes, especializándose en la talla directa de la madera y el mármol. Durante estos años descubre con admiración la obra de los grandes artistas españoles del momento, Picasso, Dalí, Miró o Gargallo entre otros.


    En 1934 su esposa Mercedes Composada Guillén, Lucía Sánchez Saornil y Amparo Poch y Gascón fundaron la revista Mujeres Libres, que era portavoz de la Federación Mujeres Libres, en pro de la liberación de la mujer obrera. Era una revista para mujeres y escrita por mujeres. Vetó la colaboración de hombres, a excepción del artista Baltasar Lobo, que era ilustrador y maquetista de la publicación.
    Durante la Guerra Civil en el bando republicano se apasiona por las ideas anarquistas, adhiriéndose a la CNT y dibuja para numerosas publicaciones ácratas de la época. Al final de la guerra en 1939 se exilia junto a su esposa. Se mueven por varias ciudades francesas hasta fijar definitivamente su residencia en París. Allí entabla pronto amistad con Pablo Picasso y el escultor Henri Laurens, en cuyo taller trabajará unos años y de quién tomará su interés por simplificar las formas, su afición por los volúmenes curvilíneos, así como su concepto de estructuración poscubista de la escultura.
    Durante la década de los 40 va a ir perfilando su estilo, empezará con una figuración muy simplificada en relación con las formas populares y con un cierto carácter arcaico, casos de Ídolo(1941) y Campesina(1942); para continuar por caminos de creciente abstracción y depuración de las formas. Su deseo por indagar en el desnudo femenino se traducirá en una iconografía repleta de “bañistas” y “maternidades” y más tarde en los centauros y las ninfas. Así, a partir de los años 50 veremos un Lobo ya maduro con un lenguaje propio e inequívoco que aúna en sus esculturas la rotundidad de volúmenes con una gran perfección en el modelado de las formas, especialmente elocuente en las piezas realizadas en mármol y bronce pulidos, en las que el escultor aprovecha la plasticidad táctil y luminosa del material hasta obtener obras radiantes, dotadas de una bellísima y oscilante transparencia interior. Ejemplos de esta época son: Levante (1962), Al Sol (1970).


    El sentido monumental de su obra alcanzará su plenitud con 2 esculturas urbanas basadas en desnudos masculinos: A los españoles muertos por la libertad (1948), monumento en piedra que se levanta en Annecy y El homenaje al poeta León Felipe (1983), bronce que encontramos en Zamora.
    Desde muy pronto, a diferencia de lo que le pasaría en España, la obra de Lobo fue objeto de una importante difusión dentro de Francia recorriendo también galerías y museos de ciudades como Praga, Bruselas, Luxemburgo, Zúrich, Caracas o Tokio, lo que le otorgará desde los años 70 un lugar destacado dentro de la escultura contemporánea europea.
    Hasta 1960, en que el Museo de Arte Contemporáneo de Madrid le organiza una retrospectiva, el escultor zamorano no pudo reencontrarse con su público, para el que había pasado demasiado tiempo desapercibido. Posteriormente la Galería Theo seguiría de cerca la trayectoria del artista. Por medio de Benjamín Palencia conoce, hacia 1970, al poeta y emprendedor en el mármol Francisco Pastor, quien le ofrece la oportunidad de trabajar el mármol rojo de Alicante en sus talleres de Novelda, en donde pasa largas temporadas durante años y realiza parte de su producción.

    Mujer sentada con las manos cruzadas (1973). Bronce

    Su reconocimiento internacional se tradujo también en numerosos premios y distinciones como el Premio André Susse de Escultura (1958), el Premio Jacques Lenchener (1974), el Premio Oficial de las Artes y las Letras (Francia, 1981), la Orden Andrés Bello del Gobierno de Venezuela (1989) y la Medalla de Oro Susse Fréres Fondeul. Los galardones en España llegarían necesariamente tras el cambio político: el Premio Nacional de Artes Plásticas de 1984 y el Premio de Castilla y León de las Artes de 1985.
    En la década de los 80 afortunadamente se estrecharon sus lazos con la tierra que le vio nacer y que él nunca quiso olvidar, así en 1984 podrá celebrar su primera exposición en Zamora y, dos años después, la VIII Bienal de esta ciudad, le dedicará una sala especial en homenaje a su fructífera trayectoria artística. Por desgracia la muerte le sorprenderá en París a los 83 años cuando estaba preparando, en colaboración con diversas entidades públicas y financieras, un ambicioso proyecto museográfico para la exhibición y estudio de su obra en la capital zamorana.

    Madre e hijo (1947). Bronce, pátina dorada. 46,5 x 37,5 x 15,5 cm.
    Niño caminando (1958). Bronce, pátina verde oscuro. 30 x 18 x 11 cm.
    Madre con el hijo
    Courseulles sur sode (1964). Bronce, pátina marrón-verde. 41,5 x 32,5 x 16 cm.

    SEMBLANZAS
    "Las obras de Baltasar Lobo tienen tanta solidez conceptual y tal perfección técnica que parece que en un instante pueden recobrar la vida. Al contemplarlas, imaginamos que los niños van a volar lejos de los brazos de su madre sin que ellas puedan impedirlo, que las bailarinas volverán a danzar de inmediato hasta la extenuación, y que las mujeres deslizarán su peine entre los cabellos hasta alcanzar la cintura". Francisco Somoza.
    "La obra creada por Lobo, desarrollada  lo largo de casi cincuenta años, sin apenas giros de estilo ni cambios importantes, limitada a un repertorio muy restringido de temas, representa en la historia del arte un punto de vista muy singular, que combina la ruptura con las soluciones del pasado –y el rechazo a toda fidelidad anatómica y al canon clásico– con un organicismo muy moderno, empeñado en la representación de la vida a través de sus signos elementales". María Bolaños.
    "Baltasar Lobo trabajó y creó. Vivió su sueño de ser escultor. Nunca murió. Los grandes creadores nunca mueren. Su obra les pervive y en ella sobrevive no solo el espíritu de quien la creó, sino toda la enseñanza de su proceso creativo. Proceso que tiene la obligación de trasmitir a los demás. Quien guarda esa obra o es depositario de ella, tiene la obligación moral de hacerla viva, de difundirla. En la obra de Lobo está guardado el poso artístico de futuras generaciones". Ricardo Flecha.
     
    Danzante (h. 1970). Bronce, pátina verde. 46 x 13,5 x 13,5 cm.
    Stella (1972). Bronce, pátina dorada. 70 x 33 x 16 cm.
    Centauro muriendo (1978). Bronce, pátina verde-negra. 27 x 36 x 17 cm.
    Torso de centauro (1979). Bronce, pátina negra. 31 x 27 x 12 cm.
    Figura naciente (1973). Bronce, pátina marrón oscuro. 21 x 28 x 12 cm.

    RESUMEN BIOGRÁFICO
    1910. Nace en Cerecinos de Campos (Zamora) el día 22 de febrero.
    1921. Estudia en la Escuela Cervantes de Benavente, donde aprende dibujo.
    1922. Trabaja como aprendiz en el taller de escultura popular religiosa de Ramón Núñez en Valladolid, y asiste a los cursos de modelado que se imparten en el Museo de Bellas Artes de Valladolid.
    1927. Le conceden una beca para le Escuela de San Fernando de Madrid, pero abandona los estudios a los tres meses y pierde la beca. Asiste a cursos nocturnos de dibujo en la Escuela de Artes y Oficios, y frecuente el Museo Arqueológico donde descubre el arte ibérico.
    1929. Se entusiasma con Picasso, Gallardo, Dalí, Miró y Bores, entre otros, en una importante exposición de arte contemporáneo realizada en Madrid.
    1936-1938. Estalla la Guerra Civil. Su padre muere en un bombardeo, que destruye además el taller del artista. Lobo se mantiene leal a la legalidad republicana, en cuyo bando lucha, y dibuja en revistas anarquistas. Se casa con Mercedes Comaposada Guillén.
    1939 Se refugia con su mujer en París, instalándose en Montparnasse, en el taller abandonado por Naum Gabo. Inicia su amistad con Henri Laurens y conoce a Picasso. Por entonces su obra recibe las influencias de Constantin Brancusi y Jean Arp, escultores cubistas.
    1945. Participa en una exposición celebrada en la Galería Vêndome de París, Maestros de Arte Contemporáneo, junto a Matisse, Leger, Picasso, Laurens, Bonnard y Utrillo.

    Brisa (1978). Bronce, pátina negra. 41 x 10 x 9 cm.
    Mujer peinándose (1981). Brónce, pátina verde ocuro. 28 x 12 x 14,5 cm.
    Maternidad (1958). Lápiz y gouache
    1946-1951 Participa en exposiciones de escultura contemporánea celebradas en Praga, Oslo, Bruselas, Toulouse, París, Estocolmo y en el Salón de la Jeune Sculpture de París.
    1951 El arquitecto Carlos Raúl Villanueva le encarga la escultura Maternidad para la Universidad Central de Venezuela, comenzando una estrecha relación con aquél país que mantendrá hasta su muerte.
    1952-1993 Exposiciones colectivas en Tokio, París, Burdeos, Amberes, Estocolmo, Helsinki, Berlín, etc. Exposiciones individuales en París, Caracas, Madrid, Luxemburgo, Zúrich, Barcelona, Tokio, etc. Premios: Premio André Susse de Escultura (1958), Premio Jaques Lechener (1974), Premio Nacional de las Artes Plásticas (Madrid, 1984), Medalla de Oro de Castilla y León (1984), Orden Andrés Bello del Gobierno de Venezuela (1989) y la Medalla de Oro Susse Frères Fondeur.
    1993. Muere en París a la edad de 83 años, siendo enterrado en el cementerio de Montparnasse.

    COFRADÍA DE NUESTRA SEÑORA DE LAS ANGUSTIAS: El Santo Sepulcro o "los Durmientes"

    $
    0
    0

    Hoy se da el pistoletazo de salida a la Semana Santa 2015 en nuestra ciudad, asique he creído oportuno empezar con la serie de especiales sobre nuestros pasos procesionales de este año. No comenzamos por uno cualquiera. Se trata de uno de los pasos históricos de nuestra Semana Santa: el del Santo Sepulcro, también conocido como “el de los Durmientes”. En la actualidad procesiona en la Procesión General de la Sagrada Pasión del Redentor, celebrada el Viernes Santo, y en el Encuentro celebrado entre Cristo Resucitado y la Virgen de la Alegría en la Plaza Mayor de Valladolid en la mañana del Domingo de Resurrección. El paso cambia de un día a otro ya que el Viernes Santo procesiona completo, mientras que el Domingo de Resurrección lo hace sin la escultura del Yacente.
    Con anterioridad a este paso, realizado por Alonso de Rozas, se cita otro grupo homónimo en la Semana Santa de 1618. Piensa Martín González que el primitivo conjunto pudo ser realizado por Gregorio Fernández, aunque extraña bastante que siendo hecho por el gran maestro no existan noticias acerca de él.  En todo caso, no hay dudas de que existió un paso anterior análogo al tallado por Rozas, así nos lo indica que el 26 de marzo de 1663 el escultor Francisco Díez de Tudanca se comprometa a realizar para la Cofradía de la Soledad de Nuestra Señora de Rioseco “cuatro figuras de cuatro sayones para el Sepulcro de Cristo, una urna y tablero con dos ángeles que llevan el sepulcro a imitación de los que están en el paso del Entierro de Cristo” de la Cofradía Penitencial de Nuestra Señora de las Angustias de Valladolid.
    Vistas algunas fotos antiguas en las que se observa lo que quedaba de aquel paso riosecano podemos pensar que el primitivo Sepulcro vallisoletano estaba compuesto por figuras más o menos de “imaginería ligera”, cuando no de papelón.
    En sesión de cabildo del 25 de octubre de 1674, la Cofradía Penitencial de Nuestra Señora de las Angustias trata con Alonso de Rozas la posibilidad, esgrimida por el escultor, de excusarse “del oficio de alcalde de ella porque si llegase el caso de nombrarle en él no podría servir con la puntualidad y vigilancia que debiera por la razón de la ocupación de su oficio de escultor y la falta que haría no sólo en la dicha cofradía sino a la de su casa por tener muchos hijos y hallarse con pocas conveniencias para los sustentar y que menos lo podría hacer no asistiendo a su oficio a trabajar no teniendo otra hacienda de que se poder sustentar más que de su trabajo”. Rozas, que ya había ejercido otros oficios menores dentro de la cofradía debido a que estos no le restaban tiempo para trabajar, se comprometió, a cambio de que le excusaran del oficio de alcalde, a dar “de limosna” dos ángeles “en la forma que están los que llevan en el paso del Santo Sepulcro en la procesión del Viernes Santo”, y cuatro hechuras de “judíos durmiendo que van en dicho paso de talla y en la misma conformidad y postra que tienen en diferenciándolos sólo en ser de madera”.

    Ambas partes acordaron asimismo que debido a que la obra era “muy costosa y que importaba mucho dinero y que era desacomodarle y echarle de su casa y que haría todo lo que pudiese” se le darían “de ayuda de costa dos mil y quinientos reales”. Finalmente el cabildo acordó darle 900 reales para ayuda de hacer los dos ángeles y los cuatro Durmientes “en blanco”. Rozas se comprometió a tener las seis figuras acabadas para el día de Navidad de 1675, en caso de no tenerlas a tiempo pagaría 400 ducados (4.400 reales). El policromado de las esculturas, que correría por cuenta de la cofradía, se efectuaría “desde el día de Navidad hasta el día de la procesión de la Semana Santa del año setenta y seis”. Una vez ajustadas ambas partes se dio “por excusado al dicho Alonso de Rozas del oficio de alcalde de esta santa cofradía y de llevar el guion en ella”, siendo asimismo “recibido por diputado con los mismos honores y preeminencias de que gozan los demás diputados”.
    El 2 de febrero de 1678 se anotan ciertos pagos a Alonso de Rozas: así, por ejemplo, 1.025 reales “por cuenta de lo que ha de haber de la ayuda de costa de los judíos que se obligó a hacer para el paso del Santo Sepulcro y ángeles que ha de hacer para dicho paso”. Asimismo se le abonan a Diego de Abendaño 1.060 reales, de un total de 1.150 reales, por “la pintura de los judíos del Santo Sepulcro”. Los 90 reales que faltaban por pagar al dorador figuran en las cuentas del año 1680, ahí se especifica que eran por la deuda anterior y “haber pintado y retocado los cuatro durmientes”.

    No sabemos el motivo por el cual Rozas no había terminado de esculpir las figuras del paso, el caso es que en el cabildo general de la cofradía celebrado el 27 de julio de 1679 se acuerda “ejecución contra el dicho Alonso de Rozas” por no haber entregado las esculturas de los dos Ángeles y los cuatro Durmientes.  Unos días después, el 8 de agosto, el escultor realiza una cédula por la cual declara tener contraída obligación con la Cofradía de Nuestra Señora de las Angustias “de hacer diferentes hechuras para el paso del Santo Sepulcro y entre otras cosas dos ángeles con el ropaje de angeo”, sin embargo después “de haberse tratado y efectuado el ajuste de dichas hechuras por parte de la dicha cofradía” se acordó que los dos ángeles fueran “todos de talla”, y en razón de ello Rozas se ajustó “con algunos de los diputados de la dicha cofradía” en hacer “dos hechuras de ángeles todos de talla del permoraure y perfección que están los del Carmen Calzado de esta ciudad arreglando la postura y aire de las dichas dos hechuras de ángeles que he de hacer al efecto de reabrir el Santo Sepulcro que es al que se aplica”. Por razón de este “aumento la dicha cofradía me ha de dar y pagar cien ducados de vellón por cuenta de los cuales confesó tener recibidos ciento y veinte y cinco reales”. Rozas se comprometió a entregar ambas esculturas para fin de noviembre de ese mismo año, y no teniéndolas para entonces “se han de bajar de la dicha cantidad doscientos reales de vellón”.
    Nuevamente Rozas no cumplió con los plazos pactados, debido a la cual “algunos de los diputados de dicha cofradía” presentaron la dicha cédula “ante un señor alcalde del crimen de esta corte y ante mí el presente escribano y pidieron que la reconociese y habiéndolo hecho se pidió se le apremiase a que cumpliese con el tenor de dicha cédula y pidió auto en que se lo mandó notificar que dentro de un mes que acabase los dichos dos ángeles como estaba obligado con apercibimiento de apremio y que en el ínterin y hasta que lo cumpliese no saliese de esta ciudad”.

    El 21 de mayo de 1680 Rozas da su poder a Luis Vicente Canedo y Manuel Gallardo, procuradores del número de esta ciudad, y a Lucas de Cantabrana y Juan Santín, procuradores de esta Real Audiencia, para que le defiendan en el referido pleito que le había puesto la cofradía “y algunos diputados de ella sobre las hechuras de dos ángeles para la dicha cofradía y otras cosas en dicho pleito contenidos”. Unos días después, el 8 de junio, ambas partes alcanzan un acuerdo por el cual Alonso de Rozas, fiado por el agente de negocios de la Real Audiencia y Chancillería Mateo González de Rozas, se obliga a “hacer dos hechuras de ángeles todos de talla para el Santo Sepulcro de dicha cofradía en la forma y en el precio que refiere dicha cédula”, dándose de plazo hasta finales de enero de 1681 “y que no lo haciendo para dicho día pagará de contado a la dicha cofradía doscientos y cincuenta ducados fiándole para ello el dicho Mateo González de Rozas.
    En el año 1686 consta que los ángeles fueron policromados, al igual que el retablo del Cristo, por el dorador Antonio Barreda y Lombera, el cual percibió por todo ello 3.500 reales.
    En un nuevo cabildo de la cofradía, celebrado el 24 de abril de 1696, se hace referencia a que durante “el Viernes Santo de este año estando los pasos en el convento e iglesia de San Pablo a causa del gran concurso que asiste a la procesión del entierro de Cristo y sermón de la Soledad, se había hundido el paso del Sepulcro y hecho pedazos los dos ángeles que le acompañan”. A causa de ello, en el referido cabildo se tanteó la posibilidad de volverlos a componer, para dicho trabajo se ofreció José de Rozas, el cual se comprometió a hacer “nuevos dichos ángeles en la misma conformidad que están los que tenía el pasocon la condición de que la cofradía “le reservase del Guion”. Asimismo, “reconociendo la junta que la urna del sepulcro es muy pesada y antigua le propuso al dicho señor Joseph de Rozas” construyera “una urna de talla calada en perspectiva y con sus vidrios cristalinos para el sepulcro”.

    El acuerdo final consistió en que Rozas debía de esculpir dos ángeles y darles estofados, así como realizar una nueva talla y también dorarla; a cambio de ello se “le reservaría de todos los oficios quedándole con los honores de diputado de esta cofradía”. Para “más alivio del dicho señor Joseph de Rozas por toda la junta se acordó y determinó se le diesen a dicho señor los dos Ángeles quebrados y la urna vieja para que se pudiese valer de ello para ayuda de la nueva fábrica en atención de que procuraría esmerarse en uno y otro para su mayor lucimiento”. Rozas debía de tener todo acabado para comienzos de la Cuaresma de 1697.
    El 20 de abril de 1728 el dorador y estofador vallisoletano Manuel de Toro se encargó de “dorar y estofar los dos ángeles del natural del paso de los durmientes y echarlos puntas de oro en todos los faldones y bocamangas encarnarlos a pulimento”. También realizó un “remiendo general a los cuatro sayones de dicho paso y componer todos los atributos, escudo y armas de dichos durmientes”. Por todo ello percibió 500 reales, de los cuales perdonó 130 reales “por el afecto que tengo a Nuestra Señora”.
    Gracias a un informe redactado el 6 de mayo de 1803 por los pintores Diego Pérez Martínez y Leonardo de Araujo para la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción sabemos que durante el tiempo que el paso no estaba armado para salir en procesión en la Semana Santa los diferentes elementos que lo componían se encontraban repartidos entre el coro y el altar mayor. Como hacía ya muchos años “qe no se harma este Paso” las figuras del coro estaban “con poco aseo”, en cambio las del altar mayor “están bien tratadas”. Allí se hallaban “Jesucristo difunto dentro del Sepulcro, Quatro Soldados Romanos Guardando qe representan dormido y dos Ángeles de Pie (estos están a los lados del Altar mayor.
    El paso, como ocurrió con el resto de pasos de las Cofradías Penitenciales, fue depositado al Museo de Bellas Artes de Valladolid en 1842.

    El paso en su iglesia originaria durante la celebración de la Coronación Canónica de la Virgen de las Angustias (octubre de 2009)

    RECONSTRUCCIÓN
    El presente paso fue seguramente el que menos costó reconstruir a Agapito y Revilla. Para él “estaban bien definidos los cuatro soldados, custodios, que caracterizaban el paso”, las últimas pistas se las proporcionó el Catálogo del Museo de 1843, en el que aparece se hablaba de “El Sepulcro de Nuestro Señor con dos ángeles y los cuatro durmientes, figuras del tamaño natural: por Hernández”, repetido, del mismo modo, también en el Inventario de 1851. Finalmente todo se confirmó con la lectura del Inventario de la Academia del año 1803.
    Hubo cierta problemática para su reconstruir por cuanto en el Catálogo elaborado por Martí y Monsó no se habla de los pasos, incluyendo las esculturas de los cuatro durmientes entre los sayones y figuras que no se detallaron. Por otro lado el Sepulcro y los dos ángeles “habían sido cedidos, en depósito, [en el año 1871]a la parroquia de San Esteban, de Valladolid, y en la capilla de la Soledad, segunda del lado del Evangelio, a contar desde el crucero, se tuvieron hasta que con motivo de la formación moderna de los pasos, el párroco don Pedro Álvarez, no tuvo inconveniente en que volvieran al Museo, para agruparlos con los durmientes”. Una vez terminado su trabajo, Agapito y Revilla sentenciaba que era el paso “más flojo de composición de todos y el menos vistoso hasta por la exagerada simetría que requiere la colocación de las figuras.

    Su recuperación para la Semana Santa tuvo lugar a partir de la restauración promovida por el Arzobispo Gandásegui de las procesiones por Gandásegui. En un principio encomendó su acompañamiento a los sacerdotes, aunque desde el año 1945 es alumbrado por la Rama de Hombres de la Asociación Josefina, erigida por los PP. Carmelitas del Monasterio de San Benito el Real.
    Desde este último año el paso no siempre contó con las mismas figuras que se había creado “ex profeso” para él. Así, al recibirlo la recientemente creada Cofradía del Santo Sepulcro en 1946, los ángeles estaban colocados a los lados del sepulcro. Poco después se pusieron junto a la parte anterior y posterior de la hornacina, posición que se ha mantenido hasta hoy, si bien ha cambiado su postura: los ángeles no miran al sepulcro sino hacia el espectador. No obstante, por 1953, los ángeles tallados por José de Rozas se guardaron en el Museo Nacional de Escultura, ocupando su lugar los Arcángeles San Miguel y San Rafael de la iglesia de San Miguel, ambas imágenes obras realizadas por Gregorio Fernández para el primitivo retablo mayor de la desaparecida iglesia de San Miguel. Años después el paso volvió a recuperar su disposición original, añadiéndose un lujoso basamento al sepulcro. Hoy en día el paso se conserva armado en el almacén de pasos del Museo Nacional de Escultura.

    San Gabriel

    San Rafael





    Curiosa fotografía sin ningún tipo de ángel. Tomada del Flickr de Luis rg.
    PASO
    La escena está inspirada en los pasajes evangélicos posteriores al entierro, cierra el ciclo pasional de Cristo a la espera de iniciar con la Resurrección el de su Glorificación. Los guardias, enviados por Pilatos a instancias de los desconfiados fariseos (Mt. 28:65), han caído presas del sueño y una pareja de ángeles -los dos hombres con vestidos resplandecientes (Lc. 24:10) situados uno a la cabecera y otro a los pies del sepulcro (Jn. 20:11-18)- han acudido a velar el cadáver en los instantes previos a la Resurrección y más tarde comunicar la buena nueva a las santas mujeres que al despuntar el día acudirán al sepulcro.
    Se trata de un conjunto muy alejado del movido concepto barroco del paso procesional, su originalidad radica tanto en la simétrica y ordenada distribución de sus figuras como en la serena calma que las inunda, superada ya la frenética espiral de emociones que han supuesto los episodios previos de la Pasión. La composición se articula en torno a la monumental urna calada que permite contemplar el cuerpo muerto de Cristo depositado en su interior; en torno a ésta dormitan sentados en el suelo cuatro soldados ataviados a la usanza clásica (los "durmientes"), representados con una monumentalidad que parece directamente extraída de la estatuaria grecorromana, mientras que dos ángeles en pie dispuestos en los frentes de la urna velan el cadáver.

    Según palabras de Martín González “es de los pocos pasos que responden a un ideal de simetría, a lo que predisponía desde luego la urna; nada tiene de barroco este paso”. Asimismo sentencia que “pese a la tosquedad de la talla, el paso constituye una obra, verdaderamente original”. Tanto los soldados, que duermen profundamente (de ahí que se llame al paso “de los Durmientes”), como los ángeles se disponen de manera simétrica: los soldados, afrontados, en los lados y los ángeles en los extremos.
    Agapito y Revilla llegó a pensar que el paso ejecutado por Alonso de Rozas pudo haber sido hecho por “discípulos u oficiales de Fernández, más no de éste. Pudo, también, ser dibujado o proyectado por él; pero, si así sucedió, la labor de talla fue solamente de los oficiales”. Quizás no vaya muy desencaminado y el primitivo conjunto, anterior al de Rozas, fuera hecho por oficiales del gran maestro gallego.

    YACENTE
    Aparece dentro de una solemne urna calada, a través de la cual puede verse. Su cuerpo desnudo inerte, muestra la tortura sufrida, consiguiendo mayor realismo al utilizar postizos, como el corcho en las llagas y ojos de cristal. El naturalismo también se hace visible en ese gesto de boca y ojos entreabiertos. La página web del Museo Nacional de Escultura atribuye su ejecución a José de Rozas en 1696.
    El yacente sigue el modelo popularizado por Gregorio Fernández, aunque según el parecer de Agapito y Revilla no pasa de ser “obra mediana, muy mediana de mérito y muchísimo inferior a los Cristos yacentes del maestro, y aún a algunas de las copias”. La talla es de relativa calidad, pues tratándose como se trata de una imagen que nunca iba a ser sacada de su nicho, no tiene la envergadura ni el cuidado anatómico de las otras talla de “bulto redondo”.
    No hay que confundir el presente Cristo que va colocado en la urna con otro Cristo Yacente, también propiedad de la cofradía, que por separado portaban cuatro sacerdotes, con sus sobrepellices y velos negros que cubrían sus rostros, en el transcurso de la procesión de Regla correspondiente. La gran diferencia entre ambos Cristos es la mayor planitud que posee el del paso de “los Durmientes”.


    LOS DURMIENTES
    Los “durmientes” son las únicas esculturas que se conservan del paso realizado por Alonso de Rozas. Representan a cuatro soldados romanos dormidos mientras custodian el cadáver de Cristo en el sepulcro. No cabe duda de que su colocación sería en las esquinas del sepulcro de la urna. Van vestidos a la manera clásica adoptando una pose relajada. Aparecen dormitando sentados y apoyados sobre sí mismos. Se les representa con una armadura formada por casco, coraza y calzones. Botas hasta la pantorrilla adornadas por relieves de rostros humanos. Cabeza inclinada sujetada por la mano derecha. Lanzas sujetas al cuerpo.

    Durmiente "A"
    Durmiente "B"
    El tema de los guardianes surge para justificar que el cadáver de Cristo no podía haber sido retirado por sus discípulos como insinuaban los judíos. Lo habitual es que, aunque se les represente dormitando, alguno se mantenga despierto para ver al Resucitado, si bien en este caso todos ellos duermen tranquilamente, dando sobrenombre al paso. Únicamente Mateo hace referencia al hecho (Mateo, 28:11-15) que para desacreditar a los judíos, dice que habiendo informado los soldados a los "príncipes de los sacerdotes" sobre la desaparición de Cristo, estos les instaron a que dijeran que habían sido los discípulos los que habían retirado el cuerpo aprovechando que ellos dormían.

    Durmiente "C"
    Durmiente "D"
    LOS DOS ÁNGELES
    Según los pasajes evangélicos posteriores al entierro: una pareja de ángeles- -los dos hombres con vestidos resplandecientes (Lc. 24:10) situados uno a la cabecera y otro a los pies del sepulcro (Jn. 20:11-18)- acudieron a velar el cadáver de Cristo en los instantes previos a la Resurrección y más tarde comunicar la buena nueva a las santas mujeres que al despuntar el día acudirán al sepulcro.
    Según podemos descifrar de las diferentes escrituras, los dos ángeles que contrata Alonso de Rozas en un principio, en el año 1674, no debían estar hechos completamente de madera, por cuanto se habla de ellos como “de hacer diferentes hechuras para el paso del Santo Sepulcro y entre otras cosas dos ángeles con el ropaje de angeo”. Esto último parece indicar que eran obras en las que se combinaban la madera (cabeza, brazos y piernas) y la tela encolada (vestiduras). Finalmente ambas partes, cofradía y escultor, decidieron que las “dos hechuras de ángeles” fueran “todos de talla”, habiendo de seguir el modelo de los “que están los del Carmen Calzado de esta ciudad arreglando la postura y aire de las dichas dos hechuras de ángeles que he de hacer al efecto de reabrir el Santo Sepulcro que es al que se aplica”. Posiblemente los referidos ángeles del Carmen Calzado sean los que se conservan en el Museo Nacional de Escultura, los cuales están fabricados de madera y de tela encolada. Una posibilidad más remota, y a su vez mucho más sugestiva, es que fueran los ángeles del primitivo paso, es decir, en los que se inspiró Rozas.

    Años después, en la Semana Santa del año 1696, los sayones tallados por Alonso de Rozas sufren numerosos desperfectos debido a lo cual su hijo José de Rozas se ajusta con la cofradía para hacer dos nuevos ángeles basándose en los elaborados por su padre, quedándose asimismo con ellos para hacerlos con mayor perfección.
    Este tipo de ángeles fue muy frecuente en los áticos de los retablos vallisoletanos desde Gregorio Fernández. Los ángeles aparecen situados uno a cada extremo de la urna.Están de pie, con la mano derecha levantada. Los rostros son inexpresivos, ojos y boca abiertos. De elegante y serena postura, muestran una rica policromía en sus atuendos a la manera clásica.Visten chaleco rojo con mangas recogidas y falda hasta la pantorrilla con flores bordadas en oro. Pliegues quebrados.

    URNA
    La página web del Museo Nacional de escultura atribuye su factura al escultor Juan de Ávila o Juan Dávila hacia el año 1599, no confundir con el escultor barroco vallisoletano homónimo. Adopta forma arquitectónica clasicista de arcos de medio punto entre dobles columnas dóricas acanaladas, rematando con un friso de triglifos y metopas. Los arcos dejan al descubierto los espacios intermedios, y superior, para que pueda contemplarse el yacente. Fondo policromado y dorado con formas vegetales.
    Aunque se contemplaba que José de Rozas hiciera una nueva urna mucho más ligera, piensa Martín González que la presente urna “por su sencillez arquitectónica y puros motivos ornamentales, no rima con la nueva época; seguramente, o es la misma arreglada o el artista se limitó a copiar la anterior”.

    BIBLIOGRAFÍA
    • AGAPITO Y REVILLA, Juan: Las cofradías, las procesiones y los pasos de Semana Santa en Valladolid. Editorial Maxtor, Valladolid, 2007.
    • GARCÍA CHICO, Esteban: Documentos para el estudio del arte en Castilla. 2, Escultores, Universidad de Valladolid, Valladolid, 1941.
    • MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: Escultura barroca castellana, Fundación Lázaro Galdiano, Madrid, 1959.
    • ORDUÑA REBOLLO, Enrique: Cofradías y sociedad urbana: la ilustre Cofradía Penitencial de Nuestra Señora de las Angustias de Valladolid (1563-2002), Ciudad Argentina, Buenos Aires, 2003.
    • Parte de las fotografías han sido obtenidas de la web del Museo Nacional de Escultura: http://museoescultura.mcu.es

    COFRADÍA DE LA PASIÓN. El Santo Cristo de las Cinco Llagas

    $
    0
    0

    En la tarde noche del Sábado Santo, a eso de las 8 de la tarde (horario que estrena este año), cruza el umbral de las puertas de la iglesia del Real Monasterio de San Quirce y Santa Julita, actual sede de la Cofradía Penitencia de la Sagrada Pasión de Cristo, el Santo Cristo de las Cinco Llagas, una de las esculturas más antiguas que procesionan en nuestra ciudad, para comenzar la Procesión del Ejercicio Público de las Cinco Llagas. En el recorrido que discurre durante algo más de dos horas por la antigua judería vallisoletana visita cinco establecimientos religiosos (cuatro monasterios y una iglesia parroquial), en cada uno de los cuales se realiza una pequeña oración por cada una de las cinco llagas. Esta procesión se lleva realizando desde el año 1995.
    El Santo Cristo de las Cinco Llagas, durante mucho tiempo conocido como el “Crucifijo del paso de las Siete Palabras” por haber formado parte del paso denominado Emissit Spiritum, primero que procesionó la Cofradía de las Siete Palabras. En realidad este paso se llama “Paso Nuevo de Nuestra Señora y San Juan”, si bien en la actualidad forma una de las Siete Palabras pronunciadas por Cristo en el Calvario, concretamente la de Todo está consumado. No vamos a hablar sobre este paso ya que fue tratado en una ocasión anterior.
    La razón de la inclusión de este Crucifijo, fechado a mediados del siglo XVI, en el “Paso Nuevo de Nuestra Señora y San Juan”, conocido por entonces como Emissit Spiritum, realizado hacia 1650 por Francisco Díez de Tudanca, no es otro que el de que al armar la escena procesional tras la recomposición de los pasos por Juan Agapito y Revilla a comienzos del siglo XX no se pudo encontrar el crucifijo original. Es probable que este Crucificado sobre el que estamos tratando hoy sea uno de los “cuatro Crucifijos grandes” que se citan entre los bienes de la Penitencial en 1553. Hay que señalar que el Crucifijo original del referido paso se localizó años después, se trata del conocido como Santo Cristo del Calvario, conservado en la actualidad en la sede de la Cofradía de la Pasión.

    Emissit Spiritum con el Cristo de las Cinco Llagas
    Santo Cristo del Calvario, Crucifijo original del paso
    El paso con su disposición original
    El Cristo de las Cinco Llagas se encontraba en el Humilladero de la Pasión, que la cofradía tenía al otro lado del Puente Mayor, en donde es citado por primera vez en 1610. Esta escultura ha sido atribuida por Parrado del Olmo al escultor Manuel Álvarez. Este escultor nació hacia 1517 en Palencia. Trabaja para Alonso Berruguete en la sillería alta del coro de la catedral de Toledo. A mediados del siglo XVI está asentado de nuevo en su ciudad natal, si bien pretendió siempre trabajar en una ciudad de más posibilidades económicas, como la propia Toledo o Valladolid. A partir de 1577 conseguirá asentarse definitivamente en nuestra ciudad. Fue escultor muy prolífico, con muchas obras en las actuales provincias de Valladolid y Palencia. Su estilo parte de una interpretación elegante y pausada del estilo de Berruguete, muy influido por su cuñado Francisco Giralte, y posteriormente recibe los influjos de Juan de Juni y de Gaspar Becerra.

    Parrado describe el Crucificado de la siguiente manera: “La escultura es una apreciable efigie de tamaño superior al natural, que representa a Cristo muerto, con la herida de la lanzada en el costado derecho. Su anatomía es estilizada, con el tronco y los miembros alargados, y con cierta crispación dramática advertible en la contracción exagerada de los músculos, en especial en el vientre y las piernas. El paño de pureza ciñe una pelvis estrecha, y se anuda en el centro, según una versión utilizada por Berruguete en alguno de sus crucificados, como el del retablo de San Benito. En realidad en la escultura se funden tanto recuerdos berruguetescos como junianos. La concepción de la cabeza muestra, por el contrario, una imagen dulce de la muerte. Se inclina sobre el hombro derecho con naturalidad y tiene los ojos cerrados, la barba recortada en finos mechones, mientras que una amplia guedeja del cabello cae hacia el lado derecho del pecho. La corona de espinas se talla directamente. Presenta algunas incorrecciones, especialmente en la talla de los muslos y de los gemelos de las piernas, excesivamente secos, aunque vistos desde abajo y a cierta altura, el conjunto aparece más proporcionado, lo que puede indicar que se hizo pensando que iba a tener una visión de abajo arriba, propia del desfile procesional. En cambio, cabeza y tórax son más suaves de modelado y presentan cierto concepto de belleza ideal”.

    La tipología del Crucificado responde a un modelo usualmente utilizado por la escuela palentina de mediados de siglo. La cabeza recuerda modelos giraltescos en composición y actitud. Sin embargo, el concepto anatómico, el tipo de paño de pureza, e incluso, la postura vertical y paralela de las piernas no son propias de las obras de este maestro y recuerdan más a Crucifijos situados dentro de la órbita de la primera etapa creadora de su cuñado Manuel Álvarez. La atribución se llega a confirmar si comparamos este Crucifijo con los que este maestro talló para los retablos de Quintanilla de Onésimo, Villerías de Campos o el crucifijo de Villabáñez. Parrado considera que se ha tenido que hacer antes de 1553, por la persistencia de un concepto anatómico berruguetesco, e incluso se podría pensar en una fecha en torno a 1550, cuando su cuñado pasa a trabajar a Madrid, y él hereda su taller palentino.


    BIBLIOGRAFÍA
    • PARRADO DEL OLMO, Jesús María: “Acerca de nuestra historia. Esculturas del siglo XVI de la Cofradía Penitencial de la Pasión”, Pasión Cofrade, nº 6, 2010, pp. 16-21.
    • PARRADO DEL OLMO, Jesús María: "El crucifijo de las Siete Palabras", B.S.A.A., Tomo LI, 1985, pp. 459-461.

    EXPOSICION: "SIGNA CHRISTI". Símbolos y emblemas de la Pasión en Valladolid

    $
    0
    0

    Entre el 19 de marzo y 12 de abril de este año de 2015 se viene celebrando en la Sala de Exposiciones del Teatro Calderón una interesantísima exposición sobre Semana Santa, como viene siendo habitual desde hace unos quince años. En esta ocasión se titula “Signa Christi. Símbolos y emblemas de la Pasión en Valladolid”. La muestra, cuya hilo argumental aparece perfectamente relatado en diferentes paneles, recoge excelentes piezas tanto de escultura, pintura, platería y artes textiles, muchas de ellas inéditas puesto que nunca habían saltado los muros de las clausuras. Tres son, para mi gusto, las piezas más destacadas: el busto de Ecce Homo de Juan de Juni, que, aunque conocido, tendréis la posibilidad de ver por todos sus lados, cosa que hasta ahora no se había podido hacer; un San Bernardo arrodillado, de escuela de Gregorio Fernández, y un retablo del Real Colegio de San Albano (o de los Ingleses).

    La cuidada selección de textos y piezas hace merecida una visita, si bien he encontrado un pequeño error. En la exposición podréis ver una bella Virgen de las Angustias, una de las muchas que copiaron el célebre modelo implantado por Juan de Juni en 1561. Pues bien, se encuentra adscrita al “Círculo de Pedro de Ávila”. Craso error. Ninguna característica facial ni en cuanto a sus pliegues le acercan al gran escultor vallisoletano del primer tercio del siglo XVIII.
    A continuación os muestro una pequeña colección de fotos de las obras que podréis contemplar si vais, así como los textos que aparecen escritos en las diferentes cartelas. Espero que os guste la exposición.

    SIGNA CHRISTI
    El origen de los símbolos de la Pasión surge particularmente con Santa Elena y las reliquias de Jerusalén. A partir del descubrimiento de la Cruz por la madre del emperador Constantino, y tras el Edicto de Milán (313 d. C.) con la libertad de la Iglesia para exteriorizar la fe en el Resucitado, la Cruz se convierte en el símbolo por excelencia de la victoria sobre la muerte y nunca más un instrumento de tortura. Así la cruz símbolo de resurrección será en conventos y monasterios punto de meditación y penitencia.
    Es en Valladolid a fines del siglo XV cuando el cardenal Mendoza funda un Colegio universitario en honor a Santa Elena y a la cruz de Jerusalén, como titular de la Basílica de Santa Croce in Gerusalemme de Roma. La representación de Santa Elena y de la Cruz serán motivos habituales en Valladolid tanto en pintura como en escultura y de los que nos han llegado algunas muestras. La propia celebración durante siglos, de la invención de la Cruz, el 3 de mayo, lo refleja.
    Otros símbolos y reliquias de Pasión se comienzan a divulgar en la Edad Media además del Lignum Crucis como es la Santa Espina de una gran tradición de la provincia de Valladolid.

    Santa Elena de pie con la cruz y clavos (Anónimo, primer tercio siglo XVII)
    Relicario de la Santa Espina (Anónimo, finales siglo XVI) y Relicario del Lignum Crucis (Taller Félix Granda, 1941)
    Cristo crucificado (Juan Toledano)
    Signa Christi (Juan Toledano)
    Cruz de San Diego V.O.T. Franciscana (Anónimo, siglo XIX)

    MISSAE CHRISTI
    La denominada “Misa de San Gregorio” tiene una actualización primordial en la Edad Media junto con la adoración eucarística. A fines del siglo XV proveniente del mundo flamenco se extiende en la España de los Reyes Católicos la devoción a los símbolos de la Pasión. A ello se une la divulgación de los libros de santos como el Flos Sanctorum de Jacopo de la Vorágine y sus múltiples traducciones.
    La aparición de Cristo sobre el altar como Varón de Dolores mostrando las Cinco Llagas acompañado de los Arma Christi ante el Papa Gregorio tendrá pronto su iconografía. Este episodio es reproducido repetidamente en iglesias y conventos de nuestra ciudad y provincia, siendo la importación de obras flamencas como la que encargó Gonzalo González de Illescas en 1492 para la capilla de San Juan Bautista de la iglesia de El Salvador, un referente de fama internacional.
    Otras representaciones además de las pictóricas surgen en piedras duras, alabastro o marfil y tendrán su desarrollo hasta el barroco.

    Misa de San Gregorio ("El Mudo" Neyra, primera mitad siglo XVIII)
    Cruz de altar con Arma Christi (Anónimo, primer tercio siglo XVII)
    Santa Elena (Juan de Roelas, .h. 1605)
    Cruz con instrumentos de Pasión (Anónimo, siglo XVII)
    Casulla del Cardenal Mendoza con Arma Christi (Anónimo, siglo XV)
    Cristo ante Caifás (Anónimo, siglo XVII)
    Piedad con emblemas de la Pasión (Anónimo, mediados siglo XVI)

    ARMA CHRISTI
    Los Arma Christi o Signa Christi cobran actualidad en el arte del Renacimiento y del Barroco (los Niños de Pasión, la Soledad de María ante la muerte de su Hijo, el Varón de Dolores). Precisamente la iconografía de Ecce Homo se interpreta por Juan de Juni, con un naturalismo exacerbado, que adquiere aquí un carácter sobrenatural y sobrehumano, es la mirada del Justo… en su Pasión, Muerte y Resurrección.
    Los Niños de Pasión han sido protagonistas de conventos y monasterios. Su candor no oculta cierta tristeza al pensar que el Niño Redentor iba a morir en la Cruz. Esta devoción fue muy extendida en pinturas, cobres y pequeñas esculturas.
    La iconografía de Nuestra Señora de la Soledad que Becerra tallara para el Monasterio de las Descalzas Reales de Madrid tuvo tal fortuna que en Valladolid fue numerosamente repetido en retablos y altares, con algunas variantes: Virgen Dolorosa, Soledad y Angustias, del Santo Sepulcro o del Monte Calvario… y acompañada de ángeles y arma Christi ante el Cristo Yacente.

    Busto de Ecce Homo (Juan de Juni, h. 1545)
    Cruz procesional (Anónimo, siglo XVII)
    Niño Jesús de Pasión (Anónimo, siglo XVIII)
    Niño Jesús y San Juan Bautista niño con símbolos de Pasión (Anónim, siglo XVII)
    Niño Jesús de vestir (Anónimo, siglo XVII) y Niño Jesús Salvator Mundi "el Patroncito" (Anónimo, siglo XVII)
    Niño Jesús con los Arma Christi (Hermanos Perrone, mediados siglo XVII)

    SIMBOLOS DE PASIÓN EN VALLADOLID
    Las cofradías de Semana Santa. Coincidiendo con la Baja Edad Media cobra importancia el sacramento de la penitencia y la expiación de los pecados, a través de grandes penitencias. En medio de este contexto medieval es donde podemos ubicar el comienzo de las primeras procesiones de Semana Santa exaltando la Pasión de Cristo. Participar en una procesión era la señal de la expiación de los pecados, como en una penitencia pública, de ahí que cuantos participaban en las procesiones fueran con el rostro cubierto.
    Los símbolos influyen en la devoción popular de cofradías penitenciales y capillas. Es un antiguo patrimonio de venerables cofradías que desde la V.O.T. franciscana, la Vera Cruz, Pasión, Angustias, Piedad y Jesús Nazareno dan paso a una tradición cofrade que se ha ido tejiendo a lo largo de los siglos y que muestra sólo una parte de las 19 cofradías que representan en su conjunto la vivencia de la Semana Santa de Valladolid.

    Virgen de la Soledad (Anónimo, siglo XVIII)
    Influencia de los grabados en la pintura
    Plancha para grabados de la Virgen Dolorosa de la Vera Cruz (Anónimo, siglos XVIII-XIX)
    Virgen de las Angustias (Anónimo, mediados del siglo XVIII)

    VITA CHRISTI: SANTOS ENCUENTROS
    Los santos contribuyeron a expresar la Pasión de Cristo, y el simbolismo asociado a ella, a través de sus visiones y apariciones milagrosas, de una manera convincente: Teresa de Jesús, San Ignacio, San Bernardo, San Francisco de Asís…
    Estos símbolos están asociados a sus vidas, y se convierten en una rica tradición de imágenes al servicio de la transmisión de la fe y en un elocuente patrimonio artístico de la iglesia. De una manera plástica, como un libro abierto gracias a su contenido simbólico evidencian a través del arte la encarnación del mensaje cristiano, vita Christi (San Pablo) en instituciones, obras benéficas y de desarrollo de la sociedad.
    Piezas singulares realizadas por artistas como Gregorio Fernández o el antiguo retablo del Real Colegio de Ingleses ofrecen una particular catequesis además de belleza.

    San Bernardo en oración (taller de Gregorio Fernández, h. 1630-1640)
    Retablo de la Aparición de Cristo a San Ignacio "Visión de la Storta" (Escuela vallisoletana, siglo XVII)
    San Bernardo con los Arma Christi (Anónimo, siglo XVII)
    San Francisco orante ante el Crucifijo (Anónimo, mediados siglo XVIII)
    Aparición de Cristo flagelado a Santa Teresa (Anónimo, siglo XVII)


    SEMANA SANTA EN VALLADOLID. Pasos que ya no procesionan I: Los Cristos yacentes

    $
    0
    0

    Hoy vamos a tratar un tema semanasantero sobre el que tenía ganas de hablar: los Cristos yacentes que ya no procesionan. Si ha habido una iconografía numerosa que ha procesionado en nuestra Semana Santa ha sido esta, a excepción, por supuesto, de los Crucificados. Ninguno de los que veremos fue creado con la intención de ser procesionado, si bien para nada han desentonado en los desfiles dada su alta calidad artística. A la lista que vendrá a continuación habría que añadir el Yacente que Gregorio Fernández talló para el Convento de San Pablo, del cual ya hemos hablado en su momento, y el que constituye la pieza principal del Santo Entierro que Juan de Juni labró para la capilla del Doctor Guevara en el Convento de San Francisco, del cual también se habló en su momento. Este último tan solo fue procesionado una vez por la Cofradía del Santo Entierro. A modo de recordatorio, hay que señalar que en la actualidad procesionan los siguientes: la Cofradía del Santo Entierro el Yacente del Real Monasterio de San Joaquín y Santa Ana, y la Cofradía del Descendimiento el Yacente de la iglesia de San Miguel y San Julián.

    SANTO CRISTO YACENTE(Pedro de Ávila. 1698)
    Cofradía Penitencial de Nuestro Padre Jesús Nazareno.Iglesia Penitencial de Nuestro Padre Jesús Nazareno.
    La imagen salió, llevada a hombros por su cofradía durante unos pocos años en la procesión de Sacrificio y Penitencia (h.1978-1993). En esa procesión se unía a la Cofradía de las Angustias, la cual portaba el Cristo de los Carboneros (y desde 1989 también el Santo Entierro y a Nuestra Señora de las Angustias), y a la Cofradía de la Vera Cruz, la cual hacía lo mismo con la Virgen de la Soledad. A partir de 1994 su puesto se lo cedió al Cristo del Despojo de Claudio Cortijo.

    El Santo Cristo Yacente (1,55 x 0,69 m.) está concebido como un altorrelieve, siguiendo el modelo creado por Gregorio Fernández. El Yacente tiene la particularidad de que en el costado lleva un receptáculo de unos 35 milímetros de diámetro, cubierto de cristal, que servía de custodia para colocar la Sagrada Forma. Se solía utilizar los Jueves y Viernes Santo. Generalmente se colocaba para adoración delante del altar. Es una variante del yacente-sagrario.

    La necesidad de mostrar el ostentorio obligó al artista a levantar algo más de lo normal el busto de la imagen para cuyo fin se le hizo reposar sobre dos almohadones, y recogió en ángulo el brazo derecho, posición propia de la mayor altura dada al hombro del mismo lado. Aparece recostado sobre un sudario. Tiene los ojos cerrados y boca entreabierta. Los paños están cortados a cuchillo. Tiene la mirada hacia la derecha, ojos semiabiertos. Heridas en brazos y rodillas, sangre en la cara ocasionada por la corona de espinas.El Yacente se encuentra ubicado en la hornacina inferior de un retablo “Yacente-Dolorosa”. Presenta banco, cuerpo vertical y remate en semicírculo. A los lados del cuerpo principal se disponen estípites. Adornos a base de tarjetas y racimos en las calles laterales.

    CRISTO YACENTE (Anónimo, década de 1510)
    Cofradía del Santo Cristo del Perdón (Cofradía de la Sagrada Pasión de Cristo). Iglesia de Santa María Magdalena
    Este Cristo fue sacado en procesión, durante muy pocos años (1976-1993), por la Cofradía del Santo Cristo del Perdón (se trataba de la antigua, y también actual, Cofradía de la Sagrada Pasión de Cristo), la cual estaba radicada por entonces en la iglesia de la Magdalena, templo que también custodia en la actualidad al Yacente. La primera salida procesional que realizó el Yacente fue en la primera Procesión de Oración y Sacrificio (1976), la cual tenía como destino la iglesia de San Ignacio de Loyola.
    La imagen siguió saliendo sola en la procesión hasta el año 1992, en que lo hizo acompañada del Cristo del Perdón y de Nuestro Padre Jesús con la cruz a cuestas. Al año siguiente, última vez que salió a las calles, lo hizo acompañado únicamente del Cristo del Perdón. En 1994 la procesión de Oración y Sacrificio cambia su horario y sus pasos, pasando a celebrarse a las 8 de la tarde y sacando al Cristo flagelado y al Cristo del Perdón, cambiando asimismo el recorrido: la Catedral sustituyó al barrio de Pajarillos.

    Fotografía tomada de http://www.sagradapasion.com/Multimedia/Fotos/Fotografias%20antiguas.htm
    Fotografía tomada de http://www.sagradapasion.com/Multimedia/Fotos/Fotografias%20antiguas.htm
    Fotografía tomada del Flickr de Luis rg
    El presente Cristo Yacente se fecha en el primer decenio del siglo XVI. Está labrado de manera exenta, separado del sudario. Hay en éste pliegues quebrados de tipo flamenco. El cuerpo de Cristo es muy largo y desproporcionado como corresponde al goticismo. El movimiento de brazos es muy rígido, aunque la cabeza la acusa las facciones del renacimiento. Está encarnado a pulimento, con muchas llagas. Tiene una longitud de 1,70 m., teniendo los pies muy alargados. Este Yacente tiene el privilegio de ser, cronológicamente, el más antiguo del arte vallisoletano.
    Fotografía tomada del Flickr de Luis rg
    Fotografía tomada de http://www.sagradapasion.com/Multimedia/Fotos/Fotografias%20antiguas.htm
    El Yacente se encuentra colocado en la urna del banco de un retablo barroco de la tipología Yacente-Dolorosa. El retablo, realizado en 1719 por los ensambladores Juan y Pedro Correas para el Hospital de laResurrección consta de un solo cuerpo, provisto de hornacina principal, con marco de ángeles entre nubes; a los lados hay cuatro estípites. El ático se resuelve en semicírculo, como si fuera una escena que se contempla al descorrerse el pabellón. Dentro figura la cruz desnuda y ángeles portadores de instrumentos de la Pasión. En la actualidad la hornacina central está ocupada por una escultura dieciochesca de Santa María Magdalena, aunque en realidad le correspondería ocupar ese lugar a una Dolorosa que se encuentra en un retablo frontero en la iglesia.
    En el dicho Hospital radicaban algunas cofradías, entre ellas la del Santo Sepulcro, que según Canesi terminó en 1672 de construirse capilla propia y celebraron la colocación de Cristo en el Sepulcro. Posteriormente se realizaría el actual retablo, que como el anterior, estaba hecho expresamente para el Cristo Yacente que poseía la cofradía.



    Entre medias de estas dos fechas, Ventura Pérez nos da cuenta de que el Cristo Yacente se encontraba en su nueva capilla desde 1702: “En 6 de Agosto de 1702 se trasladó el Santo Sepulcro a su capilla nueva en el real hospital de la Resurrección de esta ciudad: salió la procesión de dicho hospital con una cruz delante; iba la Congregación, la cofradía sacramental y su cofradía: llevaban el Santo Sepulcro seis capuchinos, otros ocho capuchinos el palio; estaba en la capilla el día siguiente el Santísimo Sacramento patente; hizo la fiesta, el primer día, la cofradía; el segundo, la Congregación de los pobres; el tercero, la ciudad; predicó a la ciudad el P. Velázquez; le pusieron una silla en el pulpito pero no se sentó sino a el Ave-María, por estar malo con erisipeles. Concluidas las fiestas hubo toros, y fueron tan bravos, que no les pudieron torear y los mataron a balazos; y de estos quedó el nombre de los toros del Santo Sepulcro”.

    CRISTO YACENTE (Taller de Gregorio Fernández. 1631-1636)
    Sin Cofradía. Portado por los alumnos de la Universidad Pontificia.Convento de San Pablo aunque es propiedad del Convento de Santa Catalina
    “El Yacente de las Catalinas” tan solo tengo documentado que participó en nuestras procesiones en el año 1990. Venerado con gran devoción hasta hace muy pocos años por las monjas del cenobio vallisoletano que le da este sobrenombre, se encontraba en la Capilla del Cristo –adornada con pinturas de Diego Valentín Díaz– situada en la planta baja del claustro. La imagen se disponía sobre la mesa de altar, dentro de una urna de cristal, al pie de un retablo con una gran tabla de San Juan de Patmos, obra de Antonio Vázquez. En la actualidad se ubica en la parte baja de un retablo de la iglesia del Convento de San Pablo.
    Gregorio Fernández se encontró con la costumbre de colocar los sepulcros en el banco de los retablos para recibir la adoración. El aislamiento de la figura de Cristo, consecuencia del abandono progresivo de la escenografía que en siglos anteriores acompañó al tema de su muerte, constituyó otro de los “tipos” fundamentales de Fernández que con tanto éxito prodigó.
    No existen referencias documentales acerca de la autoría de la obra. El libro Becerro del convento no hace la más mínima referencia. Tampoco hicieron mención alguna ninguno de los estudiosos del Arte de la ciudad, hasta que don Francisco Mendizábal, en su artículo Del Valladolid desconocido. Las joyas de la clausura monacal, publicado en el periódico El Diario Regional el 17 de abril de 1919, escribió que “es indudable que este Cristo yacente es de tiempo posterior al Crucificado de Juni: responde a otra técnica, a la técnica que inspiró la escuela de Gregorio Hernández, y ¡quién sabe si será del mismo maestro!”. Posteriormente, Mendizábal de nuevo, en otro artículo bajo el título De la vida espiritual de Castilla. Arte y santidad, publicado en “Blanco y Negro” el 21 de marzo de 1922, y Juan Agapito Revilla en su libro Las cofradías, las procesiones y los pasos de Semana Santa de Valladolid (1925), atribuyeron de forma definitiva la “paternidad” de la talla a Gregorio Fernández.

    La figura de Cristo descansa sobre un sudario blanco de plegados angulosos con orilla de encaje, apoyando la cabeza y parte de la espalda en un único almohadón de color verde oscuro, poco abultado y casi horizontal, lo que favorece el horizontalismo del cuerpo. Su contemplación frontal obliga a que la cabeza y el cuerpo miren hacia la derecha para favorecer la visión. Por la misma razón, se hace necesaria la flexión de la pierna izquierda. Además, en el lado derecho se halla la herida del costado, de enorme efecto dramático, del mismo modo que se abre el paño de pureza, evidenciando la proclividad al desnudo de Fernández.
    Las quebraduras y rugosidades de las telas, y un desarrollo extremo del naturalismo patético hacen pensar en una fecha de ejecución entre 1631 y 1636. Martín González apreció ciertos rasgos de mediocridad en la talla de este altorrelieve impropios del insigne imaginero, incidiendo sobremanera en la “inhábil” unión de la cabeza al tórax, llevándole a considerar la obra como íntegra de taller.

    MONUMENTOS DESAPARECIDOS: LA CASA DE LAS ALDABAS

    $
    0
    0

    En plena calle Teresa Gil, junto al Convento de Porta Coeli y casi frente al Oratorio de San Felipe Neri se encontraba uno de los palacios más recordados por los vallisoletanos, uno de aquellos que NUNCA debió ser derribado, pero una vez más los especuladores ganaron la batalla, como no en la década de 1960.

    Según una cita tomada de Martí y Monsó, el origen de la Casa de las Aldabas se remonta a la época de Fernando IV, siendo fundada por Fernán Sánchez de Valladolid. La importancia de estas casas se deduce del hecho de que pertenecieron al contador mayor de Enrique III, Diego Sánchez Manuel de Valladolid, y en ellas nació el 5 de enero de 1425 el infante que llegaría a reinar con el nombre de Enrique IV. En agradecimiento a esta circunstancia, este mismo monarca, en 1469, otorgó a la familia el privilegio de que “por ninguna causa le fuesen echados huéspedes en ellas y que todas las personas que se acogiesen a ellas, por cualquier causas o delitos no les pudiesen sacar de ellas ningunas justicias”.
    Las casas fueron reconstruidas por don Cristóbal de Santisteban, comendador de Viezma, de la Orden de Santiago, caballerizo de Carlos I y regidor de Valladolid, hijo a su vez de don Francisco de Santisteban comendador de la misma Orden, en los últimos años del siglo XV o comienzos del XVI, a juzgar por las características que ofrecían los pilares de su patio. Durante los alborotos de la Guerra de las Comunidades, el 21 de agosto de 1520, los religiosos de San Francisco “revestidos como para celebrar y con el Santísimo Sacramento en las manos” las defendieron impidiendo que fuesen incendiadas, contentándose los comuneros con su saqueo.
    En el mayorazgo que correspondió a su hijo don Alonso, paje del infante don Fernando, se incluían entre otros muchos bienes “las casas principales en que moramos en esta dicha villa de Valladolid, en la calle de Teresa Gil, con todo lo alto y bajo de ella, con huerta y corrales, con su bodega y cubas, con todas sus entradas y salidas y derechos  y servidumbres, con las casas que están junto con ellas en la dicha calle de Teresa Gil, en que vive por arrendamiento al presente Juana Rodríguez, costurera, de las cuales dichas casas principales tienen por linderos de la una parte casas de los hijos de Juan de Santisteban, nuestro hermano que Dios haya y de la otra las casas del comendador Diego de Rivera…”.
    Perteneciendo la casa a su nieto y homónimo don Cristóbal de Santiesteban se concertó en 1574, con Juana de Arana, vecino de Peñaranda de Duero, para que trajese a su casa, por 1.900 reales “cuatro asientos de jaspe… otras cuatro piedras para el estanque… y una piedra para en medio” todas ellas de jaspe. Se trataba de construir una fuente para el jardín, cuyas “molduras que han de llevar las dichas piedras han de ser conforme a una traza… firmada de Juan de Juni”.
    En el mayorazgo y, por consiguiente, en la propiedad de “las casas de las Aldabas que está en la dicha villa en la calle de Teresa Gil”, sucedió don Francisco Manuel López y Santisteban, biznieto de don Cristóbal de Santisteban quien, por no tener “con qué vivir ni con que poder sustentar las dichas casas”, solicitó autorización al rey, en 1591, para poderlas vender en pública almoneda.
    Intentó adquirirlas el licenciado Gil Ramírez del Arellano, del Consejo de Su Majestad y oidor de la Chancillería, quien ofreció por ellas 9.000 ducados; sin embargo su oferta fue rechazada por el propietario “por ser poca cantidad respecto del precio que la casa vale y hecha por persona tan cualificada que no habrá quien puje ni sobre ella haga otra”. También acudió a la subasta el depositario general de la Corte y Chancillería, don Juan Bautista Gallo, quien ofreció igualmente 9.000 ducados “más la mitad de todo aquello que montare la alcabala de las dichas casas”. Por fin, se remataron en él “las dichas casas de las Aldabas, con su jardín, corrales, casa de cochera, fuentes, asientos, bodegas, subterráneos, caballerizas, cocinas y con todo lo demás a ella perteneciente, desde lo alto a lo bajo, así por la puerta delantera como por la trasera  con todas sus entradas y salidas, luceras y ventanas, aguas corrientes y vertientes, estantes y manantes y con todo lo demás que a las dichas casas de las Aldabas pertenece, puede y debe pertenecer”, por la cantidad de 9.500 ducados, el día 16 de julio de 1594, “dadas las tres horas de la tarde del reloj de San Francisco”.
    Don Juan Bautista Gallo era regidor de Valladolid desde 1548. Al fallecer en 1601 sus acreedores embargaron sus bienes pero la viuda logró retener en su propiedad las casas principales “en la calle de Teresa Gil que se dicen de las Aldabas”. Tenían por linderos “por la una parte casas de Alonso de Verdesoto y por la otra (izquierda) casas de dicho Juan Bautista Gallo que se compraron de los testamentarios de doña Isabel de Santisteban”. Precisamente en éstas últimas y en otras que daban a la calle de Olleros (hoy c/ Duque de la Victoria) doña Mariana, viuda del regidor, edificó una iglesia y monasterio de monjas franciscanas concepcionistas, fundado y dotado por ella aquel mismo año. La delicada situación que atravesaba la viuda, doña Mariana, le obligó a desprenderse paulatinamente de la propiedad de la casa y, seguidamente, del convento y patronato que había fundado. El 12 de enero de 1605 la llamada casa de las Aldabas ya pertenecía a don Rodrigo Calderón, el cual había pagado por ella 17.000 ducados, cantidad a la que sumó el 6 de octubre de 1606 otros 8.000 ducados por el patronazgo del monasterio y sus casas, suelos y edificios, huerta y casillas.
    La personalidad y actuación pública de don Rodrigo Calderón (1576-1621) son sobradamente conocidas. Basta recordar que trabajó como secretario del duque de Lerma y se valió de su gran influencia para acaparar una inmensa fortuna que obtuvo fomentando el cohecho sin apenas disimulo. Entre sus títulos reunía el de caballero de la Orden de Santiago, comendador de Ocaña, marqués de Siete Iglesias y conde de la Oliva de Plasencia; y sus cargos públicos más destacados eran los de capitán de la Guardia Alemana, contino de la casa de Aragón, alguacil mayor y registrador de la Chancillería de Valladolid, mayordomo de obras, arquero y alcaide de la Cárcel real de esta misma ciudad, además de su correo mayor y regidor; ostentando también regidurías en los ayuntamientos de Plasencia y Soria. Después de la marcha de la corte a Madrid, don Rodrigo Calderón se trasladó a la capital del reino. Sin embargo su padre, don Francisco Calderón, comendador mayor de Aragón, se retiró a Valladolid y durante una visita de don Rodrigo a esta ciudad, hacia 1613, escribió una carta dirigida al conde de Gondomar diciéndole que “mi padre se está aquí gozando en las casas de las Aldabas, del más regalado lugar del mundo que, afirmo, le tengo envidia”.
    No podemos precisar cuándo se iniciaron las obras de reforma del palacio, que debieron de ser dirigidas por el arquitecto Diego de Praves, responsable de la obra del convento de Portaceli cuyo patronato ostentaba don Rodrigo y encargado durante muchos años de certificar todas las partidas de gastos de materiales y obreros. Por ejemplo, en 1618 Marcos Fernández, vecino de Talavera de la Reina, entregaba 8.236 azulejos “para gastar en las obras del dicho marqués”, que serían colocados por el solador Juan Fernández Marqués. Estas obras debieron de afectar fundamentalmente a la fachada del edificio y a su decoración interior. En aquélla el arquitecto regularizaría sus vanos, efectuando a lo largo de su paramento una serie de ajeados o huecos ligeramente rehundidos que alternaban con los vanos de sus balcones, todo ello dentro de un diseño muy geométrico y una gran portada lineal en consonancia con gustos manieristas.
    Destruida, por desgracia, en la década de 1960, sin embargo la casa de las Aldabas fue descrita minuciosamente, a comienzos del siglo, por Martí y Monsó y Agapito y Revilla. Este último señaló que:
    La fachada es extensa: los huecos se han modernizado; a la derecha, se ve medio oculta por una portada de tienda, una puerta de arco semicircular con dovelas de gran altura; la puerta de hoy para entrar a la casa es de grandes proporciones, rectangular, un huequecito con reja sobre los del piso principal, acusa aquellas irregularidades en la ordenación de las fachadas antiguas, que a veces las daban simpático aspecto, que aquí falta. No hay ningún escudo de armas en la fachada que notase los timbres heráldicos de don Rodrigo Calderón, que campean bien ostensiblemente en la fachada de la iglesia del convento adyacente. En cambio, empotradas y sujetas en el muro de la fachada hay unas once aldabas de hierro, redondas, pendientes de siempre por una anilla alta, sin poderse mover después por impedirlo alcayatas puestas en lo bajo. Son las aldabas de unos 20 cms. de diámetro; está colocadas a lo largo de la fachada; el portón de la gran puerta rectangular, tiene en una hoja otra aldaba más decorada que las del muro, completamente lisas… Por la puerta semicircular citada, penétrase en una tienda, que no hace observar nada de particular; en otro tiempo debió ser la puerta principal de la casa. La otra grande, la rectangular mencionada, da acceso inmediato a un patio teniendo una ancha y diáfana escalera a la derecha, apoyándose en la fachada. El patio era cuadrado; tres de sus lados conservan aparentes; en la planta baja, los pilares de sección octogonal y arcos de medio punto los lienzos normales a la fachada; el lienzo del fondo y el inmediato a la fachada, oculto este último por construcciones agregadas que estrechan el patio, tienen también pilares ochavados, de mayor altura que los otros dos, y sustentarían carreras con fuertes zapatas. Cada lado tiene cuatro arcos o vanos; los pilares son de corte semejante a los de los patios del Colegio de Santa Cruz y Audiencia. Nada he visto en las habitaciones de la casa… que merezca la pena de decirse, más que el salón del piso principal que corresponde al segundo balcón de la izquierda de la fachada. Su eje longitudinal es normal (perpendicular) a ésta, por lo que resulta oscuro hoy ya que no tiene huecos a la galería”.
    Este salón fue descrito también por Martí y Monsó que lo calificó de “verdaderamente regio, de muy grandes dimensiones y cubierto con magnífico artesonado que doraron y pintaron Jerónimo de Calabria y Tomás de Vallejo… Aún brilla el oro del techo en toda su pureza, como se conserva también el friso que rodea las paredes con decoración de azulejos al parecer italianos… los marcos de la puerta son de mármol verde”.
    En el contrato de dorado del artesonado se especifica que los pintores se obligaban, el 21 de junio de 1618, a que “dorarán y pintarán en la forma y con las condiciones y a la traza que de yuso se contendrá el techo de artesones de la sala primera de las casas”, de acuerdo con lo que les señalase “Jerónimo de Angulo, veedor de las obras reales de S.M. y Diego de Praves maestro de la dicha obra… siendo los colores el azul fino y si llevare bermellón que lo colorado ha de ser muy bueno y el blanco ha de ser alabastro quemado por el albayalde se vuelve negro con el invierno”. En la sala y techo se pintarían escudos de armas, cobrando por todo el trabajo 5.000 reales incluyéndose en esta cantidad los materiales”.
    El fin de la privanza del duque de Lerma, el 4 de octubre de 1618, y su inmediato destierro alejaron a don Rodrigo de la corte, recluyéndose en Valladolid. En su casa de las Aldabas se le prendió –por orden real– durante la noche del 19 a 20 de febrero de 1619, siendo el oidor, don Fernando Ramírez Fariñas, el encargado de ejecutar su prisión. Trasladado a Madrid y hallándosele culpable, fue condenado a muerte y degollado en la Plaza Mayor el día 21 de octubre de 1621. En Valladolid, el día 23 de octubre de aquel año se hizo pública subasta de las joyas y alhajas que le habían pertenecido las cuales se tasaron en 770.000 ducados, no incluyéndose en esta cifra la ropa blanca, pinturas y armas. Toda su hacienda montó 1.947.708 ducados.
    Todos sus bienes fueron confiscados y la casa de las Aldabas pasó a ser propiedad del Rey. En 1622 Felipe IV concedió al padre de don Rodrigo “el lugar de Sieteiglesias sin título” devolviéndole además “las casas que éste tenía en Valladolid y el patronazgo de Portaceli y que le suceda en todo su nuera…”. En las casas se habían alojado durante un tiempo don Iñigo Vélez Tasis y Guevara, conde de Oñate y Villamediana y su esposa doña Antonia de la Cerda, marquesa de Lisera.
    En 1674 el hijo mayor de don Rodrigo, Francisco, caballero de Alcántara y II conde de Oliva, escribió una carta a su hija doña Inés de los Santos, monja en Porta Coeli, refiriéndose al estado ruinoso de su palacio vallisoletano: “que se ha de caer más aprisa la casa y que cayéndose ha de hacer mucho daño y falta a Portaceli, lo que es menester ir haciendo es ir descolgando todos los retratos, pinturas, imágenes y que se lleven a tu celda o a la parte más desocupada y segura que hubiera en el convento y que hagas una memoria de cuántos son…”.
    Al comenzar el siglo XIX continuaba siendo propiedad de la familia y se hallaba con urgente necesidad de reparos. Al ser derribada la casa en la década de 1960 logró rescatarse parte de la arquería de su patio y en la actualidad se halla instalada en los jardines del Museo Nacional de Escultura mientras que en el Alcázar de Segovia encontró acomodo el artesonado del salón principal de esta vivienda.
    BIBLIOGRAFÍA
    • AGAPITO Y REVILLA, Juan: “La Casa de las Aldabas”. Revista Castellana, Tomo I, pp. 26, 65 y ss.
    • MARTÍN GONZALEZ, Juan José: La arquitectura doméstica del renacimiento en Valladolid, Imprenta Castellana, Valladolid, 1948.
    • URREA, Jesús: Arquitectura y nobleza: casas y palacios de Valladolid, IV Centenario Ciudad de Valladolid, Valladolid, 1996.

    PINTORES VALLISOLETANOS OLVIDADOS: Miguel Andrade Morales (1901-1974)

    $
    0
    0

    Nació en Valladolid en 1901; a los trece años de edad entró como aprendiz en un taller de pintura decorativa de la ciudad, para más tarde cursar estudios en la Escuela de Artes y Oficios, siendo discípulo de Luciano Sánchez Santarén.
    En 1926 obtuvo de la Diputación una pensión de 2.500 pesetas para ampliar su formación en la Escuela de San Fernando de Madrid, en donde fue alumno de José Moreno Carbonero, Cecilio Plá y Manuel Benedito, entre otros. Junto a Andrade fueron premiados Antonio Vaquero en escultura y Juan José Moreno Llurba (“Cheché) en Arte Decorativo. En la capital de España vivió cinco años, y tras un viaje por el extranjero. Al regresar a su ciudad natal fue nombrado Profesor de Dibujo Artístico en la Escuela de Artes y Oficios en la que terminaría su carrera docente tras jubilarse en 1972.
     
    Bodegón
    Su modestia y dedicación a las tareas docentes le llevarían a exponer muy tardíamente sus obras, celebrando la primera individual en 1962. En cuanto a exposiciones colectivas, en 1928 participa en una promovida por la Academia de Bellas Artes vallisoletana, obteniendo un diploma de primera clase.
    Su pintura –esencialmente realista y sin concesiones vanguardistas–, denota en todos los casos su sólida formación académica, distinguiéndose por su técnica rigurosa y grato colorido. Paisajista sensible, en sus cuadros nos da una visión armoniosa y sincera de Castilla. Pintor de Valladolid, de sus calles, pueblos y campos, le interesa sobre todo plasmar en sus lienzos bellos rincones del casco viejo, ofreciéndonos en sus obras un fiel testimonio de la ciudad antigua antes de ser destruida por las modernas transformaciones urbanas. Entre otros títulos se pueden recordar: Calle de la Antigua, Plaza de Portugalete, La Pilarica, Patio de convento, Las Moreras, etc.
     
    La lagarterana
    Sus paisajes rurales tienen por motivos predilectos los aledaños de la capital: sus caminos, páramos, puentes y riberas del Pisuerga (se pueden citar entre otros, San Isidro, Zaratán, Camino del Pinar, Vegas del Pisuerga, Canal del Duero, etc.). Además del paisaje cultivó también otros géneros, como el retrato, dedicándose asimismo a la decoración y la escenografía. Falleció en Valladolid en 1974.
     
    Sin título

    BIBLIOGRAFÍA
    • BRASAS ÉGIDO, José Carlos: Pintura y escultura en el siglo XX (1900-1936), Ateneo de Valladolid, Valladolid, 1988.
    • PLAZA SANTIAGO, Francisco Javier de la y ORTEGA COCA, María Teresa: “La pintura del siglo XX, en Valladolid”. En LÓPEZ ANTUÑANO, José Gabriel: Valladolid, arte y cultura: Guía cultural de Valladolid y su provincia (2 tomos), Diputación de Valladolid, Valladolid, 1998, pp. 933-966.
    • URREA, Jesús: Pintores de Valladolid (1890-1940), Caja de Ahorros Popular de Valladolid, Valladolid, 1985.
    • VV.AA.: Inventario de bienes artísticos, Diputación Provincial de Valladolid, Valladolid, 1998.
    • VV.AA.: Inventario de bienes artísticos II, Diputación Provincial de Valladolid, Valladolid, 2005.

    ARTISTAS VALLISOLETANOS ACTUALES: José Noriega

    $
    0
    0

    José Noriega nace en Valladolid en 1948. Es un artista plástico, y editor, que se expresa con cuantos elementos tiene a mano. Escultor, ceramista, especialidad en la que ha conseguido en Barcelona muy importantes recompensas, pintor, dibujante y tejedor de muy interesantes tapices. Combina todas estas técnicas para crear formas inverosímiles y anárquicas, extraños seres informes, completamente abstractos. Ha recibido también el impacto de la pintura rupestre levantina, que le sugiere imágenes sicalípticas ligadas al desarrollo y a la supervivencia del género humano. Pero sobre todo busca recoger la tradición ceramista castellana para aplicarla a la conceptualización estética de la modernidad.

    Taller del artista en Velliza (Valladolid)
    Estudia en la Escuela de Artes y Oficios de Valladolid, institución en la que en 1969 realiza una exposición. Colores sorprendentes, que al azar distribuía por el papel gracias a una técnica muy original con ácidos incoloros, sobre papel fotográfico, que relacionaban de forma insólita e imprevista. A la vista del interés que revelan sus primeras manifestaciones artísticas comenzará a exponer en la Sala Martí y Monsó en 1969 y en la Caja de Ahorros Provincial de 1970 y 1972, la Diputación Provincial de Valladolid le concede una beca durante los cursos 1972-1973 y 1973-1974. Esta ayuda, representa un pequeño alivio para el artista, que puede así adquirir materiales y seguir trabajando en sus esculturas después de las largas jornadas dedicadas al trabajo en la fábrica. Pero la vocación artística de Noriega va superando todos los esfuerzos, muy duros durante aquellos años.
    Va a ser de una gran trascendencia para José Noriega las exposiciones llevadas a cabo simultáneamente en Valladolid: una que fue suficiente para llenar la Galería Castilla, a pesar de su gran amplitud, y otra que instaló en esas mismas fechas en la Caja de Ahorros Provincial. Esta última representó algo totalmente nuevo en lo que respecta a la relación tiempo-espacio, a la creación de ambientes y a la animación espacial.

    En 1973 realiza exposiciones en Antequera (Málaga) y en la Caja de Ahorros Provincial de León. En 1974 en Galería de la Rambla, Tarragona, y en la Caja de Ahorros Provincial de Valladolid. En 1976 en la Galería Carmen Durando de Valladolid. Exposiciones colectivas en 1970 “abstracción I.N.E.A. 1970”. Desde 1970 a 1975 está presente en las exposiciones Nacionales celebradas en Valladolid. En 1972 es seleccionado en la Colectiva de Inauguración de la Galería Castilla de Valladolid. En ese mismo año está presente en la exposición colectiva que organiza el Museo Nacional de Escultura de Valladolid sobre “Pequeña Escultura”. En 1976 Accésit del Premio Nacional Valladolid de Escultura. En 1977 obtiene el Premio Nacional Valladolid de Escultura, y el Premio Valladolid de Pintura que obtuvo en la Bienal vallisoletana de 1984. Ha realizado los siguientes montajes: en 1973 Grupo Abierto T.V.E. En 1974 Universidad Laboral de Tarragona.
    Desde finales de los años 80 agrupa sus realizaciones bajo el título genérico de "Paisajes Convencionales". La primera vez que presenta esta serie es en ARCO 89. Desde entonces trabaja en ella: una obra cargada de una poesía descreída, a veces áspera, más interesada en la reflexión íntima sobre la sustancia de la vida que en la cambiante demanda de novedad estética requerida por el mercado.

    Posteriormente Noriega dirigió sus esfuerzos hacia la cerámica y sus investigaciones especiales, para lograr diferentes coloraciones y variaciones en la materia, según el tipo de cocción de piezas. Pero el interés de este artista por la cerámica, responde a un sentido neto escultórico, a la necesidad de sentir el estímulo táctil, tangible de la materia. A su clara vocación de expresarse en las tres dimensiones. En este sentido sucede lo mismo con el lápiz, especialidad en la que sus aportaciones han sido de un gran interés.

    Su primera muestra escultórica fue en Valladolid en 1971. Una serie de obras más o menos exentas, plafones, construidos casi geométricamente, concibiendo el espacio con mente arquitectónica, bajorrelieves tallados en madera, y junto a ello una serie de metamorfosis de técnicas, que en esencia revelaban una enorme inquietud. Noriega incorporaba en sus realizaciones espaciales, materiales diferentes, maderas quemadas, teñidas, objetos encontrados. A veces con unos cartuchos y unos tableros recortados geométricamente, podía hacer surgir una serie de evocaciones, con un contenido claro de crítica política social. En aquel mismo año marchó a Barcelona. En Valladolid, el carácter muy de vanguardia de sus realizaciones artísticas le hacía aún difícil la supervivencia. En Cataluña logró con facilidad situarse artísticamente.
    Una de sus grandes hitos ha sido el de hacer resurgir viejos procedimientos de alfarería. Algunas de sus obras están realizadas con una técnica cercana a lo que fue la cerámica negra castellana de Quintana Redonda. José Noriega para obtener este color negro en la pieza, cuece el barro en una atmósfera reductora.

    Al usar este material escultórico, cerámica, lo que ha pretendido Noriega, no ha sido ensayar caprichosamente una materia distinta, sino ofrecer una alternativa plástica contemporánea a un procedimiento de cerámica popular. Y es que a este escultor le preocupan también cuestiones artístico-sociales, como por ejemplo la pérdida de la utilidad en la tipología, hasta hace poco actual, de la cerámica popular. Y además con la transmisión de usos y costumbres de las zonas urbanas a las rurales, se observa que es necesario adaptar la tipología de la cerámica popular rural a otra de tipo urbano. Botijos, pucheros y cántaros, como tales formas, no tienen ya posibilidad funcional en un mundo industrializado. No es alternativa válida, sobre todo en sentido económico, transformar estos objetos, en elementos de contemplación para una minoría. Este cambio de uso no podrá hacer subsistir a esta industria popular, cuyo desarrollo económico necesita la existencia de una demanda, originada por el desgaste y rotura de estos frágiles objetos, por el uso normal para el que están concebidos. Harán falta pues alternativas creadoras y válidas para que estas industrias sigan subsistiendo y manteniendo en la forma que les es propia el foco de comunitarismo regional. Porque sea, o no sea, romántica la idea de concebir el arte anónimo popular como una expresión de impulsos vitales colectivos, creo que es necesario salvaguardar económicamente para Castilla, el que parte de su historia pueda seguir siendo cocida y explicada en barro, como hasta ahora han venido haciendo los alfares castellanos.

    Ha impartido diferentes conferencias sobre temas relacionados con la escultura y la cerámica: en 1973 en el Colegio Universitario de Málaga. En 1975 en la Escuela del Profesorado de Tarragona. En 1976 en la Escuela del Profesorado de Barcelona. En 1979 en la Caja de Ahorros Provincial de Valladolid. También participó en la mesa redonda “Portillo, Alfares de Hoy”, convocado por la Caja de Ahorros Provincial de Valladolid en 1979.
    En 1976 participa en la Exposición de Cerámica Mural en el Palacio de la Virreina, Barcelona; asimismo ese mismo año consiguió el Premio Nacional de Cerámica Mural convocada por la Fundación General Mediterránea, para la realización y posterior instalación de un mural cerámico en la Autopista del Ebro. Dos años después obtendrá en los Concursos Nacionales de Valladolid el Primer Premio con una pieza de cerámica titulada Castilla.

    “Exiliado” voluntario en El Molino de secano de Velliza aprovecha su taller de grabado para emprender una infatigable labor editorial. Funda y dirige desde 1992 la Editorial El Gato Gris Ediciones de Poesía. Relevantes poetas, pintores, grabadores, fotógrafos y arquitectos han colaborado con José Noriega en su proyecto editorial, a estas alturas, reconocido como uno de los más singulares de los últimos años en el panorama editorial español. La Biblioteca Nacional, el Instituto Cervantes de Nueva York y el Institut Ramón Llull, han seleccionado y expuesto sus trabajos. La producción de El Gato Gris se ha presentado en museos e instituciones, entre otros: el MACBA, Patio Herreriano, Fundación Pilar y Joan Miró, Círculo de Bellas Artes, Fundación Joan Brossa, Museo Esteban Vicente, Centro eLEA. Participa en el “Encuentro hispanomexicano de editores”.


    BIBLIOGRAFÍA
    • GARCÍA DE WATTENBERG, Eloísa y FALCÓN RODRÍGO, Jesús (dir.): La escultura contemporánea en Valladolid, Museo Nacional de Escultura, Valladolid, 1980.
    • LÓPEZ ANTUÑANO, José Gabriel: Valladolid, arte y cultura: Guía cultural de Valladolid y su provincia (2 tomos), Diputación de Valladolid, Valladolid, 1998.
    • ORTEGA COCA, María Teresa: Concursos nacionales de pintura y escultura de Valladolid, Caja de Ahorros Provincial Valladolid, Valladolid, 1981.

      PINTORES VALLISOLETANOS OLVIDADOS: Mercedes del Val Trouillhet (1926-2012)

      $
      0
      0

      Hoy vamos a tratar sobre una de las artistas vallisoletanas más importantes de la segunda mitad del siglo XX. Una paisajista muy interesante, cuya obra desconocía hasta que el Museo de la Universidad de Valladolid (MUVa) organizó una exposición con su obra. Sin duda su obra merece difundirse lo máximo posible. Los textos están recogidos del catálogo de aquella preciosa exposición. Hay que saludar la iniciativa de este museo por ir realizando exposiciones sobre artistas vallisoletanos muy poco conocidos para el público en general.
      Nació en 1926 en Valladolid. Su afición por el dibujo empezó siendo aún muy pequeña, y a los siete años comenzó sus primeras lecciones, dirigidas desde Madrid por su profesor Timoteo Pérez Rubio (1896-1977). Compaginó sus estudios de colegiata, piano y francés con la carrera artística que había elegido. Al estallar la guerra civil quedó incomunicada con Madrid, perdiendo todo contacto con su profesor de dibujo, y su carrera artística se suspende momentáneamente.

      Finalizada la contienda tomó contacto con el gran dibujante y cartelista José Picó Mitjans (1904-1991) que se convirtió en su profesor. Sus primeras lecciones fueron estudiar a fondo la perspectiva, tan necesaria para poder pintar del natural un paisaje, un interior o cualquier otro asunto. Tenía idea de ser artista publicitaria y Picó le mandó hacer numerosos ejercicios de publicidad, al mismo tiempo que sentía gran atracción por las lecciones de paisaje, pues desde muy niña había salido al campo y estaba acostumbrada a ver y pisar la paramera castellana, contemplar el verdor de los pinares y conocer los pueblos.
      La primera vez que hizo un apunte de paisaje, a lápiz, fue en Las Moreras. Su profesor le había indicado que metiera en las carpetas, junto a los blocs, un cartón donde previamente hiciera una abertura rectangular de 10 x 7 cm, aproximadamente, ajustando dos hilos, uno vertical y otro horizontal, cruzados en el centro del espacio vacío, que representarían los dos ejes del dibujo en altura y anchura. Así, colocándose el visor ante los ojos, le sería mucho más fácil encuadrar el motivo. Aquel Rincón del Cubo lo llegó a realizar a plumilla y lo presentó a un concurso infantil de dibujo organizado por El Norte de Castilla, en donde se lo publicaron.

      Abril en Castilla
      Almendros
      Bocetos
      A partir de entonces, se preocupó por conocer qué era lo que los artistas locales llevaban a los certámenes. La organización “Educación y Descanso” preparaba exposiciones y, a la organizada por la Obra Sindical, presentó un bodegón que colgaron junto a obras de artistas tan prestigiosos como Maffei, Mucientes o Capuletti. Después acudió a otras y prosiguió haciendo carteles publicitarios. A la III Exposición Nacional de Arte, organizada en Madrid por la Obra Sindical, envió un cuadro, seleccionado entre cerca de mil, titulado Caserío, con el que obtuvo medalla de bronce. También confeccionó un cartel para la IV Feria provincial de Muestras de Palencia que consiguió el 2º premio. En el I Salón Femenino de Madrid colgó en 1946 un “paisaje prototipo de la Castilla húmeda; jugoso cuadro de invierno incipiente”.
      Así, continuó estudiando a fondo el paisaje castellano, sus tierras, tan difíciles para quienes no las han pisado nunca y para los que las han mirado sin “saber ver”, sintiéndose cada vez más atraída y empeñada en dominar y plasmar su belleza. Estudió también sus cielos rasos y azules o cubiertos de nubes viajeras que dan movimiento y vida al paisaje. José Picó, muy interesado en su carrera, le animaba como profesor y amigo a que se especializara en el paisaje de Castila, para el cual la veía con muchas dotes, y no se confundió.
      Trabajó intensamente en la preparación de su primera exposición individual en Valladolid, que se inauguró el 14 de mayo de 1947 en el Colegio de Santa Cruz. La crítica elogió sus cuadros y coincidió en que pintaba una Castilla luminosa con primeros términos decididos y vigorosos, destacando que conseguía unas perfectas lejanías: La triga, La siega, Eras de Zaratán; así como dos cuadros de temas invernales, Nieve y niebla e Invierno, que plasmaban con gran realismo la estación invernal.

      Cementerio en la ladera
      Cementerio
      Cepas y almendros
      En octubre de aquel año llevó su obra a Madrid, a la Sala Gumiel, sita en la calle Mayor. Los críticos Mariano Tomás del diario Madrid; José Camón Aznar, del ABC; y Federico Galindo del semanario Dígame, hablaron muy bien de sus cuadros. El crítico Manuel Sánchez Camargo la llevó a Radio Nacional de España para hacerle una entrevista. La prensa de Valladolid, a su vuelta, recogió la noticia.
      En 1948 expuso de nuevo en el Colegio de Santa Cruz temas castellanos y también vizcaínos, pero el público elogió preferentemente los primeros, tal vez por sentirse atraídos por su luminosidad. El crítico Carlos Rodríguez Díaz escribió: “Desde su primera exposición a la actual, es decir, en el plazo de un año, la labor de Mercedes del Val demuestra mayor dominio en el difícil arte de la pintura. Ha ganado notablemente en luminosidad y en perspectiva pudiendo asegurarse que lo que entonces era una promesa segura es hoy una realidad cierta”. El rector Cayetano de Mergelina la felicitó animándola a seguir exponiendo en Santa Cruz.

      Cepas
      Instrumentos de trabajo de la pintora
      Por esas mismas fechas se celebró en Madrid una exposición de paisajes españoles en la galería Pereantón, sita en la calle de Hortaleza, organizada por la Asociación Nacional de Pintores y Escultores, a la cual pertenecía. Su cuadro Removiendo la parva se colgó entre otros de muy buenos pintores: César Fernández Ardavin, Chicharro (hijo), Eduardo Martínez Vázquez, Francisco Estebe Botey…
      Martín Abril, por Radio Valladolid, consagró a Mercedes su Croniquilla elogiando su obra, no como crítico sino como poeta: “ya es un mérito singular el saber encontrar estas luces, en todo momento estremecidas por unos amarillos suavísimos, que constituyen, para Mercedes, una característica obsesiva de su personalidad, y su personalidad se nos muestra cada vez más madura, entregada fervorosamente a la emoción del paisaje castellano, que ella ha conseguido captar con inefable gracia y extraordinaria maestría. Temas, los de los cuadros de Mercedes del Val todos ellos amables, dulces, tranquilamente líricos. Soltura y vibración de pincelada, elegancia en la factura, frescura en el conjunto ¿es así Castilla? Así ve Castilla una joven pintura, inquieta y original. ¡Qué pintar, señores!, no es copiar con minuciosidad de artesano y trasladar al lienzo lo que vemos con vulgar fidelidad, sino interpretar, traducir, matizar, estilizar, exaltar, iluminar, vivificar, casi nos atreveríamos a decir que pintar es en cierto modo hacer poesía con metáforas de luz, sombra y colores. Y eso lo logra Mercedes del Val con un acierto exquisito y un encanto conmovedor”.

      Montealegre
      Paisaje
      Paisaje
      En 1948, en la III Exposición Nacional de Arte Taurino celebrada en Córdoba, presentó su cuadro El encierro de los Sanfermines que, seleccionado, llamó mucho la atención. El director del certamen, José Vellver Cano, al saber que su autora era la más joven de los expositores, la escribió diciendo: “Mi enhorabuena, ha gustado mucho su obra que descubre a una artista ya lograda. Hizo usted un gran papel en sala Brillante con Vázquez Díaz al frente y Amparo Palacios, valenciana, muy buena artista. La húngara Bertta Rossen, Echevarría, Antonio Sánchez, el marqués de Aracena, Solís Ávila, Félix de Frutos y algún otro también de destacada firma. Estuvo usted bien colocada y resistió perfectamente su cuadro. Por eso enhorabuena nuevamente y ¡adelante! Espere confiada en usted misma”. El jurado le concedió mención honorífica porque “si hubiese habido más premios, habría figurado en la relación de medallas”.
      En el otoño expuso por primera vez en Bilbao con catálogo presentado por Martín Abril. La Gaceta del Norte, Correo español y Hierro en sus secciones de arte le dedicaron elogiosas críticas, destacando sus temas del campo castellano, radiantes de poesía a lo Gabriel y Galán y de luz goethiana, que es la sinfonía predilecta de la artista. Animada por este éxito, volverá a exponer en Bilbao al año siguiente.
      No dejó de recorrer la provincia de Valladolid y allí donde veía un motivo para pintar clavaba su caballete y, con extraordinaria rapidez, pintaba los bocetos. Había que trabajar deprisa para conseguir las luces siempre cambiantes, así como las figuras de personas o animales en movimiento. Nunca tuvo preferencia por un pueblo o lugar, como otros pintores, para ella toda tierra que pisaba pertenecía a la provincia. Pintó las calles de Zaratán y sus eras; las lomas de Geria, con sus rebaños; Simancas, con su puente romano; Tordesillas, con las piedras doradas de sus torres reflejadas en el río; Sieteiglesias, con sus trillas a pleno sol o sus lomas rosadas a la caída de la tarde; Alaejos y sus surcos; Urueña y sus llanuras; Tudela de Duero y sus vendimias; los pinares de Traspinedo, Olmedo, el Pinar de Antequera, Viana, Mojados…

      Paisaje con caseta
      Paisaje con cepas grandes
      Paisaje con mulas
      En 1952 recibió la noticia más agradable de toda su carrera artística. En Madrid, en la Exposición Nacional de Bellas Artes, el más importante certamen español de pintura y escultura, le habían seleccionado un cuadro. Ya se había presentado más veces pero sin suerte, no se había desalentado y luchó por conseguir un puesto entre los más destacados pintores de aquellas fechas. Al fin lo consiguió, pensaba que en un buen historial artístico no sólo caben los triunfos, también han de estar las desilusiones, las épocas malas que obligan al auténtico artista a seguir adelante, pensando que vencer sin dificultades es triunfar sin gloria.
      Mariano Tomás, crítico del diario Madrid, en su recorrido por las diferentes salas del Palacio de Velázquez, al llegar a la 8ª, de los 15 cuadros colgados destacó solamente a diez artistas. De Mercedes del Val dijo: “presenta un lienzo –Cargando paja– bien entonado de matices y valiente de dibujo”. También José Prados López, crítico de arte de Radio España, la nombró entre otros pintores dedicándole lo siguiente: “personalísimo y acertado en la luminosidad el paisaje de Mercedes del Val, que va logrando superaciones inteligentes en su deseo. La obra de esta pintora ha alcanzado un puesto de respeto y admiración por su original manera de acertar ante la naturaleza”.
      No quiso ausentarse nunca de Valladolid, prefirió quedarse a sabiendas de que al hacerlo cortaba las alas a su carrera artística. No obstante, se desplazaba con alguna frecuencia a Madrid para ver las exposiciones más destacadas, estar al tanto de la pintura, meterse un poco en el mundillo artístico e incluso participar en exhibiciones como la organizada por la Asociación de Pintores y Escultores, colgada en los salones Macarrón o en la del XXV Salón de Otoño, celebrada en el Palacio Velázquez, en la que recibió una 3ª medalla en la sección de pintura en paisaje, por el que representaba unos surcos con un arador en primer término, al fondo el pueblo de Olmedo y gran celaje con luces verdosas de un atardecer.

      Paisaje con palomar
      Pinos
      Surcos
      Después de exponer en la Sala Artis de Salamanca, en 1953 presentó sus cuadros individualmente en Madrid, en la sala Los Madrazo. Mariano Tomás y Camón Aznar hicieron la crítica de su obra en los diarios Madrid y ABC. El periodista vallisoletano Córdoba la entrevistó para el diario Pueblo en su sección “Díganos la verdad”, acompañando su trabajo con una caricatura. También Prados López, en Radio España, Madrid, la elogió y, en el semanario Dígame, el acuarelista Federico Galindo dice: “La galería Los Madrazo, en donde la pintora expone sus obras, se ha convertido por obra y gracia de ellas, en llanura castellana, con toda su grandeza y sus delicadezas de color”. En verano se trasladó con sus cuadros a San Sebastián. Es la primera vez que exponía allí, en “Galería de Arte”. Colgó 18 cuadros que llamaron poderosamente la atención por su luminosidad. Los críticos del Diario Vasco, Unidad, Hoja oficial del lunes y La voz de España se volcaron en exaltar la obra, señalando que la artista alcanzaba, en plena juventud como pintora, toda una maestría.
      En abril de 1955 expuso de nuevo en Madrid, en la sala Los Madrazo, con éxito de críticas, y en mayo participó en la Exposición Homenaje a Goya, celebrada en el Círculo de Bellas Artes, donde se colgaron 200 obras donadas por sus autores. Aquel verano marchó con su caja de pinturas a Noja para ejercitarse haciendo bocetos de su maravillosa costa y bosques de eucaliptos. Al regresar a Valladolid decidió viajar a París y a su vuelta se publican en prensa sus impresiones: refiriéndose a la pintura dijo que “allí, como en cualquier parte, cada pintor tiene su estilo, pinta como quiere y lo que quiere. Yo, como ya llevaba el mío, no necesité buscar otro; si hubiera ido desorientada, creo que entonces me hubiera quedado más tiempo. París como ambiente para el artista es fabuloso, más aún para el verdadero bohemio”.
      De París se trajo bastantes bocetos de los lugares más típicos, y en su estudio los transformo en cuadros que llevó a Bilbao en 1956 y a Salamanca al año siguiente. Un crítico vasco, refiriéndose a los tres temas que presentaba, completamente distintos a los acostumbrados a pintar por Castilla, por su técnica y color, dijo que había logrado darles un auténtico sabor parisino: “sobre todo en el Moulin de la Galette que han pintado y repintado todos los aspirantes a la inmortalidad, pero pocos con la gracia de esta mujer”. En la ciudad del Tormes, este contraste de los grises con el sol de Castilla seguramente logró que, durante la exposición de Salamanca, se quedara sin sus cuadros parisinos.

      Tordesillas
      Tordesillas
      Trigales
      Con motivo del XXIX Salón de Otoño de Madrid, de 1957, obtuvo medalla de plata por su cuadro Eras de Zaratán. La periodista Mercedes de la Viña Zuloaga, en su página “Para ti, lector”, del Diario Regional, la entrevistó con tal motivo. Al año siguiente colgó sus obras en la misma sala madrileña de años anteriores. En el Ya aparece su caricatura firmada por Federico Galindo; Ángel Lera de Isla, en El Norte, hablando de la exposición, la menciona junto a Aurelio García Lesmes y Castro Cires como representativos del paisaje castellano. Prados López, en Madrid, encabeza su sección con los nombres de Moreno Carbonero y Mercedes del Val. Del primero habla por celebrarse el centenario de su nacimiento y con Mercedes se vuelva por su obra hecha “… con una técnica personal, íntima, jugosa, plena de concepción y sabiduría, de pensamiento que busca la continuación y el futuro. Porque los cuadros de Mercedes del Val quedarán con el tiempo, con seguridades perennes afincadas en lo humano del recuerdo por justicia y necesidad para otros pintores de después, que así sabrá que en estos tiempos de confusión y atrevimiento, había almas preparadas en lo sensible para poder luchar con la ignorancia y el cinismo, consiguiéndolo. Es un regalo extraordinario esta exposición de esta pintora castellana, Mercedes del Val, que va escribiendo su propia historia con esos afanes juveniles que viven en la tierra, pero que tienen sus sueños más allá de las nubes”.
      En agosto de aquel año marchó a los Países Bajos y se estableció en Lovaina para visitar diversas capitales y estudiar en sus museos a los pintores del renacimiento nórdico. Acompañada por el crítico de arte Adriaan de Roover, de Amberes, frecuentó varios estudios de pintores de vanguardia y en el del pintor Albert Van Cleemput, de San Nicolás, coge y maneja por primera vez la espátula. Al volver a Valladolid, después de una estancia en París, escribió un reportaje sobre su viaje a Bélgica para el Diario Regional, donde había colaborado como dibujante ilustrando, entre otras, la portada de un extraordinario dedicado a la mujer.
      Hasta marzo de 1960 no volvió a exponer y lo hizo en Salamanca. Aquel mayo marchó a Madrid y los críticos Prados López, Galindo y Cobos descubrieron nuevas calidades en su obra: “Mercedes del Val posee un abundante bagaje técnico que no pesa en su pintura. Su sensibilidad hace grácil su obra pese a la reciedumbre de una pintura sin blandenguerías. Cuando pincelea y espátula comunica a sus paisajes una deliciosa frescura.

      Tierras
      El Campo Grande nevado
      Acudió en 1961 al XXXII Salón de Otoño, alcanzando la 1ª medalla con su cuadro Luces en el bosque, toda una sinfonía de colores otoñales. La prensa de su tierra le concede un sincero aplauso por este triunfo conseguido en la capital, y los críticos madrileños elogian su obra. Fue en la galería de la Caja de Ahorros de Asturias, en Oviedo, donde en 1962 colgó 22 óleos de sus paisajes de Castilla. Era la primera vez que exponía allí. Toda la prensa se ocupó de su obra: La Voz de Asturias, Región, Nueva España publicaron críticas, reportajes y entrevistas, apreciándose mucho sus temas llenos de luz y poesía. Allí dejó unos cuantos cuadros, entre ellos Luces en el bosque.
      Al año siguiente viajó a Roma y a su vuelta ultima los preparativos para exponer otra vez en Madrid por tener reservada la Sala Alcón, en la calle Infantas. La introducción del catálogo la hizo el crítico Prados López y en televisión en poeta conquense Federico Muelas le dedicó una bella presentación.
      En 1964 se encontraba estudiando una nueva modalidad para sus paisajes de Castilla. Había estado observando exposiciones en Madrid desde hacía algún tiempo y había descubierto que los pintores más destacados habían ido transformando también su arte en los últimos años. Se decidió a pintar el paisaje castellano dándole una nueva interpretación. Había observado muchas veces que Castilla en las primeras horas del día resultaba de una serena belleza sorprendente. Decidió pintarla así; sólo buscando su color, su luz desvaída sin contrastes, sin dureza, sin claroscuros. Sería una Castilla auténtica por encima de todo. Apacible, sosegada como una madre tendida al tibio sol de un amanecer. Trabajó calladamente en su estudio. No dijo nada a nadie. Hizo muchos bocetos, rompía unos, se quedaba con otros. Al fin, pasado el tiempo, se puso a pintar las telas.

      Castilla con palomar
      Camino amarillo
      Su nueva obra la inauguró en junio de 1966, en la vallisoletana sala de la Caja de Ahorros de Salamanca. Dos años después, en 1968, expuso en Valladolid con ligeros cambios en relación a su muestra anterior. Desde aquel momento creó una pintura intelectual, pero algunos echaron de menos sus anteriores obras luminosamente empastadas. En 1969 expuso en Madrid 21 cuadros en la sala de la Editora Nacional. Aquel mes de mayo el “Grupo Velázquez”, formado exclusivamente por pintores, en su XIII exposición, dio paso a trece pintoras. La exposición se celebró en la galería madrileña Grife-Escoda, situada en la calle de los Madrazo, y Mercedes colgó un cuadro de “cepas” entre cuarenta destacadas firmas: José Bardasano, José Cruz Herrera, Julio Pérez Torres, Agustín Segura, Domingo Huetos, Teresa Sánchez Gavito, Rita Vié, Carlos Moreno, Aurelio Blanco…
      Se presentó de nuevo en Valladolid en 1970 con 21 cuadros de pinos, cepas, gavillas, almendros, surcos, barbechos, rastrojos… estos serán sus temas preferidos. El crítico de El Norte de Castilla, Corral Castanedo, apuntó: “Mercedes del Val es la descubridora de los pinares, pero yo veo en ella, por encima de todo, a una original pintora de campos y de tierras. Mercedes ha dejado atrás su época luminosa. Su pintura se ha ido estilizando, lo mismo que los troncos de sus pinos… el lienzo sirve de apoyo para unas leves impresiones cromáticas. Pastas casi secas y como empolvadas por el paso de un rebaño. Óleos sin brillo como envueltos en la madurez de la pátina, en el momento de nacer… se vale de una técnica depurada y escueta para llevarnos de la mano hasta esa su Castilla al mismo tiempo calcinada y florecida. Una espátula vigorosa se ha encargado de eliminar, de aventar todo lo que no era esencial. Creo que la paleta de Mercedes del Val ha alcanzado una difícil simplicidad profunda en esos paisajes casi sin cielos. Quizá porque el cielo ha bajado para confundirse con estas tierras en las que dialogan el misticismo y una apaciguada sensualidad”.
      En julio de 1879 quedó finalista en el X Concurso de Pintura “Medalla María Vilaltella”, de Lérida. A este certamen asistieron relevantes firmas del arte español, y el pintor José Lapayese fue quien se llevó el único premio.

      Como venía exponiendo en Valladolid cada dos años, porque le gustaba pintar despacio, y más al ser su técnica lenta y trabajosa, en 1972 mostró en la sala de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Salamanca sus obras más recientes. Continuó trabajando en la misma línea, pero con tonalidades más fuertes, más vivas. Ortega Coca, en el Diario Regional, aseguraba que “si tuviéramos que definir la obra de Mercedes del Val con pocas palabras diríamos, delicadeza, virtuosismo, elegancia y finura. Todo esto es lo que caracteriza a estos cuadros y hacen que sean tan cotizados entre el público que encuentra repetido en ellos el eco de su propia personalidad”.
      En marzo de 1974 colgó una nueva exposición en Madrid. Tenía que haber estrenado su obra el año anterior, pero con la enfermedad y muerte de su padre, se encontró con que no tenía suficiente obra. El director de la galería de arte Lázaro, la sala más encantadora de Madrid, enterado de su situación le animó a exponer y retrasó la inauguración. Fue aquella su última individual.
      A pesar de su gran aceptación y de los reconocimientos seguidos, le entró un sentimiento de cansancio tal que desde entonces únicamente participó con sus obras en exposiciones colectivas organizadas por la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción, de la que en 1975 había sido elegida miembro de número.

      BIBLIOGRAFÍA
      • VAL, Concepción del y URREA, Jesús: “Apunte autobiográfico de Mercedes del Val Trouillhet (1926-2012)”, Catálogo de la Exposición Mercedes del Val Trouillhet, Universidad de Valladolid, Valladolid, 2014.
      Viewing all 485 articles
      Browse latest View live


      <script src="https://jsc.adskeeper.com/r/s/rssing.com.1596347.js" async> </script>